Cuesta encontrar una ermita tan escondida y de tan complicado acceso como ésta. Y ello dicho en todos los sentidos. Se enclava en un lugar recóndito y singular, en la cara Sur de la Sierra de Guara, entre abruptas paredes, vigilada por los numerosos buitres que anidan en las moles calizas, adonde se llega a costa de superar el vértigo y con la fe de que realmente está y de que la hallarás, porque sólo alcanzas a verla cuando te encuentras a unos pocos metros de ella.
El punto de inicio del recorrido comienza en la localidad de San Julián de Banzo, a la que se llega desde Huesca, tomando la N-240 dirección Barbastro y desviándose en el cruce de Loporzano, para después tomar un nuevo desvío a la izquierda pasando por Barluenga y por fin alcanzar San Julián. Aquí se toma a la derecha una pista forestal en buen estado, que se deja a unos 200 metros para coger de nuevo a mano derecha la pista que lleva al aparcamiento donde se sitúa el arranque del camino S-6 San Martín de la Bal d'Onsera, lugar en el que hay una señal indicadora.
El día se presenta amenazador. Las nubes no dejan que el sol brille ni asome con fuerza, hay humedad acumulada y la lluvia se barrunta. No obstante, quiero convencerme de que no lloverá demasiado, así que a las 9.30h comienzo el trote por el claro camino de tierra rojiza que en suave descenso se dirige hacia el barranco de la Bal d’Onsera, al pie de los mallos calcáreos que se alzan enfrente mismo.
Al poco cruzo el cauce seco, asciendo unos metros paralelos al mismo, para incorporarme de nuevo al fondo del barranco poco después; su lecho está ahora totalmente cubierto de guijarros blancos y flanqueado por paredes de conglomerado cuya altura va creciendo a medida que avanzo. Sorteo unas solitarias higueras. Comienzo a ver cómo las gotas de agua dejan su marca en las piedras del camino, tímidamente al principio, con regularidad después. Ha comenzado a llover. Primer chubasco del día.
La carrera es cómoda, el barranco se va intrincando cada vez más. Sin haberme percatado me encuentro ya en medio de los paredones de caliza cuya parte superior no alcanzo a ver.
El sendero se sigue bien, realmente no hay más alternativa que mantenerse en el fondo. En estas estrechuras, bajo las paredes extraplomadas y la vegetación, hay momentos en los que olvido de que continúa lloviendo mansamente.
El entorno se ensancha. Puedo divisar el farallón de roca que habré de superar para alcanzar el collado de San Salvador, y ruego por que el paso no esté demasiado mojado. Ahora el chaparrón ha cesado, pero la humedad lo impregna todo.
Me interno de nuevo en el bosque por trocha clara y corredera, hasta llegar al cartel indicador de las dos opciones que hay para acceder al collado de San Salvador: hacia la izquierda, por la Viñeta; o hacia la derecha, por la senda de los Burros. Me paro, sopeso que hace unos minutos que no llueve, miro hacia el cielo y no lo veo demasiado plomizo, así que opto por la Viñeta. Rápido y para arriba antes del próximo aguacero, que si delicado es subir por aquí con la roca mojada, mucho peor sería hacerlo bajo la lluvia.
Por delante unos 60 metros de desnivel, ascendiendo por una cornisa empinada, de no más de 50 centímetros de anchura, dispuesta a modo de rampa muy pendiente con algún que otro peldaño: a la izquierda, el conglomerado con un pasamanos de cable nuevo (bendito sea), a la derecha, una barandilla precaria y antigua, ampliamente oscilante al tacto, a modo de ¿Quitamiedos? como única separación del vacío. ¡Cómo resbala la roca mojada, y cuan útil resulta la sirga en estas condiciones! ¡A la derecha, mirar lo justo, y el quitamiedos, ni rozarlo!
Inicio del paso de la Viñeta |
Decisión y entereza, sirga a la izquierda, precaria barandilla a la derecha. |
Superado el paso se sale sobre el lomo del collado de San Salvador. Un cartel indicador muestra las 3 diferentes alternativas: para acceder a la ermita hay que descender hacia el barranco de San Martín, al otro lado del collado. Siguiendo la traza por el lomo, iríamos hacia el pico de Matapaños y también a la senda de los Burros. Pero esto lo dejo para la vuelta, ahora me concentro en lo inmediato, llegar a la ermita.
Los paredones que cierran el barranco de San Martín son formidables. Constato que el cielo se ha vuelto plomizo otra vez. En la soledad y la quietud del entorno tengo la sensación de estar siendo observado; miro en derredor: nadie ni nada a la vista; vuelvo los ojos hacia las partes altas de los cortados de enfrente, enfoco con detalle, y distingo las figuras de los buitres que hace rato ya me han descubierto a mí. Estoy en territorio ajeno, por lo que procuro no disturbar.
El camino para la ermita desciende franco hacia el interior del barranco, al principio voy corriendo, hasta que encuentro delante que el tramo siguiente consiste en bajar por unas placas bastante inclinadas de conglomerado, fáciles y expuestas con tiempo seco, pero no tan sencillas cuando están mojadas como hoy. De nuevo suerte que el paso está asegurado por una sirga de acero muy bien colocada. Así que chapoteando en las oquedades y afianzado al cable, voy descendiendo los aproximadamente 100 metros de placas hasta alcanzar el barranco ¡Respiro aliviado! Además, aún no vuelve a llover.
