jueves, 3 de enero de 2019

Vuelta al Picón. Por las soledades salvajes de Guara.

El Picón o Peña del Mediodía, en el centro.

Sendas recién abiertas en terrenos colonizados por el boj, gracias a las cuales podemos acercarnos y contornear este pico “mazacote”, de ahí el nombre de Picón, al que de otro modo resulta difícil acercarse. No parece que sea un pico muy visitado, y eso que ahora la senda ha sido limpiada y marcada convenientemente, cosa que agradece la piel y la ropa de quien se aventura por ella, ofreciendo  esta circular la oportunidad de adentrarse en lo más solitario de la Sierra de Guara.


Desde la distancia el Picón, o Peña del Mediodía, presenta un aspecto retador, irguiéndose sobre unos contrafuertes rocosos en apariencia difícilmente franqueables.

La ruta va de barrancos, cruce del Flumen en un par de ocasiones y continuo deambular por parajes intrincados que, de no ser por haber sido desbrozadas las sendas de acceso, serían difícilmente visitables / visitados.

Después de dejar atrás una Hoya de Huesca sumergida en la densa niebla, por encima, el día resulta radiante ¡Hasta el Moncayo se divisa! Vamos a tener suerte.

Hoya de Huesca. El Moncayo a la dcha.
Acompañados por un can perdido que se nos une al pie del mallo de San Miguel, Eduardo y yo iniciamos la marcha hacia la “parte de detrás” del Salto de Roldán. Queremos acercarnos y rodear el Picón desde el Norte, ascendiendo por el Barranco de Valleclusa.


Los arbustos de la parte alta y soleada, mientras buscamos el descenso hacia al río, muestran al sol de la mañana los frutos de los que están bien provistos. 

Coscoja con sus bellotas

Enebro con sus bayas
En general todos los matorrales que tapizan las laderas de Guara son bajos y punzantes, formando intransitables mantos que sólo se atraviesan si se encuentra una trocha o una senda, de lo contrario el padecimiento es grande. “Jabalinear” es el término acuñado para marchar por estas zonas alejadas de los circuitos habituales.

Dejando de lado el camino que lleva al Dolmen de Belsué emprendemos la bajada hacia el río. La senda es buena y la humedad abundante. Entre la vegetación, empezamos a ver el Picón.


Encontramos detalles cuya contemplación nos detiene.


Finalmente damos vista completa al Picón, irguiéndose inconfundible y altivo en la parte alta del Barranco de las Gorgas, con las Crestas de Valleclusa a la izquierda y el Monte Espiellos a la derecha. Por allí arriba andaremos dentro de un rato, ya que al pie mismo del farallón del Picón pasaremos.


Tenemos también un momento para mirar en dirección contraria, hacia Belsué, y contemplar los Acantilados de Cienfuens, pero eso no es lo que nos trae hoy por aquí, así que continuamos nuestro descenso hacia el Flumen.

Acantilados de Cienfuens
Hay un puentecillo de dos tramos, estrecha pasarela, que permite cruzar el cauce sin problema alguno. No será lo mismo al final de la ruta, pero de eso nos ocuparemos luego.

Éste se cruza fácilmente
Al otro lado del río hay unas rocas dispuestas en forma de dolmen.


Ahora emprendemos la subida por el Barranco de Valleclusa. Quinientos metros de desnivel en ascensión tendida y cómoda a través de una senda recién abierta entre altos bojes, con alguna que otra carrasca y roble, rodeados de humedad y silencio, caminando por alfombrada trocha ¡Una delicia para los sentidos!



Y así, casi sin darnos cuenta, llegamos a la parte final, donde la pendiente se acentúa de buena manera y salimos al sol. La boca de una gran cueva se abre ante nosotros. Un lugar idóneo para hacer un alto y beber un poco de agua.


Tras el descanso reanudamos la marcha. Remontamos un poco más y volvemos a ver la mole del Picón, que hemos tenido oculto durante la subida por el barranco de Valleclusa. Su cara Norte es imponente.

Cara Norte del Picón
A su izquierda, la Peña Lenases, aún menos visitada que el Picon, por lo intrincado de su acceso.

La Peña Lenases

Hemos de descender unos cien metros hacia el Barranco de las Gorgas para luego remontar hasta el pie del espolón.

Nos sorprende muy agradablemente encontrar una franja de hayedo que, a resguardo de las miradas desde otros puntos, “se recoge” al pie de la cara Norte del Picón. Volveremos en otoño, nos decimos Eduardo y yo. No contábamos con este hallazgo.

