Algunos de los barrancos del entorno, contemplados desde las alturas |
El tiempo revuelto e incierto es
una buena razón para seguir explorando las estepas yesíferas de los alrededores
de Zaragoza. Así que hoy, tras el menú degustación de la pasada ocasión, toca
la especialidad del lugar, el plato fuerte de los barrancos.
Una cosa es conocer sus nombres,
haber leído las descripciones; y otra muy diferente es ubicarse correctamente
una vez que uno se interna en el laberinto de barranqueras.
La idea es recorrer unas cuantas,
encadenando subidas y bajadas, para acumular un buen desnivel, a la par que voy
explorando y cartografiando mentalmente la zona.
Dejo el coche en el parque de
María de Huerva, pocos metros después cruzo el río y continúo por una buena
pista, sin hacer caso de las de menor rango que surgen a derecha e izquierda
(ya empieza el lío de las distintas opciones), hasta alcanzar el petroglifo
característico que se encuentra seguidamente.
Éste, cual rosa de los vientos, parece
señalar con cada uno de sus brazos las distintas entradas a los sendos
barrancos que confluyen en el punto donde está ubicado y que, indefectiblemente
acaban, con mayor o menor dificultad, en la meseta superior de la Plana, a la
cota de 750m.
Iba con el propósito de enfilar hacia
el barranco de la Sal, siguiendo muy atentamente la precisa indicación que Manumar
da en su referencia: “antes del gran Bisonte”. Pero vamos, que debí de tomar
cualquier otra por la que fui ascendiendo, que derivaba persistente y empinadamente
hacia Cadrete, alejándose de la Plana. Lo cual constaté cuando, a la altura de
los 600m, tuve la perspectiva completa. Así que busqué y encontré una mínima
trocha por la que pude retornar hasta el petroglifo. Primera subida del día, y ahora
voy a por la segunda (desestimada ya la del barranco de la Sal).
De nuevo en el petroglifo, continúo
por la senda y esta vez alcanzo el otro punto característico de la zona: el
Bisonte.
Inicio la carrera por la senda
que conduce al barranco de la Balsa. Al poco de dejar atrás el Bisonte, y a
mano izquierda, se abre la entrada del barranco de Nisupu. Angosto y salvaje,
con continuos quiebros, mantiene clara orientación hacia el Sur-Este.
Senda que
serpentea entre rotos cortes de yeso, sorteando algún que otro pino y ganando
altura rápidamente.
Una vez alcanzado el cordal
superior, con la posibilidad de ver el conjunto, observo claramente la deriva y
separación que hay con el cabezo del Sillón, justo enfrente y al fondo.
Está bien, si lo que quería era correr
ya puedo seguir haciéndolo. Unos cuantos metros más y alcanzo la Plana.
Llegando a la Plana. |
Vista desde el borde de la Plana, hacia los barrancos. |
Así
que, Plana adelante, hacia el Sillón, en busca de la conexión con el barranco
de la Balsa.
La conclusión tras este largo
tramo llano por la Plana es que, una vez en ella, conviene acceder cuanto antes
a la pista que viene de Cadrete; ya que si no se hace, y se sigue el perímetro
que da vista a los barrancos, se consiguen dos cosas: la primera, hartarse de
patear rastrojo con un montón de piedras de tamaño mediano, poniendo a prueba
los tobillos; la segunda, buena kilometrada por el terreno susodicho, siguiendo
el muy sinuoso perímetro. Así que, en mi caso, cuando me cansé del rastrojo
decidí ir a buscar la pista que, si bien unos cientos de metros más allá, por
lo menos después sigue la línea recta. En cualquier caso, ¡Una “jartá” de Plana,
con los molinos de viento zumbando alrededor incansablemente!
Paso por el punto geodésico de
Salinas, dejo de lado las ruinas de una antigua edificación y por fin encuentro
una entrada de trocha en el pinar que ya me permite ver, en la distancia, la
senda que iba buscando y que marca el descenso hacia el barranco de la Balsa
¡Menudo trecho todavía!, pero ya voy orientado.
Los paisajes siguen siendo
agrestes y los cortados sobresalen entre los pinos.
La senda que surca el cordal en
dirección al barranco de la Balsa es aérea y estrecha. Se va por el mismo filo
de la loma. El yeso hace suave y amortiguada la carrera.
El descenso a la cabecera del
barranco es muy pendiente, por unas profundas torrenteras en las que cabe la
pierna hasta la altura de la rodilla.
Una vez abajo solo me queda recorrer
el barranco en su totalidad, hasta el Bisonte, sorteando las diversas terrazas
yesíferas y pequeñas pozas que voy encontrando.
El invierno hace que hasta los leñosos
arbustos tomen el color de los estratos rocosos.
Es tarde y ya no es el momento de visitar el castillo. Otro día tocará.
Complicada y serpenteante orografía, siempre llena de misterios y sorpresas. Esa es la mejor forma de conocerla, adentrarse y descubrir.....es probable que algún día también te encuentres por estos barrancos con familiares de tus amigas "pedriceras", las "hispánicas"
ResponderEliminarAtento voy a ellas desde que me lo dijiste, pero de momento, ni rastro ni restos he visto. A ver si conseguimos alguno sacarles la primera fotografía, que será un "puntazo". Salud y Montaña, brother.
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