Manuel y yo tenemos como objetivo para hoy recorrer a fondo los callejones y huecos que se encuentran entre la cara Norte del Yelmo y los farallones del cordal de la Maza y las Hueveras: Hueco de las Hoces, Hoz Cimera, Corral Ciego, Jardín del Predicador, Jardín de Peña Sirio, etc.; recorrido zigzagueante al pie de moles graníticas, por pasadizos estrechos, agrestes y ciertamente exigentes a tramos, por donde transitar con soltura requiere una dosis alta de recursos y experiencia.
Conviene adentrarse por estos poco frecuentados entornos sólo si se desea, nunca por equivocación o al azar. Si se pierden las señales, es aconsejable parar, retornar hasta la anterior, y vuelta a buscar.
Comenzamos la marcha a las 8:30h, desde una zona de aparcamiento entre Manzanares el Real y el Tranco. La primera parte del circuito de hoy discurre por la Senda Maeso, hasta la base de la cara Sur del Yelmo.
La persistencia de lluvias y nieves de los meses pasados han conseguido que esta cara Sur, tan agobiante en verano, resulte fresca y reconfortante a esta hora de la mañana. Las jaras en flor y el agua surcando por cualquier regajo contribuyen a dar al entorno una agradable sensación de placidez y frescura.
A lo largo de la Senda Maeso encontramos numerosas formas rocosas que la imaginación asocia de forma automática con imágenes conocidas (pinchar aquí).
El Caracol |
El Candelabro |
Como vamos de exploración, nos desviamos un momento para visitar la Cueva del Ave María.
Su tamaño permite albergar cómodamente una decena de personas, a la par que ofrece una vista amplia de toda la ladera, hasta su base en Manzanares. Buen observatorio para bandoleros.
Embalse de Santillana y castillo de Manzanares el Real |
Tras atravesar la Gran Cañada la marcada senda se empina y se hace más intrincada, obligando a ir atentos, con algún que otro paso gimnástico sin más dificultad que la de estirar algo las piernas. Las rocas de formas curiosas salpican este entretenido tramo.
La Senda Maeso discurre entre altas peñas y variada vegetación |
Finalmente atravesamos una clara portilla en la cadena rocosa, y accedemos algo a la derecha de la Cara Sur del Yelmo.
Continuamos nuestra marcha bordeando el Yelmo hacia el Collado de las Vistillas, desde donde echamos una ojeada a la Umbría Calderón y a la Pedriza Posterior.
Iniciamos ahora el descenso del callejón que, entre la Norte de la Hoz Cimera y la cara Sur de la Maza, acaba en el Corral Ciego: praderita encerrada entre altas rocas, cuyo único acceso / salida parece ser, en principio, este corredor por el que transitamos.
Abajo, el Corral Ciego |
Una vez llegados hasta el Corral vemos que tiene dos salidas más: a) una de frente, trepando fácilmente por las rocas que lo cierran hacia el Oeste, al pie de la Bola de San Antonio, y otra b) trepando hacia el Sur, para acceder directamente hasta la pradera que hay al pie de la cara Norte del Yelmo. Nosotros elegimos la primera opción.
Antes de abandonar el Corral Ciego, camino del Jardín del Predicador, echamos la vista atrás, hacia el callejón por el que hemos llegado hasta aquí |
Iniciamos el tramo que lleva al Jardín del Predicador, alcanzado el cual, y por una inapreciable fisura estrecha (que no difícil) en los paredones de la cara Sur, abandonamos temporalmente este paraje recoleto para, a través de la portilla, volver a asomarnos sobre la Umbría Calderón, al pie de la mole del Predicador, y desde donde recorremos con la vista la difusa senda que discurre en altura al pie de la Norte del Cordal de la Maza, tachonada de rocas y formaciones curiosas, hasta el collado de las Vistillas, al Este, y por el otro lado, al Oeste, acaba en el Camello.
¿Distinguimos en esta cara Norte: el Dedo, el Cocodrilo, la Maza? |
Retornamos al Jardín del Predicador, donde de nuevo tenemos dos opciones para seguir, ninguna de ellas evidente: a) hacia el Suroeste, trepando por unas franjas rocosas, que nos llevaría al Hueco de las Hoces, o b) hacia el Oeste, bien pegados al paredón Sur del Predicador, hasta un solitario roble que hay sobre un bloque de granito, cerrando el paso de un estrecho corredor que hay detrás y que no se ve desde la distancia.
