Risco de los Claveles (izq) y de los Pájaros (dcha) |
El pico de Peñalara, con sus 2.428m de altura, es la cima más alta de la sierra de Guadarrama. Gigante de perfil redondeado, que se torna en aérea cresta si unimos su cima con la de los riscos de Claveles y los Pájaros, respectivamente, y cuyo acceso ofrece básicamente dos opciones:a) itinerario soleado desde un cómodo punto de partida en el caso de Cotos, salvando 600m de desnivel, o, b) boscoso y sombreado recorrido desde La Granja de San Ildefonso, con 1.300m de subida. Manuel y yo nos decantamos en esta ocasión por la segunda alternativa.
En síntesis, el circuito consiste en alcanza el Puerto de los Neveros, recorrer la cresta de los Pájaros a los Claveles, el Pico Peñalara, y volver hasta la Granja por una senda que se toma al pie de la Peña Cítores y que desciende próxima al arroyo de las dos Hermanas, entroncando con la pista que recorre el pinar de Valsaín.
Fue Felipe V quien, en 1724, se retiró a San Ildefonso, una antigua granja propiedad de los monjes jerónimos del monasterio de El Parral, y la convirtió en una de las residencias de la familia real. La naturaleza conforma un espacio privilegiado en torno a la cabecera del valle del río Eresma, donde los “reyes naturales” son los grandes árboles y la espléndida vegetación que cubren esta vertiente Norte de Peñalara hasta los 2.000m de altitud.
Manuel ya ha realizado anteriormente la primera parte de la ruta hasta el Puerto de los Neveros, lo cual ayudará sobremanera a elegir los caminos y senderos correctos de entre las múltiples alternativas que iremos encontrando.
Iniciamos la marcha con determinación y buen ritmo, yendo pegados a la tapia de los Jardines, hasta que en un campo nos internamos por la “poco advertida trocha” que, pegándose al muro, gana fuerte pendiente hasta llegar al lugar donde la pared tuerce 90º hacia el SW. Aquí aparecen las marcas amarillas y blancas.
Enseguida alcanzamos el arroyo del Morete. Nada más cruzarlo se ofrecen dos posibilidades, o seguir recto, o tomar una empinada senda hacia la izquierda, ladera arriba. Si bien ambas son válidas para llegar a la cima de Peñalara, nosotros optamos por seguir recto, continuando por un nítido sendero entre helechos ¿Cómo describir las sensaciones que experimentamos al trotar rodeados de vegetación exuberante en estas primeras horas de la mañana?
La pendiente, de momento suave, propicia que vayamos paseando la mirada por la ladera que atravesamos.
Al rato llegamos a un puente de madera muy bien conservado, y que cruzamos. A partir de aquí la pendiente se endurece y de qué manera ¡Ya toca subir! Y así, sin decrecer el ritmo, vamos remontando el bosque, encontrando de vez en cuando antiguos carteles de madera, arrumbados contra el suelo, en los que los garabatos indican lo que todavía falta: “los Neveros: 50 min”, “Peñalara: 1h 20min”.
Hace rato que hemos dejado atrás los helechos. El bosque se hace más claro a medida que ascendemos. El verde intenso se mantiene, testigo cierto de la humedad que almacena el terreno, fruto de un invierno y primavera extraordinarios.
Los insectos pululan entre los hilos de las telas de araña, los líquenes cubren los troncos de los pinos.
Y así, de sopetón, salimos al sol y encaramos la vaguada cubierta de enebros y piornos al final de la cual está El Puerto de los Neveros. Canchal y arbustos brillando en derredor.
Todavía se mantiene la nieve del invierno en algunas zonas de la Cara Sur de los riscos de los Pájaros y Claveles. El acceso y su cresta resultan sencillos con buen tiempo.
En primer plano el risco de los Pájaros, a continuación, el risco de Claveles |
La cima del risco de Claveles es puntiaguda y no muy ancha |
En la cima de Peñalara (2.428m), a resguardo de la multitud que llega fundamentalmente desde Cotos, unas cabras buscan la sombra encaramadas en estrechas repisas.
