El llamado «Salto de Roldán» es una formación rocosa en el extremo izquierdo del Parque Nacional de la Sierra y Cañones de Guara. Está formado por dos inmensas moles pétreas que avanzan como proas sobre la Hoya de Huesca. Se trata de la peña San Miguel (izquierda), de 1.123 m, y la peña Amán, de 1.124 m, entre las que discurre encajonado el río Flumen.
Y va de leyendas la cosa: ......cuando el portentoso Roldán, al mando de la retaguardia del ejército carolingio, se retiraba hacia Francia, hostigado desde el sur, fue rodeado en la peña Amán. Roldán, para liberarse de sus perseguidores, espoleó a su caballo que, de un salto, alcanzó la peña de enfrente, sorteando el abismo, dejando marcadas sus huellas en la propia roca.
Posteriormente, y parece que el súper hombre además del hostigamiento también llevaba una potente y afilada espada, para escapar del todo y ponerse a salvo, hubo de dar un tajo en la cordillera pirenaica pasando "a casa" por la recién abierta Brecha de Rolando.
La atracción meramente natural que estos mallos me produjeron la primera vez que los vi de lejos, junto con las espectaculares perspectivas que ofrecen, me han inducido a conocerlos de cerca y a recorrerlos (correrlos más bien) en el día de hoy.
Para abrir boca, los 500m de desnivel de la Peña de Amán, reproduciendo el itinerario seguido por Roldán y sus perseguidores, solo que a pie y sin caballos.
El punto de partida es San Julián de Banzo, a donde se accede pasando por Loporzano, tomando un desvío, algo más adelante en la carretera, hacia Barluenga y S. Julián de Banzo, y dejando luego a un lado el camino hacia San Martin de la Bal d´Onsera, tomando la siguiente pista de tierra, también hacia la derecha, hasta una pequeña zona de parquing a 725m de altura. (¡Buena sarta de nombres para ir familiarizándose con la terminología de la zona!)
Como me confundo ya para llegar con el coche, son las 9:30h de éste domingo en calma cuando inicio la carrera, que fluye rápida aprovechando que el camino es descendente hasta alcanzar el barranco de la Bal d’Onsera, cuyo cauce seco atravieso para comenzar el suave ascenso en la otra orilla.
Aprisco poco antes de llegar al cruce del barranco de la Bal d'Onsera |
El sendero discurre “en descubierta” por entre vegetación baja de aliagas, erizones y carrascas. Suerte que todavía es temprano y que no estamos en pleno verano. A medida que voy subiendo derecho hacia los farallones calizos que hay hacia el Norte, y que aparte de los mojones no veo marca alguna blanca y roja, se me va aposentando la percepción de que he errado el camino, que en buena ley debería ir derivando hacia el Oeste. Me detengo, miro y lo veo serpentear entre las carrascas unos 150 metros más abajo. Cómo me lo pasé, es una incógnita.
Los farallones y los buitres que planean a su alrededor me atraen, así que, con el entusiasmo propio de la mañana y del entorno, sigo hacia ellos pensando que malo será que no encuentre una senda que, más arriba, derive hacia la izquierda, en sentido hacia la Peña de Amán. En cualquier caso, si no fuera así, siempre podría desandar el camino.
De izq a dcha, Peña de San Miguel, Peña de Amán y Punta Sopilata. |
En un momento determinado, a la altura de los 950 metros, por fin encuentro un ramal que sale hacia la izquierda, cruzando el barranco en su parte más alta. Ahora ya voy encaminado en la dirección correcta. Todo hacia el Oeste.
Las Peñas de Amán, en primer término, y de San Miguel, detrás, funden y mezclan sus contornos. |
El sendero discurre por encima de los farallones, debajo de ellos, entre los arbustos, serpentea el camino “oficial”. Por detrás, el sol está a punto de asomar.
Al frente, ¡Distante y más abajo! Diviso la mole de la Peña de Amán. Definitivamente el rodeo va a ser importante pero de nuevo: more kilometers, more fun, así que adelante sigo hasta que me encaramo con cierto trabajo en la punta que tengo más próxima: la Punta Sopilata (1.143m).
Punta Sopilata |
Escarpado promontorio desde donde veo, delante mismo, y separada por un profundo collado, la Peña de Amán; abajo, a unos 250m de desnivel, el sendero que debería haber tomado. Así que destrepo de las rocas, y procedo con un descenso incómodo y áspero, por entre punzantes carrascas y aliagas, hasta entroncar con el “camino adecuado”, que ya me lleva sin inconvenientes hasta un collado donde hay un cartel indicador del mallo de Amán y, en sentido opuesto, San Julián de Banzo.
A partir de aquí la senda es más difusa y la vegetación más tupida; las pantorrillas rozan a menudo con los arbustos y se sigue agradeciendo el no llevar pantalones cortos.
La trocha ascendente toca a su fin. La mole de conglomerado de Amán se alza en vertical. A su derecha se recorta la Peña de San Miguel.
Para subir hasta arriba hay que flanquear primero por unas viras aéreas hacia el lado Oeste de la peña y después trepar por unas clavijas hasta la misma cima (¿Cómo se lo haría Roldán con caballo y todo?).
