Desde la loma del Puy Moné: al fondo el Pirineo, delante, la Sierra de Santo Domingo. |
Territorio alejado de los
circuitos habituales en montaña pero con un atractivo propio que le hace
merecedor de estar entre los “paisajes protegidos” y visitados con regularidad.
El monte de Luesia y su vecina sierra de Santo Domingo constituyen el cuarto
paisaje protegido de Aragón y el único en Zaragoza. Los otros tres son: Fago y
San Juan de la Peña, en Huesca y los Pinares de Rodeno, en Teruel.
El río Arba de Luesia, que rodea
el monte por el Oeste, ha ido excavando los materiales más blandos (margas y
arcillas) dejando al descubierto los estratos más duros de rocas areniscas,
formando pozas de gran belleza, caso del Pozo de Pigalo y Pozo de María; visitar
ambos es uno de los objetivos del circuito de hoy, integrados en un recorrido
circular y variado en el que están presentes: robledales, pinares, hayedos,
encinares, lomas de conglomerado, barrancos, ... todo sucediéndose en esta ruta
circular que además ofrece unas magníficas vistas de la Sierra de Santo
Domingo. En total 18km de longitud superando un desnivel acumulado en ascenso
de algo más de 1.000m de D+.
Hitos de la Circular:
Refugio de l’Artica (980m) –
Collado de la Balsiruela (1.204m) – Punta de Cabo Bal (1.312m) – Puy Moné
(1.303m) – Punto S4 en loma entre ambas puntas – Loma de Josepín – Pozo Pigalo
(800m) – Pozo de María (850m) – Puy Arraso (1.204m) – Collado Erica la Fosa
(1.121m) – Mal Paso – Puy Folguera (1.307m) – La Mata del Pueyo (1.222m) –
Collado de la Balsiruela – Bal del Palangar – Refugio de l’Artica.
En la población de Luesia la
incipiente primavera se deja sentir en los árboles y en sus moradores. Desde ella arranca una buena pista (dirección
al campo de fútbol) que permite llegar en coche hasta el Refugio de L’Artica.
L’Artica es un enclave de lo más
acogedor, verde pasto, refugio en buen estado y una fresca mañana que invita a
caminar.
Refugio de l'Artica |
Inicio la marcha encaminándome
hacia la Fuente de l’Artica, para enseguida tomar un claro sendero hacia el
Collado de Balsiruela, internándome en un frondoso pinar que posteriormente da
paso a un hayedo todavía sin hojas en sus ramas, mientras voy ganando altura
sobre la Bal de Valongar.
El lustre del acebo, los bojes en
flor y la yedra trepando por los troncos de los árboles caducifolios iluminan
este primer tramo del recorrido en el que se sube sin apenas sentir.
Acebo |
Boj en flor |
Yedra trepadora |
Camino junto a la procesionaria sobre
la ocre alfombra de hojas de haya que cubre la senda; orugas o tiñas que
deambulan en largas filas mientras sus blancos nidos quedan prendidos de los
pinos.
Salgo del bosque y alcanzo el
Collado. Desde él se divisa, justo enfrente, el Puy Moné, inconfundible por la
caseta de vigilancia forestal construida sobre la cima.
El Puy Moné |
Alcanzo el cordal del monte de
Luesia, separador de la parte de Biel, formado por una sucesión de lomas
redondeadas orientadas de Este a Oeste y cubiertas de pasto, por las que
resulta muy cómodo transitar, y desde donde se proyectan hacia el Norte varias
lomas de conglomerado que van perdiendo altura progresivamente. El plan es
descender por la de Josepín y retornar después por la del Mal Paso.
Desde el cordal: Loma del Mal Paso (por la que regresaré), detrás la Sierra de Santo Domingo y tras ella el Pirineo |
Antes de emprender el descenso
hacia el Pozo Pigalo me acerco hasta la cima del Puy Moné.
El recorrido del cordal permite
ir contemplando la Sierra de Santo Domingo, así como los mallos de Riglos, en la lejanía.
Los Mallos de Riglos |
Inicio del descenso por la loma de Josepín |
La fuerte pendiente obliga a ir
con cuidado. La trocha es estrecha, y serpentea entre los bojes perdiendo
altura rápidamente.
Por delante el senderito sigue
por el mismo lomo del conglomerado. No siendo difícil, la estrechez de la
senda, la caída a ambos lados y el que en algún punto haya que ayudarse de las
manos contribuyen a que la atención no decrezca.
Descendiendo por la loma Josepín |
Un fuerte olor que llega desde
más abajo anuncia la presencia de unas cabras que, al poco, veo aparecer. Nos
miramos brevemente y cada cual sigue a lo suyo.
