Caos rocoso que recorrido de forma aparentemente anárquica resulta aún más
sorprendente.
Cuando los itinerarios clásicos están ya interiorizados, en función del
ánimo, las fuerzas y la estación del año, la mente diseña y traza sus propios
circuitos. En estos casos cada jornada resulta algo diferente, o muy diferente,
de ocasiones anteriores, según se dé.
Comenzaba el día incierto y la ventana de buen tiempo se anunciaba
restringida a unas pocas horas entre las 9h y las 14h, no demasiadas pero sí
suficientes para una ruta “interesante”, si es que era capaz de combinar en
ella rapidez y variedad, incluyendo en la ecuación un mínimo de kilómetros y de
altitud a realizar. Al final resultará un recorrido de 18km salvando un
desnivel total algo superior a los 1.200m de D+.
Circuito realizado: Canto del Berrueco (1.000m) – Collado de la Dehesilla
(1.451m) – Yelmo (1.717m) – Lagunilla del Yelmo (1.400m) – Barranco de los
Huertos – Canto Cochino (1.000m) – Gran Cañada (1.360m) – Canto del Berrueco.
En mi propósito de huir de lo trillado opto por el Hueco de San Blas como
origen y fin de la ruta. De esta manera, a las 9:30h comienzo la marcha en el
Canto del Berrueco en dirección al collado de la Dehesilla en una mañana
todavía gris, húmeda y con abundantes nubes.
Collado de la Dehesilla desde el Hueco de San Blas |
La primavera propicia que, junto a leñosos troncos de brezos cubiertos de
líquenes, aparezcan verdes alfombras de gayuba en flor.
Hace frío en el collado de la Dehesilla de forma que sin pausa continúo la
subida hacia las Cuatro Damas.
Dejo atrás la Pedriza Posterior, todavía brumosa y me adentro en la zona luminosa
de la Pedriza Anterior acercándome al risco de la Cara, junto a las Cuatro
Damas. Me detengo un rato confortado por el sol mientras admiro cómo la
naturaleza ha esculpido la roca.
La Cara, a la dcha, y junto a ella, a su izq, Las Cuatro Damas |
Pero he de seguir; si quiero subir y bajar del Yelmo con cierta “fluidez”
no puedo demorarme, así que enfilo hacia el risco del Acebo.
Desde la base de La Cara, al fondo, en el centro, El Acebo |
El acceso por la gran grieta/diaclasa de la cara Norte que supone la vía
“normal” para ascender/descender del Yelmo se congestiona, y de qué manera, a
partir de las 11h de la mañana, cuando las personas se agrupan en su base. Como
es antes de esta hora, no encuentro a nadie, así que me empotro en la fisura y alcanzo
el bloque intermedio que supone el punto más incómodo de superar, momento en el
cual aparecen dos personas más.
Grieta/diaclasa de la cara Norte del Yelmo |
Entre los tres nos ayudamos a pasar las
mochilas y, sin más apuros que las apreturas de la estrecha diaclasa, alcanzamos
la cima del Yelmo.
Desde la cima del Yelmo: a la izq, la Cuerda de los Porrones que culmina en la cima de la Maliciosa. Seguidamente las cumbres nevadas de la Cuerda Larga |
Parece que el tiempo va mejorando. Me despido de mis momentáneos compañeros
y comienzo el descenso. Ya encuentro la grieta “ocupada”por tres personas
subiendo, más otras siete esperando su turno. Consigo un “pase” entre la
segunda y la tercera persona, al tiempo que ayudo a ésta última a superar el
bloque empotrado que se encuentra hacia la mitad, para seguidamente continuar
hacia el siguiente objetivo del día.
De pasada al trote por la Sur del Yelmo los ojos se me van hacia el
descomunal “paredón” que acaba en la placa y torre de la Valentina.
Busco, y me cuesta encontrar, la trocha por la que acceder a la recoleta y
escondida Lagunilla del Yelmo. Bello enclave, no siempre con agua, al que accedo
por el amplio y luminoso Este, y del que salgo por el estrecho y umbrío Oeste
para, roquedo a través, encaminarme en pos del Barranco de los Huertos.
