Animoso y perseverante grupo que, decididos a “colarnos” por la ventana
anunciada entre dos borrascas sucesivas y haciendo caso omiso de la llovizna
que a primeras horas de la madrugada sigue remojándolo todo, nos reunimos en
Torla para llevar adelante una inmersión en el cromatismo otoñal de Ordesa.
Recorrido por bosque, como máximo hasta la Cola de Caballo, no más de un
cierto número de horas de marcha total, constituyen las variables de la
ecuación. Bien mirado, no son demasiadas, considerando que somos seis personas
las que conformamos el equipo (Mari, Belén, Mª Luisa, Andrés, Carlos y yo)
¡Tocamos a una variable por cada par! Así, sin circuito preestablecido, decidimos
que, siendo el denominador común el deseo de “empaparnos” de las tonalidades
otoñales, iniciamos la marcha
descendiendo hacia el camping de Torla (1.000m) para alcanzar la Pradera de
Ordesa a través del camino de Turieto, que antaño unía Torla con las bordas del
valle de Ordesa.
Siguiendo el curso del río Arazas por su margen izquierda orográfica, nos
adentramos en la tranquilidad de un frondoso hayedo prácticamente entregado al
invierno, ocasionalmente sacudidos por el estruendo de las cascadas.
Los altos paredones del Tozal del Mallo y de la Punta Gallinero se yerguen
sobre la otra orilla, caldeados por un tibio sol que a nosotros todavía no nos
alcanza.
Tozal del Mallo |
Punta Gallinero |
Una vez en la Pradera de Ordesa, momentos peculiares: apetecibles anchoas
cuidadosamente preparadas la víspera y evaluación de las alternativas. Por fin,
como al inicio, el denominador común: bosque, y con la máxima soledad posible.
Dada la conjunción, la decisión se decanta por el barranco de Cotatuero,
para lo cual,cruzamos el Arazas y nos encaminamos al siguiente tramo.
Última mirada al Tozal antes de introducirnos en el barranco de Cotatuero |
Ascendemos entre altísimos árboles, caminando en la penumbra, por alfombrada
senda que amortigua los pasos.
La frondosidad y variedad de la vegetación
transmiten una agradable sensación de paz y armonía. No obstante, hay que
concentrarse y mantener un ritmo porque en este trecho la pendiente se acentúa.
Conforme ascendemos el sol se cuela con más brío, resaltando la gama de
tonalidades.
La belleza del entorno compensa el esfuerzo de la subida. Paso tras paso
nos vamos embebiendo del color y del olor que nos envuelve.
Espléndidas e inesperadas matas de belladona en pleno fruto.
Finalmente, tras un recodo, nos llega el sonido de la cascada de
Cotatuero.
Cascada de Cotatuero |
Al pie de la misma realizamos el segundo alto en el camino, que
aprovechamos para: a) Comer algo (cuán relativo es este término), b) Constatar que
sigue habiendo ánimo para más marcha, y por tanto, que podemos optar entre dos
posibilidades para el siguiente tramo.
Tras algunos “que puede llover en cualquier momento”, y “¿cuánto tiempo más entre
una opción y otra?”, decidimos optar por
recorrer la Faja Racón, serpenteante sendero entre los 2.000m y los 2.080m,
perfectamente marcado bajo las verticales paredes que descienden de la Punta
Gallinero, a trechos entre la arboleda, otras veces sobre la roca, siempre
totalmente panorámico sobre la pradera de Ordesa y con vistas a la sierra de
las Cutas.
La Sierra de las Cutas y el fondo del valle de Ordesa, desde la Faja Racón |
La opción elegida, finalmente interiorizada, hace que la marcha cunda,
mientras el velo de “lo desconocido” se va diluyendo a medida que avanzamos por
esta atalaya natural. Hasta las nubes dejan de amenazar.
Recorriendo la Faja Racón |
Llegamos finalmente al lugar donde se cruzan varios caminos: hacia arriba
iríamos a tomar las clavijas de Carriata; de frente, hacia Salarons y el Tozal
del Mallo (que resulta imponente en esta proximidad); para abajo, hacia la
Pradera;por detrás, la Faja Racón, que acabamos de
recorrer.
