Intrincada, compacta, moles graníticas desafiantes para el escalador, cuyos contornos incitan a asociaciones mentales con animales, personas o cosas, propiciando una estrecha relación con el entorno para quien recorre sus laberintos y se interna por sus escondidos vericuetos y recovecos, donde jaras, carrascas y robles ponen la nota vegetal en el dominio de la piedra.
Una oportuna reseña sobre la Umbría Calderón, encontrada por mi amigo Manuel, propicia que descubra el muy útil blog sobre la Pedriza “Tras los pasos del maestro Giner”, de Rafa. R, dando todo ello lugar a lo que tantas veces ocurre: una zona que tienes delante, pasas continuamente a su lado, pero otras miras te llevan a no reparar en lo próximo, hasta que ello toma cuerpo y se convierte, por derecho propio, en un objetivo en sí mismo.
La extensa y empinada ladera Norte que se extiende entre el refugio Giner y el Collado de la Dehesilla recibe el nombre de Umbría Calderón. Observada desde la base, junto al bloque del Tolmo, en su parte más alta se distingue una cadena de formaciones pétreas cuya relevancia queda disminuida por la distancia. Nada parece anunciar la primitiva y áspera belleza que se encuentra en ellas.
La primera sorpresa agradable del día es el sol que luce sobre la Pedriza a esta hora de la mañana, mientras una gran masa de nubes permanece retenida tras la Cuerda Larga.
Son las 9:30m cuando comienzo la marcha desde el Tranco, cuyo entorno muestra bien a las claras el resultado de la abundancia de lluvias durante los meses pasados. Vegetación y río rebosantes.
El río Manzanares, a su paso por el Tranco. |
El frío da alas al trote mientras voy recorriendo la margen izquierda de la garganta del Manzanares, primero, y del Arroyo de la Majadilla después. El estrecho y solitario sendero que sigo, camino del Refugio Giner, me obliga a ir esquivando las altas jaras entre las que discurre ¡Qué diferencia con la amplitud de la concurrida Autopista del otro lado del arroyo!
Sin pizca de calor llego junto al Tolmo, lugar desde donde recorro con la vista la Umbría Calderón, hasta topar con la barrera rocosa de la parte superior, de la que sobresale el risco de La Maza.
La Maza, sobresaliendo casi en el centro. |
La precisa indicación reseñada en el blog de Rafa. R me permite localizar, a unos 100m del Tolmo, el inicio de la difuminada trocha que, separándose del camino habitual hacia el Collado de la Dehesilla, se adentra entre las abigarradas jaras que cubren este primer tramo de la subida; no hay mojón, apenas el débil rastro de hierba más pisada que el resto indica que por aquí hay que comenzar. Los hitos de piedra se encuentran más adelante.
Jaras de troncos retorcidos y leñosas ramas, altas y bajas, constituyen punzantes y duros obstáculos de los que proteger codos y piernas.
Los poco abundantes mojones van guiando la subida hacia el Collado de las Vistillas. La Maza se va agrandando a medida que se gana altura.
Alcanzo la franja rocosa que hay al pie de la cadena, y hago un alto para la contemplación de la gran mancha boscosa que, más abajo y en la distancia, cubre la Pedriza Posterior.
Las Cabezas de Hierro, al fondo y nevadas. En el plano anterior, la Cuerda de las Milaneras y Las Torres |
La constatación de que estoy a punto de descubrir algunos de los más relevantes componentes de la concentración de formaciones rocosas singulares de la Pedriza Anterior me mantiene en estado de euforia. Así que recorro estos últimos metros mirando en todas las direcciones, no perdiendo ni un solo ángulo, yendo y viniendo sin parar, sonriendo ante cada hallazgo:
Parece como si un felino estuviera sopesando cómo abordar el inmenso paredón Norte de la Maza.
Mientras, un estilizado Vigilante se recorta en el horizonte.
¿Podrá finalmente ese antediluviano reptil / cocodrilo superar la barrera rocosa?
Contorneo el Vigilante, continúo la ascensión hacia el Collado de las Vistillas, me giro hacia atrás, y localizo La Señora con el Hato, en actitud de serena espera, con su moño indiferente al fuerte viento que se canaliza por aquí.
Alcanzo el plano rocoso y cerrado que constituye el Collado. Lo cruzo, y ante la mole de la cara Norte del Yelmo decido que, como es temprano y el tiempo aún se aguanta, no estaría mal subir a su cima por la angosta fisura que lo cruza por la izquierda. Y tengo suerte, porque tan sólo encuentro a 4 personas reptando por ella, con lo cual formamos un grupo de cinco que progresa rápido, toca cima, aguanta poco rato el vendaval y retorna rápidamente a la fisura, saliendo de la misma sin apenas hacer esperar a las 3 personas que aguardan para subir.
Cara Norte del Yelmo. Señalada la fisura de acceso a la cima |
Me encamino ahora hacia las estrechas Hoces que se abren justo al pie de la cara sur de la barrera rocosa de la Maza. Comienza un tramo por senda apenas marcada, donde perder la guía de los hitos es garantía de embarque seguro; lugar para la intuición y los destrepes entre paredes a ambos lados.
En primer plano, a la dcha, La Maza. Al fondo se extiende la Cuerda de los Porrones |
Las filigranas de las rocas acompañan este transitar junto a paredones graníticos.
Al fondo, justo por la estrecha escotadura sé que alcanzaré el Corral Ciego, lugar recoleto, oculto entre altas rocas.
Llego a él y trato de encontrar por dónde seguir. Pruebo de frente bajando unos cuantos metros hasta que me embarco, por lo que retorno al punto de partida. Voy a intentar ahora hacia la izquierda, en dirección al paralelo Hueco de las Hoces que adivino al otro lado, y en ello estoy cuando veo que aparecen dos personas por donde yo accedí al Jardín hace unos minutos, son Rafa y Guille que me dicen que les han dicho que el paso buscado se encuentra junto al roble que hay al pie de las paredes Sur, en lo alto de aquel par de rocas.
Así orientados la cosa ya es distinta; trepamos a lo alto de los bloques, irguiéndonos junto al roble, viendo y evaluando el gimnástico destrepe que nos espera, tras el cual ya se vuelven a ver los hitos.
A partir de este punto la senda se sigue bien. Mirada hacia atrás antes de continuar.
El camino nos conduce hasta el pie de la imponente cara Sur del Camello.
En este “reino del bloque” y de ocasionales carrascas se amontonan rocas de diversas formas y tipos, como la de este vociferante y aislado cíclope.
Y así vamos completando nuestro recorrido, sobresaltando con nuestra presencia a los “habituales”, de camino hacia el Arroyo de la Majadilla.
Me despido de Guille y Rafa, gracias a ellos orienté mis pasos en el Corral Ciego, porque ya tengo prisa para estar de vuelta en el Tranco, y acabo el recorrido a la carrera, alcanzando el coche a las 14h, justo en el momento en que comienza a nevar, tras un itinerario novedoso y duro, para repetir, ampliar y completar en futuras salidas.