Lagunilla del Yelmo. Arriba, llegando por el Este. Abajo, abandonándola por el Oeste |
El descenso hacia el barranco lo realizo buscando el mejor paso que, sin
ser complejo, es intuido, manteniéndome próximo a las altas rocas de mi
izquierda. Es territorio montaraz y solitario, a la sombra, en el que aprecio y
saboreo el encuentro con algunos de sus moradores.
Finalmente llego al fondo del barranco y al desusado sendero que lo surca.
Hacia el Este, se sube al pie de la cara Norte del Yelmo; hacia el Oeste, se
desciende hasta Canto Cochino. Hay que ir muy atento por esta senda, poco
transitada y señalizada con antiguas y muy desvaídas marcas de color rojizo /
lila que, en su gran mayoría, apenas se ven de tan descoloridas, si bien
también hay algún que otro mojón. En caso de duda o pérdida de las señales, para
no “embarcarse”, conviene retroceder unos pasos e intentarlo por otro sitio más
evidente.
Desde el Barranco de los Huertos, al fondo, la Cuerda de los Porrones y Maliciosa |
Resulta éste un tramo algo bronco y agreste, que permite imbuirse de pura
naturaleza.
La cosa se dulcifica a medida que me aproximo a Canto Cochino, lugar donde
la primavera y su frescor se han aposentado claramente.
Allí abajo ya se divisa Canto Cochino |
Alcanzo el arroyo de la Majadilla y, sin cruzarlo, sigo unos metros aguas
abajo, por su margen izquierda, hasta alcanzar el entronque con el sendero
habitual de ascenso al Yelmo desde Canto Cochino, se trata de la Gran Cañada,
balizada con marcas rojas y blancas.
Por la hora que es, subo a contracorriente con los que ya están bajando del
Yelmo, voy rápido y enseguida alcanzo la explanada en la que confluyen varios
caminos: por el Sur, el que viene desde el Tranco; hacia el Norte, el que
asciende hacia el Yelmo; hacia el Noreste, el que se adentra en las Cerradillas
(Cinco Cestos, Elefantito); de frente, hacia el Este, continúa la Gran Cañada
hacia el Hueco de San Blas.
Sendero el de la Cañada que, conforme más se aleja de “la zona” del Yelmo
más silvestre se torna.
La Gran Cañada |
Poco antes de entroncar con la Senda de Maeso un macho cabrío me dirige una
mirada sostenida.
El camino se adentra cada vez más entre las altas jaras; al Norte,
graníticas moles; al Sur, las aguas del embalse de Santillana refrescan el
ambiente en la distancia.
En un momento dado el número de “caras” se multiplica y me envuelve. Allá
donde dirijo la vista encuentro rostros pétreos flanqueando la marcha. Me
detengo, miro, entorno los ojos, y sí, la mente reconoce o interpreta faz tras
faz. El espíritu se llena, me siento bien en la soledad del lugar, lo encuentro
duro y acogedor al mismo tiempo.
¡Veo caras! |
El fresco verdor de la dehesa que veo allí abajo me saca del
ensimismamiento y me impulsa a continuar. La pendiente es pronunciada y el
descenso es rápido; voy con precaución para no resbalar en la arenilla
granítica que cubre el sendero.
Alcanzo la base, la dehesa, atrás queda el caos rocoso por el que acabo de
deambular.
Por delante me topo con un grupo de machos reunidos entre las jaras.
Al frente ya distingo la silueta del Canto del Berrueco.
El Canto del Berrueco |
La lozanía del pasto sobre el que se asientan los árboles, el rumor del
arroyo y el color de las flores hacen que me detenga. La quietud y paz internas
que me invaden en estos momentos no es sino el reflejo del entorno.
Finalmente llego al coche, de vuelta al punto de partida tras haber
realizado un muy poco habitual recorrido “cara a cara” por la Pedriza.
Mientras realizo estiramientos y tomo un bocadillo, comparto paraje con un
abejorro que se asolea sobre un poste.
