domingo, 19 de mayo de 2019

Alcaine – Obón: recorriendo los parajes abruptos del Río Martín.

Alcaine y Río Martín desde el Puntal de la Solana

Alcaine es una villa de la provincia de Teruel que está situada sobre la foz del río Martín, en plena sierra de los Moros, en la cola del embalse de Cueva Foradada, por la que bien vale callejear.

El río Martín es un afluente del río Ebro que, a lo largo de sus 98 kilómetros de recorrido, discurre por las provincias de Teruel y Zaragoza.

Nace al oeste de la Sierra de San Just (comarca de Cuencas Mineras), al confluir los ríos de la Rambla, de las Parras, Segura y Fuenferrada. En su primer tramo, el Martín baña la depresión de Montalbán, para atravesar después la sierra que se sitúa al norte de dicha villa, formando una profunda hoz a lo largo de más de veinte kilómetros. En este estrecho valle se asientan las localidades de Peñarroyas, Obón y Alcaine.

El valle desemboca en el embalse de Cueva Foradada, a partir del cual el curso del río discurre en dirección noreste hasta su confluencia con el Ebro en Escatrón.

El tramo en ida y vuelta de Alcaine a Obón permite adentrarse en la foz del río Martín, entre sus pliegues angulares y paredes cortadas, a ratos junto al río, siguiendo una senda flanqueada por almeces y chopos, escuchando el agua; otras veces elevados sobre el cauce, cuando la vega se estrecha y encajona, viéndolo desde la distancia, al tiempo que somos perfumados por tomillos y romeros, siendo a la vez observados por los buitres y cabras monteses que se ubican en las partes altas.

Un par de abrigos con pinturas rupestres, uno en la margen derecha, próximo a Alcaine (abrigo de la Cañada de Marco), y el otro hacia la mitad del recorrido, en la margen izquierda (abrigo de la Coquinera) hacen que, aferrados a las vallas protectoras, esforcemos nuestros ojos y enmudezcamos mientras contemplamos las pinturas.

Eduardo y yo tenemos recorridos varios de tramos de este río (la Rambla, las Parras y el Torrijos; Muela de Montalbán y Obón /Peñarroyas), y hoy optamos por descubrir el que une las poblaciones de Alcaine y Obón siguiendo el GR262. Las pinturas rupestres, junto con la vegetación de soto en plena primavera, son los principales atractivos de este itinerario de ida y vuelta, con una longitud de 21km salvando un desnivel total en ascenso de unos 900m de D+.


Alcaine es un pueblo que llama la atención ya desde el principio, tanto por su ubicación (sobre la misma foz del río), como por los torreones que lo rodean.

Aunque no lo teníamos previsto decidimos iniciar nuestro recorrido acercándonos al Torreón del Puntal de la Solana, visible desde donde hemos aparcado.

Torreón del Puntal de la Solana (dcha), Barranco Radón (centro) y embalse de Cueva Foradada (al fondo)
Por dentro de la población pasamos junto a la Nevera y la inclinada torre de la iglesia, para iniciar a renglón seguido la subida hacia el Torreón.

El Puntal de la Solana es una excelente atalaya desde donde observamos cómo baja el río; las lluvias torrenciales de los días pasados produjeron una gran riada, elevando cerca de un metro el nivel normal de las aguas que hoy, algo más amansadas, siguen viéndose impetuosas y de color marrón. Tendremos que adaptar el itinerario a las  posibilidades de cruzar o no el cauce ¡Si no hay pasarela, no hay cambio de margen!

Seguidamente descendemos al Barranco Radón (nombre de connotaciones radiactivas) para acceder a la cola del embalse de la Cueva Foradada, desde donde comenzamos el recorrido aguas arriba del Río Martín, hacia Obón.

El río Martín baja crecido y turbio
El sendero está balizado y, al poco de dejar atrás Alcaine, llegamos ante un poste indicador; de las dos opciones tomamos la senda que, alejándose del río, discurre al pie de los cortados que se alzan sobre la margen izquierda del cañón.



Unos restos en el camino hacen que dirijamos la vista hacia las rocas en busca de las cabras, y no tardamos en localizarlas. Durante un trecho vamos mirándonos mutuamente mientras avanzamos, ellas por arriba, nosotros por abajo.


También unos buitres nos observan mientras están a la espera de que las térmicas les sean propicias.

El camino nos lleva otra vez junto al cauce para enseguida alejarse de él, enfilándose entre unas peñas.



Tras salir del roquedo y continuar un tramo en alto, alcanzamos el plano de la Coquinera, de nuevo junto al río. Sabemos que hay un abrigo en la roca con pinturas rupestres, pero no damos con él, así que continuamos la marcha y cruzamos el río por una pasarela bajo la cual las aguas pasan bravas y turbias.

