Si bien las vías más habituales
para ascender al Moncayo discurren por la cara Norte, Eduardo y yo, buscadores
de lo inédito y exploradores de lo intrincado, optamos esta vez por alcanzar su
cima por la vertiente Sur, desde la Cueva de Ágreda, subiendo por el barranco
de las Majadillas, siguiendo el arroyo del mismo nombre, y atravesando el
extenso robledal que cubre esta ladera desde la base hasta los mil seiscientos
metros de altitud.
De nuevo nos interesa el recorrido
más que la propia cumbre. Trescientos metros de anaranjada franja arbórea
otoñal, seguidos de otros trescientos de pinar y vegetación de bajo porte que, junto con
la falta de senda alguna, constituyen una de las zonas más bellas, montaraces y
poco frecuentadas de la cara "oculta" del Moncayo.
Son las 9:30h cuando comenzamos
la marcha en el prado de la Dehesa (1.300m), apenas a 1km de la Cueva de
Ágreda, cruzamos un puente de madera y nos internamos en el marrón anaranjado
de los robles.
De los distintos cursos de agua que componen el arroyo de las
Majadillas, elegimos seguir siempre el de más a la derecha en dirección subida.
El trazado del mismo va en dirección NE, al pie del cerro de los Colladejos,
buscando salir en altura entre éste y el cerro de San Juan.
Al fondo, el cerro de los Colladejos |
Vegetación cerrada de transitar
difícil junto al torrente, o imposible en cuanto te alejas algo del mismo.
Alfombra de lobuladas hojas que
amortiguan nuestros pasos; atención constante a las ramas que, apartadas por
quien abre la marcha, recuperan violentamente su posición inicial tras el paso
de éste.
Ojos extasiados por el color del
otoño.
La mirada detenida momentáneamente ante los saltos y pozas de unas aguas cristalinas cuyo rumor nos acompaña en todo momento.
Cauce de arroyo, hilo conductor
que nos va marcando el ascenso, algunas trazas de animales que por aquí pasaron
u hozaron, ocasionales y breves trochas, terreno por el que vamos avanzando no
sin dificultades.
Finalmente el robledal se aclara
y da paso al pinar. La vegetación se esclarece. Seguimos sin rastro de traza,
fieles a nuestro hilo conductor que vadeamos en alguna que otra ocasión
(siempre nos parece, erróneamente, que al otro lado se andaría mejor).
Dejamos atrás los robles |
Sobre el pinar, el cordal que une las cimas superiores |
Seguimos el curso del torrente |
Tanteando el mejor paso |
A la altura de los 1.900m salimos
a terreno abierto. Por detrás, la vegetación; por delante, hasta la loma cimera,
terreno pedregoso de fácil caminar por donde encontramos, ahora sí, algún que
otro mojón, a nuestro juicio innecesario tras la agreste fronda que hemos
atravesado.
Desde la pedrera observamos el robledal y el pinar que hemos recorrido |
Las piernas acusan el esfuerzo realizado
¡Una barrita energética y hacia la cima que ya está al alcance!
Salimos al cordal casi junto al
cerro de San Juan, que queda a nuestra derecha, incorporándonos al trillado
camino de la vía normal que lo une al Moncayo o cerro de San Miguel, cuya
venteada cima alcanzamos sin dificultad (2.316m).
Pelada y venteada loma cimera. Al fondo, el Moncayo o cerro de San Miguel |
Concurrida cima en la que se aprecian los muretes de los "apriscos" |
Ajustamos las zapatillas,
cerramos hasta el cuello el cortaviento y a correr cuesta abajo, que ahora sí
se puede.
Retrocedemos por la pelada loma
hasta encontrar las señales rojas y blancas que, en dirección E – O marcan la
senda para descender a enlazar con el GR 86 que, bajando desde el Collado de
Castilla, acompaña al arroyo de los Corralillos, en su parte alta, y al río de
Trasmoncayo en su parte inferior.
Desde el cordal, tomamos las señales blancas y rojas, hacia el Sur |
Terreno abierto, vegetación baja,
buen sendero por el que la marcha cunde. Constatamos que ya estamos por debajo
de la cota del Collado de Castilla, visible a nuestra derecha.