Justo enfrente, al pie de la mole de granito, el roble que indica el paso |
En este caso, seguimos la segunda opción, hacia el solitario roble. Llegar a él conlleva una incómoda trepada con alguna dificultad, hasta colocarnos encima del bloque, junto al árbol. Manuel trepa por un lado y yo por el otro. En ningún caso resulta fácil.
Tras encaramarnos en la roca continuamos por un estrecho pasadizo de no más de 2 metros de ancho, que se ciega algo más adelante por otro bloque que hay que sortear.
Por el agujero entre los dos bloques hay que destrepar |
Pasé por aquí hace unas semanas, junto con dos personas que había encontrado en el Jardín del Predicador, y recuerdo, sonriendo, sus palabras tras acabar de destrepar la roca: ¡P’habernos matao! No es para tanto, pero sí que no vienen mal los recursos que uno pueda tener.
El corredor se ensancha, la trocha desciende fuertemente entre las altas paredes de la Sur de las Hueveras y la Norte de las estribaciones de la Cueva de la Mora. Zona de anidamiento de buitres, que aquí crían tranquilos.
Vamos buscando el paso hacia el Hueco de las Hoces. Lo encontramos, salimos del encajonamiento trepando por fáciles rocas y por fin damos vista al amplio Hueco.
Nuestro siguiente destino está justo enfrente, se trata del Elefantito del Yelmo y de la Torre de la Valentina, ubicados ambos en la estribación más al Oeste de la mole del Yelmo.
Descendemos al fondo del Hueco, procurando incordiar lo mínimo a un rebaño de cabras que pastan en las zonas verdes y húmedas que hay al pie del Pan de Kilo, y que se sorprenden al vernos aparecer por donde no suelen recibir visitas, encaminándonos hasta la base del Yelmo tras cruzar el Hueco.
Queríamos ver de cerca si el Elefantito es tan “reconocible” como dicen, pero nuestra imaginación no está suficientemente ágil en esta ocasión como para adivinar otra cosa que una oreja, una trompa múltiple y poco más,
así que, mirada en derredor y vuelta a bajar hasta el Hueco de las Hoces, cuyo trazado descendente seguimos en pos de nuestro siguiente objetivo, el Jardín de Peña Sirio.
Desde el Elefantito, abajo el Hueco de las Hoces |
Transitamos al pie del otro coloso de la zona, la Cueva de la Mora, siguiendo las marcas de pintura de color rojizo, hasta que encontramos el paso entre ésta y Peña Sirio. En este punto abandonamos las marcas y seguimos los mojones que nos conducen al Jardín de Peña Sirio.
Hasta nosotros llegan las voces de una cordada que “se está trabajando” la Peña. El lugar es otro de los sitios recónditos y con encanto que encierra la Pedriza Anterior, donde la humedad de esta primavera y las hojas brotando de serbales y robles explican el porqué del nombre. Es un jardín entre las rocas.
Toca ahora descender por una zona muy pendiente, entre carrascas y lajas húmedas de granito, extremando la atención para evitar resbalones, hasta alcanzar la zona muy humanizada del sendero que, por la izquierda orográfica, discurre paralelo al Arroyo de las Majadillas.
Hasta este punto, a lo largo del recorrido previo, nos hemos cruzado con tres personas, una en la Senda Maeso, y las otras dos en el Jardín del Predicador, a partir de este punto, somos un par que corre hacia el Tranco, sorteando la procesión de caminantes, huyendo de la aparente tormenta que se está formando sobre las cimas de Maliciosa y la Bola y que los vientos traen hacia la Pedriza.
Son las 2:30pm cuando llegamos al coche, tras un recorrido exhaustivo por lo más intrincado de la Pedriza Anterior, en un día de primavera donde la hierba crece en cualquier zona plana, surcada por cursos de agua y rodeada por altas paredes de granito. Circuito que hemos realizado sin un aparente orden determinado, pero cuyo trazado hemos seguido en pos de una meta de la que hemos sido explícitamente conscientes en todo momento.