sábado, 28 de noviembre de 2015

El monte del Pardo y el soto del río Manzanares. En el perímetro de la borrasca.

Sierra de Guadarrama bajo la tormenta
La tormenta se cierne y ensombrece hoy las cumbres de la próxima Sierra de Guadarrama y las dejará, probablemente, cubiertas de nieve cuando se retire. En tales condiciones es mejor acercarse a la naturaleza en cotas más bajas, donde sólo alcanzan las fuertes ráfagas que vienen de las montañas. El monte del Pardo y el soto del río Manzanares son un buen lugar para ello.

Los vientos de finales de noviembre han acabado prácticamente con el color de los árboles caducifolios. Son ahora los perennes los encargados de mantener el verde aspecto de montes y dehesas.

Dejo el coche aparcado en Somontes, junto al río Manzanares, y comienzo la carrera hacia la Quinta. El sendero pica continua y suavemente hacia arriba mientras atravieso el pinar que cubre los primeros metros. Una solitaria encina entre los pinos llama mi atención.

La pendiente se acentúa; el sendero cubierto de resbaladiza arena granítica requiere cuidado en algunas zonas. Algún que otro pino descolla por encima de las encinas entre las que discurre la senda. Empiezo a notar las rachas, me ajusto el cortaviento.

Llegando a la Quinta, una otoñal parra pone su nota de color sobre el apagado verde del fondo.

El sendero topa con la tapia que circunvala la Quinta. Giro 90º a mi izquierda y continúo cuesta arriba manteniendo el muro a mi derecha. Noto cómo la inclinación de la cuesta ha aumentado en este tramo. Bajo la cremallera del cortaviento.

Finalmente alcanzo la parte alta. Son muchas las sendas que se pueden seguir a partir de aquí, unas viran hacia la izquierda encaminándose de vuelta al río, otras continúan de frente, por lo alto del monte, tomo una de estas. De nuevo me he de cerrar a tope el cortaviento. Las fuertes ráfagas de aire frío procedente de la Sierra hacen que vaya literalmente llorando. 

Lejos quedan los pinos; las carrascas y encinas han tomado el relevo.

Terreno duro y solitario al que los líquenes que cubren las ramas de los árboles confieren un aspecto muy invernal. Mantengo el ritmo acompasado, el lagrimeo se ha reducido.


Desde un altozano diviso una zona de dehesa más despejada, atractiva, hacia la que me dirijo, iniciando el descenso.

Finalmente alcanzo de nuevo el cauce del Manzanares. Dejando atrás el monte cruzo el río, y por su derecha orográfica (izquierda en el sentido de la marcha) continúo la carrera hacia la presa de Mingorrubio. Hay color y vida en el soto.



Ronda anátida
El muro de la presa supone el fin del recorrido aguas arriba. Lugar donde el río Manzanares “renace” de forma artificial y turbulenta para aquietarse poco después. A pesar de que el aire se nota mucho menos aquí, la humedad y el frío hacen que permanezca quieto el tiempo justo de tomar unos frutos secos antes de iniciar el retorno.

De vuelta en el Pardo, sin cruzar el puente de los Benedictinos, continúo por la derecha del río. 


De aquí hasta el arroyo de la Trofa la senda, a ratos mera trocha, discurre por una franja frondosa y primitiva entre el Manzanares y la alambrera que la separa de la zona no pública del Monte del Pardo.

Terreno húmedo, alfombra de hojas caídas, olor de ribera, bellotas bajo las encinas, entorno poco frecuentado en el que hay que correr con precaución para no resbalar y acabar rodando hasta el agua del próximo cauce; a la izquierda de la alambrera, ramaje y espesura; a la derecha, zona más esclarecida.


Fistulinas parásitas que, con el trascurso del tiempo, se han convertido en parte del árbol que las aloja.


El puente del ferrocarril anuncia la proximidad del arroyo de la Trofa, afluente por la derecha del río Manzanares. Se trata de la segunda corriente fluvial más importante del Monte de El Pardo, después del río Manzanares. De ahí su importancia ecológica, ya que actúa como corredor biológico que conecta la Sierra del Hoyo y el citado monte. De él se benefician numerosas especies de mamíferos, aves y, sobre todo, reptiles y anfibios, protegidos en la Comunidad de Madrid.

Alcanzo a dos personas, María y Clara, que también van recorriendo ésta poco transitada margen. Comentamos lo primitiva que resulta.

En estas estamos cuando, de un salto, nos tenemos que apartar de la trocha que vamos siguiendo para quitarnos del recorrido que, impertérrita y muy decidida, viene siguiendo una nutria ¿Pero, no se trata de animales huidizos?¿Habrá llegado utilizando el corredor del Trofa? Como dijo F. R. de la Fuente: el mejor ejemplo para demostrar la pureza de un río es basarse en la presencia de nutrias, amantes de las aguas cristalinas con fondos pedregosos.