Cómodo descenso por el amplio barranco de Trasmoncayo |
El río de Trasmoncayo fluye mansamente |
Alcanzamos el borde del robledal,
nos quedan unos 400m de descenso. Nueva inmersión en el anaranjado otoño, solo
que ahora sí hay camino, y bueno. Vamos muy rápidos.
Atrás quedan el collado de Castilla y el cerro de San Miguel |
Entramos en el robledal |
Llegamos al final del bosque, se adivina la
población.
Salimos del arbolado, enfrente la
gran Cueva de Ágreda.
Cueva de Ágreda |
Toca ahora recorrer un kilómetro
final de carretera hasta el coche ¡Qué duro resulta el asfalto!
Repetidas miradas hacia esta cara
“oculta” del Moncayo, que para nosotros no lo es en absoluto, por la que hemos
deambulado, recorriendo uno de los barrancos menos transitados y más selváticos
de la zona, el de las Majadillas.
Sigue el otoño pintando estas
masas arbóreas caducifolias mientras nosotros emprendemos el retorno a Zaragoza
con los sentidos rebosantes de naturaleza y las piernas cansadas tras haber realizado un recorrido de 14km, con un desnivel total en ascenso de 1.100m.
Prado de la Dehesa en la falda Sur del Moncayo |
Hola Carmar.
ResponderEliminarLa cara oculta del Moncayo, tiene lugares mágicos y poco transitados como este, y decir poco transitados, ya es decir mucho, tanto la ascensión por las Majadillas, como el descenso por el GR.86, no nos encontramos a nadie.
El robledal es una pasada, pocos habrá tan frondosos, además nos lo encontramos en el punto perfecto, ya poco me queda por enseñarte de esta zona, habrá que buscar nuevas ubicaciones para correr por ellas.
Un saludo
Mucho otoño hemos podido aprovechar de este Moncayo, suficiente como para que los recuerdos y colores se agolpen en nuestra mente. Es hora pues de buscar nuevas localizaciones, de hecho un par ya hay sobre la mesa. Veremos cómo se porta el tiempo y seguiremos correteando por esa naturaleza que tanto nos atrae. Salud y Montaña.
EliminarPreciosas fotos y relato, capaces de transmitirnos no sólo la imagen, sino también olores y sonidos. Bello el otoño moncahino. (Manumar)
ResponderEliminarOtoño y bosque caducifolio forman un binomio de hermosura difícil de batir. Y hay que aprovecharlo, porque es breve el lapso de tiempo en el que coinciden. Salud y Montaña, brother.
EliminarEsa primera foto es estupenda, refleja muy bien todo cuanto se puede sentir, ver.
ResponderEliminarUn día para el chubasquero ligero.... :)))´
Chubasquero ligero, piernas ligeras y .... Zancadas Ligeras :))))) Un abrazo, dilecto Deicar.
Eliminar:)´
EliminarVeo que seguís con el monográfico del Moncayo, cada vez por sitios más intricados........menudas fotos, qué pasada, pillastéis el robledar en su punto de color idóneo, sin duda alguna la ruta estaba por encima de la cumbre. Un saludo a los dos!!!!
ResponderEliminarEl mono del Moncayo se está pasando con el mono - gráfico que hemos hecho Eduardo y yo. No hay que desatender nunca la ruta en favor de la cumbre; todo forma parte de la vivencia del recorrido. Salud y Montaña, Rubén.
EliminarEl Silencio de los Robles
ResponderEliminardetiene el tiempo.
Pasalobos recoge tus pasos
Mientras recuerda
aullidos de otro tiempo.
Los Ojos del Agua
reflejan formas
que esperan al tiempo.
Que el murmullo
de los Bosques Viejos
te acompañe
todo el tiempo.
De un golpe se abrió la puerta,
Eliminary con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de vasto saber infundido.
Este pájaro de ébano
enriqueció mis experiencias
con la atenta y serena glosa,
plena de conocimiento, que vertía.
(E. A. Poe, remedo)