lunes, 15 de abril de 2013

Montes del Castellar. Zona de barrancos esteparios.


Junto a Zaragoza, en la margen izquierda del Ebro, los tonos ocres y terrosos de los montes del Castellar contrastan con los verdes de las tierras de cultivo y de los bosques de ribera.
Terreno estepario que termina abruptamente en forma de farallón al llegar a las proximidades del río, a lo largo de cuyo cauce se alinea durante más de 25km. 

Zona de esparto y alacranes surcada por innumerables barrancos.  Lugar donde resulta imposible alcanzar un punto en el horizonte siguiendo una línea recta, tales son sus entresijos de trochas y sendas en todas las direcciones. Correr e internarse por estos lugares requiere tesón y espíritu aventurero a partes iguales.

El galacho de Juslibol, pleno de agua tras un invierno sobrado de precipitaciones, contrasta con la aridez de los peñascos que se alzan justo detrás. Un par de kilómetros hasta llegar aquí no vienen mal para calentar las piernas antes de ascender a la parte superior del cortado.

Continúo la carrera por lo alto, siguiendo el borde rocoso. Excelente mirador para divisar un paisaje de gran belleza: el valle del Ebro, la huerta, el Moncayo.
El nítido Moncayo, permanente y refrescante imagen en la lejanía.
Se acaba la senda. Enfrente, al otro lado de un profundo y amplio barranco, el castillo de Miranda.

Desciendo al seco cauce y me adentro en la estepa. Ni rastro aquí abajo del frescor anterior. Aspereza y guijarros. Formaciones de yeso y matorral bajo.

Sube / bajas continuados, alternando sendas amplias con estrechas trochas cuya anchura es apenas suficiente para poner un pie tras otro. Empinadas subidas sobre escalones de yeso cuidando los apoyos.

Cuando alcanzo el borde izquierdo del amplio barranco de los Lecheros me detengo. Busco infructuosamente con la mirada un posible descenso al mismo, a la ancha pista que lo surca en su base y por la que llegaría fácilmente a Alfocea. La vista se pierde en la vasta estepa sin encontrar trocha próxima, la bajada “recto y a través” resulta nada recomendable. Así que opto por seguirlo en altura hasta que al fin encuentro una angosta barranquera que desciendo con cuidado.

En la parte baja llego a las afueras de Alfocea en donde, haciendo honor al origen del nombre: Al-Hauz, "lugar de descanso", aprovecho para tomar una barrita energética antes de emprender el retorno. De agua, ni rastro.

En la medida de lo posible voy corriendo próximo al acantilado. El calor castiga, la vista de Zaragoza, al fondo, sirve de estímulo para seguir sin aflojar el trote.

El majuelo en flor pone una nota de brillo y anima la subida. Voy avanzando.

Escenarios primigenios, trazas, sendas, barrancos, yesos especulares y restos de refugios cavernarios, conforman la belleza de un paisaje áspero y agreste por donde adentrarnos a la búsqueda de la naturaleza en todas sus manifestaciones.


martes, 9 de abril de 2013

La Cabeza de Hierro Mayor. Esquí de travesía por ambos lados: Norte y Sur

Cara Norte de las Cabezas de Hierro. La Mayor, a la izqda. La Menor, a la dcha. El collado, en el centro.
Con la temporada invernal terminada: comienzo de abril; con una inusual abundancia de nieve: más de 2m sigue habiendo en Guadarrama; y con un pronóstico de tiempo aceptable: nubes altas, sin precipitaciones, frío y poco viento; Manuel y yo optamos por uno de los itinerarios de esquí de travesía más agrestes que se encuentran por la zona: recorrer, en subida y en bajada, las vertientes Norte y Sur de la Cabeza de Hierro Mayor, tomando como punto de partida el aparcamiento de la estación de Valdesquí.
Son las 8:30h cuando descendemos esquiando por la orilla derecha del Arroyo de Guarramillas hasta entroncar con el camino que, viniendo del refugio del Pingarrón, cruza el torrente por un puente de madera.
A partir de este punto nos internamos en un primer tramo de bosque, hasta salir al terreno abierto de las Cerradillas. La primera revuelta del sendero, cuando entramos en la parte baja del Valle, nos brinda la mejor panorámica del tubo Norte de las Cabezas de Hierro. La acumulación de nieve promete.
A medida que nos deslizamos por un buen sendero entre los pinos, hacia el cruce del Arroyo de la Cerradillas, constatamos lo abajo que llega la nieve en la cara Norte de las Cabezas.
Salimos al terreno abierto del valle de las Cerradillas encaminándonos a buscar la base de la ladera Noroeste de Cabezas, por la que subiremos hasta el collado del mismo nombre.  
Las nubes comienzan a enturbiar la nitidez de la mañana. Tan sólo Manuel y yo moviéndonos por un entorno blanco y frío, entre escasos pinos y algunas rocas que afloran.
Valle de las Cerradillas
Ascendemos rápidamente en pos del sol que se adivina a través del velo nuboso, pero que no calienta.
A la izquierda, la cima de la Cabeza de Hierro Mayor

