La cadena rocosa que cierra la Pedriza por el Norte, entre los collados del Miradero y de la Ventana, aloja en su falda Sur una masa de bosque, pinar en su mayor parte, con ocasionales robles y encinas, muy agreste y salvaje, surcada por trochas bastante difusas, tan sólo transitadas por los que buscan aventurarse por fuera de las vías habituales que discurren al pie de las espectaculares formaciones rocosas que componen la Pedriza Posterior. La Senda Termes, y sus variantes, no son los únicos caminos para recorrerla, si bien sí son los más habituales.
De manera independiente mi subconsciente acostumbra a combinar experiencias, deseos, necesidades, sensaciones, y de vez en cuando aflora y me presenta un circuito a realizar. Suele tratarse de un itinerario en general variado, abrupto a tramos, entretenido, novedoso en la mayor parte, con su pizca, a veces algo más, de exploración y descubrimiento, en el que se salva un desnivel considerable y donde hay oportunidad de encontrar “cosas curiosas”. Yo, claro está, no hago más que aceptarlo encantado, y llevarlo a la práctica con el mayor entusiasmo.
Con semejante plan, comienzo la marcha en Canto Cochino a las 8:45h; poca gente ha madrugado hoy; voy trotando por la Autopista en dirección al Collado del Miradero. Antes de llegar al Prado Peluca, ya tengo por delante el bosque para mí sólo. Solamente mis pisadas y mi resuello rompen el silencio.
La mañana es fresca, pero cuando llego al vado del Arroyo de la Ventana, que no cruzo, porque sigo la marcha hacia los Llanillos y Cuatro Caminos, ya he entrado en calor. Hasta este punto he mantenido un trote alegre, pero ahora enfrente tengo una cuesta de las de verdad, y sé que así será hasta el mismísimo collado.
Aprovecho los descansillos de las zonas abiertas para dar vista a las Milaneras. Casi me toca el sol, pero no todavía.
El bosque, no demasiado cerrado, huele a pino y a frescor. Me detengo ante uno de ellos y observo atentamente el tronco, más concretamente lo que sale cerca de la base del tronco. Me acerco, lo toco (está duro), lo huelo (no huele a nada en particular), me alejo dos o tres palmos, pienso que quizás es un tipo de hongo, y cuando mi subconsciente empieza a sugerirme que aquello se parece a la cabeza de un rape saliendo del pino, me pongo presto en pie y continúo el trote bosque arriba. Una manera como otra cualquiera de “poner tierra por medio”.
Paso junto a una roca de la que salen dos hermosos troncos de encina, que a su vez sostienen otra piedra encima. El bosque está vivo, oigo a un pájaro carpintero afanado con un árbol. Lo busco pero no alcanzo a verlo.
Zona de trepada por granito al que ya va dando el sol. Enebros, pinos y brezos aportan su verdor.
Busco el paso para aproximarme a La Bota, un risco curioso y poco visitado. No hay traza fácil para llegar. Veo un zorro que se escapa por una trocha disimulada. Lo pierdo de vista enseguida, pero voy tras él, y de pronto, frente a mí, aparece el peñasco.
Retorno al camino “reglamentario” y enseguida, de pronto, salgo del bosque, al terreno del sol, con el collado del Miradero apenas 50 metros por encima.
Llego a él, no hay nadie. Todavía es muy temprano. Un plátano y hacia las Torres. Ahora toca caminar de nuevo a la sombra. Hay zonas con nieve, levanto la mirada hacia lo alto y observo el resplandor que hay tras las Torres.
Veo una brecha en la cadena de granito y unas huellas de cabra sobre la nieve que me inducen a ir hacia la luminosidad que hay tras las rocas. Dejo el tramo de sendero que seguía y me dirijo hacia allí. Voy seguro y decidido.
Traspaso la brecha, giro la cabeza hacia mi derecha, y quedo unos instantes absorto observando “el Dedo de Dios”.
