Castanea sativa |
En el extremo
más oriental de la Sierra de Gredos, junto al valle de Iruelas, al Sur de la
localidad de El Tiemblo, se encuentra un magnífico bosque de castaños. En él, los espigados ejemplares se alzan solemnes hacia el cielo compartiendo
espacio y silencio con algunos centenarios de tronco roto, abierto y
aparentemente seco, que siguen siendo capaces de producir brotes cada
primavera.
La luz del sol
se cuela entre las serradas hojas de los altos árboles cuando abandonamos el
área recreativa del Regajo, lugar en el que hemos dejado el coche. De hecho, es
el único vehículo que hay en al aparcamiento.
Pasear por un
bosque es agradable en cualquier época del año, y hemos decidido visitar
este rincón antes de que llegue el otoño, para ver cómo luce durante la
floración.
A medida que
nos adentramos en él comienzan a aparecer los restos de troncos secos y
retorcidos a cuyo alrededor, y de la misma raíz, salen, como en corona, tallos
más jóvenes, descendientes de aquel que ya dejó de crecer. Caminamos en
silencio, acompañados por el piar de los pájaros y atrapados por el cautivador
entorno.
El sendero, amplio y bien marcado, nos conduce hasta a una
explanada donde el bosque se abre, dando vista al refugio de Majalavilla,
rodeado de castaños en flor.
Entramos en él y
vemos los “graffitis” que adornan su
interior.
Dejando
Majalavilla a la derecha descendemos por el camino hasta pasar junto a un
solitario y enorme pino resinero, cuyo tronco se alza enhiesto por entre las
hojas de los castaños que le rodean ¿Qué altura tendrá? ¿Unos cuarenta metros?
Un poco más
abajo llegamos al Abuelo, el señor del bosque. El Abuelo es un castaño
monumental de más de 500 años, con unos diecinueve metros de altura por unos dieciséis
de perímetro. A pesar de estar totalmente hueco, este año también ha rebrotado.
El Abuelo |
Tras contemplar
largamente al longevo coloso, a cuyo
lado uno toma conciencia de lo efímero de la propia existencia, reanudamos la marcha adentrándonos en una de las zonas más
solitarias y frondosas del bosque. Aquí los centenarios castaños se mezclan con
los robles formando un atractivo contraste. Siguiendo el arroyo de la Yedra,
llegamos a la plácida pradera de Garrido, donde el bosque se abre.
Pradera de Garrido |
Robles y Castaños en flor comparten la pradera |
Arriba, el Pico
de Casillas, y a su derecha el Portacho del Pozo, marcan la divisoria con el
vecino valle de Iruelas.
Pico de Casillas con el Portacho del Pozo, a su derecha |
En la llanura
hay una bifurcación de la que tomamos el ramal de la izquierda, por el que
llegamos al Castañar del Resecadal. En este rincón abundan gigantes centenarios, con una edad media de 150 años, de robustos
troncos y copas amplias y redondeadas.
Ejemplares centenarios del Castañar del Resecadal |
En esta parte
del bosque, sobre una alfombra de helechos, conviven con el castaño, saúcos,
fresnos, cerezos silvestres, olmos, acebos, avellanos y majuelos.
¡Por cierto
que, las cerezas, por San Juan, resultan bien frescas y apetitosas!
A partir de aquí
el camino desciende con bastante pendiente hasta salir a una bifurcación donde,
continuando por la derecha, enseguida se
alcanza el puente por el que habíamos entrado a la Senda del Castañar.
Estamos de
vuelta en el área de El Regajo, donde unas vacas de diversas edades e igual
condición reposan apaciblemente y a la sombra.
Mientras sus
antiguos congéneres, los Toros de Guisando, transformados en piedra, aguantan
estoicamente el caluroso sol del verano sobre sus lomos, unos cuantos kilómetros
más abajo.
Toros de Guisando |
Esto es una excursión con mucha historia y mucha vida!! Bonitas fotos y bonito bosque.
ResponderEliminarCada vez me atrapan más los bosques. Es tanta la vida que en ellos se encuentra, que da la sensación de que compartirla es fácil y natural. Un abrazo.
Eliminar