¡Pedriza! museo de la naturaleza; disfrute de unos, añoranza de otros, pero siempre cautivadora. La foto siguiente a la que lleva como pie de foto ¡Veo caras!, es el Dante "verdadero" (ya que hay un dante "falso", bautizado por escaladores junto al Cancho de los Muertos). Buen circuito Carmar. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por el dato, Rafa, el nombre de "Dante" le va como anillo al dedo. Me alegra poder contribuir a tu añoranza que, dado el gran bagaje de conocimiento que muestras, presumo que ha de ser mucha. La memoria es una herramienta poderosa así que celebro que estos recorridos la aviven. Inagotable museo natural la Pedriza. Un fuerte abrazo.
EliminarPude disfrutar mucho de la Pedriza ya desde la "mili". En la garita correspondiente, podía disfrutar de todo el paisaje granítico de esta extensa sierra. Que rápidas me pasaban las dos horas de vigilancia viendo aves sobrevolando el cuartel. También mi hermana estuvo viviendo en El Boalo cuando era un pueblo montaraz antes de convertirse en un barrio pijo de Madrid. Allí conocí al fantástico pintor de la naturaleza Manuel Sosa; espectacular reproductor de la fauna ibérica.
ResponderEliminarSigue disfrutando de tus rutas y, gracias por compartirlas.
Veo que las cabras también te han acompañado. Son muy especiales.
Saludos
Extraña sintonía natural la que uno encuentra con las cabras, es verdad. Son curiosas, como lo es uno mismo; te observan, como tú a ellas; hacen su vida, como la hacemos los demás; y no se muestran reacias con quien armoniosamente comparte esos recónditos y ásperos lugares donde habitan. Un placer, en suma, encontrarse con ellas. Salud y Montaña, Javier.
EliminarSubir por la cara haciendo el indio sin ponerse el Yelmo por sombrero en su diaclasa norte es un golpe bajo roca, bajo techo, bajo luego y te lo contesto...
ResponderEliminarBreludos e Esquilmo Livre, meu
A evitar el fácil golpe contra roca, que bien dura resulta. La cara siempre alta, para no perder detalle, salvo cuando diaclasa obliga a girarla, agacharla o pegarla contra ella, pero siempre con cuidado, porque raspa la piedra.
ResponderEliminarSalud, Montaña y a irse preparando, amigo mío.
¿Alguien hablaba de Manuel Sosa, maestro del arte en la naturaleza?
EliminarTe envío su enlace del que tengo hace años: http://manuelsosa.com/e_home.html
Un placer ver a este tipo pintando entre matas, jaras y otras hierbas, otras hierbas :))´
Muy bien traído por Javier, y luego detallado por Deicar, el nombre y página de Manuel Sosa, pintor de la naturaleza y de la Pedriza. Merece y mucho la pena saborear sus óleos que nos transportan. Gracias a ambos por esta aportación. Salud y Montaña, amigos.
EliminarGostaria de poder fazer muitos passeios como este aqui no meu entorno que é muito bonito, mas me falta um pouco de tempo e uma boa companhia... não apetece ir sozinha pelo monte, embora com a natureza nunca estamos sós.
ResponderEliminarQue bonita vista e graciosos detalhes que você captou pelo caminho!... e é uma grande verdade o que disse: "La quietud y paz internas que me invaden en estos momentos no es sino el reflejo del entorno."
Um beijo, precioso.
Para deambular en solitario por la montaña es necesario tener una buena técnica y cuanta más experiencia mejor. No se puede menospreciar a la naturaleza porque, si bien puede resultar apacible, también puede tornarse peligrosa en cuanto uno deja de poderse valer por sí mismo. Las posibilidades de cada uno han de marcar nuestros objetivos, cualquiera que estos sean, si se funden con el entorno, resultarán bellos y satisfactorios.
EliminarGracias por tus comentarios y ojalá que mis paseos nos traigan unas ventanas por las que circule el aire puro y los aromas de las plantas. Salud y Montaña, Teca.
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