Cuando el río Ebro dejó de ser la cloaca de la ciudad y ésta, en lugar de
darle la espalda, lo recuperó, ya no fue más una línea divisoria, sino el nexo
de vida en común. Se acabó la separación en función de la ribera desde la que
se arrojaban las basuras. El retorno a la naturaleza puso las cosas en su
sitio.
¡Y qué naturaleza la de los sotos! Un tipo de vegetación que sobrevive
fundamentalmente por la humedad del suelo, y que crece en las orillas del río constituyendo el lugar ideal para que fauna y
flora medren, a muy corta distancia de los grandes núcleos urbanos que tan poco
naturales resultan habitualmente.
Al pie mismo del arqueado puente de Giménez Abad, en la margen derecha del
Ebro, justo al final del Paseo Echegaray y Caballero, donde el urbano asfalto
termina, gira y entronca con el tercer cinturón de la ciudad de Zaragoza, un
nutrido grupo de enormes “plataneros” (platanus hispanica) marcan el inicio de
un recorrido pleno de vegetación. Por delante la longitud de itinerario que
cada cual quiera, hasta enlazar con la Alfranca, situada a 15 kilómetros aguas
abajo. El familiar “olor” de ribera impregna el ambiente, mientras me interno
en el Soto de Cantalobos.
Comienzo el trote temprano, la neblina mañanera todavía no se ha disipado y
los “lanudos” álamos se extienden cual tapices.
Bajo los árboles la temperatura resulta agradable,
incluso fresca. La senda discurre adaptándose a la sinuosidad del cauce.
Al poco rato, al otro lado, el río Gállego desemboca en el Ebro. Lugar de
unión de las aguas que vienen del Norte (de las tribus galas que allí habitaban
“Gallicum” --> Gállego)
con las hispánicas de la tierra baja.
El río Gállego desembocando en el Ebro |
Los fresnos, tan lustrosos en esta época, alargan sobre el sendero sus
ramas cargadas de frutos. Los evito con un mínimo gesto del hombro y mantengo
la carrera.
Entre la exuberante vegetación de ribera se observan restos de avenidas y
troncos desgajados. Lo renacido junto con lo dejado.
En las zonas con menos arbolado, las plantas más humildes salen de la
espesura.
De nuevo frondosos árboles apantallando la fuerza del sol, que ahora ya está
alto. Fuera de la sombra hace calor.
El sendero se estrecha o ensancha, se aproxima o se aleja del río, según las
zonas. Fugaces vistas de las aguas, desde el borde mismo, entre juncos, hinojos
y pequeñas ramas de chopo, captan la atención de tal manera que la parada
contemplativa es obligada.
Abandono la arboleda y salgo a terreno abierto, las plantas de bajo porte
han tomado el relevo de los altos ejemplares de hace un rato. El efímero cromatismo
sustituye al fresco verdor. Similar encanto pero con distintos protagonistas.
Sigo un poco más adelante, hasta que el calor y la proximidad de la Cartuja
Baja hacen que dé la vuelta, la llamada de lo vegetal que he dejado atrás puede
sobre el atractivo de lo urbano.
Recorrido muy bonito que, si en primavera muestra su eclosión, en otoño
puede resultar igualmente espectacular.
Después de las riadas de este invierno he vuelto a salir por estos senderos y caminos por los que salgo a correr a menudo y la naturaleza me ha dado sábias lecciones. Dónde había sotos y vegetación de ribera, los caminos han permanecido intactos pero dónde la vegetación ha desparecido y los campos de cultivo y las urbanizaciones llegan hasta la orilla del río, está todo arrasado. ¿Conclusión?.
ResponderEliminarY sí, el Soto de Cantalobos es precioso en otoño........
Salud(os) amigo.
La conclusión es evidente, pero ¿será, pues, que no todos vemos las cosas de la misma manera? En cualquier caso, que por parte de los que amamos la naturaleza no quede, y que con nuestro respetuoso deambular por ella contribuyamos a su preservación. Así podremos seguir admirándola toda la vida. Salud(os) y Montaña, amigo Rubén.
ResponderEliminarAhí lo ha dicho Ruben. Por la ruta que tomaste por la Cartuja, casi a la altura de la antigua vaquería, ahora para paseos a caballo, hay una zona despejada de álamos por donde todos los años arrasa el agua la mota reforzada con pedruscos del pirineo. Sin embargo, el martín pescador, siempre sabe cuándo tiene que excavar la terrera para hacer su nido en el mismo lugar.
ResponderEliminarEstoy harto de los ignorantes que hablan de limpiar el río refiriéndose a arrasar los sotos ribereños y dragar integralmente el río Ebro. Lo que han de hacer primero es no saltarse las leyes que amparan al río ni la integridad de su cauce aunque no siempre lleve agua.
Me gustaría ver siempre los sotos como los inmortalizas en tus imágenes, nada más...
No podemos permitir que cuatro exaltados nos despojen de todo medio natural.
Saludos
De acuerdo en todo. Hemos de cuidar y respetar "la naturaleza que nos queda", es lo único que siempre nos acoge y adonde en cualquier momento podemos acudir ¿Tan alejados de lo natural están algunos que no comprenden esto? Salud y Montaña, Javier.
EliminarHola Carmar, me gusta mucho el Soto Cantalobos, lo he recorrido en varias ocasiones, pero siempre en bicicleta, y quería ir un día a correr, pero vinieron las riadas y ya lo dejo para el otoño, que yo con la primavera lo paso mal con las alergias de las narices, solo ver esas bolichas estornudo.
ResponderEliminarUn saludo
El Soto a pie permite zigzaguear entre sus juncos, adentrarse por arenosa trocha hasta tocar el agua, apartar algunas ramas de chopo para otear, caminar sobre el blanco lecho de las "bolichas" con la hierba hasta la pantorrilla, y llenarse hasta las cejas de polen para asegurar que nos llevamos un buen puñado a casa y, en ella, seguir disfrutando de nuestra alergia de las narices ;), pero aún con ella vale la pena hacerlo. Salud y Montaña, Eduardo.
EliminarUm passeio bastante agradável... graciosas flores, lindas vistas e sossego... aroma de campo e paz de espírito... detalhes que contam histórias e histórias que carregam grandes lembranças... gostei de tudo!
ResponderEliminarBeijo.
Tan bien y acertadamente descrito en tu comentario que poco más queda por añadir. Un gozo para el espíritu. Salud y Montaña, Teca.
Eliminar