domingo, 29 de mayo de 2011

Circuito por las cumbres que modelan la Mujer Muerta -28.05.2011

La primavera en la sierra de Guadarrama es verde y amarilla, huele fundamentalmente a piorno en las zonas altas y a pino en las boscosas. Abunda el agua y los frescos días acompañan el deambular por sus cumbres en el entorno de los 2.200m de altura. El inmisericorde calor del verano todavía no se ha enseñoreado del entorno.
La zona de la Mujer Muerta, cerrando por el W el bello valle del Río Moros, está compuesta por tres cimas principales que conforman, de N a S, la silueta de una mujer yacente: Cabeza – La Pinareja (2.197m), Pecho –El Pico del Oso (2.196m) y piernas –los picos de la Apretura (2.051m) y Pasapán (2.005m).

El recorrido circular de esta mañana empieza y termina en el aparcamiento de Majavilán (1.305m), en las Dehesas de Cercedilla. Y comienza temprano, exactamente a las 8:15m, porque la amenaza de tormentas a partir del mediodía condiciona.

El Montón de Trigo, al fondo, espera la llegada de visitantes desde el puerto de la Fuenfría

Humedad a tope por la calzada romana, que no me abandona hasta llegar al puerto de la Fuenfría (1.796m), lugar desde donde diviso claramente el Pico del Montón de Trigo, no sólo porque está ahí, sino porque el sol ya toca y la humedad del entorno deja por fin de empañarme concienzudamente las gafas.
Emprendo clara subida hacia el Cerro Minguete (2.025m), primera atalaya desde la que se divisa la cadena de montes que voy a  enlazar hoy y punto desde el que se dominan los valles de la Fuenfría, al E, y del río Moros, al W.


Piornos en flor y enebros  conforman el sustrato de los cada vez más escasos pinos. El aroma de estas resistentes matas me acompañará a lo largo de todo el recorrido por los altos.


Desde el cerro veo claramente la silueta de la Mujer Muerta, el collado de Tirobarra entre ella y el Montón de Trigo, y por debajo de mí el collado Minguete.
Como hoy mi objetivo es reconocer el valle del río Moros, y las nubes ya se están comenzando a formar, opto por la rapidez; desciendo al  collado Minguete (1.992m), y dejando a mi derecha el Montón de Trigo (en otra ocasión será) me dirijo hacia el collado de Tirobarra (1.984m), tomando un camino poco insinuado que une ambos collados en un trazado E – W, desde el que se domina claramente el valle del río Moros donde brillan sus dos embalses, entre el denso bosque de pinos. 

Valle del río Moros, con sus dos embalses, desde el coll de Tirobarra

La humedad cubriendo las matas de piorno sigue manteniendo mojados mis zapatillas y pantalones. No se secarán en toda la jornada. Es poco transitado este “alcorce”, pero muy útil y fresco, de agradecer en el tórrido verano, ya que sus pinos te ofrecen buena sombra, tan escasa por estos altos.
Alcanzo el pico de la Pinareja (2.197m) por cuesta enlosada de piedras graníticas.  Estoy a la sombra porque una gran nube permanece justo encima. Emprendo presto el pronunciado descenso hacia el collado que separa este pico del siguiente, el P. del Oso. Lo emprendo presto pero inmediatamente lo ralentizo, tras el primer resbalón en las piedras que se amontonan en este tramo. Las lluvias de ayer hacen que estén mojadas y muy resbaladizas. Bajada con suma precaución hasta el collado (2.150m), y subida con el mismo cuidado, por la vertiente segoviana, a la sombra, hasta alcanzar el Pico del Oso (2.196m), donde sí da el sol. Hacia el W, la planicie segoviana, hacia el E, el verde y boscoso valle del río Moros.