Franja del hayedo del Picón, con las hojas caídas alfombrando el suelo


Sobre el espolón del Picón, al pie del cual estamos pasando, unos cuantos buitres toman el sol.


Frente a nosotros se alza la Cresta de la Cobeta.

Cresta de la Cobeta, al frente y a la dcha.
Iniciamos la bajada hacia el fondo del barranco Reguero del Águila. El trayecto ya nos resulta familiar, pues ambos lo hemos realizado ya cuando, tiempo atrás, ascendimos al Picón por su cara Sur.

En lontananza y alineadas vemos las caras Norte de los montes que nos esperan: el Sopilata, la Peña de Amán, la “pequeña” Peña del Fraile y el mallo de San Miguel. Aún nos queda un buen trecho para completar la ruta.


Una última mirada hacia la gran proa del Picón o Peña del Mediodía, y nos lanzamos en pos del collado de Buesa, pero antes hemos de bajar desde lo alto del Sopilata, o Supialla, hasta la senda que hay doscientos metros de desnivel más abajo. Para acceder a ella, de nuevo encontramos la ladera cubierta de tupida coscoja ¡Qué engañosa resulta la vegetación de Guara, tan atractiva y uniforme en la distancia, y tan punzante y prieta en la proximidad!

Cara Sur del Picón
Una vez en la senda de uso común para llegar a la Peña de Amán el camino se nos hace fácil y placentero. A partir de ahora se acabó el jabalinear.

Peña de Amán y collado de Buesa a su dcha.
Desde el collado de Buesa emprendemos un trote descendente por la amplia y sombreada senda que se deja correr. Cunde mucho la marcha mientras vamos contemplando la espectacular cara Norte de las Peñas que componen el Salto de Roldán.

Peña de Amán (iza) y Peña del Fraile (dcha)
Al poco, y casi sin darnos cuenta nos encontramos junto al Flumen, cuyo cauce seguimos aguas abajo durante un centenar de metros hasta llegar al punto donde se vadea, a la vista del Salto de Roldán, donde  sí o sí uno se moja.

El criterio que siguiera quien decidiera habilitar el cruce del cauce, se me escapa: consta de un tronco aplanado (tipo traviesa de ferrocarril), con una anchura de aproximadamente 20 centímetros que salva el primero de los dos brazos del río. Salvo en verano, dicho tronco está indefectiblemente, o húmedo o cubierto de escarcha. El segundo tramo y siguiente, separado del anterior por una gran roca (habitualmente mojada), queda a criterio del excursionista y sus recursos, que no suelen ser otros que meterse dentro del agua o, si el caudal no es muy abundante, intentar un gran salto con aterrizaje bastante dudoso. En suma, un paso conflictivo.

¿Quién decidiría que con un sólo tronco se cruzaba todo el río?
Una vez “al otro lado” emprendemos la última subida del día, que sienta bien ya que nos ayuda a entrar en calor, que el agua estaba muy, pero que muy, fría.


El trazado del camino nos permite ir observando la imponente fachada Norte del Salto de Roldán.


En resumen, una circular de unos 15,5km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de algo más de 1.100m de D+, por parajes agrestes y montaraces ideal para los que buscan las soledades de la montaña “de antes”. Recomendable realizarla en el sentido de las agujas del reloj, ya que así el vadeo del Flumen al pie del Salto de Roldán queda para el final.

domingo, 30 de diciembre de 2018

Las Cascadas del Aljibe y los ríos Jarama y Jaramillo en circular desde Colmenar de la Sierra.

Cascadas del Aljibe 

Recorrido largo y solitario por retirados e inusuales parajes de jara y miel: Guadalajara, ríos Jarama y Jaramilla(o), cubiertos de jaras, lavandas y tomillos tan apreciados por las abejas. Escenarios naturales sumamente atractivos que incomprensiblemente siguen fuera de los destinos habituales. 

Entre Colmenar de la Sierra y el embalse del Vado el río Jarama recorre, profundamente embarrancado a tramos o por terreno más amplio en otros, unos siete kilómetros, a la par que recoge las aguas de afluentes tan importantes como el río Jaramillo (encajonado entre abruptos paredones) o el arroyo del Soto, que forma las espectaculares cascadas y pozas del Aljibe o de Matallana justo antes de confluir con el Jarama.

El propósito del itinerario de hoy es recorrer por ambas márgenes el curso de este tramo del río, el único corredor biológico que atraviesa de Norte a Sur la región de Madrid, llenando nuestros sentidos de extensos paisajes de pizarra, encinas centenarias y agradables aromas.



Son las 9am cuando iniciamos la marcha en Colmenar de la Sierra en un día, de momento frío, pero que se anuncia nítido y claro.



