Alcanzando el Puerto de Malagosto por la vertiente segoviana |
Tras la abundante nevada de los
días anteriores, incluida la víspera, estaba el día de niebla baja con
pronóstico de irse abriendo el cielo a medida que avanzara la jornada, por lo
que, hartos ya de tanta borrasca seguida decidimos ir a probar suerte por la
vertiente segoviana de la sierra de Guadarrama, con un itinerario “poco
habitual y escasamente frecuentado” que tiene su origen en el embalse del río
Pirón.
Si bien su diseño original
incluía recorrer las cimas que hay entre el Puerto de Malagosto (1.953m) y las
que coronan los remotos Hoyos Borrascoso y Cerrado, respectivamente, la
realidad meteorológica de la jornada nos impidió completar el bucle en altura
pasando por las cumbres, ocultas bajo las nubes, y en su defecto, tras acceder
al Puerto, tuvimos que retornar hasta el pie de la Cabeza del Solar o de la
Campana (1.843m), en los 1.680m, recorriendo la sinuosa pista que lo rodea por
la base hasta llegar al pie de la Majada del Hidalgo, para bajar entonces,
acompañando a las aguas del río Pirón, hasta entroncar con el Arroyo de las
Corzas (algo más de tres kilómetros y medio), y luego hasta el embalse.
En resumen, la circular realizada
es la siguiente:
Inicio unos setecientos metros
antes de llegar al embalse del río Pirón (1.300m) – Circunvalación del embalse,
en altura y por su derecha orográfica (1.480m) – Continuación aguas arriba del
Río Pirón y del Arroyo de las Corzas abandonando la pista al llegar a un
pronunciado giro que, a la altitud de los 1.500m (aquí confluiremos en la
bajada, completando la circular), permite encarar un visible cortafuego –
Enfilar cortafuego arriba salvando “en tieso” los casi 200m de desnivel hasta
encontrar la pista superior, al pie de la Campana, que da acceso a la vertiente
Sur de la divisoria de valles (1.680m) – Chozo de la Chata (1.760m) – Puerto de
Malagosto (1.953m) - Retorno hasta el pie de la Cabeza del Solar o de la Campana
(1.843m), en los 1.680m – Recorrido de la sinuosa pista que lo rodea por la
base hasta llegar al pie de la Majada del Hidalgo, para bajar entonces,
acompañando a las aguas del río Pirón, hasta entroncar con el Arroyo de las
Corzas (algo más de tres kilómetros y medio) en el punto en el que optamos por
el cortafuego a comienzo de la jornada, y luego hasta el embalse.
Las brumas, que supuestamente
iban a disiparse a media mañana, se muestran más persistentes de lo esperado,
manteniéndose unos cien metros por encima de nuestras cabezas. Parece como si
nos hubiésemos sintonizado en el ascenso estableciéndose una estrecha franja de
visibilidad.
Embalse del río Pirón |
La humedad es mucha y la nieve
resulta pesada. No deslizan bien los esquíes y resulta trabajoso ir abriendo
huella.
Sobre la espesa capa de nieve tan
solo se oye el amortiguado deslizar de los esquíes y los secuenciales pasos de
las raquetas.
El entorno absorbe cualquier otro sonido; incluso el rumor del
caudaloso curso del agua junto al que avanzamos suena lejano.
Llegamos al punto donde hemos de
abandonar la pista que seguimos para encarar el cortafuego que tenemos próximo.
Desde su base la pendiente no
parece excesiva, pero barruntamos que no va a ser así.
En la base del cortafuego |
Ascendemos por él, primero recto,
luego, a medida que se estrecha y la inclinación se acentúa, empezamos a trazar
zetas, a la par que vamos sorteando los montículos cada vez más frecuentes y
voluminosos que el viento ha formado. La incomodidad va en aumento.
Los últimos cien metros se
empinan notablemente, por lo que buscamos suavizar en alguna medida el esfuerzo
saliéndonos al bosque lateral. Al menos las zetas son más amplias. Constatamos
que las raquetas no son el instrumento ideal para superar las pendientes
pronunciadas, si bien sin ellas hubiera resultado difícilmente franqueable. Con
esquíes es otra cosa.
Finalmente alcanzamos la pista en
la que termina el cortafuego. Nos sentimos aliviados. Desde aquí se evalúa
mejor la cuesta superada.
En la parte alta del cortafuego |
Después, a la bajada, volveremos
a este punto, pero de momento nos encaminamos a traspasar la portera que da
acceso al valle Sur de la divisoria marcada por la loma que desciende desde el
monte de la Campana, de cuya presencia sabemos pero que de momento no podemos
ver.
Portera de la divisoria de valles |
La bruma persiste unos cien
metros por encima. Todo está cubierto, de nubes el cielo y de nieve el resto; vale
más mantenerse sobre las raquetas y los esquíes so pena de hundirse en ella
hasta las rodillas.
En sentido Oeste – Este nos encaminamos
hacia el Chozo de la Chata, al pie del Puerto de Malagosto.
