Cordal de la Mujer Muerta, desde el Camochín |
La Mujer Muerta, alineación
montañosa perteneciente a la Sierra de Guadarrama, se yergue sobre la llanura
segoviana y constituye la mitad oriental de un cordal que, pasando por el
Puerto de Pasapán, continúa extendiéndose hacia poniente terminando en el pico
de Quintanar; a esta segunda mitad occidental del cordal se le conoce como la
Sierra de Quintanar. En la vertiente Norte: Segovia; en la vertiente Sur: el
valle del río Moros.
Mi amigo Manuel y yo, abundando
en nuestro interés por recorrer la Sierra de Guadarrama por itinerarios
inusuales, seguimos seleccionando “las vertientes Norte” de la misma, y sus
bosques. Transitar entre los árboles en verano tiene la ventaja de ir a la sombra,
pero cuando los fríos comienzan conviene abrigarse bien.
El circuito de hoy, en síntesis,
incluye lo siguiente: Salida desde el Aparcamiento Cine Panorámico de Revenga
(1.121m) - Cerro
de la Muela (2.000m) -
La Pinareja (2.194m) -
Peña del Oso (2.196m) -
Pico de Pasapán (2.001m) -
Puerto de Pasapán (1.843m) - refugio
en ruinas de la Majada Pielera (2.004m) -
Cerro Camocho (1.965m) -
El Camochín (1.928m) -
Peña del Hombre (1.807m) -
Estación de ferrocarril de Otero de Herreros (1.150m).
Por delante unos 21km de
recorrido y un desnivel acumulado de unos 1.300m de D+.
El día se presenta claro y
diáfano. Hace frío cuando a las 9 de la mañana comenzamos la marcha en el
aparcamiento del Cine Panorámico (situado
en el km 81,6 de la CN 603; Segovia-San Rafael).
Caminamos por la carretera unos
pocos metros, en sentido hacia Segovia, hasta encontrar un acceso hacia el
monte. A partir de aquí la senda se sigue bien hasta llegar a la Cañada Real
Segoviana (que discurre paralela entre la carretera y la sierra).
Cruzada la Cañada las trazas de
senda y nuestra intuición nos llevan a internarnos en el bosque de pinos,
manteniendo a partir de aquí una deriva constante hacia nuestra izquierda.
Queremos ganar la máxima altura posible entre árboles, antes de salir al canchal
granítico que se extiende al pie de la Pinareja.
Bien abrigados, y a la sombra, pasamos
junto a diversas siluetas que se alzan sobre el suelo.
Vamos poniendo mojones y
aprovechamos los claros para recomponer el rumbo. El suelo resbaladizo y los
arbustos blanquecinos confirman la presencia de escarcha.
Ascendemos entre los pinos sobre
acolchado humus y por pendiente muy empinada. A pesar del frío llevamos la cara
perlada de gotas. Por fin vemos cómo la luz se cuela por entre los árboles indicándonos
dos cosas: el fin del bosque, y la inminente llegada al confort del sol.
Abajo, en la llanura, Segovia y
el embalse de Revenga.
Finalmente llega el momento que
hemos tratado de posponer al máximo: “la salida al canchal”. Suerte que nuestra
deriva nos ha llevado por la zona donde el bosque llega hasta lo más arriba de
esta vertiente Norte, los 1.850m. Por delante, y hasta casi la cima del Cerro
de la Muela, unos 100m de pedrera escarchada que subimos prácticamente a gatas. El
resbalón incontrolado y sus nefastas consecuencias condicionan nuestra marcha
durante este tramo.
Ya en el Cerro de la Muela, al
calor del sol, el terreno deja de ser resbaladizo y enseguida alcanzamos la
Pinareja. Un alto para tomar algo de comida y nos ponemos en movimiento iniciando
el recorrido de la cuerda divisoria.
El pico del Oso, desde la cima de la Pinareja |
Animosamente alcanzamos la cima
del pico del Oso (las dos pequeñas figuras de escayola blanca siguen
desentonando igual que siempre). Por delante el cordal hasta el Puerto de
Pasapán; a la izquierda el denso pinar del valle del Río Moros.
En estos tramos ya podemos
correr. Un momento para mirar hacia la verde amplitud que, en sucesivos planos,
llega hasta la Bola del Mundo ¿Hay alguno más mirando también en esa dirección?
Ajustamos la vista y, sí,
observamos a quien a su vez está observando.
Trote rápido, es bajada y la
trocha es buena. De vez en cuando alguna roca granítica sobresale más que las
otras.
A la izquierda se superponen
los perfiles de Siete Picos, en primer plano, y de la Maliciosa, más alejada.
