lunes, 30 de marzo de 2015

Caliz, Puente de los Poyos, Tres Cestos y Collado del Miradero. La Pedriza, un caudal de alternativas.

El río Manzanares abandonando la Pedriza
El incondicional vuelve tras sus pasos una y otra vez. Aprovecha las posibilidades del entorno y las combina a su manera acoplándolas a la estación y a su estado de forma y de ánimo, de manera que la novedad del conjunto encaje con él y él con ella. Abundancia de naturaleza agreste y escarpada a la disposición de la imaginación de cada cual.

El recorrido de hoy, deliberadamente zigzagueante y poco usual, posibilita la visita de varias de las formas rocosas más características de la zona. Combina tramos suaves y placenteros con ascensos muy  empinados y exigentes, requiriendo ir atento  para “no despistarse”, pues resulta muy fácil perder las marcas que se van siguiendo. Conviene tener presente que La Pedriza es un lugar intrincado y perdedor.

Ruta: El Tranco (960m) – Canto Cochino (1.050m) – El Cáliz (1.213m) – Collado del Cabrón (1.304) – Puente de los Poyos (1.616m) – Tres Cestos (1.764m) – Collado del Miradero ( (1.878m) – El Tranco. Resultando un circuito de 15 kilómetros salvando un desnivel acumulado de 1.060m de D+.

Día de sol radiante, primer fin de semana de la primavera. Las aguas del río Manzanares, bravas a tramos, discurren plácida y abundantemente cuando la pendiente es moderada. Todo resulta acogedor mientras voy aproximándome a Canto Cochino.

Una vez allí, me encamino por el bosque en dirección a la Charca Verde, bordeando, en la distancia, la cara Sur del Cancho de los Muertos. El ambiente es fresco a esta hora de la mañana; el evidente sendero discurre entre pinos y jaras.

Los rayos del sol se cuelan entre las ramas proyectando sus sombras. El ánimo se alegra.

Sé que para ir al Cáliz he de abandonar la senda a la altura de 1.160m, tras un par de acusadas curvas, la primera hacia la derecha y la segunda hacia la izquierda. Voy muy atento, pues no hay marca alguna que señale el punto en el cual hay que adentrarse entre las jaras.

Trocha intuida, que no indicada, que sigo por instinto, bosque arriba, hasta salir de entre los árboles. En la claridad distingo el pétreo Cáliz.

Lo bordeo, lo admiro y continúo la marcha hacia el collado del Cabrón. La intuición me guía, porque mojones no encuentro (alguno ya puse, para indicación de quien por aquí pueda internarse). 

Mirada hacia atrás y …… curioso cómo ahora el Caliz se asemeja a un extraterrestre.

Al fondo, la Cuerda de los Porrones o del Hilo
El caos de rocas se deja transitar, y cuando dudo, sigo la marcha de la procesión de las orugas, con cuidado de no disturbarlas, hasta dar sobre el camino que, desde el Cancho de los Muertos, se dirige al collado del Cabrón.


Encuentro a varios grupos de personas descansando en el collado; saludo y, sin detenerme, sigo la marcha por la senda de Icona que se dirige hacia los Llanillos.

Frecuentes ventanas en la vegetación permiten echar ojeadas a la “otra parte” de la Pedriza: Collado de la Dehesilla, el Pájaro, los Pinganillos, etc..

En un punto determinado un gran mojón, con inscripción incluida, invita a abandonar la senda e internarse en la parte izquierda del bosque, hacia el Oeste, en dirección al Puente de los Poyos.

El camino se empina considerablemente y, finalmente, allí arriba, se tiene la primera imagen del Puente.

El Puente de los Poyos es un gran arco natural de piedra. Un ventanal en cualquier dirección.

Alcanzo su base, traspaso su arco y continúo hacia las Milaneras; más concretamente hacia la brecha de Tres Cestos.


Fuerte pendiente por terreno abrupto por el que voy buscando el mejor paso. No quiero coincidir con el tramo de la Senda Termes al que llegaría si me dirigiera algo hacia la izquierda, en su lugar opto por derivar hacia la derecha, entre rocas y carrascas, por gran pendiente. De pronto me detengo, noto que soy observado, giro la cabeza, y la veo. Apenas unos instantes durante los cuales nuestras miradas se cruzan antes de que desaparezca, los suficientes para constatar el vínculo. Así que por allí es por donde he de continuar.

Y sí, siguiendo rastros de cabras, por donde mojones no hay, asiéndome a secas ramas, salgo finalmente a la brecha de Tres Cestos. Parche de pinar, lugar recoleto y aplanado, cambio de vertientes, donde se yergue la figura del Patriarca.

Abandono la soleada cara Este y paso a la Oeste. Zona de rocas donde cualquier sitio con sustrato es aprovechado por escuálidos arbolillos.

Pero también hay tramos arbolados por esta parte, reducidos y agrestes lugares de verdor y sombra sobre estas rocas.

Finalmente alcanzo el collado del Miradero, al pie de las Torres. Momento para tomar alguna barrita energética antes de iniciar el retorno por el camino habitual que desciende hacia Cuatro Caminos y Canto Cochino.