Tomamos un plátano, una cata de queso con membrillo y un trago de agua; ajustamos las zapatillas, y a encontrar el sendero que, desde el pie de Peña Cítores, desciende acompañando al arroyo de Dos Hermanas. El aroma de los piornos en flor nos envuelve. El entorno destella en verde y amarillo. Al fondo, contra el azul del horizonte, el Alto de Guarramillas y los Siete Picos.
Al pie de la Peña Cítores encontramos los mojones. Los seguimos por la empinada ladera cubierta de enebro y piorno. Reponemos agua en el nacimiento del arroyo.
Continuamos el descenso por el barranco dejando el cauce unos 30m a nuestra derecha ¡Cuánto cunde la marcha por senda!Aunque sea empinada y esté cubierta de “piñas rodantes” que te hacen deslizar incontroladamente al menor descuido.
A la altitud de 1.720m alcanzamos una pista transversal en desuso. Si la atravesáramos y siguiéramos bajando recto por el bosque, al otro lado, alcanzaríamos la pista asfaltada que cruza el pinar de Valsaín de Oeste a Este y ya sólo nos quedarían 5km para llegar al coche. Pero no estamos para asfalto y sí para más exploración. Decidimos, pues, encaminarnos hacia la Majada Hambrienta, orientándonos con el plano.
Se hace penoso ponerse de nuevo en “modo subida” para superar los 150 m de desnivel que tenemos por delante. Siguiendo trochas con huellas de herradura sobre la húmeda tierra, pasamos por la “fuente del Tío Levita”, continuamos ascendiendo, y finalmente alcanzamos la Majada Hambrienta, donde las yeguas y sus crías nos miran con cierta curiosidad.
Entorno salvaje de inesperada belleza, situado en la plomada de la cima de Peñalara que se adivina como telón de fondo tras los altos pinos. Un remanso de paz que incita a quedarse en él.
Seguimos la intuida senda orientando nuestros pasos a través de la vegetación y así, sin haberlo pretendido de antemano, nos encontramos descendiendo por la Chorranca. Un cúmulo de pequeñas decisiones acertadas nos va llevando por unos lugares especialmente bellos y frescos. Vamos contentos, sorprendiéndonos a cada paso por los paisajes que estamos teniendo la fortuna de contemplar.
El agua que baja a raudales por la Chorranca forma cascadas y pozas.
Por los laterales, otros arroyos van incrementando el caudal del cauce principal. Nosotros seguimos descendiendo. Ya estamos en los 1.400m de altitud.
Ahora tomamos una trocha lateral muy estrecha, hacia la derecha, que acompaña un riachuelo que se dirige hacia la Granja. Los helechos vuelven a ser predominantes. Resulta placentera la carrera al tiempo que vamos apartándolos con los antebrazos, siguiendo el curso del agua, aproximándonos al ineludible asfalto.
En este tramo final, 2 km entre robles que no refrescan el ambiente, y con la reverberación de la carretera, ya acusamos el calor, y nuestro objetivo es alcanzar cuanto antes el coche.
Linea zigzageante a través del excelso pinar que conforman los Montes de Valsaín, símbolo de la vertiente norte del Guadarrama, para ganar las cumbres desde donde otear al norte la meseta con los campos de cereal extendiéndose en la lejanía, y al sur el valle de Lozoya encajonado. Pinos, helechos, tejos, acebos, cursos de agua, trochas, descargaderos, ardillas esquivas, frescor, silencio, sonido...natural ¡Búscalo! Existe y está cerca. ¡Consérvalo!. Salud y Montaña
ResponderEliminarY buscando, buscando, con los sentidos abiertos de par en par, recogiendo algún resto que otro dejó, encontramos y conservamos, dejando muda huella de nuestro paso, al tiempo que nosotros nos llevamos la huella fresca e imborrable de los sitios por los que transitamos. Salud y Montaña.
EliminarHola Carmar, que bonito y verde está todo. Como cambia Peñalara si uno se sale de lo masificado. Refrescante ruta en estos calurosos días.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Rafa; si te sales de lo normal encuentras la soledad buscada. Frescor y agua para contrarrestar la canícula. Salud y montaña. Un abrazo.
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