Esquiando por una superficie helada y rugosa, alcanzamos la cima de la Cabeza de Hierro Mayor (2.383m) con las tablas puestas.
Hace viento y frío. En vano buscamos un mínimo resguardo mientras tomamos una barrita energética y recorremos con la mirada la desierta Cuerda Larga.

Cabeza de Hierro Menor, estribación de Maliciosa y Bola del Mundo
La amplia loma de Pandasco, por la que nunca hemos descendido, con las conocidas “zetas” de la Pedriza en la parte más inferior, nos llama la atención y tardamos apenas un instante en decidirnos a descender por el Arroyo de Simón de los Chorros. Un viento blanco nos empuja por estas amplias palas, a las que la neblina confiere un algo quimérico e ilusorio.

De esta forma, en medio de un frío más que notable (-6ºC y con viento), enlazamos y alcanzamos la base del Arroyo de la Sierra del Francés, en la vertical del collado de Cabezas, lugar donde rápidamente colocamos las pieles.
Cara Sur de las Cabezas de Hierro. La Menor, a la izqda. La Mayor, a la dcha. El collado, en el centro
Emprendemos la subida, ahora por el Sur, hasta el collado, a un ritmo vivo, el frío ayuda a ello, y lo alcanzamos en menos tiempo del previsto, y sin más pausa que la de quitar pieles y ponernos en modo de descenso, iniciamos la que promete ser “la bajada del día”: ¡El tubo Norte de Cabezas, hasta donde la nieve se acabe!

Resultarán un total de 700m de desnivel.

Para comenzar, unos primeros 150m de contraste y adaptación, entre la nieve helada y grumosa de las zonas altas, y la más uniforme que encontraremos después.

A continuación, nos dirigimos a la embocadura del tubo Norte, al encuentro de sus 300m de desnivel con 45º de inclinación, ideales para giros, derrapes, nieve levantada y rápida selección de la mejor trayectoria



para, en un santiamén, encontrarnos en la linde del bosque, a la izquierda de la base del tubo, con un cierto sabor amargo de adrenalina en la boca.
Por delante, todavía 250m de desnivel esquiando entre los pinos, hasta alcanzar la pista y el arroyo de Cerradillas, a los 1.635m de altitud.


Deslizarnos zigzagueando por entre los árboles, buscando el mejor paso a través de la cada vez más tupida vegetación, sobre una nieve noble y franca, constituyen sin duda la guinda de la jornada.

La satisfacción de esquiar por parajes extensos, agrestes y solitarios, tan próximos a Madrid, nos mantiene con la sonrisa en los rostros durante el retorno por el bosque.


Ya queda poco, y hasta tenemos tiempo para, en el lugar donde finalmente nos quitamos las tablas, observar el corte de la nieve y la fuerza del deshielo.


Son las 14:30h cuando llegamos de nuevo al coche, tras haber realizado un desnivel total de algo más de 1.400m de D+, moviéndonos y surcando las laderas Norte y Sur de Cabezas, en uno de los recorridos ciertamente más inusuales y agrestes que ofrece la sierra de Guadarrama.

Manuel (Mnl) y Carmar. Reporteros gráficos.

martes, 2 de abril de 2013

Pico Espelunciecha. Por el Norte, desde el Portalet.

