Una grieta en el suelo rocoso, llena de agua, es lo que queda de la antigua cantera de pórfido.
El pórfido es una roca compacta y dura formada por cristales de feldespato y cuarzo, de tonalidad oscura (entre verde grisáceo y púrpura), que se utilizaba en la pavimentación de carreteras, muy estimada también para la decoración de edificios.
A raíz de la creación en 1985 del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares se prohibieron las labores extractivas en su espacio protegido, dándose por terminada esta actividad.
Tras varios días de “Siberiada”, con temperaturas en los -10ºC y vientos fuertes, el domingo amanece frío, nublado y algo ventoso.
La Sierra de Guadarrama se muestra inhóspita: no tiene nieve bastante como para calzarse los esquíes de travesía, pero sí hay la suficiente como para que, junto con los nubarrones pasando por encima, no resulte atractivo deambular en “zapatillas” por las zonas altas.
Todas las cordilleras montañosas tienen sus “pre-cadenas”, y la Sierra del Hoyo es “la pre” de la Sierra de Guadarrama. Así que Hoyo de Manzanares (1.000m), pueblo a los pies de aquella, constituye un buen punto de partida en un día como este.
De entre los diferentes circuitos que se pueden trazar partiendo de esta localidad hoy tomo la Ruta Circular, dejando el coche al final de la calle de Prado Cerbuno, al pie de Los Picazos (La Peña Alonso - 1.293m- y la del Búho -1.264m).
Son las 10am cuando comienzo el trote. El cielo por encima de Los Picazos está claro, sin embargo, sobre el resto de la Sierra, densos nubarrones comienzan a superar los riscos dejándose caer hacia El Hoyo. De hecho, pequeñas y frías bolitas de nieve van depositándose sobre mi ropa.
Con decisión y optimismo voy calentando, el camino discurre al comienzo paralelo a la Sierra, para dirigirse hacia ella a los pocos metros. Es la única “cuesta arriba” del trazado; son unos 200 metros de desnivel que se ganan sin necesidad de bajar el ritmo.
A zancadas por este terreno de arena granítica, por medio de jaras y rocas redondeadas, apenas si me doy cuenta de que la nevada va arreciando. Lo que sí hago es subir la cremallera para proteger bien el cuello. Los guantes no sobran.
En un punto determinado una traza tenue, hacia la izquierda, abandona el sendero que voy siguiendo, enfilando hacia arriba. Me detengo, contemplo las dos opciones, y decido tomar la que sube: <<ya volveré a bajar aquí si esto se corta más arriba>> Me digo.
La cuesta es suave, voy pasando por entre jaras y cantuesos, de vez en cuando camino por encima de grandes lajas de granito.
La humedad aumenta, el musgo recubre las rocas, la zona es agreste. Los troncos de los deshojados rebollos, envueltos por el liquen, sobresalen mimetizándose con el gris del granito y del ambiente. Los copos de nieve vienen ladera abajo.
Un gran alcornoque se alza enfrente mismo.
La parte del tronco que en algún momento “fue pelada” es respetada por el liquen, que sí cubre el resto.
Aquí se acaba la traza que seguía, de modo que “a volver por donde vine”. No sin antes echar una mirada hacia los ahora lejanos Picazos ¡Parece que yo estoy metido en la borrasca mientras ellos aún se libran!
De nuevo en la senda, reanudo el trote, y casi paso de largo el acceso a “La Cantera de pórfido”. Pero es sólo “casi”, porque hago un quiebro...
...y subo hasta la profunda hendidura en la roca, para contemplar los restos de esta explotación, cuyo fondo está cubierto de agua, tratando de imaginar las dificultades y esfuerzos que debieron suponer extraer el mineral de esta estrecha grieta.
Los copos de nieve que se cuelan por el cuello me sacan de la abstracción. Los sacudo, vuelvo a subir la cremallera, y hacia abajo.
A lo largo de este Recorrido Circular se van “traspasando barreras”; las metálicas, pintadas de rojo y blanco, colocadas para evitar que los vehículos a motor transiten por aquí. No menos de cuatro van ya pasadas cuando se alcanza la “carretera de Colmenar”, que se cruza para entrar en el Monte Ejido, no sin antes salvar la quinta barrera.
Jaras, encinas y líquenes acompañan este tramo, la arena de granito amortigua las zancadas, la nieve arrecia.
Dadas las circunstancias pienso que lo mejor es ponerse a resguardo, pero antes me subo sobre una roca al lado del camino, lanzo una mirada hacia la Sierra del Hoyo, y después ya tomo el sendero por la Cerca de la Mora, hacia la población.
Son las 11h 30m cuando llego al coche, tras haber recorrido 7,5km, que me han sabido a poco, pero que me han permitido descubrir un lugar ideal para visitar cuando las partes altas se presentan demasiado inhóspitas.
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