El descenso por el cordal hacia el S, rodeado de piornos en flor, me permite pasar por el Pico de la Apretura (2.051m), collado del mismo nombre (1.949m), el Pico de Pasapán (2.005m) y alcanzar finalmente el puerto del mismo nombre (1.846m), terminando el recorrido de la Mujer Muerta.
En este collado confluyen dos anchas pistas, una por cada vertiente. Tomo la del E, hacia el embalse superior del río Moros, el de “las Cabras”, referencia que dejaré de ver en cuanto me interne en el bosque. A los pocos metros, en el primer giro a la derecha, la abandono y continúo por senda menos usada que sigue recta, hacia la cabecera del valle, mientras la pista principal se interna a grandes lazadas por el bosque. Sí tomo el siguiente ramal que sale hacia la derecha, por tramo ya directo en descenso, que por entre pinos sigue tenues trazos de paso. Rápidamente voy acortando recto hacia abajo, a trocha, cruzando varias puertas de alambrada para el ganado, hasta de nuevo ganar la pista a unos 1.450m de altitud.
Aquí ya he de buscar el embalse de las Cabras, para alcanzar la vertiente opuesta. Sigo hacia mi izquierda, durante un par de km, de frente diviso a un corzo que viene a la carrera el cual, al verme,  de un salto lateral desaparece entre los pinos.
Llego a la presa que cierra el embalse de las Cabras (1.550m), la cruzo y tras una pequeña subida de unos 20m, al otro lado, retomo la pista que dejé antes y que circunvala el valle.
















Ahora me queda la última parte del itinerario, alcanzar el collado de Marichiva, paso de acceso al valle de la Fuenfría. Emprendo la marcha hacia la derecha, caminando durante 2 km, hasta el arroyo de los Tejos, lugar desde donde se toma el  franco camino que lleva al collado de Marichiva (1.753m) tras 200m de subida.
Último vistazo hacia la Mujer Muerta (detrás), la Fuenfría y Siete Picos a la izquierda, y emprendo fuerte descenso hacia las Dehesillas por el marcado sendero del Poyal de la Garganta (puntos rojos sobre los pinos).
Llego finalmente al coche a las 13:30m; bullicioso y repleto este aparcamiento a estas horas, tan silencioso y solitario cuando llegué por la mañana.
Recorrido circular de unos 27km, con un desnivel total de 1.200m D+, realizado en 5h 15m incluidas paradas, que bien es cierto fueron pocas, porque para lo que comí y con la amenaza de tormenta, me entretuve poco.

domingo, 22 de mayo de 2011

El Ocejón (2.048m). Atalaya de Ayllón en Guadalajara - 22.05.2011


Distinguido custodio de pizarras, aguas, jaras y robles. Administrador de rigores y favores que a su capricho reparte entre las dos vertientes E y W, regalando a la de Majaelrayo con negras lajas de piedra, caducos rebollos, aromáticas jaras y rápidos jabalíes; mostrándose generoso con el agua hacia la de  Valverde de los Arroyos, tapizándola de gayuba, brezos y cantueso. Ambos pueblos, asentados en sus faldas,  acostumbran desde antiguo a sortear el caprichoso comportamiento de este centinela, sometiéndose a sus pendientes y laderas para comunicarse entre sí a través del camino del Correo, pagando el tributo del sudor.
En esta mañana de domingo Valverde se muestra luminoso y fresco. La vegetación está exuberante y el agua no falta. Ha habido que madrugar para estar aquí a las 9:30 de la mañana, pero vale la pena oler y percibir la naturaleza a estas horas del día. Descansaremos a la vuelta. El objetivo de hoy es subir al P. Ocejón remontando por las Chorreras de Despeñaelagua y descendiendo por la vía normal del camino del Correo que viene desde Majaelrayo.
El sendero, al principio común para subida y bajada, se toma junto al campo de fútbol, sale recto y llano por en medio de una zona de castaños. A los 400m se llega a una bifurcación, que tomo hacia la izquierda, en dirección a las Chorreras, lugar donde el arroyo que nace al pie del Ocejón se desploma en hermosa cascada de agua, cayendo unos 100m en varios escalones.
















Aquí me encuentro con Chicho, Manu y “Lobo” su perro de pelo canela y abundante. Como ellos también tienen pensado ascender por esta ruta, nos ponemos juntos a la tarea de encontrar el comienzo de la trocha que salva estas gradas de las Chorreras.
Hemos de descender unos 10 metros, hasta un claro en el bosquecillo, siguiendo el curso del arroyo;  nos ponemos “en batería” para ver por dónde  lo cruzamos. Probamos en un sitio que da acceso a una trepada fácil, pero no practicable para  “Lobo”. Yo sigo por aquí, y ellos tres descienden algo más, hasta encontrar el inicio de la senda. Unas decenas de metros más arriba nos juntamos.
Hay mojones, no muchos, la pendiente es fuerte. Poco aconsejable en invierno, porque hay bastantes zonas húmedas que con el frio son hielo seguro. A ratos se pierden las marcas. Este tramo se nota muy poco frecuentado. Nos metemos por medio de densas matas de brezos que nos dificultan bastante el paso. Con ello contribuimos generosamente a su polinización, porque arrastramos polen de la cabeza a los pies. Nos envuelve como humareda. Alguna zarza rozamos también, para dolor de Chicho, que va en pantalón corto.


