Hoces desde el mirador del Reconquillo |
En busca de los últimos colores del otoño decidimos, Eduardo y yo, recorrer
las hoces del río Piedra, nombre que le viene del alto contenido en sales
minerales de sus aguas, que depositándose sobre todo aquello que tocan “lo transforman
en piedra”.
La uniforme superficie que conforma la dura estepa del Sistema Ibérico resulta imprevistamente hendida por las hoces en cuyo fondo
discurre el río Piedra. El recorrido de las mismas se extiende entre Torralba de
los Frailes y Aldehuela de Liestos que, siguiendo el sinuoso trazado de sus
barrancos, supone diecisiete kilómetros de marcha, salvando un desnivel total
en ascenso de 275m de D+, completando un par de circuitos bajo y sobre los
farallones calcáreos que forman las hoces.
Iniciamos la marcha en Aldehuela, siguiendo el GR-24. Dos cosas nos
sorprenden nada más de empezar: la primera, que el cauce del río va sin agua;
la segunda, que la mayoría de las hojas de los árboles yacen en el suelo,
propiciando un amortiguado transitar, siendo pocas las que todavía quedan
prendidas de las ramas.
Iniciamos la marcha hacia las Hoces |
En cualquier caso las hoces resultan espectaculares. Trazado serpenteante,
encajonado entre verticales paredones calizos de más de cien metros de altura y
cauce rodeado de árboles.
Alternativamente caminando o corriendo, vamos siguiendo la bien marcada
senda; el barranco a tramos se ensancha, teniendo siempre a la vista los
rosados paredones que forman las cárcavas.
Al fondo, la peña del Buitre |
Los buitres, moradores de la zona, otean y esperan pacientemente desde sus
atalayas a que el sol caliente el aire y se formen las térmicas sobre las que
planearán elevándose sin esfuerzo.
Brochazos de color jalonan nuestra marcha, fundamentalmente debidos a los arces
de Montpellier, que son los que mantienen más la hoja, mientras que los álamos,
salvo ejemplares aislados, la han perdido en su mayoría.
Arce de Montpellier |
La humedad, muy elevada, abandona visiblemente el suelo a medida que la
mañana se va templando.
Vamos recorriendo las hoces por su fondo, a la vuelta las contornearemos
por la parte alta. Las sabinas y carrascas contribuyen con sus frutos a la
despensa invernal de los habitantes de la zona.
Fruto de la sabina |
Fruto de la carrasca |
Té de roca y hiedras se aferran a las paredes calizas, insertando sus
raíces en cualquiera de las oquedades “fértiles” que encuentran.
Té de roca |
Hiedra |
Finalmente llegamos junto al molino derruido de Torralba de los Frailes, al
pie de las vías de escalada que surcan algunas de las paredes.
Molino de Torralba de los Frailes |
Abandonamos temporalmente el GR-24 (señales rojas y blancas) para adentrarnos en una hoz lateral, para lo cual pasamos junto al azud, que está seco y petrificado como el resto del río, y
nos adentramos en un barranco boscoso siguiendo las señales, ahora verdes y blancas, que marcan la senda. Tramo a la sombra, cómodo de seguir.
Azud del molino |
Más adelante, al llegar al barranco de la Cueva, ascendemos por él y accedemos
a la parte alta de los farallones. La carrasca y la sabina son las variedades
vegetales predominantes de estas zonas elevadas.
El sendero va recorriendo en altura el perfil de la hoz que acabamos de
hacer por el fondo.
Pasamos por el mirador del Reconquillo,
Desde el mirador del Reconquillo |
Para luego descender hasta el molino de Torralba otra vez. En este punto volvemos a tomar el GR-24 en sentido contrario al que hicimos
por la mañana, hacia Aldehuela de nuevo.
Al llegar cerca del paso de Angostillo abandonamos lo hondo,
Y tomamos la senda que asciende al segundo
mirador de la jornada, desde el cual observamos las hoces de las que venimos.
Hermosa y plácida sensación la que se experimenta contemplando estos paisajes
escondidos, habitualmente sobrevolados por buitres y alimoches y ocasionalmente
compartidos por nosotros.
Desde el Mirador de las Hoces |
Hemos de interrumpir nuestras divagaciones y continuar la marcha. Siguiendo
el sendero descendemos hasta el Pozo del Sombrerillo y desde él retornamos al
punto de partida, junto a un solitario y deshojado álamo bajo el cual reponemos
fuerzas pensando que hemos de volver en primavera, cuando el agua fluya y los
árboles echen sus hojas de nuevo.
En el camino de vuelta a Zaragoza, justo después del cruce donde se deja la
carretera hacia Torralba de los Frailes y Aldehuela de Liestos, vemos desde el
coche un nutrido grupo de grullas y observamos que, mientras se alimentan de
grano en los campos de alrededor, hay varias con el cuello estirado y la cabeza
en alto, oteando el horizonte, prestas a levantar el vuelo ante la más mínima
señal de intrusos.
A lo lejos se alcanza a divisar la laguna de Gallocanta, lugar de parada de las aves migratorias. Más de 40.000 grullas llegan a este humedal cada año en
grandes bandadas, transformando el quieto entorno en un lugar de algarabía y
batir de alas.
