La Peña Cebollera Vieja desde la vertiente de Somosierra |
La Peña Cebollera Vieja o Pico de
las Tres Provincias (2.129m – la tercera altura de la Sierra de Ayllón), se
alza sobre el puerto de Somosierra y está situada en el extremo de los cordales
principal y occidental de la sierra de Ayllón, constituyendo el punto de
confluencia de los límites de las provincias de Madrid, Guadalajara y Segovia.
En sus estribaciones nacen los ríos Jarama, al sur, y Duratón, al oeste.
Desde Somosierra, lugar habitual
para iniciar el ascenso, la franja de sus laderas entre 1.400m y 1.800m
se encuentra mayoritariamente cubierta por retamas y
piornos, así como por zonas boscosas de pinar de repoblación. Por regla general
el acceso a su redondeada cima se realiza por alguna de las pistas que recorren
tales laderas, sin ofrecer más problema que el desnivel y/o el frío y la nieve
en tiempo de invierno.
Sin embargo, para hoy opto por trazar una ruta circular que en su ascenso rehúye
las pistas y, en su lugar, discurre aguas arriba por los barrancos del Arroyo
de la Peña (primero) y del Reajo del Oso (después), saliendo finalmente
a la pista superior que, a la altura de 1.900m, circunvala y llega
prácticamente a la cima de la Peña Cebollera.
En síntesis: Somosierra (1.404m) – Chorrera de los Litueros
– Barranco del Arroyo del Chorro (1.650m) – Barranco del Reajo del Oso (1.900m)
– Peña Cebollera (2.129m) – Cabeza del Tempraniego (2.069m) – Pista Cuchar
Quemado (2.022m) – La Tolla (1.750m) – Cerro de las Yeguas (1.650m) – Los
Cambronales – Somosierra. En total una circular de 13.5km de longitud salvando
un desnivel total en ascenso de 850m de D+.
Son las 8:30am cuando inicio la
marcha en Somosierra encaminando el trote por la antigua N-I, ya cerrada al
tráfico, hacia la cascada de Litueros, mientras se van levantando las brumas de
la mañana.
Tras apenas un kilómetro dejo la
carretera y emboco la pista hacia la cascada. El ambiente húmedo y a la
sombra, junto con el fragor del agua, anuncian la inmediatez de la espectacular
cascada de Litueros.
En las proximidades de la cascada de Litueros |
El salto final del arroyo del Chorro, donde el agua se
encajona y cae unos cincuenta metros, en tres escalones, envía su caudal a
unirse al del Arroyo de las Pedrizas (apenas trescientos metros más abajo)
conformando el Río Duratón.
Cascada de Litueros |
Después de admirar la
espectacular caída de agua asciendo rápidamente por la resbaladiza y muy
empinada ladera que supera el desnivel de la cascada. Todavía voy a la sombra.
Conviene andar con cuidado en esta zona.
A punto de alcanzar la parte superior de la cascada. |
La estrecha senda bordea la chorrera
y desemboca sobre unas rocas algo por encima de la misma. Desde este punto se
ve claramente el comienzo del barranco del Arroyo del Chorro, si bien no se
aprecia senda alguna hacia el mismo. Nada hace intuir que haya un paso aguas
arriba. Pero lo hay J
Embocadura del barranco del Arroyo del Chorro |
Trazo una diagonal ligeramente
descendente hacia el cauce, sin perder demasiada altura, hasta que ya próximo
al arroyo distingo un grueso tronco que lo cruza. Parece claro que se trata del
lugar adecuado para hacerlo, si bien lo resbaladizo del mismo hace que extreme
la precaución.
Por aquí se cruza el arroyo :-) |
Una vez “al otro lado” encuentro una trocha
mínima que, todo el rato por la derecha orográfica de las aguas, primero del
Arroyo del Chorro y después el del Reajo del Oso, conviene seguir, apartándose
lo menos posible de los respectivos cauces.
Ascender caminando junto a las
aguas, a la sombra, sorteando los numerosos regajos laterales que fluyen hacia
el curso principal, absorto en un paraje boscoso y solitario, constituye todo
un placer para los sentidos.
Al principio, y hasta atravesar
una primera pista que se encuentra a 1.700m de altitud, la pendiente es
moderada (250m de D+ en 2km de longitud).
Nada más de cruzar la pista continúo
arroyo arriba sin abandonar la dcha. orográfica. La pendiente se acentúa algo y
entre los pinos comienza ya a verse la loma cimera.
Tras ascender 200m más de D+ en menos
de 1km de longitud, finalmente alcanzo la pista superior a los 1.900m de altitud. A partir de este punto la zona
boscosa queda atrás y comienza la parte de loma y pista.
Tomo un evidente y anodino
cortafuego que, abandonando la pista, se enfila directamente hacia la redondeada
cumbre de la Peña Cebollera Vieja, resultando éste un tramo algo tedioso y con
pendiente muy acusada que me permite, a ritmo machacón, alcanzar la cima y la
gran roca erigida como monumento a los Forestales, tras la cual me protejo del
viento que sopla.