La Peña de Amán (1.124m) es un otero de primer orden. La sierra de Guara, la Hoya de Huesca, y “al otro lado”, la Peña de San Miguel. Entre ambas el cortado en cuyo fondo, varios centenares de metros más abajo, discurre el río Flumen. Los buitres sobrevuelan el vacío. Los paredones son formidables. Me siento para contemplarlos desde el borde mismo, y así me quedo durante un rato.
Como una cosa es la realidad y otra las leyendas, y todavía he de hollar la vecina San Miguel, me pongo en marcha, comenzando por bajar de donde estoy destrepando las clavijas, retornando hasta el coche, ahora sí por el cómodo camino con marcas blancas y rojas que no vi por la mañana, para volver a Huesca y acercarme a su base para después encaramarme en ella.
El castillo de Quicena permanece ajeno a mi gymkana personal en el camino hacia Huesca. |
Esto parece una gymkana a pleno sol del mediodía. Yo corriendo de abajo para arriba, haciendo equilibrios sobre clavijas, después de arriba para abajo, luego un rodeo en coche hasta Huesca, para cruzar cómoda y rápidamente el río, camino de Apiés, dejándolo al final de la pista que sale de Santa Eulalia de la Peña (¡Por falta de santos no va a quedar hoy!) y vuelta a correr por un estrecho sendero que, entre abundantes romeros y tomillos, me conduce hasta la base de la pared rocosa de la Peña San Miguel, donde unas grapas de hierro, colocadas a modo de escalera, permiten el acceso a la cumbre por una “vía ferrata” transitable por cualquiera con un mínimo de agilidad, aún con escasa preparación física.
Farallón calcáreo que se debe superar para alcanzar la cima de la Peña de San Miguel |
Decisión, atención a las espinillas, y ¡Hacia la cima! |
Alcanzo la cima (1.123m) y en ella puedo apreciar los restos de un torreón románico, una ermita y un aljibe (Cuesta imaginar cómo los construyeron en este lugar tan inaccesible que por otro lado, es una perfecta atalaya defensiva), a la par que contemplar la hermosa vista de las laderas ondulantes y cubiertas de vegetación al pie de la peña de Amán, lugar en donde estaba hace un par de horas, enorme mole anaranjada que cae verticalmente hasta el río Flumen.
De nuevo me quedo un rato contemplando el vuelo de los buitres y de las chovas, sentado junto al vacío, fijando las imágenes. Pero como no quiero que se me haga demasiado tarde, completo la última parte del itinerario de hoy, descendiendo rápido por las clavijas y retornando al coche, adonde llego a las 14:30h, tras no sé cuántos kilómetros de idas y venidas, habiendo superado un desnivel total de 800m de D+, trepando a ratos por las paredes, contemplando los planeos de los numerosos buitres que anidan en la zona, en un entorno que no deja indiferente y que conviene no realizar en verano, por aquello de la solanera. Pulmones saneados, imágenes bien impresas, piernas calentitas y de vuelta a Zaragoza a tiempo para comer, aunque sea algo tarde.
"Mi forma de entrenar se basa en el feeling, en las ganas que tengo de subir un pico, descubrir un valle?" -Kilian Jornet- ¿Te suena? Emociones, deseos, objetivos, búsquedas de nuevos lugares…Vaya compendio de elementos que pones en juego para dibujar una línea que una dos peñas tan singulares. Salud y Montaña
ResponderEliminarDescubrí más tarde, en un domingo que me quedé en casa leyendo y reposando, que se pueden unir las dos Peñas a pie y sin coche, cruzando el río Flumen por el Norte, es decir, más arriba de donde están ellas. Así que ahora toca experimentar este descubrimiento tardío en algún momento en el que "toque", teniendo en cuenta que el desnivel acumulado aumentará, pero el recorrido es prometedor. Salud y montaña, Manuel.
EliminarQué buenas calizas, areniscas,
ResponderEliminarconglomerados y calcitas.
Recorrer por lapiaz calcáreo
comprobando que si era valiente
por qué se retiraba.
[Un gran recorrido con un paisaje
fuera de serie. Qué suerte :) ]
Saúde, Ceibedade e Esquilmo
d:D´
Es verdad, a mí también se me antojaba que, para ser tan portentoso, no hizo más que huir. El paisaje sorprende muy gratamente, a la par que abre muchas posibilidades, que iremos explorando poco a poco y compartiendo. Salud y montaña, amigo Deicar.
EliminarHola Carmar.
ResponderEliminarRecorrido de ida y vuelta, por terreno agreste, pero con unas vistas excepcionales, del Salto de Roldan, de la Sierra de Guara, y de los Pirineos.
Para ser un GR., la verdad que no está excesivamente marcado, aunque ahora por lo menos el sendero, es muy evidente. Desde el collado, ubicado a los pies de la Peña Aman, nace un sendero ahora, que baja hasta el Flumen, y después remonta hasta la Peña San Miguel, aunque habrá que ver si la pasarela aguante las avenidas del Flumen ...
Delicada es la subida a la Peña Aman, esas clavijas, típicas de Guara, están algo distantes, y para los que somos "no muy altos", nos causan alguna complicación, que aunque el patio no es excesivo, la caída, sería de las buenas.
Si el caballero Roldán, salto a la Peña San Miguel, con su corcel, y viendo la foto de la cima, quizás con una zancada amplia, hubiese alcanzado a su vecina hermana, que tan bien es causalidad, que entre las dos, tan solo haya un metro de altura de diferencia.
Salud y Montaña!!!