domingo, 7 de julio de 2019

Abantos por “un Hayedo en un Pinar”. Una rareza estimulante.

Hayas y alerces comparten espacio con los pinos en el Pinar de Abantos

El Abantos, elevándose abruptamente hasta los 1.763m sobre San Lorenzo de El Escorial, localidad desplegada a los pies de su cara Sur, setecientos metros más abajo, es una de las montañas que mejor se ven y diferencian de la sierra de Guadarrama. En su ladera oeste está el Puerto de Malagón.

En el Pinar de Abantos, masa verde que cubre la cara Sur del Puerto, entre los arroyos del Romeral y del Arca del Helechal, “plantado” (en el literal sentido del término) entre los 1.300m y 1.500m de altitud, alternando con los pinos, hay un pequeño hayedo con varias docenas de ejemplares que por él mismo constituye un aliciente suficiente como para adentrarse en estas laderas boscosas del Pinar, si los pinos en sí no fuesen ya razón bastante.

La senda que atraviesa el bosque es la más directa entre San Lorenzo de El Escorial y el puerto de Malagón, además de la más sombreada ¡Y cuán especialmente fresca resulta la sombra proporcionada por las hayas!

La Escuela de Ingenieros de Montes, en 1870, nada más establecer su sede en San Lorenzo de El Escorial, comenzó a repoblar las peladas laderas del monte Abantos fundamentalmente con pinos resineros (de largas y punzantes agujas), pero también con árboles “más particulares”: cedros, alerces y… hayas.

Son las 9h cuando comenzamos la marcha al pie de la Presa del Romeral enfilando la fuerte pendiente hacia el bosque.


El recorrido, realizado en sentido horario, comienza al pie de la Presa del Romeral y se enfila en fuerte pendiente hacia el bosque.

Al poco, y una vez en él, las hayas entremezcladas con los pinos, junto a los alerces, 

Hayas

Un alerce (amarillento) y un haya a su lado, en medio del pinar
Así como las dos fuentes de las que aprovisionarse de agua, la de Santiago (1.250m) y la del Trampalón (1.500m), respectivamente, confieren a este tramo de exigente subida una frescura y placidez dignas de mención que contribuyen a que resulte corto.

Fuente de Santiago

Fuente de Trampalón
Con la mayor parte del esfuerzo ya hecho, al poco de superar la fuente del Trampalón, a la altitud de 1.500m, se deja de lado y a la izquierda el sendero que continúa hacia el Puerto de Malagón (apenas a 240m de distancia), para ir a buscar directamente el Mirador de Rubens.

Llegando a la parte alta del cordal
La pendiente afloja y enseguida se alcanza el Mirador, lugar tranquilo y plano desde donde observar en lontananza y hacia el Sur. La vista es amplia y hermosa.

Mirador de Rubens

Vista sobre el Monasterio de San Lorenzo de el Escorial desde el Mirador de Rubens 


De vuelta a la pista que comunica el Puerto de Malagón con la cima del Abantos nos encaminamos hacia la cima del monte, a través de unas amplias navas donde el ganado pasta tranquilamente, ajeno al trajín de ciclistas y caminantes,



Yendo finalmente a parar al murete de piedra que, separando las provincias de Madrid y Ávila, se extiende por el largo cordal que une el Abantos con el lejano Alto del León.

Junto al muro, antes de hollar cima, derivamos hacia el Noroeste, pared adelante hasta alcanzar el Portillo de los Pozos de Nieve. Visitar el Pozo de Nieve que hay en la vertiente madrileña constituye una rememoración de antaño, cuando la “fabricación artesanal de hielo” daba sustento a las esforzadas personas que a ello se dedicaban. Sólida y amplia edificación de gruesos muros, ajena al mundanal ruido, erigida en un pequeño claro del pinar.

Robusto que alberga en su interior el Pozo de Nieve

Gran Pozo de Nieve
Una lagartija se mueve por las piedras de las paredes
Completada la visita se retorna por el mismo camino hasta alcanzar la cumbre del Abantos, llena de artilugios meteorológicos y muy concurrida.

Cima del monte Abantos
Para el descenso optamos por la bajada directa a través de las Solanas de Enmedio y de las Cebadillas, jalonadas de enebros, retamas y carrascas, donde el sol da y el calor aprieta de lo lindo, orientando la marcha hacia el visible cordal rocoso que se descuelga desde uno de los miradores de la parte alta, buscando de nuevo el Pinar de Abantos.

Hacia el Pinar de Abantos, que se encuentra tras el cordal rocoso
De vuelta al Pinar se alcanza la apetecida sombra. No hay hayas ahora, pero los ejemplares de cedro y los arces aportan la nota exótica.

Tras los cedros, la silueta de las Machotas


Arces
Llegamos a los últimos compases de esta circular tan variada y atractiva, de unos 14km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de 850m de D+, a la que el otoño, sin duda, añadirá sus pinceladas especialmente luminosas, mientras Antonio Machado acude a la mente con su cita:  

"¿Quién ha visto, sin temblar, un hayedo en un pinar?"

8 comentarios:

  1. Hola Carmar.

    Se ve que querían tener un poco de todo, aunque sin duda el pinar para esa zona es lo más acertado, tanto por su dureza para soportar las duras condiciones climatológicas de la zona (que tiene la pinta de ser parecida al Moncayo) como por el rápido crecimiento.

    Un saludo

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    1. Consiguieron plantando dar sombra y O2 a unos parajes que habían sido deforestados, propiciando un variopinto collage muy atractivo y bello.

      Iniciativas muy de agradecer, por cierto.

      Un saludo,

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  2. )A mí lo del paraguas sí que me gusta
    :Ésa es una gran subida

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    1. No hay cosa mejor que tener una sombra auto portante. Para el sol del verano, nada mejor que llevar un paraguas en la mano :-)

      Por cierto, que no veas la maña que se necesita para manejar con soltura el paraguas en cualquier subida y condición.

      Un saludo,

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  3. Deliciosa rota! Um pouco de tudo e detalhes que encantam... alegre presença para o querido encantador de animais... ;)
    Um beijo

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    1. Muchas gracias Teca por tu comentario, tan sentido y emotivo como siempre.
      Un abrazo.

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  4. Si hay un lugar inmejorable en días de calor para hacer una parada, ésa es una buena nevera como la que muestras. Recuerdo un día de sofocantes temperaturas estivales meterme en una nevera de Fuendetodos donde me quedé un rato largo al frescor de sus piedras en una construcción ojival.
    Un abrazo.

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    1. Placentera sensación de frescor en la sombra, a resguardo de los sofocantes calores del exterior.

      Se discurría en aquellos entonces para aprovechar lo que la naturaleza daba.

      Un abrazo

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