Reemprendemos el viaje; atrás quedan hoces y grullas bajo el cálido sol de
la tarde.
Hola Carmar.
ResponderEliminarHasta que uno no se encuentra allí, no se puede imaginar que exista está hoz en medio de tan basta llanura. Un recorrido sencillo de dificultad, pero espectacular, aun con la mayor parte de las hojas en el suelo.
Veo que al final sacaste un buen primer plano de los buitres, te estás convirtiendo en todo un "experto" de la fotografía.
Un saludo.
Buena sugerencia la tuya para ir a semejante lugar. Una vez en él, la cámara hace aquello para lo que está diseñada, y si se comparte algún "truquillo", pues aún mejor.
EliminarVayamos preparando ya la próxima, que mientras el tiempo aguante, adelante.
Salud y Montaña, compañero.
Qué maravilla de excursión!!! Hoces, ríos escondicos y lagunas en la planicie infinita... ¡¡Tengo que escapar un día de estos por ahí...!! La foto donde hablas del enebro es en realidad el fruto de la sabina negra. El enebro tiene hojas planas, acículas punzantes mientras que las de la sabina se asemejan a las del ciprés: "escuamiformes y suaves, muy agradables al tacto y muy aromáticas", lo he copiado del libro - árboles y arbustos de los Monegros-, de Jorge Serrano Bolea.
ResponderEliminarCraso error el mío al haber confundido a primos con hermanos, que siendo ambos juníperus, la una va a remediar los reumatismos vía cataplasmas, mientras el otro desinhibe al individuo vía ingesta en forma de ginebra. Ruborízome por ello, más atención la próxima vez he de prestar y gracias por el aviso ¡Hemos de ir más calmados por la vida! ;)))
EliminarSalud y Montaña, amigo Carlos
Salud y montaña tocayo!!!! Pero a buen seguro que no muy lejos de esa sabina hay también enebros, pues ambas especies se dan bien en clima seco o continental/mediterráneo.
EliminarEn esto descubrieron numerosos arbustos plenos de negras bayas que había en aquel campo, y así como Carmar los vio, raudo puso en escritura: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ved allí, amigos, donde se descubren gran número de luminosos enebros de cuyas bayas pienso hacer gran acopio, y es gran servicio para luego preparar estimulante ginebra ¿Qué enebros? dijo Cansamontañas.
EliminarAquellos que allí ves, respondió Carmar, los de hojas afiladas, que las suelen tener algunos de casi tres centímetros. Mire vuestra merced, respondió Cansamontañas, que aquellos que allí presentan no son enebros, sino sabinas, y lo que en ellos parecen hojas espinosas son en realidad aplanadas y sin filo, como las de los cipreses; que juniperus sí son ambos, pero de estos de alrededor mala ginebra sacará vuestra merced, a lo más un buen puñado de sus bayas pero de poco o ningún gusto.
Y en eso entrambos anduvieron un rato hasta que, bien sea porque el sol dejó de darle en los ojos, o porque al fin se le despejó la visión, cejo Carmar en su aseveración, y dio en dar la razón a quien desde el principio la había tenido, y ambos compartieron el gusto de la serena sabiduría.
No te preocupes Carmar, creo que tienes la piel tan curtida que no te afectan los pinchazos del enebro que, son tan jodíos como la resaca del fruto de sus frutos. Para ti la suavidad de las sabinas es como la de los enebros y aliagas jaaja. Por cierto, el otro día me peinó un rosal silvestre y me hizo una raya perfecta en medio de la cabeza pero, de color rojo bastante líquido.
ResponderEliminarBonita travesía la del cañón del río Piedra. A ver cuándo te pasas por el cañón del río Mesa; allí tienes buen material.
Un abrazo
Mientras aliagas, erizones, enebros, y demás matas de mal acercarse, pinchan, el rosal silvestre te ensarta y se engancha, así que menudo lo contento que te debiste de quedar con la rayita.
EliminarEl cañón del río Mesa está entre los pendientes, así que no tardaré mucho en acercarme a visitarlo.
Un abrazo, Javier.
Menudo equipo que habéis formado Eduardo y tú, estáis que os salís y tachando rutas guapas por la provincia de Zaragoza. En Torralba de los Frailes he estado alguna vez escalando y cerca de Aldehuela de Liestos hemos hecho alguna cueva, es una zona chula pero pilla algo lejos de Zaragoza, no son muchos kilómetros pero la carretera es mala, es por eso que se visita pocas veces este sitio, menos de las que sin duda se merece.
ResponderEliminarSalud(os) amigos.
Buscadores de lo inédito y exploradores de lo intrincado, diría yo, lo que nos lleva a conocer y demostrar que Aragón, teniendo su joya natural en Huesca (Pirineo y Guara), también cuenta con hermosos parajes en Zaragoza (por ello vamos ahora) y Teruel (a donde aún hemos de ir). Son sitios bien particulares y poco transitados. Cuando salgas de las cuevas y barrancos ya nos moveremos "together" por algún sitio en la superficie. Salud y Montaña, amigo Rubén
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