Me pongo de nuevo en marcha, retorno al camino principal y en pocas zancadas alcanzo el Comedor de Termes.
Sigo la Senda Termes durante unos trescientos metros, paso junto a una especie de ¿Llama de vela?, buscando algún mojón que me indique cuándo he de abandonarla para adentrarme en lo profundo del bosque, y continuar con la exploración de hoy.
Voy atento y por fin lo encuentro. No es demasiado grande, pero marca el inicio. A partir de ahora me va a tocar ir con sumo cuidado. Echo un vistazo en lontananza. Tras la barrera de las Milaneras veo la Maliciosa, la Bola del Mundo y las Cabezas del Hierro. Tomo un trago de agua y me interno bosque abajo.
Los hitos escasean, no hay continuidad de trocha. Sigo trazas, escudriño en busca de pisadas, voy encontrando mojones. La vegetación es espesa, hay que ir con cuidado para no herirse con alguna rama de pino. Cuando llevo un tramo que considero suficiente sin encontrar mojón, retorno hasta el último que dejé. Todo antes que “embarcarme”. Sé que esta zona de la Pedriza puede ser “perdedora”. Bajo, subo, y llego a un balcón de granito con un patio de cuidado. Lo dicho, vuelta hacia atrás y a seguir “derivando hacia la izquierda”.
Por fin consigo llegar a la fuente de los Hermanitos y en pocos metros alcanzo el pie de la Aguja del Sultán.
Ya estoy en terreno conocido. He cruzado los callejones que se desprenden de la barrera rocosa de la Pedriza Posterior y ahora estoy en el Callejón de la Abeja. Justo enfrente de los riscos del Cocodrilo y de las Nieves.
Desciendo por el Callejón. Las zapatillas de running se agarran muy bien sobre estas empinadas lajas de granito.
Me detengo unos instantes para dejar que cruce un grupo de cabras, que no me han olido todavía porque el aire viene de ellas hacia mí. El macho es poderoso.
Reanudo la marcha, y pronto me incorporo al cómodo sendero que viene desde el Collado de la Ventana, al pie de las Buitreras, y lo tomo en bajada, siguiendo el Arroyo de la Ventana, en dirección al vado que vi esta mañana. El trote cunde, en pocos minutos cruzo el arroyo, y me encamino de vuelta hacia el Prado Peluca.
Son las 2 de la tarde cuando llego de nuevo al coche. Recorrido de unos 13km, salvando un desnivel acumulado de unos 1.000m de D+, durante el cual tan sólo me crucé con seres humanos en el tramo de la Autopista, el resto fue de soledad y sintonía perfecta con un entorno natural, silvestre, escarpado, perdedor a tramos, donde la serenidad es precisa, y tan atractivo que ya me está llamando de nuevo.
Saludos Carmar:
ResponderEliminar”...durante el cual tan sólo me crucé con seres humanos en el tramo de la Autopista, el resto fue de soledad y sintonía perfecta con un entorno natural, silvestre, escarpado, perdedor a tramos, donde la serenidad es precisa, y tan atractivo que ya me está llamando de nuevo”.
Un recorrido perfecto, Carmar; pero por el camino, antes del desdoble te vimos pasar. Nos íbamos al laberinto. Por donde encontramos sosiego a raudales y unas trepadas de impresión. Después de unos buenos kilómetros de aproximación, unas estupendas birras, bocatas y macedonias caseras, un café y una animosa charla bajo la escalada. Siempre deseosos de regresar un finde más.
http://bdouzaldarrudaceibeilustrados.blogspot.com.es/2012/04/desde-el-laberintogigante-y-pajarito.html
Salud y libertad
bDeica-r
Pero bueno! Otra vez me avisáis y nos vamos juntos por esos recovecos, que seguro que encontramos cosas bien bonitas esperándonos. Visito ahora mismo vuestro blog. Salud y montaña. Gracias por el comentario.
Eliminar