sábado, 27 de enero de 2018

El Portal de la Cunarda en la Sierra de Guara, una de las joyas de Colungo.


Magnífica ventana natural de grandes dimensiones ubicada en el Barranco del Fornocal.   

Eduardo y yo iniciamos la marcha en Colungo, en dirección a las piscinas. Un cartel informativo y las balizas que encontraremos a lo largo de todo el recorrido hacen muy fácil de seguir la ruta, a lo largo de la cual observaremos los contrastes que ofrece la sierra de Guara, tanto en lo relativo a la vegetación como en lo tocante a la característica orografía del terreno, con “la guinda” final de acceder a la gran ventana que constituye el Portal de la Cunarda, enclave en el que, si llegamos en silencio, podremos contemplar varias decenas de buitres leonados posados en lo alto del mismo, ya que han hecho de él su morada habitual.

Siguiendo las señales vamos dejando atrás Colungo y sus olivares. Las arrugadas aceitunas, con tan sólo morderlas,  proporcionan un intenso sabor a recio aceite que perdura en el paladar.

Saliendo de Colungo
 
La luz todavía rasante ilumina bellamente los campos; la pendiente en ascenso resulta suave.

Robles con la hoja todavía prendida y encinas de gran tamaño jalonan la ruta en esta primera parte.

 
Desde la senda de Suelves, por la que vamos caminando, contemplamos a lo lejos un suave arco iris, reflejo de la gran humedad reinante a causa de las tormentas habidas durante la noche anterior.

Al poco llegamos a un cartel indicador del  Portal de la Cunarda desde donde arranca un sendero que se interna entre los altos matorrales. Aquí abandonamos la pista (por ella volveremos luego), y en su lugar tomamos el sendero, adentrándonos en un bosque antiguo compuesto principalmente de bojes, pinos, carrascas (un tipo de encina) y quejigos (un tipo de roble).

En la distancia damos vista a las primeras oquedades tan características de Guara.


Por la senda ascendemos hasta un collado, a la izquierda del cual y muy próximo se encuentra el Tozal de la Enclusa, al que subimos porque es un buen mirador.

Tozal de la Enclusa
Desde él se divisan el Portal de La Cunarda y el Barranco del Fornocal. Hay que enfocar bien la vista ya que,  dependiendo de la hora del día y de la iluminación, el Portal puede pasar desapercibido.

Tras la contemplación y habiendo trazado mentalmente el itinerario para continuar, retornamos hasta el collado y seguimos senda adelante ascendiendo hacia el Plano Vedado, donde encontramos una bifurcación y una señal indicadora con las siguientes alternativas:

·         Colungo por el Barranco de los Arruellos, que es por donde nosotros venimos.

·         Colungo por pista de Suelves, que es por donde regresaremos,

·         Y finalmente Portal de la Cunarda, que es nuestro objetivo.

Desde el panel informativo  descendemos hacia el comienzo del Barranco del Chuncal, que una vez alcanzado bordeamos en altura a través de un sendero cada vez más estrecho.
 
Bordeando el Barranco del Chuncal
Que finalmente se ensancha sensiblemente y da vista a las paredes del Barranco del Fornocal, también conocido como de las Gargantas.

Paredones del Barranco del Fornocal
Girando la vista hacia la derecha tenemos la primera visión cercana del Portal de la Cunarda, y la verdad es que sorprende su magnificencia.



Portal de la Cunarda y colonia de buitres alineados sobre su afilada parte superior
Desde nuestro emplazamiento un estrecho camino se dirige en línea recta hacia el Portal, por encima del profundo barranco que en la otra orilla presenta unos cortados verticales.

Mientras nos aproximamos al Portal distinguimos un nutrido grupo de buitres posados a lo largo de la arista de su parte superior, cuyas deyecciones rayan de azul la rojiza piedra. Los vemos y nos ven. Los miramos y nos miran. A medida que nos aproximamos van levantando el vuelo uno tras otro hasta no quedar ni uno.

 
Tras una corta bajada junto a la base de la pared, y luego por una difusa traza, alcanzamos la zona baja del Portal de la Cunarda. Resulta impresionante.