El arroyo baja con poca agua; continuando unos metros por su cauce alcanzamos la orilla del Manzanares. Al otro lado, justo enfrente, está el aparcamiento de Somontes, donde están los coches.

Arroyo de la Trofa desembocando en el río Manzanares
De un brinco cruzamos el Trofa, unos metros más hasta alcanzar la parte más estrecha del Manzanares. El vadeo parece factible, cuestión de descalzarse y cruzar. Manos a la obra, fuera zapatillas y calcetines. El agua cubre hasta media pantorrilla y está fría, fría. Vamos, que el último metro duele.


Río Manzanares desde el aparcamiento de Somontes
En síntesis, un re-corrido de 17km de longitud total con un desnivel acumulado en ascenso de unos 200m de D+, por monte, dehesa y soto, pluralidad de hábitats que comportan en su conjunto un circuito otoñal ya en las mismísimas puertas del invierno.

Aparcamiento de Somontes

sábado, 21 de noviembre de 2015

Los Siete Picos desde Camorritos y retorno por la Senda Herreros, en otoño.

Amanecer sobre la Sierra del Dragón, desde el Sur. A la izquierda el Pico de Majalasna, el Primero de los Siete; al pie del cordal, el Cóncavo de los Siete Picos
La Cuerda de Siete Picos (antiguamente llamada Sierra del Dragón), es una de las rutas clásicas de la Sierra de Guadarrama. Cordal orientado de Este a Oeste, erguido entre los Puertos de Navacerrada y la Fuenfría, tiene un algo de “desconcertante” para los menos iniciados:

·         Siendo siete los picos que lo constituyen, normalmente sólo salen seis como resultado del primer conteo. Y del segundo también. Hay que ampliar la panorámica, alejar el zoom mental, y volver a contar.

·         El primero y más modesto de la serie, el Pico de Majalasna (1.934m), queda algo descolgado al Sur del resto del conjunto.

·         El más próximo al Puerto de Navacerrada es el de mayor altura (2.138m), y es el que hace el número siete.

Hoy vamos a realizar un recorrido poco habitual, hermoso y mayormente solitario, iniciando la marcha en Camorritos (cerca de Cercedilla), ascendiendo desde aquí al Primero y menos elevado de los Siete Picos, el de Majalasna, para luego alcanzar la cresta divisoria que conforman los otros seis: al Sur, Madrid, al Norte, Segovia; descendiendo posteriormente por la Senda Herreros, recorriendo el Cóncavo de Siete Picos. Circuito de 12.5km de longitud salvando un desnivel total en ascenso de 950m de D+.

Un día calmado y sin apenas frio de mediados de noviembre no se puede desaprovechar. Así que Virginia, Nolo, Mª Luisa y yo iniciamos la marcha siguiendo las marcas blancas y rojas del GR, adentrándonos en el pinar ascendiendo por la buena y muy pendiente senda.

Todavía quedan hojas en los robles que salpican la zona, si bien no durarán más allá de dos ventoleras.

El sol va cobrando fuerza y los enhiestos pinos resultan espectaculares. Al poco llegamos a la pradera de Navarrulaque, solitaria en esta temprana hora.

Solitaria pradera de Navarrulaque
A la derecha aparece el extremo de la Senda Herreros, que no tomamos ahora, y por la que retornaremos después.

Entronque con la Senda Herreros
En su lugar, y próximas, buscamos las marcas amarillas que marcan el inicio de la senda que nos llevará a la pradera de Majalasna.

Estrecho y panorámico sendero que va subiendo sin parar.


Granito y altos pinos son las señas de identidad de la Sierra de Guadarrama.

Nos detenemos algo sorprendidos ¿Petroglifos en Guadarrama? Parece que sí, y representando al buitre que por aquí planea.

Petroglifo
Continuamos, y al poco llegamos a la pradera de Majalasna, lugar recoleto y bucólico que siempre es un placer pisar en silencio. Enfrente, el pico del mismo nombre, y Primero de los Siete Picos.

Pradera y Pico de Majalasna
Y como vamos de trepar, pues al Primero que nos subimos para, desde él, otear lo hasta ahora recorrido.

Pradera de Majalasna desde el Pico del mismo nombre
Granito adherente sobre el que, al menor descuido, te dejas la piel. Descendemos y sin más demora emprendemos la subida hacia la Cuerda del Dragón y al Segundo de  la serie.

El Segundo de los Siete Picos, desde la pradera de Majalasna
Inverosímiles los lugares donde se enraízan los pinos.

