lunes, 7 de enero de 2013

Picos Royo y Culibillas. Esquí de travesía por montañas próximas.

Con la llegada del invierno es el momento de cambiar las zapatillas de “running” por las tablas y empezar a tomar contacto con el esquí de travesía.
Ahora las pendientes hay que superarlas por medio de pasos deslizantes, controlando cantos y asegurando bien las cuchillas sobre las placas heladas. Las zancadas resultan menos ligeras en subida, pero las bajadas… vamos, las bajadas son rápidas de veras.
Los Picos Royo y Culibillas cierran el cordal que, partiendo del vértice del Anayet, separa a Formigal del valle de Izas. Se trata de una cadena de cimas en el entorno de los 2.500m, entre las que también se incluye el Pico de las Arroyeras, que en invierno son de lo más atractivo para “ir abriendo boca”, habituando cuerpo y mente a lo que comporta una actividad en altura con el frío y la nieve como escenario.
Partiendo desde el aparcamiento de Anayet, en la estación de esquí, son unos 900m desnivel total que discurren en su mayor parte por la cara Norte, salvo en la subida final al pico de Culibillas que se realiza por la vertiente Sur, mirando a Izas.
Para Manumar y para mí este itinerario es un clásico, cuyo primer punto culminante es el Pico Royo, hacia el que nos encaminamos con un suave deslizar de esquíes, calentando motores, por el lateral de la pista de esquí. Y sube que sube, dejamos a nuestra derecha el barranco de Culibillas (acceso hacia el Anayet), continuando hasta llegar a la altura de los 1.950m, donde de nuevo a la derecha se abre el vallecito de Lapazuso, por el que nos internamos sube, que sube, con alguna zona de placas heladas que obligan a usar bien las cuchillas.
Barranco de Culibillas
Hacia la mitad de este pequeño valle podemos avistar ya el Pico Royo, que recibe los rayos de sol, y cuyo aspecto, desde aquí abajo, es fiero, vertical, desafiante; después no lo es tanto.

Comenzamos a ganar altura, ahora sí fuertemente, por una pala que nos dejará en un pequeño llano, a unos 2.250m, desde donde vemos a nuestra derecha el collado entre el Pico Royo y el Culibillas (al que iremos más tarde), de frente el paredón de resaltes rocosos del color rojizo típico en esta zona del Pirineo (en aragonés: royo = rojo), terminando la panorámica en la cumbre del Pico Royo. Torcemos a la izquierda buscando el lomo norte del Pico, al pie del canalón de acceso a la cima. Por fin salimos de la sombra y frío de la vertiente Norte y damos vista a las soleadas montañas que se ofrecen a nuestros ojos.

En este punto cambiamos esquíes por crampones, tomamos los piolets y pasamos del sube, que sube, al trepa, que trepa por empinada canal, alcanzando la soleada cumbre del Pico Royo (2.429m).

Tras la trepadita, y con el sol de la cima, hemos entrado en calor y nos ponemos a tono con el ambiente que nos rodea. Al Sur, el Valle de Izas, con el Pico Arroyeras al final de la cadena,

Al Norte, los tresmiles del Pirineo,

Pero debemos continuar, y ya sabemos lo que toca: descender en posición de “cara contra la pared” por el canalón de subida, ponernos los esquíes, deslizarnos al pie de los resaltes, y llegar al pequeño collado que se abre en la muralla.
En este estrecho collado dejamos las tablas y nos calzamos de nuevo los crampones para encaminarnos hacia el Pico Culibillas; pero antes de continuar, una mirada hacia el Pico Royo y los escarpes que lo separan de esta brecha.

La nieve es abundante y está en buenas condiciones. Va notándose calor en esta soleada cresta que vamos recorriendo. Progresamos cómodamente deleitándonos con el entorno.
Al frente tenemos el P. Culibillas, en primer término y con buena cuesta, a la izquierda, el P. Arroyeras, con su plana y longitudinal cima, en el centro y al fondo, el Pico de Anayet.