La roca presenta mezcla de tonos rosáceos y azulados. Éstos se corresponden con las deyecciones de la colonia de buitres y forman una superficie rugosa, solidificada tras el paso del tiempo, sobre la que nos apoyamos y asimos con cierta aversión hasta colocarnos bajo el arco de la ventana, pues la mente no deja de identificarla con su origen. Pero en fin, está petrificada y ya nos lavaremos luego las manos J

Petrificados chorretones azulados del Portal
El panorama desde éste aéreo enclave es de los que tensan y entusiasman a la vez. Guara en esencia.

Hay que ir con cuidado al atravesar la ventana natural andando sobre un suelo azulado de roca de origen orgánico, bastante pulida y  deleznable, que no trasmite demasiada seguridad.


En lo hondo del profundo tajo labrado por el río se escucha el rumor lejano de las aguas.

Más allá del Portal la vegetación está muy cerrada y no hay signos de trocha ni de senda clara. Desistimos de explorarlo pues nuestra intención para hoy ya está cumplida.

La continuidad más allá del Portal no se ve clara
Unas gotas de agua caen del techo del arco natural contribuyendo a la fosilización/calcificación del lugar y de su detritus.

Nos alejamos del Portal y retornamos por la trocha de acceso
Las flores del madroño darán su fruto que tardará un año en madurar
Para volver realizamos el recorrido en sentido inverso hasta el desvío señalizado del Plano Vedado, desde el que accedemos enseguida a la pista de Suelves por la que retornamos directamente a Colungo.

En la distancia, habiendo dejado atrás las gargantas y barrancos, el horizonte se amplía y las distintas siluetas emergen de la llanura.

Las persistentes pinceladas otoñales iluminan el verde predominante a medida que nos acercamos de nuevo a Colungo.
 
Lugar al que llegamos tras haber realizado un recorrido de 12,5 kilómetros de longitud habiendo salvado un desnivel acumulado en ascenso de 650 metros de D+. En suma, una ruta de media jornada para aprovechar la mañana por uno de los rincones más accesibles y originales de la Sierra de Guara.

sábado, 20 de enero de 2018

Circular nevada por el Collado de la Fuenfría y el Mirador de los Poetas.


En otras zonas y latitudes de la Península Ibérica ya ha nevado, y mucho, desde hace varias semanas. En cambio la Sierra de Guadarrama había sido curiosamente preservada hasta ahora.

Al Centro también han llegado finalmente los copos en abundancia, y la primera nevada importante de la temporada ha cubierto sus bosques, que de ellos hay en cantidad y calidad. Dada la altura de las montañas de Guadarrama (entre 2.200m y 2.400m, aproximadamente) gran parte de los recorridos discurren por la extensa franja boscosa que las cubre hasta los aproximadamente 1.800m. Robles y coníferas son las especies dominantes.

Al día siguiente de la primera gran nevada del invierno llegamos al parking de Majavilán en las Dehesas de Cercedilla, y en él dejamos el coche.  

Las Dehesas de Cercedilla
Parsimoniosamente, imbuidos del atractivo y sereno entorno, nos preparamos: ajustamos botas y ropa, raquetas y esquíes, y comenzamos a subir en dirección al Collado de la Fuenfría. Lo hacemos siguiendo las discretas marcas verdes sobre los troncos, pues son las que nos conducirán por la parte menos transitada de entre las distintas alternativas que hay.

 
Resulta fascinante deambular por un bosque completamente cubierto de nieve. Los propios pasos resuenan mansamente como el único sonido del entorno, mientras nos movemos al compás del viento suave y de los copos que nos envuelven ocasionalmente.

 
Las brumas, que supuestamente iban a disiparse a media mañana, se muestran más persistentes de lo esperado, manteniendo ocultas en su seno las alturas por encima de los 1.900m.

A lo largo de la subida, en algunos momentos, vemos en la distancia otros grupos que han optado por las rutas más concurridas.

El entorno es encantador y profundo. En este paraje nevado las cosas son simples, si bien su sencillez puede resultar engañosa.

 
La espesa capa de nieve polvo que todo lo cubre oculta bajo su manto sin consolidar obstáculos que hay que evitar cuidadosamente: matorrales, rocas, oquedades, etc.
 