Monumento a los Forestales en la cima de la Cebollera Vieja |
He terminado la parte “poco
usual” de la circular de hoy; toca ahora emprender el descenso que, ahora sí,
realizaré por el concurrido cordal de la Sierra Cebollera en sentido Norte –
Sur, siguiendo la ancha pista que lo surca, y que sólo dejo temporalmente para
acceder a la solitaria Cabeza del Tempraniego (2.069m) a fin de contemplar
desde su cumbre las cimas más prominentes de la Sierra de Ayllón: el Pico el
Lobo (2.272m - el más alto) y el Cerrón (2.197m – el segundo más elevado).
A la izq., el Pico del Lobo; a la dcha., el Cerrón |
Dejo esta cima, me reincorporo a
la pista y comienzo el trote ligero durante poco más de un kilómetro,
cruzándome con buena cantidad de personas en su marcha hacia la Cebollera,
hasta encontrar un mojón que indica el punto donde dejar la comodidad e iniciar
el descenso directo y monte a través, por zona tupida de piornos, hacia las
pistas inferiores que se ven más abajo.
Este mojón indica dónde dejar la pista y lanzarse ladera abajo |
La bajada es clara, siguiendo al
principio un cortafuego asilvestrado, que luego se transforma en una trocha
invadida por los arbustos, y permite perder altura con mucha rapidez (250m de
altitud de una tirada), a la par que la ropa se impregna del agradable perfume
de la flor del piorno.
Entre piornos, enfilando directamente hacia las pistas de la parte inferior. |
Alcanzada la pista inferior
(1.650m), junto al Cerro de las Yeguas,
sólo queda seguirla en bajada contemplando hacia el Norte la cima de la
Peña Cebollera Vieja en cuya cima estaba apenas hace una hora, así como el cortafuego por el que he descendido.
Peña Cebollera (izq) y Cabeza del Tempraniego (dcha) |
En la ladera se aprecia el inicio del cortafuego utilizado durante la bajada |
El trazado de la pista permite
admirar de nuevo, desde la distancia, la cascada de Litueros (ahora ya totalmente
soleada).
En la zona baja, próximos ya a Somosierra, un
potrillo y su madre pastan tranquilamente.
Atrás quedan los pinares y las
laderas cubiertas de piorno en flor que he recorrido durante unas horas
saboreando la paz y el sosiego que el lugar transmite.
¡Qué inesperadas
prendas
para quienes,
huyendo del mundanal ruido,
siguen las
escondidas sendas
por donde
antes muy pocos han ido!
("Parafraseando" a Fray Luís)
Hola Carmar.
ResponderEliminarEn estas zonas tan concurridas siempre resulta más agradable transitar por lugares más emboscados, pero que ofrecen mayor tranquilidad, al final el esfuerzo tiene su recompensa.
Avituados a ver últimamente las chorreras, esta vez la cambiaste por una cascada, palabra más utilizada por aquí.
Una gozada ver esos paisajes, en comparación con los que estamos ahora.
Un saludo
El agua, fuente de vida. Sigue su curso allá donde lo encuentres. Seguro que te conducirá por entornos sorprendentes.
EliminarCascada o chorrera, qué más da; espectáculos naturales siempre.
Un abrazo, Eduardo
Seguindo o som e o aroma dos rios, pode-se chegar onde queira... que bonitas são as flores, os animais, o aroma e o frescor de uma natureza tão delicada e persistentemente tão querida!
ResponderEliminarObrigada por tão preciosa rota, fonte de calmaria e beleza inigualável!
Um beijo
E que bonitos são seus olhares!!! Belíssimas fotografias.
EliminarOutro beijo
Precisamente encuentro yo que estos lugares son, como tú acertadamente dices, "fonte de calmaria e beleza". Transitar por ellos es lo que me mueve, pues el propósito no es otro que buscar la comunión con la naturaleza, a cuyo sosiego siempre miro y trato de acudir tanto como la vida y ajetreo urbano me permiten.
EliminarGracias, como siempre Teca, por tus sentidos comentarios.
Un abrazo
Echándole algo de imaginación y, con la tranquilidad que da la fotografía de la madre y el potrillo, me viene a la mente los pastos de Norteamérica con los caballos indios; aquellos que llevaron los colonizadores españoles o, en su defecto, los dictadores de la España conquistadora.
ResponderEliminarComo siempre que me agobia el calor de Zaragoza, de buena gana me cambiaría por esos verdores silvestres de esta sierra castellana.
Un abrazo.
La misma imagen que te ha venido a ti a la cabeza es la que me hizo a mí fotografiar a los pintos, al recordarme la familia a los «caballos de los indios».
EliminarGracias por tu comentario y un abrazo, Javier.
El camino te llevó por distintos escenarios: entre cursos de agua que discurren en origen entre saltos y que después generarán caprichosas curvaturas y profundos cañones en su devenir por el terreno calizo, por terreno domesticado por las máquinas que aporta la subida franca a la panorámica cima y por las acogedoras zonas de pastoreo de verano. Todo ello conforma lo singular de las montañas. Salud y montaña. Manuel
ResponderEliminar“La geografía es el amor a la tierra. Deleitarse con ella, amar los bosques y los ríos. Hay que aprender el lenguaje de las piedras y contárselo a los demás” Eduardo Martínez de Pisón.
Muy bien sintetizada la esencia por EMdP en unas breves frases. Gracias Manuel por aportarla junto con tu comentario que es, en sí mismo, un resumen sustancial.
EliminarSalud y Montaña.