Hacia atrás, el Pico Royo, donde estábamos hace poco rato,  al lado la sierra de Telera.

Mucho más abajo, las pistas de la estación de Formigal.

Sigamos, que ya falta poco. Tras las cornisas que tenemos justo a continuación continúa la traza que sube hasta la cima del Pico Culibillas. Algo apartado, el Midi d’Osseau.

Ojeada a las cornisas que acabamos de sortear, y hacia la cumbre.

El Pico Culibillas (2.509m) tiene un mojón cimero en verdad bien royo, tras el cual se distinguen los tres picos restantes que completan el cordal que vamos siguiendo, y cuya visita dejaremos para otras jornadas ¡Que estamos en invierno, los días son cortos y las condiciones del entorno son más para la prudencia que para los alardes!

Algo de comer (más bien poco), un trago de agua, y hacia abajo, al collado donde hemos dejado los esquíes, para calzárnoslos y de vuelta al coche, no sin antes dar una ojeada más para fijar en nuestras retinas este ambiente tan diáfano y deslumbrador.

Descendemos al collado, colocamos en la mochila crampones y piolet, fijamos los cierres de la botas, calzamos los esquíes, ajustamos la mochila y casco, y observamos la pendiente que nos espera. Detrás nuestro, el sol, por delante, la sombra de la cara Norte. La conocemos, la hemos descendido ya otras veces, pero lo mismo que cuando rapelas no te encuentras a gusto hasta que tienes el punto de anclaje un par de metros por encima de la cabeza, en estas salidas con esquíes desde sitios abruptos, no te encuentras cómodo hasta que el punto de partida lo tienes unos tres metros más arriba, y has conseguido “integrarte” en la ladera. Tras los primeros giros de tanteo y confianza la esquiada se torna regular y muy variada.
El tropezón lo tuvimos en la parte final de la pista azul de Formigal, a pocos metros del aparcamiento, cuando, por esquivar a una criatura de poca edad que, ajena al entorno, bajaba a gran velocidad, uno de nosotros se topó de bruces con un “snow boarder” que, sentado a media ladera descansando estaba, y cuyo cuerpo provocó un choque y salto por encima, con caída sobre el hombro izquierdo, con ligero aturdimiento posterior tanto del saltador como del obstáculo, del que afortunadamente tan sólo magulladuras resultaron.

6 comentarios:

  1. Hala, qué disfrute, cómo te a ti te gusta...a grandes trancos o con esquíes. Esquíes como esquíes.
    Breves saludos y libertad para las montañas
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    1. Libertad para ellas y para ir por ellas (que no a por ellas). La breve duración de la nieve en nuestros montes hace que, cuando la hay, sea el momento de no desaprovecharlo. Salud y Montaña.

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  2. Que estas últimas salidas sirvan para hacer más llevaderos los próximos días y que transcurran tan veloces como han pasado los ya vividos en estas mini-vacaciones. Eso sí, tiene más peligro una pista azul llena de esquiadores de todos los tamaños y experiencias que cualquier descenso solitario de una montaña!

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    1. Los días de entremedias sí que son más llevaderos debidamente adobados por los recuerdos, las vivencias y los proyectos. La multitud siempre es de temer. Salud y Montaña, brother.

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  3. Y dicho y hecho. A por las cimas vistas. Por el frio barranco hasta las cimas ya soleadas. ¡Menudo alivio! Por crestas aderezadas con cornisas, siempre bajo observación, sigue la ruta trazada. Esa actividad es de las que da consistencia al montañero-esquiador: técnicas variadas por terreno agrestre, compromiso resuelto con sapiencia y temple para afrontar imprevistos. Salud y montaña

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    1. "Piano, piano, se va lontano" y si con algo de técnica a mano, mucho mejor. Lo dicho, saborear el viaje y que no falten ni las ganas, ni las fuerzas para llevarlo a cabo. Salud y Montaña.

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