Bola de Navajuelos |
Un recorrido circular "por todo lo alto". Piedras enormes, aire
limpio, paisajes y formas surrealistas, extraordinaria composición de rocas
pulidas y redondeadas, intrincados recovecos, ocasionales explosiones de color.
La más gimnástica y exigente de las excursiones de la Sierra de Guadarrama es
también una de las más hermosas.
Recorrido ideal para realizar cuando las ganas y la forma física se
encuentran en zona de máximos. Por su longitud, su desnivel y los rincones que
se visitan, es la ruta reina de La Pedriza.
Manuel la propone, yo la acepto sin titubeo y a las 8h iniciamos la marcha
en el Tranco; Por delante unos 18km siguiendo la Senda Termes, salvando un
desnivel de 1.300m de D+.
Tranco - Yelmo - Collado de la Dehesilla - Jardín de Navajuelos - Pared de Santillana - Collado de la Ventana - Pedriza Posterior / Las Torres - Collado del Miradero - Las Milaneras - Jardín de la Campana - El Pajarito - Collado del Cabrón - Canto Cochino - El Tranco.
Comenzamos a buen ritmo la empinada subida hacia el Mirador del Tranco y la
Gran Cañada. A la derecha, las primeras luces de la mañana, a la izquierda, las
últimas sombras en retirada, de frente, la fuerte pendiente. Sucesión de moles
graníticas cuyos contornos incitan a personales asociaciones mentales.
Al fondo se deja ver la Maliciosa |
Al final, explosión de luz dando paso al desafiante paredón del Yelmo.
Cara Sur del Yelmo |
A
medida que contorneamos su base, en dirección al Acebo, mis recuerdos divagan
por las distintas ocasiones en las que escalé algunas de sus vías con los dos
compañeros de cordada que tuve hace ya tiempo. Mi hermano el primero de ellos,
y el segundo, Manuel S. cuya compañía se desvaneció hace años.
Allí donde la mirada se posa descubre formas que siempre estuvieron y que
hasta ahora no habíamos enfocado. Arcos sustentados bajo los cuales la senda no
pasa pero nosotros sí.
Damos vista al tramo siguiente, a la Pedriza posterior. Apilamientos
rocosos entre los cuales ni se vislumbra la traza de la senda que los atraviesa.
Descendemos velozmente al collado de la Dehesilla para, sin pausa, encarar
la exigente subida hacia el risco de Mataelvicial.
Mientras nosotros ascendemos a ras de tierra, entre robles, brezos y
encinas, por encima, sobre el colosal granito, otra pareja, de diferente especie, también deambula.
Encantador rincón el del jardín de Navajuelos. Pétreo conjunto de formas y
siluetas especialmente dalinianas y bellas que atravesamos con quietud y
recogimiento, imbuidos del fresco entorno por el que nos movemos.
Jardín de Navajuelos |
Entramos en el bosque que precede a la Pared de Santillana. Trepamos o
reptamos cuando el guión así lo exige. Son las características de la Pedriza.
Llegamos al collado de la Ventana. Un breve alto para compartir un plátano
y beber un trago de agua. A la vista, “al otro lado”, el collado del Miradero,
por delante la inmersión en el límite de la Pedriza Posterior, hacia las
Torres.
Desde el collado de la Ventana, vista hacia el caos de la Pedriza Posterior |
Caos granítico repleto de sube y bajas, asomándonos a los callejones y
bosques de la Pedriza, hasta llegar al Comedor de Termes, lugar en el que ya se
acaba el subir; la silueta del Dedo de Dios, amagada tras las Torres, pasa
desapercibida si no la conoces.
El Dedo de Dios |
Descenso rápido hasta el collado del Miradero. Nuevo refrigerio mientras la
vista se posa en el collado de la Ventana, donde estábamos no ha mucho rato. Reponemos
energía en forma de barritas y bebida isotónica antes de reemprender la marcha
en dirección a las Milaneras. Las nubes se van consolidando y no es buen
terreno el que viene para afrontarlo con roca mojada. Trote ágil y adelante.
Van abriéndose las nubes y, además, ya tenemos al alcance el collado de
cambio de vertiente. El “Gran Patriarca” nos espera.