Tras un efímero claro torna la nevada, y así sucesivamente. Es día de collado y bosque. Quedan para otra ocasión cotas más altas, que no necesariamente más hermosas.

Llegando al Collado de la Fuenfría
En el Collado de la Fuenfría hacemos un alto. El tiempo no mejora, así que decidimos retornar a lo largo de la Carretera de la República, transformada en una atractiva pista nevada que, en altura, nos conducirá hasta el Mirador de los Poetas tras recorrer 4.5km  manteniendo la altitud en torno a los 1.750m.

Carretera de la República
El tiempo continúa con la misma tónica; en la distancia la bruma casi cubre el collado de Marichiva.

Collado de Marichiva, en la distancia
Las “pasadas” de nieve nos tocan de vez en cuando. El ambiente es invernal.

 
 
El frío deja su firma en forma de carámbanos.

Y finalmente, con la entrada de la tarde, casi llegando al Mirador, el cielo se abre y luce el sol.

 
 
Vista desde el Mirador de los Poetas
La Carretera, transformada en pista nevada, llega al Mirador y, tras un giro de 180º apunta final y resueltamente en sentido descendente, hacia las Dehesas. Lo que hasta ahora ha sido un llanear con ocasionales  e incómodas remontadas (hacen penar estas “subiditas” a quien va con esquíes en modo descenso) se convierte en deseada bajada donde, ahora sí, el esquiador se desliza cómodamente mientras el raqueteador se desembaraza de las raquetas y trasforma su zancada en persistente trote en pos de quien precede.

La circular toca a su fin, las Dehesas están próximas, la tarde cae y la temperatura comienza a bajar anunciando la helada que se intensificará por la noche.

La nieve caída se transformará y se irá compactando, pero la subida de las temperaturas anunciada probablemente conducirá a una rápida disminución del manto, y todo esto sucederá en la Sierra de Guadarrama mientras esperamos a la siguiente borrasca que aporte la segunda nevada importante de la temporada.

domingo, 14 de enero de 2018

Pico de los Monjes (o Pic des Moines): 2.346m de altitud.


 
Pico enteramente francés que, como un pequeño apéndice separándose apenas doscientos metros hacia el Norte de la cadena fronteriza que rodea el ibón del Escalar, constituye un  mirador privilegiado sobre el Midi d’Ossau.

Accesible desde Astún o desde Bious-Artigues, a este pico se suele ascender desde el Collado de los Monjes (Coll des Moines). Este paso se llama así en referencia a los monjes del Hospital de Santa Cristina de Somport quienes, en invierno, se acercaban al collado para encontrarse con  los peregrinos que, siguiendo el camino de Santiago, subían por el valle d’Ossau y lo cruzaban en su marcha hacia Compostela y guiarlos hasta la hospedería.  

Alcanzar la cima no presenta dificultad apreciable en ausencia de nieve, pero cuando la hay la parte final requiere un poco de atención en función de la calidad y abundancia de la misma. Las caídas laterales son importantes y la formación de alguna cornisa, junto con la trepada por terreno mixto: roca – nieve, demandan ir con cuidado.   

Es temprano y las nubes están ancladas en torno a la cota de los 2.200m cuando Eduardo, Rubén y yo emprendemos la marcha desde la estación de esquí de Astún (1.700m), adentrándonos en el valle que asciende hacia el ibón del Escalar, unos con raquetas, otro con esquíes de travesía.

Cuesta poco ascender por este barranco, tan sólo hay que evitar la tentación de ir por su parte baja, ya que ello conduciría a una penosa y empinada salida lateral una vez se embarranca de veras.

 
Vale más trazar una diagonal, bien por las laderas que se tienen a la derecha, en sentido subida, de manera que vayamos ganando altura, rehuyendo el fondo, bien por las de la izquierda, ya que ambas opciones confluyen en el ibón del Escalar.

Decidimos ascender por la ladera derecha, para encontrar la pista que, a los 2.150m altura, comunica el ibón del Escalar con el de las Truchas.