Una vez finalizado el descenso
por el conglomerado, la senda se interna de nuevo entre los bojes y confluye
con la que comunica con el collado de Erica la Fosa. Ya queda poco para llegar
al Pozo Pigalo.
Al final del descenso, a la
altitud de poco más de 800m, paso junto al bello enclave del Refugio del Corral
de Curro.
Al poco alcanzo y vadeo el cauce
del río Arba de Luesia.
Seguidamente llego al Pozo Pigalo, el primero de los dos que
visitaré hoy. La quietud y belleza del lugar (¡nadie alrededor!) me retienen en
él durante un rato.
Pozo Pigalo |
Donde hay profundidad, el agua se
torna de color verde esmeralda. Pequeños peces se mueven con parsimonia.
En la solitaria área de picnic
(una buena pista permite acceder a este lugar en coche desde Luesia) aprovecho
para tomar un plátano mientras contemplo el también parsimonioso movimiento de
una oruga.
He de continuar la marcha aguas
arriba en busca del Pozo siguiente. Como junto al río no puedo ir por lo espeso
de la vegetación, continúo ganando altura durante casi un kilómetro por una
pista que se dirige hacia el Norte, hasta llegar al lugar donde se cruza con un
antiguo cortafuego, en el paraje del Paco de la Selva.
Unos 100 más abajo, el cauce del
Arba; hacia la derecha el cortafuego se
enfila cuesta arriba en gran pendiente hacia el Puy Arraso. Hacia éste iré
después, pero antes, desciendo hasta el río para visitar el Pozo de María.
Pozo de María |
Un recoleto rincón de agua de
color esmeralda junto al cual el tiempo parece detenerse.
Toca ahora enfilar cortafuego
arriba, ganando altura rápidamente durante los primeros 250m de altitud. Unas desvaídas
y espaciadas marcas blancas y azules van indicando el trazado de una desusada
senda, que atraviesa varias veces la pista que dejé más abajo y que también se
encamina hacia el Puy Arraso.
A partir de los 1.060m de altitud
tomo la pista, que continúa por la loma ganando altura suavemente, discurriendo
de Oeste a Este, paralela a la Sierra de Santo Domingo (al N, a la izq) y la
del Puy Moné (al S, a la dcha.).
El Puy Moné, al fondo, a la dcha., desde la loma de Arraso. |
En el Puy Arraso un cartel indicador señala el inicio del sendero que
enfila hacia el Collado de Erica la Fosa.
La senda se adentra ahora entre
altos bojes, sobre alfombra de hojas de haya.
Pasos amortiguados que llevan
hasta el Collado de Erica la Fosa, justo al pie de la loma de
conglomerado que conforma el Mal Paso
que, a pesar del nombre, está recorrida por un sencillo sendero desde el que
voy contemplando la loma de Josepín, por la que descendí por la mañana.
Loma Josepin desde la del Mal Paso |
Finalmente alcanzo de nuevo la
loma del Puy Moné a la altura de la Punta Cabo de Bal, sigo unos metros hasta
la de Puy Fonguera y enfilo hacia el Sur para llegar a la Mata del Pueyo.
Loma del Puy Moné y de la Punta Cabo de Bal |
Desde la Mata, y en claro
descenso, emprendo un trote hacia el visible collado de la Balsiruela. Busco la
pista que desde él baja directa hasta el Refugio de l’Artica, y que discurre en
paralelo y algo por debajo del camino que utilicé en subida, por la mañana.
Próximo al collado, pero antes de
llegar a la pista, topo con una atractiva y alfombrada trocha que se enfila
directamente hacia el Sur, hacia donde voy.
Sin pensarlo dos veces me
introduzco en ella, y nada más poner el pie en el barranquito me doy cuenta de
la necesidad de pasar del modo zancada ligera al de zancada “sonda”, porque la
gruesa alfombra de hojas de haya que cubre el suelo también encubre posibles
trampas en forma de huecos entre ramas o piedras que hay que evitar. Me doy
cuenta también de que literalmente voy chapoteando sobre el arroyo del
Valongar.
No obstante, la nitidez del cauce
me anima a seguir por él, si bien cada vez se embosca más.
Tramo en verdad enrevesado que,
afortunadamente, tiene continuidad hasta desembocar, casi al final del
descenso, junto a la pista que originalmente andaba buscando, a la que accedo
sin haber sufrido torcedura alguna ¡Todo un éxito!
Llegando al Refugio de l'Artica |
El refugio de l’Artica supone el
punto final de un circuito de continuos sube y bajas, por lugares intrincados y
poco habituales (durante el recorrido no me crucé con persona alguna), de los
que la Sierra de Santo Domingo y monte de Luesia están bien provistos.
Imágenes que quedan prendidas en la memoria tras deambular por el monte de Luesia |