Tejo Milenario |
La sierra de Guadarrama depara gratas sorpresas a quien, rehuyendo itinerarios más frecuentados, opta por recorridos inusuales para alcanzar cimas y lugares bien comunes.
Una cosa tan normal como hollar las cimas de las Cabezas de Hierro (la Mayor: 2.383m y la Menor: 2.376m, respectivamente), dos cumbres enclavadas en la Cuerda Larga, y las segundas más altas de la Sierra de Guadarrama, puede transformarse en “un hallazgo” sin más que cambiar las coordenadas habituales.
En este sentido, si bien los itinerarios típicos hacia las Cabezas de Hierro parten del puerto de Cotos (1.830m) o del puerto de Navacerrada (1.858m), mi amigo Manuel y yo decidimos iniciar la marcha en la zona de la Isla (1.200m), próxima a Rascafría para, de esta forma, realizar un trayecto fuera de lo común que nos permita contemplar los Tejos Milenarios del Barondillo (Valhondillo), entre 1.500 y 1.800 años de antigüedad, localizados al noreste de la montaña de las Cabezas de Hierro.
Es temprano cuando emprendemos la marcha. Vamos a la sombra del bosque y de la cara Norte de la Cuerda Larga. El frío se deja sentir al pasar junto a la presa de Pradillo, mientras al fondo el sol ya toca en las partes altas.
El agua rebosa mansamente |
A los lados del sendero van apareciendo lo que resultarán ser las formas de vida que nos van a acompañar en el recorrido de hoy: rudos árboles pugnando por sobrevivir al paso del tiempo, cuyas raíces rompen cualquier roca con tal de seguir aportando la savia que necesitan.
Hacia lo alto, largos troncos elevan las copas hasta la luz del sol que completa el aporte de vida.
Y así vamos recorriendo la senda, junto al arroyo de la Angostura, hasta alcanzar el Puente de la Angostura. En este punto, sin cruzar el puente, tomamos el ramal de pista que tuerce pronunciadamente hacia la izquierda, alejándose del torrente cuya ribera veníamos siguiendo. Nos encaminamos hacia la Tejeda de la Cuerda Larga.
Al cabo de 1km aproximadamente abandonamos dicha pista para tomar un estrecho y difuso sendero que sube paralelo a las aguas del arroyo de Valhondillo, y que seguiremos a partir de este momento.
Al alcanzar los 1.600 metros de altitud topamos con una alambrada en cuyo interior se alza una cortina de verdor.
Cortina de hojas de tejo |
El rojo fruto del tejo aporta una diminuta nota de color al conjunto |
Nos encontramos frente a una gran concentración de tejos vetustos, ante cuya imperturbabilidad nuestra presteza se transforma en parsimoniosa contemplación y reverencia.
Los tejos (Taxus baccata) son unos árboles poderosos y longevos, a cuyo lado uno toma conciencia de lo efímero de la propia existencia.
Continuamos por trocha que se difumina de vez en cuando, cruzando varias veces el arroyo, cuyo cauce nos marca el sentido de la marcha. El bosque de pinos por el que ahora transitamos transmite una sensación de primitivismo que nuestros sentidos aprecian sobremanera.
Vamos subiendo, y pronto dejamos atrás el arbolado para encarar un pasto de altura con la silueta de la Cuerda Larga recortándose en el horizonte.
El curso del riachuelo nos sigue indicando la dirección a seguir. La sucesión de pozas constituye un regalo para la vista. Estamos a final de septiembre y el agua continua fluyendo.
Unos restos óseos sobre la roca,
junto con un picante olor cada vez más acusado, captan nuestra atención.
Al poco damos con la osamenta y la piel de una vaca que ha terminado su ciclo vital en estos parajes. El desasosiego inicial da paso al acatamiento de la naturaleza.
Unos metros más y localizamos la surgencia de las aguas a los 2.100m de altitud, algo por debajo de la Cuerda Larga, a cuya loma llegamos tras unas cuantas zancadas, colocándonos al pie de la cara Este de la Cabeza de Hierro Mayor.
La forma de herradura de la Pedriza, con el embalse de Santillana al fondo, constituyen un paisaje bien familiar para nosotros. Hemos alcanzado la Cuerda, y los 2.200m de altitud.
Subimos rápidamente hasta la Cabeza Mayor, donde un nutrido y vocinglero grupo de personas, que han accedido a ella desde Cotos o Navacerrada, hace que nos retiremos unos metros para tomar en paz unas almendras y un plátano, mientras contemplamos la siguiente parte de nuestro circuito de hoy.
Toca ahora subir a la Cabeza Menor, recorrer a la carrera la loma que la separa del Cerro de Valdemartín, para seguidamente bordear con algo más de tiento y pausa la parte superior del circo de las Cerradillas.
Atrás quedan las Cabezas de Hierro Mayor , Menor, y el collado de Valdemartín |
Descendemos posteriormente hasta entroncar con el camino habitual que viene del refugio del Pingarrón, encontrando retorcidos testigos de crudos inviernos.
Finalmente llegamos al cauce del arroyo de la Angostura, lugar donde nos detenemos para tomar una barra energética y bebida isotónica, antes de emprender una carrera sostenida por la buena pista que, tras unos 5 km, nos lleva de nuevo al Puente de la Angostura, punto en el que cerramos el círculo que iniciamos hace algunas horas.