Supongo que la cancelación de mi
vuelo de retorno, obligándome a permanecer en este hotel de las afueras casi
dos días más de lo previsto, ha sido la causa de que esta noche no haya dormido bien.
El hecho de que sea un día festivo
no impide que me despierte tan temprano como es habitual. Encuentro el comedor
prácticamente vacío cuando acudo a desayunar.
Sin nada concreto que hacer hasta
la tarde, cuando llegue el momento de tomar un vuelo de última hora que sí
volará, salgo a sentir el aire fresco y a desconectar. Fuera me encuentro
mejor.
Contemplando la naturaleza siento
su pálpito y me integro en ella. Es afortunado quien puede percibir sus sonidos
y sus silencios sin perturbarlos.
Si bien lo que me ha llamado la
atención desde la distancia son los altos árboles colonizados por las bolas de
muérdago (“mistel” se dice por estas tierras alemanas), me detengo unos
instantes a contemplar el estanque que hay junto al hotel.
Diversas variedades de ánades
aprovechan los lánguidos rayos de un sol inusual por estas latitudes en los
últimos días del invierno.
Una pareja de cisnes contribuye a
iluminar el escenario mostrando el “anverso” y el “reverso” de su elegante
figura.
Anverso y reverso. La cara oculta de la elegancia. |
Continúo mi paseo aguas arriba de
un pequeño arroyo del que se alimenta el estanque y que pasa junto a un antiguo
molino, hoy ya en desuso.
Tras cruzar un puente me adentro
en una amplia zona boscosa atravesada por el susodicho arroyo.
Primeramente transito entre robles, todavía esperando la aparición de las hojas, que aún tardarán; los enhiestos álamos completan el panorama.
Me encuentro, finalmente, en el
territorio del muérdago (“viscum álbum”), a donde quería llegar. Siempre me he
sentido interesado por él y aquí lo hay en abundancia.
Las bolas de muérdago resaltan sobre las desnudas ramas |
El muérdago es una planta
singular, “semi parásita”, que sí puede realizar la fotosíntesis (su color
verde amarillento manifiesta una baja concentración de clorofila), pero que, al
carecer de raíces, depende completamente de un huésped vegetal para la
obtención del agua y las sales minerales que necesita para completar su ciclo
metabólico.
Normalmente se sitúa sobre ramas
de árboles de gran porte y de hoja caduca, como robles, álamos, arces o
castaños, en los cuales inserta un chupón u órgano succionador que se ramifica
entre la corteza y la madera, a través del cual se ancla y obtiene sus
necesidades. En otras zonas también coloniza los pinos.
Aunque no lo aparente, con ese
color apagado y poco llamativo y tan alejado de nuestro alcance, el muérdago ha
sido ampliamente utilizado como planta medicinal. Ya los antiguos curanderos
celtas conocían sus propiedades medicinales y lo empleaban en ritos de fecundidad.
Durante el paseo la mirada topa
de vez en cuando con elementos propios de la metrópolis, que disturban un
tanto. Al fin y al cabo se trata de un bosque urbano.
Pinceladas de metrópoli recuerdan que el bosque está en territorio "urbano" |
Pero inmediatamente la vista
continúa recorriendo las orillas del arroyo, cuyo curso de agua fluye ajeno al
entorno que atraviesa. Los árboles todavía “quietos” aún están a la espera del
estímulo de la primavera; el sotobosque, en cambio, ha comenzado a revivir.
El tiempo ha transcurrido; ya queda menos para acudir al vuelo que me llevará de retorno a casa, pero aún dispongo de un rato para continuar integrado, junto al banco y los desnudos robles, en este bosque que me ha proporcionado energía para continuar con mi camino.
Hola Carmar.
ResponderEliminarUn bosque urbano, muy bien conservado, solo te falto fotografiar a algunos de los pajaritos, que cuando llega el otoño y comen su fruto, dejan la semilla en las ramas de los árboles.
Una mañana muy bien aprovechada.
Un saludo.
Suerte tuve con el tiempo, que ayudó a pasar el chasco de quedarme colgado para la vuelta.
EliminarPajaricos ya oí, pero ninguno vi a distancia de foto con móvil, que es lo que usé para el reportaje. Alguna limitación había de tener :-)
Salud y Montaña, Eduardo
Una escapada cercana al remanso del bosque sirve de encuentro con el otro mundo que sigue su calendario vital oscilante a ritmo estacional. Y allí aparecen los otros, cuál espejismos de la realidad ¡Si es que hay realidad! en su devenir. Sin causar intromisión se deambula con los sentidos y se observa la historia del lugar plasmada en los anillos de los troncos. ¡Qué aprendizaje! Salud y montaña
ResponderEliminarDichoso aquel que siente la atracción y comprende las lecturas que ofrece la naturaleza: los anillos troncales, el curso de un arroyo, el verde musgo cubriendo los troncos, .... , porque en su ensimismamiento radica la conexión con nuestros orígenes ¡Qué paz! Salud y montaña.
ResponderEliminarQue lindo... há momentos que fico assim... sem palavras...
ResponderEliminarUna breve línea, unas pocas palabras, ...., que sintetizan perfectamente una impresión.
EliminarUn abrazo