En Aragón, muy cerca de Calatayud,
se encuentra un paisaje peculiar y difícil de adivinar desde la distancia, es
la Sierra de Armantes.
Formando parte del Sistema
Ibérico zaragozano está salpicada de numerosos barrancos y colinas, compuesta
por yesos en sus zonas más bajas y por arcillas y margas en sus zonas más
elevadas. El manto blanco del yeso, sujetado por el pinar, da paso al rojo de
las arcillas que, desprovistas de cualquier parapeto vegetal, son erosionadas y
cinceladas insistentemente por los elementos, dando lugar a los denominados “Castillos”,
formaciones geológicas que resaltan en esta sierra.
Constituye un entorno de gran
belleza, cuyo recorrido permite adentrarse en un paisaje duro y desértico que
vale más visitar cuando el calor todavía no aprieta demasiado.
Eduardo y yo optamos por una ruta
circular que, partiendo de las afueras de Calatayud, se extiende hacia el Noroeste.
La subida la realizamos por el barranco de la Bartolina (marcas verdes y
blancas), y el regreso lo hacemos por el barranco del Salto (marcas amarillas y
blancas), con una distancia recorrida de 23km, salvando un desnivel total en
ascenso de 650m de D+.
Los primeros tres kilómetros
discurren por pista que enfila directamente hacia un pinar que se ve en la
distancia. La moderada pendiente permite mantener un trote sostenido.
En la linde de “lo verde” la
polvorienta y desnuda pista se transforma en senda. Dejamos atrás lo plano y
nos adentramos en el barranco de la Bartolina, encaminándonos hacia los llanos
de Maño Maño, agradeciendo la sombra.
Barranco de la Bartolina |
Al poco, casi al final de la
barranquera, alcanzamos la fuente de Maño Maño, de la que apenas mana agua. El
entorno resulta algo más fresco que el resto.
A continuación salimos del barranco
y accedemos a una pista que va ganando altura entre esclarecidos pinos
colonizados por líquenes.
A nuestra izquierda empieza a
verse el ocre de la arenisca.
Continuamos el ascenso. Un cartel
indica que la Cruz de Armantes está cerca. La pendiente se empina en este
tramo, pero apenas son 150m de desnivel hasta alcanzar la parte superior de una
amplia meseta que se corta abruptamente por el Norte y por el Oeste.
Ascendiendo hacia la Cruz de Armantes |
Una cruz metálica marca la cima;
desde esta atalaya de 973m se domina el paisaje que hemos venido a buscar.
La Cruz de Armantes |
La ausencia de viento y la
temperatura moderada invitan a contemplar tanto el horizonte como el erosionado
entramado de las partes bajas.
Desde la cima, hacia el Norte, se divisa el Moncayo nevado |
Entresijos del arcilloso roquedo |
Hacia el Este las siluetas de los
“Castillos” y el collado al que nos dirigiremos a continuación.
Los "Castillos" de Armantes, el Menor y el Principal (detrás), a la dcha. el collado de los Castillos |
A lo lejos la Sierra de Vicor.
El tiempo pasa y hemos de
continuar. Al trote alcanzamos el collado de los Castillos (852m); desde él nos
aproximamos al menos elevado de ellos y que queda enfrente. Terreno de
garbancillo por el que andamos con cuidado.
Castillo Menor de Armantes |
Las Lámparas de Aladino |
Otro día, con más tiempo, bajaremos
y nos adentraremos en el llamativo desierto de su base, pero hoy no toca.
Seguidamente ascendemos por una
trocha corta pero muy pendiente al Castillo Principal (929m).
Ascendiendo al Castillo Principal |
La gran plana de la Cruz de Armantes |
Lámparas de Aladino y Castillo Menor |
Tras un rato de observación
emprendemos el pronunciado descenso hacia la embocadura del barranco del Salto,
con cuidado para no resbalar por los menudos guijarros, y cuyo inicio arranca
del mismo collado.
Desde la cumbre del Castillo Principal, en primer plano, abajo a la izq., el collado de los Castillos |
De vuelta al pinar y al yeso.
Atrás queda el Castillo Principal.
Cunde la carrera por la senda
trazada sobre las sucesivas viseras de la barranquera. Corremos muy atentos para
no dar un tropezón.
Alcanzamos el fondo en un lugar
donde volvemos a encontrar arizónicas.
La figura del castillo de
Calatayud indica que ya queda menos.
Se hacen algo monótonos los
últimos tres kilómetros de pista hasta llegar al lugar donde dejamos el coche
por la mañana, completando así un circuito que nos ha permitido descubrir un
lugar insólito, al que posiblemente volveremos con el propósito de recorrer los
vericuetos de rocas que se encuentran en la base de los “Castillos”, y que en
esta ocasión tan sólo hemos contemplado desde las alturas.