Plano de la Coquinera
Una vez en la orilla derecha localizamos, justo enfrente, y en la margen que acabamos de abandonar, el abrigo vallado que no hemos sabido encontrar. A la vuelta lo veremos.

La senda continúa aguas arriba, entre almeces y chopos ¡Qué agradable tramo!

Almeces alineados jalonan la senda
Detalle de la frondosidad del almez
Se acaba el arbolado y el sendero tiende hacia un recodo rocoso lamido por el río. Suerte que unas oportunas pasarelas, seguidas de unos peldaños anclados en la roca, permiten superar este tramo sin necesidad de entrar en el agua.


De esta forma alcanzamos la embocadura del Barranco del Regallo, en el que nos internamos unos metros en ida y vuelta, hasta donde la trocha nos permite.

De vuelta en la embocadura sólo queda seguir el sendero que, abandonando el fondo del cauce, se eleva hacia la parte alta en dirección a Obón. 

Abajo queda el cauce mientras subimos hacia Obón
Una vez arriba sigue un sube y baja que acaba en un mirador frente al pueblo, de donde ya no pasamos, pues es el punto de retorno de nuestro itinerario de hoy.

Mirador hacia Obón
Mirada en derredor, un trago de agua y retomamos la marcha, que aún nos quedan por visitar los dos abrigos.

De vuelta en la Coquinera nos aproximamos al primero. El acceso resulta incómodo, entre zarzas y demás arbustos. El vallado es extenso y las pinturas las contemplamos literalmente enganchados a la alambrera.

Extenso abrigo de la Coquinera
Detalle de sus pinturas
Próximos ya a Alcaine, ante la vista del segundo de los abrigos, el de la Cañada de Marco, en la otra orilla, iniciamos la aproximación.


Buscamos la manera de cruzar el río. Encontramos unas balizas que, en descenso, nos llevan hacia él y sí, ¡Nos conducen a una pasarela!

Descendiendo hacia el río

Cruzamos, sorteamos un gran chopo caído y, siguiendo la clara trocha, llegamos ante la reja del abrigo. Éste es más cómodo de observar que el anterior y las pinturas se ven bien.

Pinturas del abrigo de la Cañada de Marco
Retornamos de nuevo junto al agua, seguimos unas balizas que nos llevan a donde hubo una pasarela que ya no está (debió de ser arrastrada por la riada), volvemos sobre nuestros pasos hasta la pasarela anterior y ya, sin más imprevistos, subimos a Alcaine por una muy empinada calle, atravesamos el pueblo y llegamos al coche tras haber realizado un recorrido bonito, largo y con desnivel acumulado importante, que nos ha llevado a conocer un tramo más del encajonado y sinuoso río Martín.

Detalles de primavera junto al Río Martín


6 comentarios:

  1. Hola Carmar.

    Río pequeño, pero que a nosotros nos está dando mucho juego, ya nos faltan muy pocas etapas para completar el GR.262, y sin proponerlo ...

    Recorrido al igual que los otros, muy interesante, tanto en paisajes como culturalmente, los dos abrigos nos costo encontrarlos e incluso uno de ellos de chiripa, lastima que el río bajase tan crecido, hubiera estado bien volver por la Cañada Marcos.

    Un saludo

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    1. Pues es verdad, Eduardo, así, como quien no quiere la cosa, vamos recorriendo los ríos y lugares de Teruel, que bien atractivos son.

      Un saludo

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  2. Vaya zona tan especial. Hace tiempo que no la visito. Los barrancos de roca caliza abren todos mis sentidos y, concretamente ésta por su grata soledad.
    Leo que os costó encontrar los abrigos; comparto esa pesadilla puesto que a mí, también me costó hallar la zona de cría del búho real entre tanto peñasco.
    Teruel es todavía un paraíso de lugares perdidos para hallar esa tranquilidad que muchos añoramos.
    Un abrazo.

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    1. Produce la soledad buscada un sentimiento de plenitud y recogimiento que buscamos y que Teruel y sus rincones propician naturalmente. En cambio, si impuesta, resultaría una pesada coraza con la que nos moveríamos torpe y cansinamente.

      Cuesta fijar la mirada en los objetivos, tan bien disimulados en los paredones calcáreos de los cañones y barrancos, pero una vez logrado ¡Qué satisfacción!

      Un abrazo, Javier.

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  3. Hola Carmar¡

    Vaya perlica de zona que son esos lugares. Bonitos y soledad garantizada.

    Gracias por compartirlos.

    Salud¡

    Fer

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    1. Perlica de ley, si señor. Y unas cuantas más por recoger que nos quedan.

      Gracias por tu comentario, Fer

      Un saludo

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