Cara Norte del Pico Espelunciecha, desde el Portalet
La superabundancia de nieve que nos está trayendo este invierno, junto con el alto riesgo de aludes que ello conlleva, hace que cimas próximas y modestas, raramente consideradas como objetivos en sí mismas, realcen su atractivo y constituyan un destino para una salida con esquíes de travesía.
La cara Norte del Pico Espelunciecha, nada que ver con la de su vecino el Pico Anayet, ofrece la posibilidad de llegar hasta muy arriba con los esquíes calzados. Dependiendo de la calidad de la nieve hasta se puede alcanzar la cima con ellos puestos.
Ya desde el Portalet, 700m por debajo de la cumbre, son visibles los aludes que se han ido desprendiendo de la montaña. Ello condiciona la elección del itinerario que, en este caso, pasa por ascender por el lateral de las pistas hasta la base de la propia cara Norte.
El manto blanco lo cubre todo, el deslizar por la todavía poco frecuentada ladera es rápido y acompasado. Si bien la mañana ha amanecido nublada, el prometedor sol que se va abriendo paso añade un regusto especial a mi soledad. La montaña se va embelleciendo a medida que se ilumina.
Superadas las pistas alcanzo una zona más amplia, justo frente a la imponente cara Norte del Pico Anayet; distingo la pleta lacustre de sus ibones con el Vértice de Anayet al fondo.
Inhóspita cara Norte del Pico Anayet
En este punto giro hacia mi izquierda avanzando unos centenares de metros, hasta colocarme al pie de la cara Norte del Espelunciecha. Los recientes rastros de aludes, que surcan ampliamente la ancha pala somital, desaconsejan cualquier intento de acceder foqueando hasta el punto más alto. Un evidente y empinado corredor situado algo al Oeste de la cumbre ofrece la alternativa más segura.
Corredor Oeste del Pico Espelunciecha
Es el momento de abandonar las tablas e iniciar la subida por el tubo que lleva recto y directo hasta la arista. Descalzarme los esquíes, poner el pie en la nieve y hundirme hasta por encima de las rodillas, es todo uno. Por delante la inmaculada pendiente nevada, tan sólo surcada por una traza rectilínea de huellas de sarrio. A los lados, restos de los aludes que ya han caído.
Son unos 200m de trabajosa ascensión, en la que la cuesta se va empinando cada vez más, con una pendiente media entre los 40º / 45º, a lo largo de la cual voy hundiéndome a cada paso hasta por encima de la rodilla. Estoy tan absorto en abrir huella y en progresar que la mirada sólo la dirijo hacia arriba y ocasionalmente a los laterales, para constatar que sí voy subiendo, ya que las referencias van quedándose más abajo, mientras la cabeza calcula los metros que aún me van quedando de penoso batallar con la nieve blanda.

Desde la mitad del corredor, y hasta casi la salida del mismo, la fuerte pendiente me obliga a ascender aplicando la máxima superficie de apoyo posible sobre la nevada y blanda superficie, de manera que avanzo cada paso apoyando rodilla, espinilla y finalmente bota buscando el  óptimo reparto del peso. Sudando, resoplando y consumiendo energía sin escatimar, por fin consigo salir a la arista ¡Vamos, en plan “bulldozer”!
Desde aquí, y hasta la cima, el estado de la nieve es totalmente distinto. Permite avanzar sin necesidad de crampones y marcando una huella de no más de 20cm de profundidad. Alcanzada la cumbre del Espelunciecha (2.397m), y hacia el Oeste, contemplo el amplio valle de la Canal Roya. A mi derecha quedan las fuertes pendientes de la cara Norte.
Al fondo, el amplio valle de la Canal Roya. Las huellas sobre la nieve indican el punto de acceso del corredor Oeste a la loma final.
En un paisaje blanco y azul se alzan los picos de Culibillas y Arroyeras; al fondo de todo, la Pala de Ip

Aprovecho para tomar una barrita energética, un puñado de almendras y un largo trago de agua, antes de iniciar el retorno.
La cara Sur de este pico constituye un delicioso descenso en esquí que hoy no toca, así que abandono la cima, le lanzo una última mirada, y me encamino hasta la embocadura del corredor por el que tan laboriosamente he ascendido.
Abandonando la cima del Pico Espelunciecha
Ahora sí que, gracias a la profunda huella marcada en la subida, tendré la oportunidad de descender observando el panorama en todas las direcciones:
Cornisa y comienzo del descenso del corredor Oeste
Hacia arriba; últimos metros de esfuerzo cuando estaba ascendiendo.

Hacia abajo ¡Y yo solito he marcado semejante surco! Trazado bien paralelo al del liviano sarrio que me precedió.

A la izquierda; resto de pequeño desprendimiento, en lontananza, el omnipresente Midi d’Ossau.

A la derecha; al fondo los picos Pallas, Balaitous, Infiernos, etc. ¡Ojo con la inclinación del corredor por el que voy bajando! Suerte de la huella.

Y desde abajo, con los esquíes ya calzados, mirada general a esta cara Norte, con sus aludes caídos y los que están a punto de producirse, y mi rúbrica en la nieve del corredor, que ojalá le sirva de acicate para subir por ella al dubitativo esquiador que, habiendo madrugado menos que yo, no tiene excusa para no hacerlo ¡Al menos que mi trabajo le valga a alguien más!