Y sin más, alcanzamos la cuerda y con ello entramos en la parte concurrida del itinerario.

Ascendemos al Segundo de los Siete, desde donde contemplamos los que todavía nos quedan.

La Sierra del Dragón desde la cima del Segundo de los Siete Picos. Al fondo, el Séptimo.
En adelante todo será un sube y baja a cada uno de los promontorios que forman el cordal. De las varias sendas que hay elegimos siempre la que va más próxima a las cimas.

Amontonamientos de grandes bloques, pétreas ventanas, húmedo Norte y seco Sur sucediéndose.

La Ventana del Diablo
Procuramos trepar a las sucesivas puntas por las zonas soleadas controlando cuidadosamente la adherencia.

Camino del Quinto Pico la visión completa del contrafuerte rocoso hace que nos detengamos un momento: donde comienza la línea de rocas que culminan en la cumbre, una silueta cuanto menos sorprendente.

Quinto Pico (izq) y su cordal. A la dcha, roca de forma peculiar.
No es la Polinesia, ni se trata de la Isla de Pascua, ni de su misteriosa cultura ancestral de la etnia rapanui, cuyo más notable vestigio corresponde a enormes estatuas conocidas como moái. Es una de las peculiares “caras”, esculpidas por los elementos naturales, que podemos encontrar en los roquedos graníticos que conforman la Sierra de Guadarrama.

La cumbre del Quinto Pico (2.109m) es la única que nos hace quedar un paso por debajo. No es plan de hacer equilibrios.

El Quinto
Al Sexto se asciende sin problemas. El Séptimo (con punto geodésico) requiere algo más de atención, pero no es difícil.

El Séptimo
Un buen lugar para recorrer el cordal con la mirada. Hacia atrás, el “pequeño” Majalasna y los demás, con el fondo de la Mujer Muerta.

A la izq, el Pico de Majalasna, sigue la cuerda de los Siete picos. En el último plano, la Mujer Muerta
Desde el Séptimo Pico: abajo, el Cóncavo de los Siete Picos; más abajo el robledal de Cercedilla
Ya hemos terminado de subir, ahora toca descender, así que enfilamos hacia el Puerto de Navacerrada, hasta alcanzar la Pradera de Siete Picos, a 1.950m de altitud, lugar donde nace la Senda Herreros, justo frente a un claro hito divisorio de las dos provincias: al Norte, Segovia; al Sur, Madrid. 

Pradera de Siete Picos
La senda Herreros atraviesa el que tal vez sea el enclave más montaraz de esta parte de la sierra: el Cóncavo de Siete Picos, la profunda depresión de más de seiscientos metros que compone la vertiente sur de las siete cimas.

Comienza ahora la parte más complicada del recorrido, no sólo por lo abrupto del descenso, sino por lo intrincado del sendero, que va sorteando los barrancos y afloramientos del granito que se encuentran en esta ladera. 

Caras graníticas
Intrincado y primitivo
Algunos hitos y señales amarillas y blancas muy bien puestos ayudan a mantener el rumbo correcto.

La Senda se interna en un vasto y primitivo pinar. El primer tramo va perdiendo altura muy lentamente, discurriendo en el entorno de los 1.800m, dando vista a lo “hondo” del Cóncavo.

Abajo y al fondo el robledal que rodea Cercedilla
A lo largo del trayecto se aprecia la altura que las paredes del cordal de Siete Picos alcanzan por su cara Sur, contrastando fuertemente con la placidez de la vertiente Norte.

Desde la Senda Herreros, el cordal de Siete Picos
Cuando se llevan recorridas las dos terceras partes de la Senda, ésta atraviesa un corto tramo de llambria granítica que, de encontrarla mojada o con hielo, puede dar problemas, no es el caso hoy, para seguidamente emprender abrupta bajada entre rocas, aunque de escasa dificultad.

Enseguida se alcanza una zona con la vegetación muy cerrada. Es la surgencia del Arroyo de Pradillo, conocido como la Fuente de los Acebos.

Acebo junto a la fuente
Tras cruzarla, la trocha se interna en un robledal y enseguida se transforma en camino amplio y plano, muy corredero, que desemboca en la Pradera de Navarrulaque (1.650m), ahora bastante más concurrida que por la mañana,

La Senda Herreros desemboca en la pradera de Navarrulaque
Junto al cartel conmemorativo del diseñador y trazador de la Senda Herreros.

Mientras vamos descendiendo hacia Camorritos la mirada vaga por los contornos y robledales fijando en nuestras retinas los colores de un otoño que toca a su fin, aromatizados por las jaras que cubren los claros del bosque.