Tres Cestos o El Gran Patriarca |
A partir de aquí hemos de ir atentos a no perder las marcas (amarillas y
blancas) y los hitos. El bosque es espeso, las rocas son llamativas,
incitadoras para treparlas, pero vale más seguir los mojones si queremos evitar
embarques incómodos.
El fondo de la Pedriza se muestra en la lejanía; bordeamos contornos caprichosos,
seguidos de algunos destrepes atléticos, innecesariamente asegurados con
cadenas de “nuevo cuño” que distorsionan lo natural, dando paso al enmarañado
bosque por cuyas empinadas pendientes descendemos cual “Tarzanes”, asiéndonos de las ramas mientras
agradecemos no haberlo realizado en subida.
Las altas Torres van quedando atrás mientras descendemos por el bosque |
Dejamos atrás el laberinto de rocas y robles accediendo a un pinar más
esclarecido por el cual subimos unos 50m hasta entroncar con las marcas y senda
que nos conduce hacia el jardín de la Campana. Cerrado lugar entre los riscos
de la Campana, la Vela y el Pajarito, donde se acumulan troncos de grandes
pinos, derribados y secos, junto con los enhiestos ejemplares, confiriéndole el
aspecto de un cauce por el que hubiera discurrido una feroz riada, no siendo
éste el caso, ya que por la zona no hay ni rastro de agua.
Enfilamos el estrecho canalón que se desprende pegado a la pared Este del
Pajarito,
Sobrio rostro indiferente al colorido serbal |
en dirección al collado del Cabrón, en el que hacemos un alto para
tomar la última ración de energía de la jornada. Hasta aquí todo ha sido
trepar, destrepar, subir, bajar, reptar entre peñascos, descolgarnos por
pendientes laderas boscosas; a partir de ahora toca descenso a la carrera hasta
la Autopista, continuación hasta Canto Cochino, sortear después el denso
tráfico humano que acompaña el curso del río Manzanares por su ribera
izquierda, para llegar de nuevo al Tranco a las 14:30h.
Momentos para estirar adecuadamente, tomar un buen bocadillo e hidratarse
(cada cual a su gusto) y marchar luego sonrientes de vuelta a casa, tras haber
completado un circuito clásico de la Pedriza que no puede dejar de realizarse o
repetirse cada cierto tiempo, preferiblemente con roca seca. Nunca defrauda,
siempre exigente y ofreciendo lo mejor que el entorno atesora.
Bosques y riscos de la Pedriza Posterior |
Circunnavegación del territorio pedricero pleno de vericuetos, subidas y bajadas. No hay tiempo para relajarse, no sólo porque el terreno lo exige sino también porque el entorno invita a mirar, fijar y descubrir nuevas perspectivas. El contraluz crea figuras fantasmales. Contraste de rocas y humanos. El día ofrece cambios de atmósferas, que colorean el granito con una paleta variada. Las nubes amenazadoras están a veces cerca, y otras lejos. Nuestro ritmo no decae. Un ojo sobre la marca que traza la ruta, y otro sobre el posadero de los pies. Las sensaciones van en aumento. Terreno conocido, y encuentros inesperados. Siempre algo nuevo. Delicioso recorrido que permite saborear un plato exigente. Ligeros pero con conocimiento. En silencio cuando el lugar lo pide, y verbalizando cuando estimula. Salud y Montaña
ResponderEliminarTan sólo merece la pena hablar cuando el comentario es mejor, o cuanto menos complementa, el sonido del entorno natural. Así, de esta forma, nos integramos en la integral y percibimos plenamente sus sensaciones ¡Cómo disturban el encanto los ecos de la ciudad traídos a la naturaleza! Salud y Montaña.
EliminarHace tiempo que rutas como esta o la CL no me ilusionan (lo bueno de la montaña es que cada uno busca en ella lo que necesita o desea), lo que no quita que me alegre por la gente que las hace, y disfrute con sus vivencias. Solo me queda felicitaros por esta gran ruta que habéis realizado.
ResponderEliminarUn abrazo
Encuentro distintas la CL de la Integral. Lo que ésta tiene de variada aquella lo tiene de monótona, pero ambas son unas "clásicas". Coincido contigo en que lo bueno es encontrar en la montaña lo que cada uno busca, según su estado de ánimo en cada momento. Gracias por tu comentario, que ya empezaba a echar de menos. Salud y Montaña, amigo Rafa.
Eliminar