Si ajeno a la borrasca, al frío, a la adversidad atmosférica y a las consecuencias sobre la salud que puedan derivarse aún deseas “salir al monte”, cuando tanto el pronóstico meteorológico como la próxima y visible realidad aconsejan todo lo contrario, una buena opción la brinda la Sierra de Hoyo de Manzanares. Con una altitud en torno a los 1.300m – 1.400m, está situada entre el monte del Pardo y la Sierra de Guadarrama, alzándose por encima de la localidad de Hoyo de Manzanares, protegiéndolo de los relentes de las cumbres más altas de la Sierra vecina.
Constituye la “pre” de la Sierra de Guadarrama, y a medida que se trepa por sus barrancos y peñascos nos adentramos en un entorno natural dominado por pinos, encinas y enebros, salpicado de alcornoques y robles, y perfumado con jaras, cantueso, tomillo y romero. Esto último cuando el sol favorece el desprendimiento de los aromas, porque en pleno invierno y con ventisca en ciernes, el perfume apenas se aprecia.
Hay variedad de sendas muy correderas, con desniveles de unos 400m – 500m que, debidamente combinadas, permiten recorridos más o menos largos (entre los 15km y los 18km), adecuados para mantener las piernas y los pulmones activos mientras los paisajes de la vecina Sierra de Guadarrama y Pedriza se van mostrando ante nuestros ojos.
No es preciso madrugar demasiado (son las 12:30h cuando comienzo en la Berzosa), pero sí contar con que deambularemos por un entorno “particular” en varios sentidos: el lugar está dentro de una zona virgen y poco frecuentada, en la que hay bastantes propiedades privadas, por lo que no siempre “cualquier senda es válida”. Yendo con este cuidado es posible explorar y descubrir estos parajes.
Dado el comunicado oficial de estado de alerta por nieve y viento, intento aprovechar una ventana de claridad. De manera que decido realizar un circuito bordeando la base del cogollo de la Sierra del Hoyo, bajo los Picazos, por la falda Sur Oeste (algo de sol ya pillaré), reservando el tramo Norte para acceder por el arroyo del Endrinal al punto culminante del Canto Hastial, descendiendo posteriormente por el barranco de Peñaliendres, al pie de la Peña del Diablo.
Me anima ver que, a pesar del fuerte y frío viento que viene desde la Sierra, el sol ilumina la zona de la Berzosa.
Emprendo la carrera hacia la Cascada del Covacho, por un sendero bien marcado. Pista de arena de granito al comienzo, que se va convirtiendo en trocha a medida que se asciende. Todavía brilla el sol en esta parte del camino. El viento del Norte continúa arreciando.
En esta época del año el agua del arroyo procedente de la cumbre del Contadero cae pausadamente, formando varios escalones pequeños. Me detengo un instante junto a la pocita de agua límpida y cristalina sobre la que vierte la cascada.
Superadas unas empinadas lajas graníticas la senda discurre cómoda entre pinar, al pie del Cerro Lechuza.
El sendero se estrecha y comienza a derivar hacia el Norte. La vista de la sierra de Guadarrama permite contemplar la borrasca que la cubre, acercándose rápidamente hacia donde me encuentro.
Sin embargo el Canto Hastial, encima del barranco del Endrinal, todavía está exento de nubes. Me encamino decididamente hacia él.
Son unos 300 metros de desnivel por trocha empinada, al final de la cual ya percibo en la nuca el frente de humedad y copos de nieve que preceden a la tormenta que se echa encima. El frío se ha intensificado.
He de ir con atención para no resbalar sobre la pátina helada que cubre las rocas graníticas de la cima (1.370m). Acceso que carece de dificultad en tiempo seco se torna muy deslizante en estas condiciones. Busco, sin encontrar, algún lugar alrededor de la antena, enclavada en el punto más alto, para resguardarme de la ventisca que ya me está alcanzando.
No veo ningún otro ser vivo alrededor. Echo de menos a las cabras que se me acercaron la anterior vez que estuve aquí. Sin más demora emprendo la bajada buscando en la carrera el calor que se me ha esfumado aquí arriba.
La nevada ya es considerable. La visión se dificulta y conviene prestar atención a la deslizante bajada. En eso estoy cuando ¡Un grupo de cabras domésticas asoma por entre las rocas!
¡Ahí estaban! Nos miramos; ajeno a la nevada me agacho, las llamo con gestos y ellas se encaminan decididamente hacia mí.
¡Gran pelaje el que les protege de la intemperie!
La nieve y el frío me sacan del embeleso, así que me reincorporo, digo mentalmente adiós y salgo hacia abajo. Última mirada hacia la antena de la cima, y sin parar más, hasta el collado entre la Peña Covacha y la del Diablo.
Sigo descendiendo por rota trocha hacia el barranco de Peñaliendre. El camino pasa junto a una edificación semi-derruida que ofrece poco abrigo (carece de techo). No para de nevar. Continúo la carrera.
Enfilo una profunda trocha entre desarrolladas jaras que superan con creces mi altura, discurriendo paralela al arroyo que se oye pero no se ve, y que en las primeras decenas de metros más parece hecha para equilibristas que para caminantes, obligando a mantener el equilibrio sobre estrecho y deslizante piso con muy angosto espacio alrededor.
A poco que descontroles la secuencia de las pisadas: refrotón o torcedura están al acecho de codos y tobillos. Resulta cómico correr con los brazos tan pegados al cuerpo y lanzando las zancadas como si marcharas sobre una pasarela.
La nieve sigue cayendo persistentemente. Para otra ocasión averiguaremos qué tipo de guariche hay algo más arriba del camino, el frío que no declina desanima a la exploración.
Alcanzo la cota 1.000m, el camino gira decididamente hacia el Este, el tiempo aclara, deja de nevar, las nubes quedan retenidas en las rocas más altas.
Finalmente alcanzo el coche cuando comienza de nuevo a llover. La borrasca ha recobrado fuerza. Tras unos 500m de D+ y un recorrido de unos 17km, a las 3pm el mayor deseo que tengo es llegar a casa y entrar en calor por medio de una buena ducha.
Un gran sendero el que recorres y por su altitud te viene muy bien para evitar los hielos y las acumulaciones de nieve, más arriba, en otras Pedrizas.
ResponderEliminarComo siempre dando de comer a los "apacibles"; te libraste por poco de esa lluvia.
Salud, Libertad y Monte.
dl·Carmar
Tienes razón, resulta bien agradable encontrar y tratar con "los apacibles". Cuando no los encuentro (pocas veces, bien es verdad), los echo de menos. A ver si el tiempo sigue por el camino que ha emprendido y por fin "la nevada" permite el esquí de travesía por esta sierra. Salud y Montaña, amigo Deicar.
EliminarPreciosa Excursión. Esto no puede ser... Me estoy perdiendo una experiencia que quizás no vuelva a repetirse. Ya he pedido los permisos oficiales para que puedas guiarme en una excusión sencilla para novatos. A ver si lo planificamos pero me encataría que me enseñases un poco los secretos de La Pedriza.
ResponderEliminarEnigmático Ablia,la Pedriza esconde poco, sin embargo atesora un sinfín de rincones e itinerarios que están ahí, ofrecidos y por mostrarse a quien siente la curiosidad y la ilusión por descubrir. Cada vez percibes algo nuevo en ellos. Mientras veamos las cosas y los detalles con ojos de novato, estamos vivos, somos permeables a la llamada de la naturaleza. El buen tiempo es el ideal para la Pedridza (Primavera y Otoño). Salud y montaña.
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