Placa de acceso al barranco de San Martín, asegurada por sirga de acero. |
Ahora sí distingo la ermita, a la que se accede por una trocha cómoda por entremedio de la vegetación.
El paraje es de lo más recoleto, los paredones cierran el barranco por su parte posterior, una cascada cae desde lo alto, la humedad lo envuelve todo. El lugar transmite soledad y recogimiento.
No hay más sonido que el del agua cayendo sobre la roca y el de mis pasos. Dedico un rato a la exploración de este rincón perdido, a la par que tomo un plátano y unos tragos de agua para reponer energía. Pero no puedo quedarme demasiado, las placas inclinadas las quiero remontar antes de que caiga otro chaparrón.
Pero esta vez he medido peor, y el aguacero me pilla a mitad de las placas. Trepando a gatas, sin reparar en charcos y sin remilgos llego de nuevo al collado ¡Entonces deja de caer agua! Miro hacia el cielo, parece que hay un claro, así que inicio la marcha hacia la senda de los Burros.
A los pocos metros veo un mojón y una traza hacia la izquierda que abandona el sendero que voy siguiendo. La tomo porque quiero subir al pico de Matapaños. La trocha, que se interna en un carrascal, se va haciendo cada vez más difusa y difícil de seguir. Idas, venidas, voy progresando trabajosamente hasta que me encuentro encerrado en la espesa vegetación, sin rastro que seguir y con las gotas de agua que comienzan de nuevo. Tomo la decisión de retornar y dejar para otro día más propicio la exploración de estos vericuetos.
Desciendo los 200m de desnivel ascendidos y retorno al sendero de los Burros. En adelante transito por un bello entorno de bosque de encinas y carrascas, que en poco tiempo me permite alcanzar el poste indicador del paso de la Viñeta, en el cruce de caminos que pasé a la subida.
Ahora ya no me preocupa la pertinaz llovizna que me está cayendo encima, tan sólo queda desandar el buen camino por el barranco, constatando la comodidad de la alfombra de guijarros blancos sobre los que cunden las zancadas, para alcanzar el coche a las 12:30h, tras haber recorrido unos 12km, salvando un desnivel total de 700m de D+, por un terreno mixto y variopinto, con bosques acogedores, cornisas colgadas, vacios impresionantes, donde el “hermano buitre” supervisa las incursiones dubitativas o decididas de sus otros “hermanos”, más o menos alborotadores, por lugares de barrancos y farallones que guardan circuitos insólitos y agrestes para todo aquel que se decida a explorarlos.
...Dilecto Carmar, tus senderos viajan por donde tus pies los recorren y se hacen tuyos, ya digo que senderos llevas en ellos, cuando tus zapatillas vuelan como las de un felino con botas es por donde transcurren nuestros ojos con los tuyos. Lo dicho, viajo tanto como tú, gracias a "tú"...blog
ResponderEliminar¿Son o no son unas fistulinas las qué veo? ¿Son políporos? Si fueran lo primero, entonces habría por los alrededores amanitas caesarias...tal vez.
Breves
b:Deíca-r
Salud, Libertad y Montaña d:D´
Has dado en el clavo a la primera. Son fistulinas bien adheridas a la madera del Quercus (carrasca); pero amanitas no vi, y eso que a ratos iba bien cerca del suelo, casi a gatas por debajo de la fronda, e incluso rodando fui un corto trecho cuando se me rompió la rama a la que estaba asido.
EliminarEl blog lo puedo escribir yo, pero va siendo de todos los que lo leeis, pues gracias a ello no falta la motivación y se estimula la mente para trazar itinerarios atractivos, por los que en definitiva deambulamos todos.
Salud y montaña amigo Deicar.
...Pues, entonces, sin dudarlo las hubiera cortado con cuidado y con mis manos ya llenas de "bermella" sangre iría por el camino tomando trocitos pequeños que llevando a la boca pusieran ese toque entre fresco, ácido y raro que sólo una hepática puede proporcionar. Luego,teniendo en cuenta el lugar iría viendo indicios de granitos, musgos, y por entre los pequeños microclimas arrimados a árboles y grandes rocas, como volando por encima de la hojarasca, como quien no quiere la cosa; con los ojos atentos a cuanto despuntar de entre el mucílago y esa servidumbre que todo lo oculta del brillo solar un color oronjo por arriba y debajo oro... Hacia arriba, y regresando después viendo claro que voy... y "volva" por si fuera desde otra perspectiva descubrir el blanco de sus paños.
ResponderEliminarEso.
Salud, Libertad y Montaña amigo Carmar.
Este sitio es de los primeros que pisé haciendo senderismo. Me trae muy buenos recuerdos y además es de esas rutas que no te importa repetir veinte veces y llevar veinte veces más a gente a que conozca semejante lugar tan encantador.
ResponderEliminarUn saludo.
Me parece mentira estar descubriendo ahora los hermosos rincones que encierra la Sierra de Guara, después de tantos años haciendo montaña. Aparte de Vadiello y las crestas del Borón, poca cosa más había hecho por ella.
EliminarY tienes razón, es un itinerario que no importa repetir, y que satisface tanto o más mostrar a otros.
Tú si que has estado bien alta, eh!, que el Teide es el Teide.
Salud, montaña y un buen Termo.