En la Pedriza de Manzanares a los pináculos los llaman “pinganillos”. La
Cuerda de los Pinganillos, pétrea estructura que constituye la parte SE de la
herradura que delimita la Pedriza Posterior, está formada por una serie de
abruptos y difícilmente accesibles riscos de granito cuyo punto más relevante
es El Pájaro o Pinganillo grande, siendo la Muela y los Guerreros componentes
no menos reseñables de la misma.
Al Sur de la Cuerda, el Callejón del Laberinto; al Norte de ella, un
recorrido a pie de farallón ideal para espíritus curiosos y dispuestos a sortear
grandes bloques, deleitarse con recoletas placillas, refrotarse en estrechas
grietas, u “opositar” si la abertura lo permite, así como reptar bajo amontonamientos
de enormes bolos que forman largos pasos subterráneos para salir, finalmente, a la radiante
luz, confluyendo con la parte superior del Laberinto.
Déicar y yo salimos del aparcamiento de Canto Cochino con la idea de
recorrer esta desconocida ruta, y el propósito de visitar el jardín del Pájaro,
cuyo acceso arranca de la misma.
Al poco de comenzar el sendero hacia los Llanillos, justo antes de llegar
al vadeo del Arroyo de la Ventana, tomamos una trocha no muy marcada, señalizada
con un mojón, que sale hacia la derecha, en sentido de la marcha, y que cruza
el arroyo sin dificultad. Estamos en la vertical de la cara Sur del Pájaro.
Al otro lado del curso de agua, la trocha asciende fuertemente, entre pinos
al principio y matorral después, encaminándose hacia la base del Pájaro. Los
mojones se siguen bien.
El terreno es duro y las carrascas cubiertas de liquen confieren un aspecto
añejo y montaraz al entorno.
Ascendemos entre rocas graníticas erosionadas
caprichosamente; el sol toca las partes altas mientras nosotros nos acercamos
cada vez más a la base de la Cuerda.
Una vez que la alcanzamos, en el lugar donde comienza la vía de escalada
por la Sur del Pájaro, derivamos hacia la izquierda manteniéndonos tan próximos
a la pared como lo revuelto y caótico del terreno nos permite. Comienza el
recorrido del “callejón” al pie de la cara Norte de los Pinganillos.
Pasamos por donde nos parece más accesible. Ante cada obstáculo elegimos la
opción que, a nuestro entender, da más continuidad.
El risco de La Muela ha quedado ya atrás. El acceso al jardín del Pájaro
también. Debimos haber tomado el canalón que vimos más abajo, y que decidimos
no subir; así que sigue pendiente para otra vez.
El risco de La Muela |
Unos cuantos buitres están posados, a la espera de que el sol caliente
suficientemente el aire como para que empiecen a formarse “las térmicas” que
les ayudarán a volar sin demasiado esfuerzo.
<<Hasta que las térmicas nos alcancen>> |
Nosotros vamos ascendiendo por un ámbito enmarañado donde la intuición, la
elasticidad y la técnica en algún que otro paso, son convenientes y necesarias.
En un momento determinado nos encaramamos sobre la Cuerda para, tras observar que “la placilla” a la que acabamos de acceder no tiene continuidad, descender de nuevo al callejón.
El último tramo, unos quince metros de longitud, discurre “bajo” una aglomeración
de grandes bolos graníticos que dejan una especie de túnel subterráneo, del que
se sale finalmente tras un paso por oposición de no demasiada dificultad.
Al fondo, la entrada al túnel bajo los bolos |
Por dentro del túnel |
Boca de salida, o de entrada, según se mire, del túnel |
Mogote de Los Suicidas; tras él, la pared de Santillana |
Como
vamos bien de tiempo pensamos que ascender a la Santillana, por su chimenea de
la cara Norte, es una buena opción para, desde arriba, otear cómodamente el
horizonte.
Bosque y formaciones rocosas en el camino hacia la pared de Santillana |
Pared de Santillana; cara Sur |
Cima de la pared de Santillana. Abajo, en primer término, el Mogote de los Suicidas. Marcado el trayecto desde el callejón de los Pinganillos. |
Embalse de Santillana, desde la cima de la Pared de Santillana |
Tras un tiempo de contemplación en su cima iniciamos el descenso hacia el collado de la Ventana, lugar desde donde emprendemos el retorno a Canto Cochino, a través del bosque y siguiendo el curso del Arroyo de la Ventana. En verano se agradece sobremanera transitar bajo los árboles.
En una parada, mientras a la sombra tomamos unos frutos secos y bebida isotónica, nos fijamos
en las formas rocosas que nos rodean. Bien sea por la calenturienta imaginación
inducida por la radiactividad (del sol de mediodía o del granito), o bien sea por la falta de alimento contundente, el caso es que en
los roquedos de la Pedriza “se ven cosas”.
Cada quien ve las suyas, pero en nuestro caso, aquí vimos un par de
caras: una rústica y con boina (a la derecha) y otra más medieval y con
capirote (a la izquierda).
En la Pedriza se ven "cosas" |
Boletus edulis |
El hermoso “boletus edulis” que encontramos después, y que tanto alegró a Deicar, fue el digno colofón de una jornada que nos llevó a realizar un
circuito poco habitual, sin aparente rumbo fijo, que nos condujo por parajes a
tramos inéditos y gimnásticos, mayoritariamente solitarios, aprovechando la
sombra de paredones y árboles, para acabar observando cómo los buitres, por fin
impulsados por las térmicas, sobrevolaban la Cuerda de los Pinganillos.
Cuerda de Los Pinganillos |
Buitres sobrevolando El Pájaro (dcha) y La Muela (izq) |
Qué bonita la Pedriza!!
ResponderEliminarLo bueno si breve, dos veces bueno. Contento con tu reaparición. Salud y Montaña, amigo.
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