La Sierra del Dragón. Cóncavo de Siete Picos |
El nombre proviene de su inconfundible silueta, ya que su cornisa está
jalonada por siete pequeños picos de granito que se ven desde bastante lejos y
que se asemejan al espinazo de un dragón. La línea de cumbres describe una C
orientada al sur (el Cóncavo de Siete Picos). Seis de estos pequeños picos
están en la parte más alta y el primero, el más occidental, está un poco
apartado (llamado Pico de Majalasna). El más alto de los siete es el que está
situado más cerca del puerto de Navacerrada, es decir, el más oriental, que
recibe popularmente el nombre de Pico de Somontano en honor al excursionista de
la Sociedad Alpina Garabandálica, Albino de Somontano quien, junto con
Herreros, trazó el recorrido que se sigue al pie de los siete picos. La senda Herreros transita por el que tal vez sea el enclave más
montaraz de esta parte de la sierra: el Cóncavo de Siete Picos,
la profunda depresión de más de seiscientos metros que compone la vertiente sur
de las siete cimas.
No estaba muy seguro el tiempo, de hecho se anunciaban tormentas a partir
de las tres de la tarde, así que decidí hacer una excursión “a la carrera” que
me permitiese estar de vuelta en el coche no más tarde de las 2pm.
Pocos metros antes de llegar al apeadero de Camorritos, en la carretera que
lo une con Cercedilla, sale hacia la izquierda una amplia pista de tierra con
la marca blanca y roja del GR-10, que atraviesa una zona de chalets, para acabar,
unos quinientos metros más adelante, en un lugar donde se puede dejar el coche,
junto a una barrera metálica que corta el paso (1.400m).
Inicio la marcha por el amplio y empinado sendero que se interna en el
bosque siguiendo las claras marcas del GR-10. El perfume de piorno en flor
prevalece en el ambiente.
Desde lo alto llega el percutir de un pájaro
carpintero sobre el tronco, a ráfagas: “toc, toc, toc, toc”; una tras otra:
“toc, toc, toc, toc”. Localizo el lugar, el pino del que viene el sonido, tengo
una visión fugaz del pájaro pero no logro enfocarlo con la cámara por más que
observo el árbol desde perspectivas distintas. El agudo “pica madera” se las
arregla para mantener siempre el tronco entre él y yo. Desisto y sigo el trote
cuesta arriba.
Alcanzo la pradera de Navarrulaque, desierta a esta hora, y sigo sin parar
hacia la de Majalasna guiándome por los puntos amarillos que hay sobre los
árboles. A mi derecha dejo el inicio de la Senda Herreros, por la que retornaré
luego.
Las piernas empiezan a enviar sus señales. La cabeza manda continuar
corriendo, el cuerpo pone sobre el tapete las exigentes dos semanas pasadas,
pidiendo un poco de consideración. En este “diálogo” alcanzo la pradera de
Majalasna, con el pico del mismo nombre al frente, el primero de los Siete.
Pico de Majalasna |
Bucólica praderita cuyo verdor realza aún más el amarillo de la flor del
piorno, sobre la que sobresalen los picos Primero y Segundo de la cadena.
Sobre la pradera de Majalasna, el Segundo Pico de Siete Picos |
Aprovechando una tregua piernas / mente me encaramo a la cima del pico de
Majalasna (1.934m). Nadie en derredor; amplios panoramas, nubes que siguen
creciendo, aire frío que combato con el cortavientos y una barrita energética
antes de volver a descender a la pradera y encaminarme hacia el bosquecillo de
altos pinos que se asientan al pie del Segundo de los picos.
Continúo al trote pero sin conseguir las buenas sensaciones habituales; el
entorno de árboles, enhiestos unos, torcidos otros, junto con la pendiente
aumentando considerablemente, parece reavivar la pugna entre mente y cuerpo que
había quedado temporalmente en suspenso.
Los argumentos de las piernas pesan cada vez más, lo mismo que éstas; la
cabeza pasa de “ordenar” a “dialogar”: --
<<Vale, de acuerdo, acabemos esta cuesta, que ya queda poco para alcanzar la
parte superior de la cuerda, y a partir de ahí iremos más tranquilos>>, y
así, burla burlando, me encuentro arriba. Decididamente mi forma de hoy no es
la mejor de todas, así que toca sufrir más de lo habitual.
