El pueblo de Agüero al pie de los mallos del mismo nombre |
Las enormes paredes de
conglomerado que se alzan sobre los pueblos de Riglos y Agüero se denominan
localmente mallos. Forman parte del límite natural entre el Pirineo y el valle
del Ebro y son las señas de identidad de ambas poblaciones, muy próximas entre
sí, una a cada lado del río Gállego.
Agüero y sus mallos se encuentran
algo apantallados por el gran renombre de Riglos y los suyos; no obstante, en
ambos casos, el conjunto formado por las
casas al pie mismo de los pétreos paredones constituye todo un espectáculo.
El recorrido circular de hoy, con
apéndices (dos), incluye la circunvalación de los mallos de Agüero, más la
visita a la cercana Cueva Al-Foraz (primer apéndice) y la ascensión a la Punta
Común (segundo apéndice), buena atalaya que permite divisar el embalse de la
Peña y el Pirineo como telón de fondo. En total un itinerario de 12.7km de
longitud con un desnivel total en ascenso de 890m de D+.
Comienzo la marcha en el camping
que hay junto al pueblo de Agüero, rodeando el núcleo urbano subiendo
fuertemente por una calle hormigonada, encaminándome hacia el extremo Noreste del
conjunto de los mallos. Vetustos olivos la jalonan. Tras ellos la zona de los
Manzargos, destacando las puntas Chotero y Repicón, con altitudes en torno a
los 900m que forman parte del paisaje lejano que acompaña la mayor parte del
recorrido de hoy.
Voy rodeando los mallos en el
sentido de las agujas del reloj. La senda se aproxima al pie de la Peña Sola y
la circunvala por la base. Impresionante monolito desgajado del conjunto, que
se eleva unos 250m, con nombre claramente alusivo.
La Peña Sola |
A la sombra de los farallones
remonto hacia el Norte el Barranco de la Rabosera. Sigo la indicación hacia
Villalangua. Atrás va quedando el pueblo. Por delante el entorno frío y helado
de la umbría.
Tras apenas dos kilómetros desde
el inicio llego a un cruce. Por la derecha una senda ascendente permite continuar
con la vuelta a los Mallos; será la que tomaré luego. Pero primero voy a
visitar la cueva Al-Foraz, para lo cual continúo por la senda de Villalangua
unos quinientos metros más (primer apéndice de la circular).
La cueva Al-Foraz es una gran
oquedad junto al sendero y con signos visibles de los fuegos que se han hecho
en su interior.
Cueva de Al-Foraz |
Desde ella, en el roquedo de
enfrente, con el profundo barranco de la Rabosera por medio, también se ven
atractivas entradas a otras cuevas de inaccesible acceso, valga la
contradicción.
Cuevas en el roquedo, al otro lado del barranco |
De regreso hasta el cruce
anterior tomo la senda que, por el Norte de los mallos, emprende fuerte subida
hacia la Collada de Pedro. Frío, sombra y rosada. Voy con tiento para no
resbalar pero rápido porque la temperatura ronda los 0ºC. Me encuentro en el
Trascierzo de los mallos. De nuevo el nombre hace clara alusión a su situación.
Agradezco el sol en el cuerpo una
vez alcanzada la Collada. Luz, calidez y temple, dejando por fin atrás la umbría. La temperatura sube algún
grado, pero tampoco demasiado. Ronda los 3ºC.
La senda principal continúa
bordeando los mallos, en dirección descendente hacia Agüero. Un ramal
ascendente, en cambio, sale hacia la izquierda, al Norte, y lo tomo hasta
alcanzar la senda hacia Carcavilla. Antes de volver al punto de partida quiero alcanzar
el mirador que constituye la Punta Común.
Desde la senda de Carcavilla: a la izq. los mallos de Agüero, al fondo, los Manzargos, destacando las puntas Chotero y Repicón. |
Una vez en la senda las marcas
blanquiazules van señalando el camino.
A medida que se sube el paisaje se
amplía cada vez más. El paraje resulta solitario y bello.
Me alejo de los altivos
conglomerados y continúo ascendiendo suavemente entre laderas abundantemente
cubiertas de matorral: coscojas, carrascas, bojes....; las bellotas se muestran
prestas para el invierno.
Veo unas huellas claras sobre el terreno;
percibo un olor agradable, algo dulzón, que reconozco; al poco oigo un
relincho, que me indica la ubicación y la proximidad de los caballos. En un
giro del sendero los encuentro.
Marcas de herraduras |
Nos observamos, nos miramos,
algunos se acercan a olisquearme, y después cada uno sigue a lo suyo, ellos se
quedan allí, cerca de una surgencia de agua, y yo continúo hacia la Punta
Común.
La senda va girando hacia la
derecha hasta dar vista al embalse de la Peña. Ya veo la Punta Común, una
rocosa cima calcárea de abrupta fachada Norte. El sendero se torna rocoso y por
una brecha cambia a la otra vertiente, descendiendo unos metros hasta un
collado.
Collado al pie de la abrupta pared Norte de la Punta Común |
Desde el collado ya solo queda un
corto ascenso hacia el cordal rocoso por el cual alcanzo fácilmente el vértice
de la cima de la Punta Común (1.191 m.). Bojes, carrascas y resecos tomillares
parchean la caliza gris.
Ascendiendo a la Punta Común |
Llegando a la cumbre |
Cumbre de la Punta Común |
Tras un rato de contemplación
desde la cumbre toca bajar. La trocha sobre la cresta permite un trote
descendente, deshaciendo el itinerario de subida.
Descendiendo de la Punta |
El cielo se ha aclarado bastante.
Vuelvo a encontrarme, a cierta
distancia ahora, con los caballos, que me prestan poca atención. Corro con
cuidado evitando pisar las partes todavía heladas. La marcha cunde.
Retornando a la Collada |
De vuelta en la Collada observo a
los buitres desperezándose en lo alto de las rocas, preparándose para el vuelo.
Sin apenas detenerme continúo descendiendo
rápidamente hacia Agüero, cruzo sus empinadas calles y estoy de vuelta en el
coche. No es muy tarde, aún llegaré a casa al tiempo de comer.
Agüero está ya al alcance |