El río Manzanares abandonando la Pedriza |
El incondicional vuelve tras sus pasos una y otra vez. Aprovecha las posibilidades
del entorno y las combina a su manera acoplándolas a la estación y a su estado
de forma y de ánimo, de manera que la novedad del conjunto encaje con él y él
con ella. Abundancia de naturaleza agreste y escarpada a la disposición de la
imaginación de cada cual.
El recorrido de hoy, deliberadamente zigzagueante y poco usual, posibilita
la visita de varias de las formas rocosas más características de la zona.
Combina tramos suaves y placenteros con ascensos muy empinados y exigentes, requiriendo ir atento para “no despistarse”, pues resulta muy fácil
perder las marcas que se van siguiendo. Conviene tener presente que La Pedriza
es un lugar intrincado y perdedor.
Ruta: El Tranco (960m) – Canto Cochino (1.050m) – El Cáliz (1.213m) –
Collado del Cabrón (1.304) – Puente de los Poyos (1.616m) – Tres Cestos
(1.764m) – Collado del Miradero ( (1.878m) – El Tranco. Resultando un circuito
de 15 kilómetros salvando un desnivel acumulado de 1.060m de D+.
Día de sol radiante, primer fin de semana de la primavera. Las aguas del
río Manzanares, bravas a tramos, discurren plácida y abundantemente cuando la
pendiente es moderada. Todo resulta acogedor mientras voy aproximándome a Canto
Cochino.
Una vez allí, me encamino por el bosque en dirección a la Charca Verde,
bordeando, en la distancia, la cara Sur del Cancho de los Muertos. El ambiente
es fresco a esta hora de la mañana; el evidente sendero discurre entre pinos y
jaras.
Los rayos del sol se cuelan entre las ramas proyectando sus sombras. El ánimo
se alegra.
Sé que para ir al Cáliz he de abandonar la senda a la altura de 1.160m,
tras un par de acusadas curvas, la primera hacia la derecha y la segunda hacia
la izquierda. Voy muy atento, pues no hay marca alguna que señale el punto en
el cual hay que adentrarse entre las jaras.
Trocha intuida, que no indicada, que sigo por instinto, bosque arriba,
hasta salir de entre los árboles. En la claridad distingo el pétreo Cáliz.
Lo bordeo, lo admiro y continúo la marcha hacia el collado del Cabrón. La intuición
me guía, porque mojones no encuentro (alguno ya puse, para indicación de quien
por aquí pueda internarse).
Mirada hacia atrás y …… curioso cómo ahora el Caliz
se asemeja a un extraterrestre.
Al fondo, la Cuerda de los Porrones o del Hilo |
El caos de rocas se deja transitar, y cuando dudo, sigo la marcha de la
procesión de las orugas, con cuidado de no disturbarlas, hasta dar sobre el
camino que, desde el Cancho de los Muertos, se dirige al collado del Cabrón.
Encuentro a varios grupos de personas descansando en el collado; saludo y, sin detenerme,
sigo la marcha por la senda de Icona que se dirige hacia los Llanillos.
Frecuentes ventanas en la vegetación permiten echar ojeadas a la “otra
parte” de la Pedriza: Collado de la Dehesilla, el Pájaro, los Pinganillos, etc..
En un punto determinado un gran mojón, con inscripción incluida, invita a
abandonar la senda e internarse en la parte izquierda del bosque, hacia el
Oeste, en dirección al Puente de los Poyos.
El camino se empina considerablemente y, finalmente, allí arriba, se tiene
la primera imagen del Puente.
El Puente de los Poyos es un gran arco natural de piedra. Un ventanal en
cualquier dirección.
Alcanzo su base, traspaso su arco y continúo hacia las Milaneras; más
concretamente hacia la brecha de Tres Cestos.
Fuerte pendiente por terreno abrupto por el que voy buscando el mejor paso.
No quiero coincidir con el tramo de la Senda Termes al que llegaría si me
dirigiera algo hacia la izquierda, en su lugar opto por derivar hacia la
derecha, entre rocas y carrascas, por gran pendiente. De pronto me detengo,
noto que soy observado, giro la cabeza, y la veo. Apenas unos instantes durante
los cuales nuestras miradas se cruzan antes de que desaparezca, los suficientes
para constatar el vínculo. Así que por allí es por donde he de continuar.
Y sí, siguiendo rastros de cabras, por donde mojones no hay, asiéndome a
secas ramas, salgo finalmente a la brecha de Tres Cestos. Parche de pinar,
lugar recoleto y aplanado, cambio de vertientes, donde se yergue la figura del
Patriarca.
Abandono la soleada cara Este y paso a la Oeste. Zona de rocas donde
cualquier sitio con sustrato es aprovechado por escuálidos arbolillos.
Pero también hay tramos arbolados por esta parte, reducidos y agrestes
lugares de verdor y sombra sobre estas rocas.
Finalmente alcanzo el collado del Miradero, al pie de las Torres. Momento
para tomar alguna barrita energética antes de iniciar el retorno por el camino
habitual que desciende hacia Cuatro Caminos y Canto Cochino.
En primer plano, el collado del Miradero. A la dcha., las Torres; a la izq., al fondo, Peña Linderas |
A pesar de ser el camino habitual, y estar marcado con pintura blanca y
amarilla, hay que ir bien atento, pues es muy fácil perder las marcas, cosa que
vale más que no ocurra.
Las quebradas Milaneras van quedando cada vez más arriba.
Arriba, aislado en la cuerda de las Milaneras, se observa el Patriarca o Tres Cestos |
Arroyo de la Ventana. A la izq., el camino hacia el collado del Miradero; a la dcha. tras el vadeo, el camino hacia el collado de la Ventana |
Y así, entre líquenes y luna de mediodía, se cierra el círculo.