El Yelmo es uno de los riscos más vistosos de La Pedriza. La cara Sur forma
una enorme placa de granito rosado que se eleva 150 metros sobre su base hasta
alcanzar la altitud de 1.717m. Contemplado desde la proximidad constituye un
monumental paredón que produce admiración.
Caras Oeste y Sur del Yelmo |
La "vía normal" transcurre por la Gran Grieta de la cara norte
(una chimenea / diaclasa en dos tramos), aunque también se considera como tal a
la vía Valentina, que asciende por el lado oeste del risco. Si la primera se
supera por “frotamiento corporal” (tal es la estrechez del paso), en la segunda
hay que echar mano de la “adherencia”, tipo de escalada en la que sostenerse
sobre la roca es cuestión de composición mental en pugna con el instinto
natural.
Teníamos pendiente esta subida al Yelmo por la vía Valentina desde hacía
una temporada, así que la incorporamos como una parte más de un circuito
atractivo, con origen y llegada en Canto Cochino, incluyendo en él: visita a la
Lagunilla del Yelmo, subida por la vía Valentina, ágape con vajilla y mantel en la cima del Yelmo, descenso
por la Gran Grieta y retorno por el Barranco de los Huertos.
A las 8 de la mañana iniciamos la marcha en Canto Cochino: Rícar, Fernando,
Benjamín y yo, con las mochilas “inusualmente” repletas, el cuello protegido del
frío y marcando buen paso para combatirlo, encaminándonos hacia la Gran Cañada
y Collado de la Encina.
Accediendo a la Gran Cañada |
Dejando abajo la explanada de la Gran Cañada continuamos el ascenso hacia
el Yelmo. La mirada se detiene en las distintas siluetas que cada uno
interpreta a su manera.
Un buitre espera pacientemente a la formación de las térmicas para lanzarse
a volar.
El sol ilumina y va caldeando la mañana. Las bellotas de las encinas pronto estarán maduras y servirán de alimento a los animales de cara al invierno.
Poco antes de llegar al collado de la Encina, con el Yelmo a la vista, abandonamos
el camino que venimos siguiendo hasta aquí y tomamos una trocha hacia la
izquierda por la que, en pocos minutos, alcanzamos el rincón donde se encuentra
la Lagunilla. Avanzamos entre brezos y moles rocosas por un entorno solitario, bien ajeno al ajetreo de la senda principal que poco
antes transitábamos.
La Lagunilla es un remanso de paz situado en un lugar que no resulta
sencillo de localizar y que uno se resiste a abandonar. En esta ocasión, mediados
del mes de septiembre, la encontramos sin agua, si bien el lugar mantiene el
encanto que hemos venido a buscar.
Al otro lado de la Lagunilla el terreno es agreste. Descendiendo por él se alcanza el Barranco de los Huertos |
Desde aquí enfilamos ya directamente hacia la base del Yelmo. Los ojos se
fijan en el arranque de la vía que vamos a recorrer, y que en la distancia aparenta
ser menos tratable de lo que en realidad resulta.
La vía de la Valentina, aunque su dificultad no es elevada (III en la placa
de inicio, un II+ en el tercer tramo y en
el resto de II), no está libre de riesgos. Requiere aplicar desde el principio
la especial y poco intuitiva técnica de “adherencia”, consistente en fiar y
potenciar el apoyo de las suelas del calzado, usar las manos para apoyarse o asirse
de los escasos resaltes que se puedan encontrar, trazando mentalmente la
trayectoria de cada tramo antes de iniciarlo y, una vez interiorizada, comenzar
decididamente la ascensión a pasos cortos y rápidos, como si se subiera por una
escalera de gato. Cuantos menos titubeos durante el tramo, mejor y más seguro
resulta.
Una vez superado el primer diedro se contornea la roca por la izquierda y
se avanzan unos 20 metros, hasta colocarse en la vertical del siguiente largo,
menos empinado, en cuya parte superior se ve un gran bloque, que después se sortea
en bavaresa (II+).
Adherencia a tope y dificultad escasa, pero hay que andar con cuidado,
porque la mente de los menos habituados puede dar lugar a alguna mala pasada.
La cuerda ayuda en estos momentos.
Conviene atenerse a los dos principios siguientes: 1.- mantenerse alejado
del borde de la gran pared Sur, y 2.- seguir la dirección marcada por los
canalones verticales que se ofrecen a nuestra vista. Si se pueden superar por
dentro, adelante, y si no, salirse al lomo y continuar hacia arriba. La
adherencia es buena, las suelas se agarran más de lo que se pueda pensar y la
pendiente no es excesiva. Cuestión de hacer trabajar a las pantorrillas y
mantener a raya la imaginación. Poco a poco la progresión se hace natural.
El panorama, a medida que se gana altura, se hace cada vez más amplio.
Satisfacción en la cumbre y a por un almuerzo que literalmente “llama la atención”.
Una vez terminado el almuerzo nos ponemos de nuevo en modo marcha e iniciamos el descenso por la Gran Grieta antes de que “se llene” de gente. Es tal su estrechez que sólo se puede pasar de uno en uno, y de costado, de forma que hay que guardar turno. Tenemos suerte y no hay que esperar. Nos sometemos voluntariamente al “peeling” contra el granito y desembocamos en la cara Norte.
Nos dirigimos hacia el Barranco de los Huertos, zona de vegetación y fauna
muy pedricera, que por lo intrincado es pocas veces recorrido.
Entre moles de granito y altos brezos se va dejando atrás el Yelmo. Caminamos
atentos a no perder la traza, fijándonos en lo que nos rodea.
Formas que se nos antojan “Dalinianas” (Rostros o testuces con nariz o
trompa “derramadas”).
Ásperas carrascas mostrando su capacidad de enraizamiento.
Transitamos por unos parajes en los que "cada cual está a lo suyo".
Bloques rocosos de formas diversas, sorprendentes en sus individualidades.
Tan encantados vamos que, finalmente, perdemos de vista las desvaídas
marcas rojizas que nos guían. Nos damos cuenta de que ya no seguimos ninguna
pero, yendo cuatro y portando cuerda, decidimos seguir adelante por lo
intrincado y recóndito. Un aliciente más. A partir de ahora hablamos menos y
nos fijamos más.
Sinuoso recorrido, destrepes ocasionales, espesa vegetación y finalmente
aparecemos sobre un lomo rocoso al pie del cual se encuentra el camino que
conduce a Canto Cochino.
Hemos completado un circuito entretenido y variado, gimnástico a tramos,
visitando rincones recoletos y primitivos que tan a la mano están para quien
los quiera buscar.
Al fondo, el Yelmo, bajo él, el Barranco de los Huertos, sinuosa cinta verde en el roquedo. A la izq., la Peña Sirio |
Una vez más cumplimos las tres máximas en montaña: hemos vuelto sanos,
hemos vuelto amigos y hemos alcanzado la cima.