Los propios pasos resuenan como
el único sonido en un paraje frío y nevado, mientras seguimos abriendo huella
al compás del viento que sopla a rachas, flanqueados por los pinos de altura totalmente
cubiertos de nieve. El ambiente tiene algo de fantasmagórico. La escasa
visibilidad hace que dudemos de poder alcanzar el Puerto, así que vamos fijando
objetivos próximos, y una vez alcanzados, decidimos el siguiente. Siempre hay
tiempo para dar la vuelta.
En la lejanía divisamos un
contorno que interpretamos como el Chozo (1.760m) casi enterrado en la nieve.
Nos aproximamos y sí, constatamos que es ese lugar donde cobraba el portazgo La
Chata, moza serrana nombrada en el Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita.
El Chozo de la Chata |
La niebla nos envuelve ¿Damos
media vuelta o esperamos un poco? Optamos por lo segundo mientras tomamos unas
almendras, al menos aquí el aire no es muy fuerte.
Desde el Chozo, esperando a que mejore la visibilidad, escrutamos la niebla siguiendo con la mirada la intuida pista. |
¡Las nubes ascienden algo y
permiten ver la continuidad de la pista hacia el Puerto de Malagosto!
Seguimos pues.
Transitar por la soledad de estas
campas nevadas, con una cierta visibilidad, constituye un bálsamo de paz y una
alegría para los sentidos.
Las nubes se arremolinan, yendo y
viniendo al antojo de las rachas que barren las alturas. El Puerto está al
alcance.
El Puerto de Malagosto o Malangosto, que de ambas formas se llama. Vertiente segoviana. |
Finalmente alcanzamos la portera
metálica (1.953m) y la gran piedra que constituye la mojonera entre las
provincias de Segovia y Madrid. En el mojón hay una inscripción: "Puerto
Malangosto o Puerto del Libro del Buen Amor. Año 1330", que tratamos inútilmente
de hacer visible retirando parcial y trabajosamente el hielo que la cubre. Todo
lo que sobresale está congelado.
Portera metálica del Puerto y mojón con la inscripción alusiva al Arcipreste de Hita. El hielo lo cubre todo. |
Unos metros más arriba del Puerto
alcanzamos a ver la Cruz del Puerto de Malangosto, por donde hubiéramos pasado
si el tiempo nos hubiese permitido completar el recorrido de las cimas hacia el
Norte, pero las nubes lo cubren todo a partir de los 2.000m y decidimos dejar
esa parte para una próxima ocasión.
Echamos un breve vistazo a la
vertiente de Lozoya mientras ponemos esquíes y raquetas en modo descenso. No
hay lugar dónde guarecerse y no está el tiempo como para aguantar mucho rato a
merced del vendaval.
Vertiente madrileña de Lozoya desde el Puerto. |
Retornamos hacia el Chozo todo lo
rápido que la espesa y pesada nieve nos lo permite, que no es demasiado.
Las nubes se mantienen altas y
ahora podemos percibir detalles del entorno que durante la subida no eran
visibles.
Miramos frecuentemente alrededor para fijar en nuestra mente el recuerdo de estas bellas soledades.
Miramos frecuentemente alrededor para fijar en nuestra mente el recuerdo de estas bellas soledades.
El cielo por momentos se despeja
para volver a cubrirse.
Alcanzamos de nuevo y franqueamos
la portera de cambio de vertiente, muy cerca del extremo del cortafuego que
superamos por la mañana. Descender por él nos permitiría adelantar terreno,
pero su fuerte inclinación lo hace poco atractivo para las raquetas.
La pista que serpentea en altura
siguiendo el trazado de la línea de cumbres que hubiésemos recorrido de haber
hecho buen tiempo se muestra muy atractiva. Nos tocará seguir abriendo huella
pero perderemos altura más paulatinamente. Así que optamos por ella.
Toda la pista cubierta de nieve "a nuestra disposición" |
Los primeros dos kilómetros
resultan demasiado planos para los esquíes lo que, junto con lo pesada y húmeda
que está la nieve, obliga a un trabajoso y bastante extenuante “remar y remar”
a pesar de la huella que van abriendo las raquetas.
No obstante, la belleza y la
tranquilidad del entorno palía el esfuerzo necesario para transitarlo.
Compartimos territorio y senda
con otros animales, a los que no vemos pero sí adivinamos.
Ha mejorado el tiempo con el paso
de las horas, así que podemos explayarnos en la contemplación de los parajes
que atravesamos.
Y sí, con la claridad del día, ¡Sí
que se ve empinado el cortafuego por el que subimos y que hemos desestimado en
la bajada! Acabamos de cerrar la circular en este punto.
Cortafuego por el que subimos por la mañana ¡Sí que era empinado, sí! |
Ya sólo nos queda retornar por el
camino de subida, echando de vez en cuando la vista atrás, hacia las alturas, ahora despejadas, por las que hemos andado.
Hasta alcanzar el embalse del Pirón, primero, y luego llegar al coche
para completar una hermosa jornada de más de 17km de longitud, superando un
desnivel total en ascenso de 650m de D+, por unos lugares escasamente
frecuentados (con nadie nos cruzamos en todo el día), por los que anduvimos
abriendo huella de principio a fin, y a donde volveremos muy probablemente para
completar el circuito original que la mala visibilidad nos obligó a modificar
en esta ocasión.
Embalse del río Pirón, en la vertiente segoviana, al pie del Puerto de Malagosto |