La Sierra del Valle desde la vertical Sur del Puerto del Alacrán. De dcha a izq, la Serradilla, Lanchalisa y Mojón Cimero |
La Sierra del Valle posiblemente sea el tramo menos frecuentado de la
prolongación oriental de la Sierra de Gredos. Se trata de una loma rocosa de la
que van sobresaliendo las distintas cimas: la Serradilla (1.985m), la segunda
más elevada de la Sierra; Lanchalisa (1.948m), la más aérea y entretenida; y el
Mojón Cimero (1.903m), justo antes del solitario Puerto del Alacrán. Piorno y
granito crean un entorno agreste pero transitable, a lo largo del cual el
amplio panorama permite divisar el lejano Oeste del Circo de Gredos, mientras a
los lados del cordal vamos contemplando las abruptas laderas del Sur, cubiertas
de frondosos bosques, y las menos pendientes del Norte. En suma, pocas trazas
humanas, más de ganado y amplia soledad para recorrer.
Son las 9h cuando comenzamos la marcha habiendo dejado el coche en
Majallana, en una pista que, en el entorno de los 1.075m de altitud, discurre
paralela al trazado de la Sierra. Pasamos de largo un desvío con cartel que
señala “La Serradilla” porque vamos buscando el inicio de una senda que, desde
las proximidades del vecino embalse de Piedralaves, asciende por entre robles
centenarios hasta el Cerro de la Sarnosa.
Discurre nuestro caminar entre pinos, robles y castaños,
Castaño en flor |
Hasta que, recorridos un par largo de kilómetros, nos encontramos de frente con una persona que viene caminando en sentido contrario. Le preguntamos por el sendero, nos mira como no
entendiendo la pregunta y después nos dice que lo que él conoce es: …… el
desvío hacia la Serradilla que voluntariamente nos hemos dejado atrás. Para no
alargar demasiado la explicación, decir que volvemos sobre nuestros pasos,
tomamos la dirección del cartel y emprendemos la empinadísima subida a través
de bosque, siguiendo una trocha que luego se esfuma,
Sin senda, pero contentos |
Para acabar ascendiendo
monte a través hasta alcanzar un montículo situado justo a unos 400m a la
izquierda de donde queríamos llegar: el Cerro de la Sarnosa (1.528m). Por fin estamos
encaminados. Con una cierta deriva, eso sí, y con unos cuantos kilómetros
adicionales en las piernas también, pero ya con todo en su sitio.
A partir de aquí el bien indicado sendero se enfila hacia la Majada de la
Serradilla, lugar donde el ganado pasta apaciblemente a la vista del Portacho
del mismo nombre.
Al pie del Portacho de la Serradilla se hace cola para comer. |
Desde el Portacho de la Serradilla (1.855m) enfilamos hacia el Oeste por en
medio de espesos piornos y sin senda, procurando evitar engancharnos con los
tramos caídos de alambre espinoso disimulado por la vegetación.
Con ser el más elevado del tramo, el pico de la Serradilla no es más que un
punto alto de la Sierra, sin apenas relevancia, pero constituye un buen otero
desde el que mirar.
Desde la cima de la Serradilla, al fondo, en la lejanía, se divisa el Circo de Gredos |
Por delante y hacia el Oeste, la fácil loma se deja caminar con rapidez y
nos aproximamos al Lanchalisa, conjunto de picachos graníticos que se elevan
airosos a la par que el cordal se estrecha sobremanera, con empinada ladera al
Norte y muy abrupta al Sur. Sin ser difícil, resulta la parte más entretenida
de la ruta, a lo largo de la cual nos deleitamos con sus rincones y realizamos
las trepadas a las puntas.
Grupos rocosos del Lanchalisa |
Los mojones
guían la marcha que transcurre próxima al filo, alternando ambas vertientes y
evitando las laderas enmarañadas con densos piornos.
Desde el último picacho del Lanchalisa, a nuestros pies, el valle del Tiétar. |
Tras dejar atrás el Lanchalisa alcanzamos el Mojón Cimero.
Atrás queda el Lanchalisa |
El sol aprieta
de lo lindo; la deshidratación va haciendo mella,
Cada cual se cobija del sol como buenamente puede |
Y nuestra mente va fija en
llegar al Puerto del Alacrán, teñido de amarillo y verde de piornos en flor,
porque hay fuente unos metros por debajo de él.
El Puerto del Alacrán, teñido de amarillo, visto desde el Mojón Cimero |
Descendemos envueltos por el perfume que desprenden las flores.
Pasamos sin
apenas detenernos junto al cartel de madera que indica el nombre del Puerto
(1.773m) y continuamos bajando por una senda que se interna entre las matas,
más altas que nosotros mismos. Polen, sudor y sed, por entre los desmesurados y
bellos piornos, zigzagueamos vereda abajo contribuyendo con nuestros cuerpos y
zarandeos a la polinización de los arbustos.
Conseguimos coger algo de agua terrosa de la minúscula fuente, insuficiente
para calmar la sed que nos acucia pero válida para continuar en pos del bosque
que ya está cerca.
Una vez entre los árboles, agradecemos la sombra, titubeamos en un claro
hasta reencontrar las marcas amarillas y blancas, y por fin, a los 1.350m de
altitud, entre los pinos, ¡Damos con una abundante fuente! que calma nuestra
sed y de la que nos aprovisionamos para el resto de la bajada. Las cosas se ven
ya de otra manera.
Marchamos apaciblemente, a la sombra de los pinos; en la lejanía quedan los
riscos del Lanchalisa. No hace tanto andábamos por allí.
El fresco bosque huele a pino y a helecho.
Atrás quedan las montañas perfilados sus contornos por sol del atardecer,
Mientras
nosotros nos aproximamos al final de un circuito que ha supuesto 20km de
recorrido, salvando un desnivel total en ascenso de 1.175m, por un lugar muy
poco transitado y con una naturaleza primitiva y acogedora que invita a
quedarse y a la que sin duda habrá que volver.