Una vez superadas las gradas (unos 100m), arriba se abre un luminoso y amplio escenario de gayuba y brezo. Un pinar, sobre nosotros, nos muestra su límite inferior para que lo bordeemos en ascensión. Progresamos rápido hacia la loma que separa esta vertiente de la hoya del Ocejón.
Pocos mojones, no siempre suficientes; los brezos dan paso a la verde gayuba, que lo tapiza y sostiene todo. La marcha es rápida, la loma se acerca, ya perdimos los mojones, subimos tieso, la gayuba aguanta bien, las rocas están ya al alcance de la mano. Al otro lado, al fondo, a la izquierda de la hoya, se muestra el Ocejón.  
Un ladeo sobre losas de pizarra nos permiten alcanzar, al pie del pico, el “enlosado camino normal” que tomaremos a la bajada. Unos metros más y estamos sobre la cima. Ocejon y Ocejoncillo están unidos por corta y fácil cresta. A los pies, al W, Majaelrayo y Campillo de Ranas, brillan sobre la negra pizarra. Al E quedó Valverde.


Empiezan a formarse nubes de tormenta por el SW. Vienen de Riaza. Como si la sierra de Ayllón no quisiera dejar a este espolón último y avanzado sin su ración de tormenta.
Unos frutos secos, un plátano, una contemplación relajada del entorno, y me despido de Manu, Chicho y “Lobo”, que se quedan en la cima preparándose un bocadillo de chorizo que huele a gloria. A modo de “hasta la vista” Manu me recomienda una visita al P. de Urbión desde Duruelo de la Sierra. Lo miraré seguro.


Emprendo el descenso por la ruta normal; marcado camino de pizarra hasta la hoya, donde la gayuba alfombra y amortigua la marcha. Qué frescor. Cómo cunde. Mirada hacia la cima, la nube se va formando.

Sigo zanqueando rápido y cómodo, ahora el brezo se torna protagonista. Me cruzo con un par de grupos muy numerosos que van subiendo.
El agua se oye nacer por la izquierda. Acompañado por su murmullo, voy bajando. Cruzo el arroyo y dejo su compañía, yo sigo el camino del Correo, ella continúa rápida hacia las Chorreras.


El sendero va bordeando la ladera y se encamina suave, cruzando varias fuentes, hacia Valverde, abriéndose como para dejarte contemplar con hermosa panorámica la escalonada cascada.
Al poco llego al entronque que dejé esta mañana, ya estoy al lado del pueblo. Unos metros más, los castaños, el campo de fútbol, solitario esta mañana tan bullicioso ahora.
Hermoso recorrido circular, fresco y brillante en esta primavera tan lluviosa, dejando recias nubes de tormenta cobrando cuerpo sobre el Ocejón ¿Se habrán finalmente remojado mis compañeros de subida y cima?
Trayecto con 800m de D+, un total en torno a los 12km, 1h 30m para subir y 55 minutos para bajar. Solaz en la cima hasta que me percaté de la tormenta que se estaba formando.

sábado, 14 de mayo de 2011

El Tranco – Peña del Yelmo ¡Casi 1km vertical! -14.05.2011

Es lo que tiene la sierra de Madrid: hay de todo, sólo que a tamaño reducido. Así pues, este kilómetro se queda en 800m (es un “casi”), que se suben, eso sí, en una distancia lineal de 3km. El grado de exigencia queda a criterio del ritmo de cada cual.
En ningún caso se tratará de “un paseo”, pues la cuesta es empinada y continua. El recorrido discurre por cara Sur, con vegetación mayoritaria de arbusto bajo, principalmente jaras y cantueso, con alguna digitalis. Muy buen aroma pero poca sombra. Así que, protegidos del sol o poniéndose morenos, y hacia arriba con ánimo.
Ah, y como últimamente, siempre llueve cuando no hay escuela, esta vez también vuelve a tocar buena madrugada, para aprovechar la consabida ventana de tiempo sereno, porque anunciaron que a partir de mediodía las tormentas iban a tomar cuerpo.
Dejo el coche antes del Tranco (920m), en una zona de aparcamiento, y comienzo la marcha a las 8:15h, disfrutando del frescor de la mañana, muy clara de momento.

