Nombres que se agolpan en la
mente: Canal Roya, Pico Royo, Arroyeras. Cuando te adentras en la zona te das
cuenta de a qué son debidos. Nada más salir del coche en el Corral de las Mulas
y alzar la vista hacia las montañas a cuyos pies se abre el barranco de
Culibillas, la vista se alegra con una paleta de rojos (royo, en aragonés),
grises y verdes, realzados por el resplandeciente azul del cielo mañanero.
Mi amigo Manuel y yo damos comienzo
al recorrido de hoy, con el propósito de imbuirnos a tope de la luz y el
colorido que ofrece este rincón del Pirineo.
Rápido descenso hasta entroncar
con la entrada al barranco de Culibillas. Vamos entre el sol y la sombra hasta
que el barranco gira decididamente hacia el Oeste, para encajonarse entre las
caras Norte de los Picos Royo, Culibillas y Arroyeras, y la cara Sur del Pico
de la Garganta.
Alegre marcha junto al arroyo que
nace en los ibones de Anayet, hacia los que nos dirigimos. La abundancia de
agua y humedad convierte nuestro ascenso en un deleite para los sentidos.
Pico de Culibillas |
Absortos en las tonalidades del
entorno por el que transitamos alcanzamos la Mallata de Anayet, meseta en la
que se asientan los ibones de Anayet. Ante nosotros aparece el altivo Pico y a
su izquierda, el royo vértice de Anayet. Verde, rojo, gris, azul.
Giramos la vista hacia nuestra
derecha, y el espectáculo hace que nos detengamos unos instantes. El Midi
d’Ossau se yergue al fondo.
Continuamos la marcha hacia la
roja brecha que se abre próxima al Pico del Anayet, a la que ascendemos
rápidamente, observando de reojo el aéreo tramo que habremos de pasar para
acceder a la cima del Pico, pero esto llegará algo más adelante.
Alcanzada la brecha el sendero
hacia el Pico es evidente, hacia la derecha y por la vertiente Oeste, siguiendo
los mojones. De nuevo el Midi d’Ossau, desde el fondo, preside nuestros pasos.
Guiados por los hitos accedemos a
la loma que baja del pico. La tierra y las piedras se tornan royas. De un rojo
intenso.
La cima del Pico de Anayet se encuentra ya al alcance de la mano |
Pasamos ahora a la vertiente Este para acometer el tramo más delicado de la ascensión.
Dicho paso consiste en atravesar horizontalmente una vira de rocas algo pulidas y muy pendientes, con un gran "patio", convenientemente equipada con unos pasamanos de cadena a los cuales te ases o tropiezas, según los casos, pero que aseguran adecuadamente la aérea travesía.
Dicho paso consiste en atravesar horizontalmente una vira de rocas algo pulidas y muy pendientes, con un gran "patio", convenientemente equipada con unos pasamanos de cadena a los cuales te ases o tropiezas, según los casos, pero que aseguran adecuadamente la aérea travesía.
Al final de la misma no queda más
que ascender a nuestra izquierda por una canal herbosa, poco complicada, por la
que se alcanza la cima del Pico de Anayet (2.545m).
Mientras tomamos alguna barrita
energética y bebemos agua, dedicamos un rato a contemplar el paisaje que se
observa desde esta privilegiada atalaya.
Recogemos los bártulos y
emprendemos el descenso por el mismo itinerario de subida. Las placas se pasan
ahora con más soltura y rapidez. Nuestro caminar sobre el rojo terreno es sereno,
conscientes de cuan poco habitual y específico es el suelo que vamos pisando.
Al fondo, el Vértice del Anayet |
De vuelta a la Mallata de Anayet
nos encaminamos hacia el borde de la misma, que da sobre la Canal Roya, en
dirección al pico de Espelunciecha (2.397m), cuya cima alcanzamos sin
dificultad alguna.
Mirada hacia las cimas gemelas
del Anayet, tan próximas y tan distintas entre sí: El Pico, abrupto y altivo, y
el Vértice, mucho más acogedor.
Al Norte, la Marmolera de
los Infiernos, abajo, Formigal, hacia donde descenderemos por el Cuello y el
Rincón de Espelunciecha.
Iniciamos la bajada por la ladera
Norte, empinada y de escasa dificultad, pero con abundante cascajo que obliga a
ir con cuidado durante el primer tramo.
La jornada va tocando a su fin.
El Espelunciecha queda atrás. Nosotros nos encaminamos de vuelta al Corral de
las Mulas, trotando por los pastos que nos aproximan a las instalaciones de la
estación de esquí de Formigal.
Cara Norte del Pico Espelunciecha |
Circuito polícromo, con abundancia
de agua, donde la subida final al Pico Anayet comporta un ligero toque de dificultad y
vértigo, que hacen de ella una ascensión “tipo” de las que el vecino Pirineo de
tresmiles ofrece, a más altura, en dosis mucho más abundantes. Ruta donde lo que
prima es la sorprendente y bella combinación natural de los colores.
Bonito recorrido, visitado mil y una veces y siempre sorprendente. Preciosa la foto de los ibones y el Midi....para tenerla en mente con el duro arranque de semana!
ResponderEliminarZona espectacular tanto en verano como en invierno. Siempre vale la pena hacerle una visita, sin espaciarlas demasiado. Duro arranque de semana suavizado por la verde pradera de los ibones, como bien dices. Salud y Montaña.
EliminarVaya, vaya! por poco no coincidimos en esta emblemática cima...nosotros estuvimos el 14 de agosto, pero por la vía de los sarrios.
ResponderEliminarLlevo el blog muy retrasado con el tema de las vacaciones, pero si te vas pasando la verás. Una ruta también muy maja y el pico, como siempre, sensacional, de los mejores de la zona.
Salud y montaña, como tú siempre dices!
¡Por poco fué, sí que es verdad! Ya va tocando que coincidamos en algún sitio. Al final nos tendremos que poner de acuerdo para que así sea. Mantener un blog es una ardua tarea, y si coinciden las vacaciones, el trabajo se va acumulando, así que tranquilamente y poco a poco vamos dando salida a los retrasos. Éstaré pendiente de tus entradas, como es habitual. Salud y montaña, Silvia.
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