Los restos óseos que encontramos
se nos antojan como formando parte de un entorno lejano y agreste.
Llegados al Puerto de Pasapán
hacemos un alto para tomar un plátano, una barrita y agua antes de emprender el
tramo de la Sierra de Quintanar.
Para alcanzar el ruinoso refugio
de la Majada Mielera hemos de ascender por una torrentera muy pendiente en la
cual los bastones resultan de mucha utilidad.
El resto del cordal, hasta el
cerro de El Camochín, permite una marcha rápida, a lo largo de un “larguísimo”
murete de piedras, que iremos saltando de un lado a otro según el instinto lo
pida.
Alcanzado el Camochín dejamos de
lado, a nuestra izquierda, la subida al muy próximo Cerro Quintanar (1.932m),
que da nombre a la Sierra, e iniciamos el descenso, por pendiente ladera a
través, hacia la referencia de la balsa de agua que hay en la llanura.
Si antes hemos tenido que ir
saltando el murete divisorio, ahora nos toca ir sorteando con gran tiento los
metros y metros de alambre de espino oxidado que se encuentran abandonados por
toda la ladera, delimitando lo que en su tiempo fueron los distintos frentes de
la Guerra Civil, y que hoy día constituyen un riesgo de accidente para los
pocos o muchos que vagamos por estos entornos. Están por tierra, retorcidos y disimulados
entre las matas de piornos, con lo que mantenemos los ojos
alerta para evitar “caer en las trampas”.
A las 15:30h,
llegamos a donde hemos dejado el segundo de los coches, la estación de Otero de
Herreros.
Una última mirada hacia la
Pinareja, cuya vertiente Norte está ahora caldeada por el sol, y retorno hacia
Madrid.
Ésa es una gran ruta, pero aún más larga, aunque no menos interesante, es desde casa Cirilo subiendo por la calzada y recorrer hasta las horterasfiguras y desde allí tomar las de villadiego pasando por Pasapán subiendo todo el cordal y terminar en la carretera a Segovia. Otra cosa es el regreso pues ya no sé como nada lo del tren desde los cambios en la Renfe con sus cierres de apeaderos y pequeñas estaciones. Un regreso hasta Cercedilla y luego a casa Cirilo...
ResponderEliminarLa ruta, que ya conoces, da para mucho y tiene unas grandes vistas en todas direcciones...
Qué coincidencia que estos días atrás hice unas fotos de huesos por el monte; debe ser que el verano fue extremo para algunas o que enfermaron muchas. Aunque por el color lleven más de un verano. Alguna la puse de forma que fuera comparativa para una descalcificación en un tolmo al que asemejaba.
Bajábamos del cerro de Camochín, por esas laderas empinadas, con los ojos puestos en la balsa que precede a la estación de ferrocarril, como si tuviésemos que tomar el último tren de Gun Hill, esperando no llegar tarde a la cita, cuando de pronto ambos caímos presos de las puas del alambre de espino. Frenazo en seco, desengancharnos, comprobar que "la gracia" era superficial, y vuelta a la marcha por la pendiente. En fin, que la gymkana por muretes y alambreras nos mantuvo la mar de entretenidos. Ruta también muy atractiva y larga la que propones; queda en la carpeta de "pendientes". Salud y Montaña, amigo Deicar.
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ResponderEliminarDesde los oteros de la meseta castellana se adivina una figura indefinida en la lejanía, que al acercarse va tomando forma ondulada de sierra descubierta con falda boscosa. Un referente sin duda a cuyo pie discurre la cañada real soriana, otrora paso de gentes y ganaderías tras el duro trabajo de trashumante. Ahora una travesía más atlética nos ocupa donde las primeras señales del otoño dejan su huella en forma de escarcha, frio cortante, aire limpio y transformación cromática. Una actividad al filo que permite percibir los contrastes entre el norte de campos yermos, y los bosques del sur, ambos necesitados de las lluvias otoñales que les devuelvan la vida. Nuevas perspectivas de las cumbres del Guadarrama, a veces tambaleantes, si eliges un posadero inestable que te devuelve a la realidad de sopetón. Sierra vieja que guarda muchas idas y venidas en su memoria, y que nosotros incluimos ya en la nuestra amigo Carmar. Salud y Montaña
ResponderEliminarNuestra memoria común va ya atesorando un buen puñado de idas y venidas, a lo largo de las cuales consolidamos presente y pergeñamos futuro, algo que nos permite mantener fresco y bien atendido nuestro gusto por la naturaleza y por los espacios e itinerarios menos habituales, ergo, más prometedores. Salud y Montaña, amigo Manuel.
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