El río Moros nace en la ladera del Montón de Trigo, en un lugar frondoso y bello en medio de un pinar primitivo y muy bien conservado. El agua aflora al exterior a través de discretas surgencias (Ojos), numerosas y poco caudalosas, que afloran desde dentro de la montaña, confluyendo en un cauce único que, descendiendo hacia el suroeste, se represa en un par de embalses que captan el agua de los distintos arroyos que surcan las laderas que conforman el valle del Río Moros.
Ojos del Río Moros |
El circuito que llevo “in mente” consiste en enlazar dos valles paralelos y bellos que constituyen la vertiente Sur de esta parte de la Sierra de Guadarrama: el de la Fuenfría, muy visitado y el del Río Moros, con acceso exclusivamente permitido a pie o en bicicleta, lo que hace que se mantenga virgen y solitario.
Comienzo la marcha a las 9h en el aparcamiento de Majavilán (1.375m), en las Dehesas de Cercedilla. A pesar de que no es demasiado temprano, hay poca gente.
Hace frio, así que me pongo al trote sostenido en pos del collado de la Fuenfría, siguiendo los puntos verdes sobre los pinos que indican la Calzada Romana. Es de los itinerarios menos frecuentados en subida, el entorno es fresco, por medio de pinar y se oyen los pájaros afanados en sus quehaceres; la cabeza divaga mientras las piernas y los pulmones van haciendo su papel. Sonrío ante el pensamiento de “un cristiano transitando por una calzada romana en busca del nacimiento del río moros” ¡Qué popurrí de culturas! La respiración va acompasada, frío ya no tengo, pero calor tampoco.
El sol mañanero proyecta sombras alargadas, a la par que va templando el ambiente. Se oyen voces distantes que llegan desde los otros senderos que finalmente confluirán más arriba, mientras en éste la soledad y el recogimiento acogen mis pasos como un sonido más del bosque.
Llego al Collado de la Fuenfría (1.792m), donde ya hay algunos andariegos y ciclistas. Sin detener la marcha apunto hacia la pendiente que hay que remontar para alcanzar la primera cima del día, el Cerro Minguete. Son unos 250m de subida tendida y cómoda con el sol a la espalda, cosa que hoy se agradece. Con el verano más entrado la sensación es bien distinta. Tampoco encuentro a nadie en este tramo.
Los pinos se retuercen y comienzan a escasear, estamos en el límite, 1.850m; a partir de esta cota, matas bajas de retama y piedras hasta alcanzar la cumbre.
En el cerro Minguete (2.026m) se amplía el panorama: el valle del Río Moros, a los pies, y la silueta de la Mujer Muerta enfrente, cerrándolo por el Oeste, mientras el cordal que desde esta cima baja hacia el Sur, formado por la próxima Peña Bercial y el más lejano Pico del Águila, lo delimita por el Este.
Mirando hacia el Norte, el Montón de Trigo (2.161m) se muestra apacible y próximo. Entre ambos el collado Minguete (1.992m), que atravieso rápidamente camino de su cima ¡Qué privilegiada atalaya de 360º! Vértice de valles sobresaliendo por encima de los extensos pinares que cubren las vertientes de Segovia y Madrid. El día se está mostrando espléndido. El frío de la mañana ha dado paso a unos agradables 15 grados al sol.
El Montón de Trigo, desde el Cerro Minguete |
La bajada hacia el Collado de Tirobarra (1.984m) desde el Montón de Trigo requiere un cierto cuidado en el primer tramo de pedrera. Mal sitio para encontrar roca húmeda, pero hoy no es el caso.
El aire sopla con fuerza en las proximidades del collado, a la derecha (al Norte), Segovia y los Pinares de la Acebeda, a la izquierda (al Sur), Madrid y el valle del río Moros. Tomo el claro sendero hacia la izquierda, que se dirige al valle.
Enseguida la senda se adentra en el pinar. Percibo súbitamente el silencio, atrás ha quedado el silbido del viento. Sólo se oye mi transitar. El bosque es antiguo, junto a esbeltos ejemplares se encuentran restos de otros ya extinguidos; el liquen colonizador y las ramas caídas contribuyen a realzar la impresión de naturalidad del ambiente.
El sendero discurre al pie de la cadena que une el Cerro Minguete con la Peña Bercial. Éstas al sol, aquel a la sombra. Vuelve a dejarse sentir el fresco, me abrigo el cuello.
Se escucha el rumor del agua, el bosque se va abriendo y enfrente aparece el verdor del claro en el que se encuentran los Ojos del Río Moros (1.800m). Surge el agua del terreno por varias fuentes a la vez, humildemente, pero sus caudales se juntan algo más abajo dando origen al río que da nombre al valle.
Ojos del Río Moros |
Hago un alto de contemplación, que aprovecho para tomar una barrita energética, tras lo cual, y con la decisión de volver a este lugar en otra ocasión, reemprendo la marcha en dirección al Collado de Marichiva.
Restos de troncos secos o en plena desintegración, rocas, hierba, ejemplares vigorosos, cubren la ladera, manteniendo el entorno primigenio por el que discurre el camino.
Enfrente, hacia la otra vertiente del valle, entre los árboles, la Peña del Oso, una de las que conforman el grupo de la Mujer Muerta.
Peña del Oso desde las proximidades del Collado de Marichiva |
Sin previo aviso la senda sale del bosque y desemboca en el Collado de Marichiva (1.753m). Pleno sol, un grupo de personas en animada conversación, dos perros ruidosos, interrumpen momentáneamente la fase de recogimiento que ha presidido la marcha hasta el momento. Queda la última subida del día, así que sin parar me encamino a la Peña del Águila por la buena pista que nace en el collado y cuya pendiente se encarga de ajustarme las cuentas y moderar mi impulso, hasta llegar, con ganas y menos brío que al comienzo, a la cima (2.008m). El calor, que ahora sí que lo hace, también pone su granito de arena.
Unos instantes de reposo, un buen trago de agua, algo de fruta, y un empiñonado que encuentro en la mochila (gracias Manuel), me devuelven las fuerzas que preciso para mirar hacia atrás, contemplar el paisaje de montañas que cierran el horizonte y emprender, ahora sí, el descenso hacia el coche, pasando previamente por el Collado de Cerromalejo.
Bajada entretenida, siguiendo el murete delimitador de provincias (Segovia – Madrid), para prevenir el paso de ganado de una a otra, hasta encontrar, en las inmediaciones del collado, los puntos rojos que indican dónde cruzarlo para lanzarse directamente en busca de las Dehesillas.
Empinada y buena senda que al poco desemboca en la pista Real. Al otro lado de la misma se ven los puntos rojos que marcan el inicio de un sendero que baja hacia Cercedilla. Para ir hacia las Dehesillas no hay que tomarlo, en su lugar, debemos remontar la pista (hacia la izquierda), pasar junto a una fuente y, tras aproximadamente 1km, encontrar el punto en el que dos postes de madera, con sendos puntos rojos en cada uno, indican el inicio del camino que ya nos dirige hacia el Hospital de la Fuenfría.
El descenso, todo él a la sombra, viene amenizado por buenas panorámicas de los Siete Picos, pendiente cada vez más pronunciada, tramos con piedras sueltas, y por fin carretera y aparcamiento.
Los Siete Picos |
Son las 2:15pm cuando llego al coche, que dejé a la sombra y encuentro al sol, tras haber realizado un recorrido circular de unos 16km, salvando un desnivel acumulado de 1.100m de D+.