Cantueso en flor

Enseguida llego al Tranco; tomo el camino a la derecha, junto a unas casas, muy empinado, iniciando estos tramos de pendientes fuertes que, por el Canchal de Manzanares,  me llevarán hasta el Mirador del Tranco. Las blancas flores de las jaras combinan a la perfección con el color lila del cantueso, los aromas se solapan, el sol va apareciendo por detrás de las rocas, a mi derecha, el entorno es solitario, acogedor, todavía fresco, con muchos tramos a la sombra. Vale la pena madrugar.

Digitalis

Corta praderita esta del Mirador, para recuperar el resuello y enseguida enfilar por fuerte pendiente otra vez. Al poco, unos 50m más arriba, hay una fuente que mana durante todo el año. Ahora su caudal es muy abundante.  Ya toca sol a partir de aquí. Voy subiendo hacia el Collado de las Encinas, puerta de acceso a la cara S del Yelmo y a su conocida pradera, absolutamente solitaria a estas horas (9:10h).
Nueva zona plana que se agradece. La recorro a zancadas, con cuidado porque el terreno está “farto d’agua” y muy blandito, mirando continuamente hacia las vías de escalada que recorren este amplio “paredón”, rememorándolas sin añoranza.

Bordeo la pared por su extremo E, por el collado de la Vistilla,  entrando en la zona granítica de la cara N, donde se encuentra la vía de ascenso / descenso para “cualquiera”, discurriendo la misma por dentro de una fisura de no más de 40cm de anchura en su parte inicial, ampliándose hasta los 50cm en la segunda mitad, delimitada a ambos lados por altas moles graníticas.

Trepando  por unos grandes bloques de granito “made in la Pedriza” llego al pie de la fisura. Me la miro y decido de qué lado voy a entrar en ella, pues una vez dentro no puedes girarte. Hasta la mochila has de llevar en una de las manos, porque con ella puesta no cabes. Vas empotrado, progresas a base de refrotones contra las paredes. Incómodos pasos “de lado” para superar algunos escalones del fondo, hasta recorrer los primeros 5 ó  6 metros.
Desde aquí parece que un gran bloque la ciega por delante, mientras una aparente y algo acrobática salida se te ofrece hacia la derecha. La tomo y me encaramo fuera de la fisura, alcanzando una cornisa que se interna recta en la cara N del Yelmo. La sigo hasta el final, reconozco, hacia arriba, el último tramo de la vía de escalada por el N y comprendo que por allí no es. No con el calzado que llevo, y solo.
Vuelvo a la fisura, entro en ella de nuevo. Estudio el bloque empotrado, pienso que por encima no es. Ahora veo que no llega hasta el suelo, así que me acerco y constato que “quepo por debajo” ¡Por fin! ¡Mira que he pasado por aquí más de una vez, y lo que me ha costado encontrarlo! Paso muy en cuclillas, la fisura se va ensanchando hacia su final. Salgo a las placas cimeras del Yelmo, con la cima a la derecha, a pocos metros. Llego, respiro bien y miro alrededor. Oigo el soplido de una cabra. Distingo una pareja a pocos metros, bebiendo apaciblemente el agua recogida en una de las numerosas oquedades del granito.


Desde la cima, con punto geodésico de primer orden (1.717m), doy una mirada circular por toda la Pedriza y sus características rocas: Pared de Santillana, el Acebo, las Torres, las más distantes Cabezas del Hierro, La Bola, el embalse de Santillana. No veo a nadie al pie de la pared S. Echo un trago de agua, como un plátano, ajusto las zapatillas, y hacia abajo. Se están ya formando nubes de tormenta sobre las Cabezas del Hierro.

Sigue sin haber nadie aún al pie del Yelmo, son las 10h. Qué paz y sosiego siento aquí, y qué fácil de alcanzar resulta. Regreso por el mismo camino de subida. Empiezo a encontrar a los primeros que suben cerca del Collado de las Encinas, luego me voy cruzando con numerosos grupos más. Ahora pega el sol de firme. Parece un entorno distinto del de la subida, con el fresco de la mañana.
Recorrido inusualmente solitario (madrugar ayuda lo suyo) que salva 800m de D+, completado en 3h, de las cuales 1h 20m las he dedicado a subir,  1h a bajar y el resto a holgazanear y  a solazarme en la solitaria cima del Yelmo.