A medida que vamos ganando altura la pendiente aumenta y es aquí donde, mientras quien va con esquíes marcha bien, los que van con raquetas empiezan a padecer y a buscar con ahínco las zonas herbosas. Los cien metros finales resultan inesperadamente empinados para todos.

Finalmente llegamos al circo e ibón del Escalar (2.078m), rodeado por la cadena fronteriza con Francia: Pic de Belonseiche (al Oeste), Punta L’Escalar (al Norte), Pico de los Monjes (al NE) y Coll de los Monjes (al Este). Las persistentes nubes siguen ocultando las cimas.

Ibón del Escalar
La ascensión hacia el collado des Moines es cómoda, la nieve se muestra moldeada por la acción del viento. En estas zonas resguardadas el manto es abundante.

Dejando atrás el ibón. Al fondo, oculto por la nube, el pico Belonseiche
Llegando al Coll des Moines
 
 
 
Desde el collado se ve la antecima del Pico de los Monjes. Dejamos los esquíes y las raquetas, nos ponemos los crampones y emprendemos la subida con la esperanza de que se aclare el cielo y nos permita contemplar el magnífico paisaje en el que estamos inmersos.

La niebla va y viene sobre la cima del Pico de los Monjes
Seguidamente, ya en Francia, alcanzamos el Coll de Bénou (2.278m) justo al pie del Pic des Moines. La parte final de la ascensión al pico es por terreno mixto. La trazada hasta la cima está clara.  En un par de pasos hay que ayudarse de las manos.

 
 
 
Las nieblas que nos han acompañado hasta aquí finalmente se disipan cuando estamos llegando a la cumbre ¡Un premio! Ahora sí podemos ver la totalidad del entorno. Queda alguna neblina residual en la parte francesa que contribuye a realzar la belleza de la zona.


 
Desde la cima del Pic des Moines: en el centro el Midi d'Ossau, a la izq, más próximo, el Pic Castérau
 
Desde la cima, vista sobre Astún, al fondo el macizo del Aspe y más próximo, a la dcha. el Pic Belonseiche

A la izq. el Coll des Moines, seguidamente, el trazado completo de la arista de acceso al Pic des Moines
 
Tras un rato de contemplación nos ponemos en modo descenso, que el día es corto en invierno, y en poco tiempo estamos de vuelta en el Collado de los Monjes, solitario y silencioso enclave.

Descendiendo del Pic des Moines
 
Llegando al Coll des Moines
Aquí Eduardo y Rubén se calzan sus raquetas y empiezan la bajada hacia el ibón del Escalar. Yo, como voy con esquíes, me lo tomo con más tranquilidad porque sé que les alcanzaré pronto. Desde la soledad del collado doy la última mirada hacia el Plaa de las Baques y al Midi antes de comenzar.

 
Suave deslizar hacia el ibón del Escalar con el macizo del Aspe a la vista (izq. al fondo) y el Pic Belonseiche en primer plano.
La nieve permite esquiar cómoda y suavemente. Llego al ibón y me sorprende no ver a mis compañeros. Han descendido verdaderamente rápidos y ya deben de estar en el barranco de desagüe del mismo.  
Antes de abandonar la cubeta del ibón lanzo una mirada a la cima del Pico Belonseiche, ahora sin nubes.
Sin pausa me dirijo hacia el punto por donde asomamos esta mañana, con la intención de bajar esquiando las pendientes laderas por las que ascendimos entonces ¡Y bien empinados que resultan los primeros cien metros de las mismas! En un santiamén llego al pie de ellas, a tiempo de ver cómo Eduardo y Rubén aparecen por la parte derecha (orográfica) de la embocadura del barranco.

La ladera dcha. orográfica no se queda atrás en lo tocante a la pendiente
Nos reunimos y ya juntos completamos la bajada por donde vinimos hasta llegar de nuevo a Astún, habiendo completado un circuito invernal, con un ascenso interesante, que no demasiado exigente, a un pico que, en invierno, reproduce un ambiente de alta montaña  muy atractivo,  tras el cual sacamos en claro que las raquetas resultan prácticas con nieve blanda para llanos y pendientes moderadas, pero que en cuanto hay que cantear y la inclinación aumenta, conviene recurrir a otro instrumental más adecuado. Ideal para esquí de travesía.