Ya no más subir, ya tan sólo la certeza de que ahora toca bajar por
empinado camino, esto sí, que se adentra en un acogedor bosque de altos y
espesos bojes por el que transitamos plácida y despreocupadamente hasta
alcanzar la carretera de acceso al valle de Ordesa, junto a la casa de los
guardas, unos cuatrocientos metros antes de la Pradera.
Las brumas del atardecer vuelven a cubrir los altos, vistas desde Torla |
En síntesis, un circuito pergeñado sobre la marcha, con el bosque como
permanente “leit motiv”, que durante unas cuantas horas, y salvando un desnivel
total acumulado de unos 1.000m de D+, nos ha llevado desde la zona baja, en la
entrada del valle, hasta las zonas altas de las Fajas de este Parque Natural
que, siendo bello en toda época, en otoño resulta espectacular.
De Guadarrama al Pirineo, y del Pirineo a Guadarrama, interesante este "puente aéreo". Tengo que decir que de los paisajes peninsulares, y hasta el día de hoy, Ordesa el que más me ha impactado. Ya desde el mismo Torla uno se queda impresionado; luego según se remonta el Arazas, con sus cascadas, el bosque de hayas y el marcado valle en U, las sensaciones y emociones aumentan en progresión geométrica. Tengo muchas cosas pendientes por allí, que algún día tendré que resolver.
ResponderEliminarEnhorabuena al grupo por disfrutar del color del bosque.
Un abrazo
Algo más de colorido hubiéramos encontrado de haber podido ir un par de semanas antes, cuando las hayas aun habrían tenido las hojas en sus ramas. Pero bueno, no estuvo nada mal; al contrario. Ciertamente que Ordesa no defrauda nunca. Un abrazo, Rafa.
EliminarGallinero, del griego antiguo, roca elevada; terminación ero, eiro, elevado
ResponderEliminarMuy interesante y muy bonito.
3·deicaludos·C
Lugar alto y eminente es tozal, y de aquí altozano el montecillo. Con lo que, entre arábigo, por éste, y griego, por el otro, paseando por los bosques, tuvimos una muy agradable jornada que, de haberla realizado más próximos al Pilar y menos de los Santos, habríamos caminado más bajo rojas hojas que sobre bermejas alfombras. En cualquier caso, hayas y demás árboles estaban preciosos. Salud y Montaña, amigo Deicar.
EliminarOrdesa embruja a quién se atreve a caminar por sus muchos vericuetos. Y si decides alcanzar las cotas que lo cierran por el noreste, deslumbra el corte en el terreno que ha erosionado el agua, y que forma ese cañón. Camino se hace al andar, y como quién no quiere la cosa, el paseo se prolonga entre el bosque mixto que tapiza los estadios inferiores. Siempre hay una perturbación aleatoria en toda ecuación, difícil de medir. En este caso fue a tu favor. ¡Cuesta regresar ante tanta belleza! Quedan las imágenes, y los efectos en los sentidos. Imagen icónica la de la torre de la iglesia de Torla con los farallones rocosos de fondo, que uno guarda en la memoria, tras quedar prendado al ojear un libro años atrás y encontrarse con una similar. Uno se imaginaba recorriendo aquéllos lugares, entonces lejanos y desconocidos. Ahora tras visitarlos, aún el gozo es mayor al haber disfrutado de muchos buenos ratos por ese lugar. Salud y Montaña
ResponderEliminarPor Ordesa y en su Monte Perdido recibí ha ya ,varios lustros, mi bautismo del "tres mil" invernal. Desde entonces muchas veces he recorrido sus barrancos y vericuetos, trazando circuitos muy variados, ascendiendo en repetidas ocasiones a cada una de sus cimas, encadenando unas cuantas más de una vez, y aún así, siempre encuentro nuevas razones e ilusiones para volver "a cualquier cota" y en cualquier estación. Hermoso lugar donde los haya. Salud y Montaña.
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