En primer plano, el collado del Miradero. A la dcha., las Torres; a la izq., al fondo, Peña Linderas
Los primeros metros todavía conservan la nieve del invierno. El agua fluye abundantemente por numerosos tramos del sendero que el deshielo ha convertido en pequeños torrentes, y se derrama lamiendo y mojando las redondeadas rocas graníticas por las que hay que pasar, obligando a ir con sumo cuidado para evitar resbalones.

A pesar de ser el camino habitual, y estar marcado con pintura blanca y amarilla, hay que ir bien atento, pues es muy fácil perder las marcas, cosa que vale más que no ocurra.

Las quebradas Milaneras van quedando cada vez más arriba.

Arriba, aislado en la cuerda de las Milaneras, se observa el Patriarca o Tres Cestos
Tras un rápido descenso alcanzo el arroyo de la Ventana, lugar de confluencia de ambos caminos, el del Collado del Miradero y el del Collado la Ventana. La abundancia de agua forma un apacible y amplio remanso que haría difícil conseguir pasar al otro lado sin mojarse.

Arroyo de la Ventana. A la izq., el camino hacia el collado del Miradero; a la dcha. tras el vadeo, el camino hacia el collado de la Ventana
A partir de este punto, enseguida alcanzo la Autopista, muy frecuentada a esta hora, y en poco tiempo más estoy de vuelta en el Tranco, tras haber realizado un recorrido en modalidad de “trote Pedricero”, que supone un reencuentro tras unos cuantos meses de esquí de travesía. 

Y así, entre líquenes y luna de mediodía, se cierra el círculo.



9 comentarios:

  1. He podido sentir el calorcillo primaveral y el murmullo de las aguas del deshielo. Ya falta menos! Un abrazo brother. Salud y montaña.

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  2. El "run - run" de la primavera es un bálsamo anti-entumecimiento que trataremos de mantener siempre en la mesilla, fresco y recién traído, para encarar el verano de forma suave y aligerados. Ya falta menos! Un abrazo brother. Salud y Montaña.

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  3. Te puse un comento (y últimamente hay problemas en tu blog para lo escrito, luego no aparece y se borra...raro raro) y como lo que escribo no se puede repetir por ser espontáneo...Lo siento...ya no lo recuerdo
    Salud, Libertad y roca, papel o tijeras

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    1. Flaca memoria la tuya que nos deja sin poder saborear lo que escribiste. Espontaneo y fugaz resultó ser lo que pusieras. Salud y Montaña, y a ir concretando Valentina, Sara, etc..y quien más apuntarse quisiere.

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  4. Aparcadas las tablas y vuelta a ese maravilloso cáos donde el desorden granítico es la muestra del perfecto equilibrio que marca la naturaleza. Recorrer corredores como el que va del Cáliz al Coll del Cabrón por la N de Peña Horcajo y C. de los Muertos, pasar bajo el Puente de los Poyos, o contemplar la Pedriza desde el Miradero, solo está al alcance de privilegiados capaces de encontrar en Pedriza lo que no hay en lugar alguno. ¡Buena jornada!. Un abrazo Carmar.

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  5. Pedriza intrincada, perdedora y adictiva. Ser su incondicional es un privilegio del que tú también eres partícipe. Supongo que nuestras apasionadas, pero sin embargo objetivas, descripciones de ese maravilloso caos granítico pueden abrir la puerta de muy gratificantes sensaciones, para quien esté dispuesto a gimnásticos pasos y a mantener los sentidos alerta para no desperdiciar detalle. Un abrazo, Rafa.

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  6. El invierno deja paso a la nueva estación, y con ello cambiamos de actividad y de material. Aún en la retina las salidas realizadas por las laderas boscosas de Valsaín, y el macizo del Peñalara. ¡Qué combinación de contrastes! Nada mejor que comenzar acercándose al territorio singular de La Pedriza, que no por conocido deja de resultar menos atractivo. Al contrario discurrir por sus veredas y descubrir sus callejones, collados, formaciones, y pasos magnetiza. Un caudal de ideas que iremos desplegando paso a paso. Salud y Montaña

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  7. El invierno deja paso a la nueva estación, y con ello cambiamos de actividad y de material. Aún en la retina las salidas realizadas por las laderas boscosas de Valsaín, y el macizo del Peñalara. ¡Qué combinación de contrastes! Nada mejor que comenzar acercándose al territorio singular de La Pedriza, que no por conocido deja de resultar menos atractivo. Al contrario discurrir por sus veredas y descubrir sus callejones, collados, formaciones, y pasos magnetiza. Un caudal de ideas que iremos desplegando paso a paso. Salud y Montaña

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    1. A caballo entre la nieve y el sendero, transitando por éste con el ojo puesto en aquella, como si no quisiéramos despegarnos del bello y gratificante manto que tanto nos ha dado este invierno, al tiempo que nos reencontramos con el prometedor espectáculo que iremos conformando poco a poco. Salud y Montaña.

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