Nos encaminamos hacia el Sur, en busca del cauce del río Jarama, fijándonos en los detalles que, a lo largo de todo el recorrido, serán numerosos y nos irán llamando la atención.


Los líquenes cubren las ramas y los troncos de las carrascas dándoles un aspecto blanquecino y antiguo.


Atravesamos el Jarama por el Puente Nuevo y continuamos el recorrido por su margen derecha, a mayor o menor distancia de él en función de lo embarrancado que fluye.

El Puente Nuevo, sobre el río Jarama
Caminamos a la sombra en sentido Oeste / Este. El Cuchillar del Asomante se yergue altivo; el río lo atraviesa y los buitres se asolean en los cortados esperando, algunos, o aprovechando ya las térmicas, otros.

Cuchillar del Asomante
La humedad es muy elevada y las viejas encinas, cubiertas de musgo y liquen, confieren al pasaje un aspecto antiguo y severo.

Humedad rezumando por todas partes


Tras dejar atrás el Cuchillar el camino sale de los cortados, se orienta al Sur y el paisaje se abre e ilumina. En un entorno de jaras, en la distancia se da vista al Ocejón. El trazado de una pista lejana, en la otra margen del Jarama, se asemeja a “la Muralla China”.

El Ocejón al fondo dcha. La Muralla China en el centro
Por terreno cálido nos vamos aproximando al enclave de Matalallana. De nuevo los detalles nos atrapan en forma de hojas de roble alfombrando el camino y cubriendo las aguas de los regajos.


Arroyo de la Llana
Matalallana es un asentamiento en el que varias de las casas están habitadas, compartiendo escenario con encinas centenarias monumentales. Rezuma tranquilidad y sosiego por todos los rincones. Hasta el momento tan sólo nos hemos encontrado con un perro que, desganadamente, se ha limitado a lanzarnos cuatro ladridos antes de dar media vuelta.

Matalallana y sus encinas centenarias


Abandonamos el paraje siguiendo un estrecho camino junto a un murete de piedras que empieza a picar hacia abajo.


El sonido del agua se hace más perceptible y pronto alcanzamos el puente para cruzar el río Jarama. Pasamos al otro lado y nos acercamos a contemplar las Cascadas del Aljibe o de Matallana que se encuentran muy próximas. Aquí sí hay visitantes que vienen desde los pueblos próximos como Roblelacasa o Campillo de Ranas, a los que se accede cómodamente en coche por buena carretera.

El espectáculo de las Cascadas bien merece la visita. No se requieren palabras para describirlas.

Cascadas del Aljibe
Toca ahora iniciar el retorno e ir cerrando la circular, para lo cual aún queda mucho por recorrer.

Primero llegar a Roblelacasa, bonito y turístico pueblo donde, junto a la recoleta fuente de las afueras, hacemos un alto para reponer fuerzas.

De nuevo en marcha, y siguiendo las indicaciones, emprendemos rumbo a los Corralejos por terreno de jaras. 

Entre las jaras escondida

Que iremos atravesando hasta alcanzar el hondo barranco por donde fluye el río Jaramillo, al pie de lo que antes habíamos denominado como “Muralla China”.

Muralla China y garganta del río Jaramillo
Las jaras liberan su perfumado aceite bajo el efecto del sol.

"Jara pringosa"
Desde la parte alta de la garganta son trescientos metros de descenso por abrupta ladera pero por excelente camino los que habremos de recorrer hasta alcanzar el solitario puente de madera que permite cruzar el río, dejando paulatinamente atrás el soleado jaral.

Puente sobre el río Jaramillo
Una vez al otro lado hay que subir lo bajado, de manera que con paso machacón ascendemos entre las carrascas mientras el río Jaramillo va quedando cada vez más, y más en la distancia.

Saliendo del barranco del Jaramillo

Cada vez más lejano el puente por el que se cruza el río
Finalmente salimos de nuevo al sol bajo el que las reses de los Corralejos se mustran tranquilas y apacibles. Ninguna persona hemos encontrado desde Roblelacasa, ni con nadie nos cruzaremos hasta llegar a Colmenar.

Los Corralejos
La circular va tocando a su fin y las piernas acusan la distancia recorrida mientras atravesamos la Pedriza Matacuras (curioso el canchal, por lo inesperado que resulta, y no menos curioso el nombre), de modo que cuando, tras el último recodo de la senda, damos vista a Colmenar, una sonrisa de satisfacción aparece en el rostro. 

Colmenar de la Sierra. La circular toca a su fin.
Los días son cortos en esta época del año y no hay demasiadas horas de luz, todas son necesarias para recorridos de esta envergadura.