Cada cierto tiempo se da una
confluencia de circunstancias meteorológicas que provocan que el extenso pinar
de Valsaín, intrínsecamente bello, se cubra de una espesa capa de nieve y se muestre
magnífico, permitiendo su recorrido con esquíes o raquetas, y constituyendo un
espectáculo natural de primer orden.
Deambular por él deleitándose a
cada paso, en cada rincón, ajenos a la temperatura bajo cero, con los sentidos
llenándose de imágenes y de recogimiento, conforma un bagaje de impresiones que
se atesoran en el interior.
El recorrido de hoy es el
siguiente: Dehesa de Cercedilla (1.350m) – Puerto de la Fuenfría (1.796m) –
Pabellón de Casarás (1.711m) – Fuente de la Reina (1.650m) – Retorno por el
mismo itinerario, en sentido inverso. Soledad, espléndido bosque, desnivel
total en ascenso de 720m de D+ y 16 kilómetros de longitud. La recompensa vale
la pena.
La primera parte de la jornada,
en la vertiente madrileña, sube todo el valle de la Fuenfría sobre la traza de
la antigua calzada romana. Ascendemos por las sendas menos frecuentadas. A
veces oímos voces de algunos grupos en la distancia que se desvanecen tras
doblar un recodo.
Los paquetes de nieve sobre las
ramas de los pinos parecen amenazar con caer sobre nuestras cabezas ante
cualquier sacudida o golpe de viento.
Poco a poco vamos ganando altura,
estamos ya por encima de los 1.700m de altitud. Casi sin habernos dado cuenta
el paisaje ha cambiado. El entorno ha adquirido un tono blanquiazul donde la
nieve y el frío “mandan”. Nos aproximamos al Puerto de la Fuenfría.
El Puerto de la Fuenfría, a 1.796
metros de altitud, flanqueado por las montañas del Montón de Trigo (2.160m) y
la sierra de los Siete Picos (2.140m), respectivamente, está hoy barrido por un
viento no muy fuerte que incrementa la sensación de frío de los menos cinco
grados que marca el termómetro. Como apunte adicional mencionar que este
collado, paso del Camino de Santiago entre la vertiente madrileña de Cercedilla
y la segoviana de Valsaín, constituye el punto más alto de los caminos jacobeos
en el interior de la Península; su altura es superior a las de Somport,
Ibañeta, la Cruz de Ferro o El Cebreiro.
Todo está cubierto, de nubes el
cielo y de nieve el resto. Vale más mantenerse sobre las raquetas y los esquíes
so pena de hundirse en ella hasta las rodillas.
Buscamos refugio bajo el
improvisado abrigo que ofrecen las sobrecargadas y flexionadas ramas de un gran
pino. Al menos aquí el viento se siente bastante menos. Desde su interior oteamos el gélido entorno
exterior.
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Acogedor abrigo |
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Vistas desde su interior |
Tras un breve descanso salimos
del abrigo e iniciamos la suave bajada hacia la Fuente de la Reina. Sobre la
espesa capa de nieve tan
solo se oye el amortiguado deslizar de los esquíes y los secuenciales paso de
las raquetas.
Vamos rodeando la ladera Este del
Montón de Trigo, poblada por un denso bosque de pinos cubiertos por un grueso manto de nieve.
En contra de lo que pueda
parecer, en estas zonas en las que la nieve se acumula durante un periodo
prolongado, las plantas y árboles la utilizan como elemento protector para
protegerse del aire y la desecación que puede producirse por el hielo.
Distintos tipos de huellas dan fe
de los que merodeamos por estos entornos.
Sobre una loma próxima algo más
despejada, que se adivina unos metros
más arriba de una gran lazada del camino, se encuentran las ruinas del Pabellón
de Casarás o Casa de Eraso, construido en tiempos de Felipe II. Cuesta imaginar
cualquier bullicio de épocas anteriores en el paraje que hoy día, totalmente
cubierto por un manto de nieve virgen, tan solo transmite quietud.
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Pabellón de Casarás o Casa de Eraso |
En la distancia, desde este
pequeño altozano, damos vista a las grandes extensiones nevadas del pinar de
Valsaín.
Retornamos a la pista y
continuamos la marcha descendente hacia la Fuente de la Reina. El entorno es
gélido; agudas acículas de hielo cubren las ramas de los arbustos caducifolios.
Finalmente, aproximadamente a 1km
del Pabellón, a la vera del camino, alcanzamos la Fuente de la Reina, también llamada
de Matagallegos, de agua siempre muy fría, y más ahora.
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Fuente de la Reina |
No iremos hoy más allá. Sobre las
piedras que conforman su cuba nos sentamos. Aquí tomamos unas almendras y agua
a sorbos, que la garganta hay que cuidarla, antes de emprender el regreso.
Breves instantes de sol nos
animan, aunque duran poco. Hemos de retornar, que ahora toca cuesta arriba
hasta el Puerto de la Fuenfría y son pocas las horas de luz que quedan.
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Emprendemos el retorno; unos tomaron por la izquierda, nosotros tomamos por la derecha |
De regreso aparecen algunos
claros que casi permiten ver el puerto de Cotos y, a su izquierda, las Dos
Hermanas en el macizo de Peñalara.
A los lados van quedando los
blancos ejemplares disponiéndose a otra noche más cuando el sol se ponga
definitivamente.
Estamos ya alcanzando el Puerto
de la Fuenfría. Nadie en derredor. Hoy vamos nosotros “cerrando el monte”.
Una corta parada en el refugio del
árbol antes de empezar la bajada hacia la Dehesa de Cercedilla.
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Oportuno abrigo que nos vuelve a acoger temporalmente en el retorno |
El sol crepuscular, ahora en un
plano inferior al de las nubes, ilumina tenuemente la última parte del
descenso mientras deshacemos el tramo iniciado esta mañana.
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Vertiente de la Fuenfría |
Las imágenes recogidas más arriba son una pequeña muestra de lo que, fascinados
y con los sentidos alerta para no perder detalle, tuvimos la oportunidad de
contemplar mientras recorríamos los bosques de Valsaín y de la Fuenfría
maravillándonos a cada paso.