Cara Sur de la Cuerda Larga, desde el Hueco de San Blas |
La Cuerda Larga de Guadarrama es algo más que un cordal a recorrer desde la Morcuera a la Bola, o viceversa. A lo largo de su sinuoso trazado se encuentra un sector que se extiende de Este a Oeste enlazando las cimas de La Najarra (2.122m) – Los Bailanderos (2.135m) – Asómate de Hoyos (2.221m); En este último la Cuerda continúa alargándose por el Oeste hacia las Cabezas del Hierro, mientras una estribación se descuelga hacia el Sur, por Peña Linderas y Alto de Matasanos, hasta entroncar con Las Torres de la Pedriza Posterior.
La zona comprendida al Sur de esta parte de la Cuerda y al Este de la estribación que baja hacia la Pedriza cuenta con el encanto propio de los lugares menos “llamativos”, y por tanto más desconocidos y poco frecuentados, con bosques abigarrados hasta donde el pino alcanza, dando paso a los brezos de altura que sostienen los empinados roquedos en la proximidad de las cimas. Es una zona de Hoyos y Huecos, lugares llanos incrustados en la abrupta orografía entre los que destacan el Hoyo Cerrado y el Hueco de San Blas.
Son las 9am cuando comienzo la marcha en el Canto del Berrueco (950m), en dirección al Collado de la Najarra. Lo primero que veo es un hermoso arco iris sobre la zona de Hoyo Cerrado, junto con una nube que tapa el lomo de la Cuerda Larga, a la par que siento en el rostro un viento frío que viene del Norte, dejándose caer por la ladera Sur, hacia la que me dirijo hoy.
Pienso, optimistamente, que quizá la nube vaya levantando conforme caliente el sol. Al fin y al cabo, algo de sol ya va dando a los restos de edificaciones antiguas que tengo a mi derecha.
Voy ganando altura y lo que en el aparcamiento era una lluvia fina, ahora ya es llovizna pertinaz. Miro hacia atrás y me quedo un momento perplejo por la visión de las 4 Torres de Madrid emergiendo por entre las nubes.
Sigo hacia mi objetivo con decisión, pero ahora ya llevo la mochila tapada con su cubre, la cámara de fotos en una bolsa de plástico y yo con mi Gore-tex puesto. Estoy saliendo del bosque y la lluvia arrecia. Las zapatillas hace tiempo que van empapadas.
Las Torres de la Pedriza se difuminan entre la lluvia. No creo que hoy transite yo por ellas, pero no nos desanimemos, que la mañana es larga (¡Y el tiempo cada vez peor!)
La ladera que tengo enfrente, y que he de subir para alcanzar la Cuerda, tiene unos 300m de muy empinada pendiente. Como la nube va bajando y cada vez veo menos, opto por pegarme al espolón que se desprende desde arriba, para guiarme, evitar los brezos y ayudarme de las rocas ¡Ahora ya no llueve, nieva y hace aire racheado! ¿Cómo será cuando me asome a la loma?
Pues cuando lo hago, recibo en plena cara la ventisca, y la nieve que tan poco se prodiga este invierno y que yo estoy teniendo la suerte de experimentar en primera persona ¡Y única, porque nadie hay por estos parajes hoy! Claro, ¿Quién va venir con el día que hace?
La borrasca está bien formada, viene del Norte, nieva sin cesar y tan sólo tengo visibilidad en un radio de unos 30m; de momento suficientes como para que siga mi camino con perseverancia por lo alto de la loma, hacia Los Bailanderos. Voy con la idea de que en cuanto comience a descender de la cota de los 2.000m – 2.100m, hacia las Torres, saldré de la nube y veré el entorno. Las zapatillas se van portando bien. Los pies, a pesar de estar absolutamente mojados desde hace rato, van calientes ¡Cómo van a estar si no he parado ni un momento desde que dejé el coche!
Llevo ya 1h recorriendo la Cuerda, no veo nada de las vertientes laterales, la visibilidad se ha reducido a unos escasos 15m, me cuesta localizar los mojones, el frío y la ventisca no cejan, así que me digo: << Carlos, parece que hoy no es el día de llegar a las Torres de la Pedriza por aquí. Seguramente estás en Asómate de Hoyos, si no es que ya te lo has pasado, pero por mucho que te asomes, no ves más que el comienzo de las abruptas laderas. Así que lo mejor es que des la vuelta por dónde has venido y que desandes tus propias huellas, antes de que la nieve las acabe borrando>>.
De manera que doy media vuelta y me lanzo como un poseso retornando al collado de la Najarra, procurando no perder las trazas de mis pisadas; lo que al principio resulta fácil pero que se va complicando más adelante, porque la nevada va haciendo su faena.
Una vez de vuelta en el collado, sin remilgos, empiezo a bajar “todo recto”. La pendiente se las trae, la lluvia sigue pertinaz y las piedras resbalan; así que rápido pero con todo el cuidado.
Llego a una zona menos complicada, fuera ya de la nube, la pista se ve más abajo ¡Esto ya está hecho! Por fin hago un alto bajo la lluvia para tomar una barrita energética y beber un trago de agua ¡Que ya tocaba!
Todo gotea a mí alrededor. Las Torres casi están cubiertas por la borrasca. Lástima no haber podido ver por dónde llegar a ellas. Quedan para otro día.
Las cimas de Asómate de Hoyos, Peña Linderas y Alto de Matasanos permanecen invisibles dentro de su nube.
De manera que, contento por haber sido partícipe del entorno, pero más por haber tomado la decisión correcta de abandonar, troto rápidamente por la buena pista que acabo de alcanzar, por medio de hermosos y altos pinos, con el claro objetivo de llegar al coche cuanto antes, porque estoy ya con ganas de salir de estas condiciones y de la lluvia que no cesa. Son las 3pm cuando estoy de nuevo en el Canto del Berrueco.
Última mirada hacia las Torres, ya completaré el circuito cuando el tiempo sea más propicio, y de vuelta a Madrid, que una ducha caliente no vendrá nada mal ¡Ah, y comer tampoco, que con una barrita, un plátano y ¾ de litro de agua, he subido, he mantenido mis 36,5ºC en plena ventisca y he bajado sin sufrir ningún percance!
Marcha de unos 18km, con un desnivel total de unos 1.200m de D+, saboreando las inclemencias de uno de los pocos días de nevada que ha tenido la Sierra de Guadarrama este invierno ¡En esto consiste el “don” de la oportunidad!
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