Suerte que ahora ya sólo hay que ir llaneando por el sendero de la cara
Norte de la Sierra del Dragón, plano y bien marcado, abandonándolo tan sólo
para irme encaramando a los sucesivos picos que la componen.
Recorriendo el sendero al Norte de los Siete Picos, que se elevan como afloramientos rocosos. |
De entre ellos, el único al que no subo es al bloque inclinado que
constituye el número Cuatro, ya que requiere algo más que una trepada y no anda
hoy el ánimo para grandes gestas.
Finalmente accedo al Séptimo, el más elevado de la cuerda, con 2.138m, en cuya
cima, junto al punto geodésico, me pongo al resguardo del viento mientras tomo
algo sólido. Al Sur se extiende el Cóncavo de Siete Picos.
Cóncavo de Siete Picos, desde la cima del Séptimo. Al fondo, abajo, Cercedilla. |
Este risco, sin ser difícil de ascender tampoco resulta simple de descender,
especialmente en día tormentoso y fresco como el de hoy. La entente cordial que
mente y cuerpo habían alcanzado es puesta de nuevo en entredicho por la humedad
y verticalidad de la roca en algunos tramos, junto con el tiempo cada vez más
revuelto. Vamos, que me lleva un buen cuarto de hora yendo y viniendo al punto
geodésico de la cima para decidir por dónde bajar los escasos treinta metros de
desnivel que separan la cumbre del sendero en su base de la cara Norte. Una de
las cosas que más me repelen es el granito mojado.
La carrera me cunde camino de la Pradera de Siete Picos, a 1.900m de altitud,
lugar donde nace la Senda Herreros, justo frente a un claro hito divisorio de
las dos provincias: al Norte, Segovia; al Sur, Madrid.
Hito delimitador de provincias en la pradera de Siete Picos |
Comienza ahora la parte más complicada del recorrido, no sólo por lo
abrupto del descenso, sino por lo intrincado del sendero, que va sorteando los
barrancos y afloramientos del granito que se encuentran en esta ladera. Algunos
hitos y señales amarillas y blancas muy bien puestos ayudan a mantener el rumbo
correcto.
La Senda se interna en un vasto y primitivo pinar. El primer tramo va
perdiendo altura muy lentamente, discurriendo en el entorno de los 1.800m,
dando vista a lo “hondo” del Cóncavo.
En la parte baja del Cóncavo se distingue la vía del ferrocarril que une Cotos con Cercedilla. |
Por detrás la mole de la Maliciosa, y el cielo que sigue cargándose de
nubes, aunque la amenaza de lluvia parece que, afortunadamente, no se acaba de
materializar.
A lo largo del trayecto se aprecia la altura que las paredes del cordal de
Siete Picos alcanzan por su cara Sur, contrastando fuertemente con la placidez
de la vertiente Norte.
Bloque cimero del Cuarto pico, al cual NO me encaramé |
Cuando se llevan recorridas las dos terceras partes de la Senda, ésta
atraviesa un corto tramo de llambria granítica que, de encontrarla mojada o con
hielo, puede dar problemas, no es el caso hoy, para seguidamente emprender
abrupta bajada entre rocas, aunque de escasa dificultad.
Enseguida se alcanza una zona con la vegetación muy cerrada, donde abundan
los helechos. Es la surgencia del Arroyo de Pradillo, conocido como la Fuente
de los Acebos.
Tras cruzarla la trocha se interna en un robledal y enseguida se
transforma en camino amplio y plano, muy corredero, que desemboca en la Pradera
de Navarrulaque (1.650m) junto al cartel conmemorativo del diseñador y trazador
de la Senda Herreros.
Como mente y piernas continúan en el estado de armonía alcanzado tras destrepar
del Séptimo Pico, continúo la rápida carrera por la empinada senda que se
dirige a Camorritos. Se toman con gusto las fuertes pendientes y el tiempo
cunde.
Los jóvenes robles, afloran a la superficie cual arbustos
o árboles, formando su ramaje una bella cubierta bajo la cual alcanzo
rápidamente el coche a la 1:30pm,
Con el gusto de haber realizado una ruta poco
frecuentada que discurre por un entorno primitivo,
alternando laderas cubiertas por un espeso bosque de pino silvestre, con
pequeñas zonas de roble, donde el piorno es denominador común, alcanzando formaciones
caprichosas de granito a las que trepar resulta natural.