A la derecha de la torre de la iglesia de Satué, la silueta de Santa Orosia, plataforma de Oturia, se recorta en el horizonte. |
El pico de Oturia se yergue 300m por encima de Santa Orosia. Los itinerarios de acceso, desde Sabiñánigo, son múltiples, discurriendo por el abanico comprendido entre los flancos Oeste y Sur. La selección de uno de ellos depende de cual sea el propósito de la subida.
Se puede optar por el clásico recorrido de “las ermitas”, rápido y directo, saliendo de Yebra de Basa, pasando por las 6 ermitas diseminadas a lo largo de la subida, culminando con la de Sta. Orosia, en la planicie de arriba.
Los muy soleados, claramente por el flanco S, no me atraían en este mes de agosto; así que me quedaban las dos opciones más “boscosas”, bien la que parte de Javierre del Obispo (865m), bien la que sale de Satué (821m).
No dudo demasiado en tomar Satué como punto de partida, pues mi único objetivo de hoy es embeberme de bosque y frescura, a la par que dedico el día al “descanso activo”. Por lo tanto, no madrugo, y emprendo la marcha a las 10h.
El sendero se inicia junto a la iglesia, bordeando unos campos, para internarse a continuación en un fresco bosque dominado por boj, pino y carrasca. Estos irán desapareciendo a medida que subo, pero el boj me acompañará hasta bien entrados los 1.650m.
La senda zigzaguea por entre la vegetación. Poco a poco me voy internando en el barranco “d’as Gargantas”, hacia el Paco Cajico.
Los claveles de montaña perfuman la zona, y enseguida la senda cruza el curso de agua que viene de la Fuen dero Reguero.
La vista se alegra con ella, los sentidos se llenan de naturaleza.
Ahora, hasta alcanzar la zona de pasto que se extiende en la falda de Oturia, transito junto al arroyo recién nacido, por medio del sempiterno boj, encontrando serbales con sus frutos rojos y mentas bien arraigadas en el húmedo cauce.
Antiguos y recios troncos se mantienen enhiestos en medio de la verde vegetación, como sustentados por ella, resistiéndose a doblar la testuz ante las inclemencias.
Desde la zona de pasto, ya libre de vegetación (estoy a 1.600m), veo claramente el pico de Oturia, al cual me dirijo por mullido piso de hierba (seca en estas fechas), tachonado por “carlinas acanthifolia” o cardos en roseta pegados al suelo, tan característicos de la zona.
Hay que “tirar algo de riñones” hasta llegar a la cima, pero el panorama desde ella es absolutamente relajante y envolvente. Estoy a 1.921m, hay una ligera brisa que refresca lo justo, y al Norte el Pirineo se muestra resplandeciente.
Tomo un plátano despreocupadamente mientras mis ojos vagan y recorren los picos fronterizos de Ordesa, desde el Gabieto y Taillón, pasando por la Brecha de Roldán, Casco, picos de la Cascada y Marboré, hasta terminar con el Cilindro, Perdido y Soum de Ramond ¡Qué amplitud!
El sonido de un cencerro hace que desvíe ligeramente la mirada hacia unas vacas “de altura”, aparentemente en un estado tan tranquilo como el mío. Sobre ellas la línea del horizonte muestra la sierra de Sabocos, Tendeñera y Otal, detengo un instante la vista en los Picos del Infierno, que “asoman” por detrás, mostrando su blanca “marmolera”.
Sin haberme percatado apenas, me doy cuenta de que he pasado casi tres cuartos de hora embelesado, sentado junto al gran hito cimero. Es momento de emprender el retorno.
Desde Oturia hasta Satué las zancadas ligeras me llevan rápidamente de vuelta. Los entornos e imágenes pasan fugaces junto a mí. Observo y anoto los posibles “alcorces” en el bosque, la próxima vez los comprobaré.
Hace calor en la última parte del camino, llegando a Satué. Voy sediento y ansío llegar a la fuente que mana junto a la ventana de una de sus casas. El pueblo está en silencio, recogido en la penumbra de los comedores, posiblemente dando cuenta de frescos gazpachos que se digerirán durante la siesta. Son las 2 de la tarde.
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