La idea original para este fin de semana era hacer esquí de travesía en la zona de Valdesquí, y más concretamente, el tubo N de Cabezas. Subiendo desde el Pingarrón, por el tubo NW; pero desistí ante el panorama de acarrear las tablas un buen trecho, y luego maltratarlas por las piedras. Hay que ver lo que una semana de anticiclón y no mucho frío retrae la cota de nieve.
En su lugar opté por una marcha animada por la Pedriza posterior. Se madruga mucho menos, y tienes el recorrido claro.
Son las 9:15 cuando salgo desde Canto Cochino, a paso vivo, con destino al collado de la Dehesilla, adonde llego justo para que me dé el sol, saliendo de la húmeda y fría sombra. Con la buena temperatura baja agua por todas las trochas.
Enfilo la entretenida y empinada subida hacia el risco de Mataelvicial, camino de la Pared de Santillana, comenzando uno de los recorridos más bonitos, completos y pintorescos de la Pedriza. Un par de pasos al comienzo, entretenidos, me permiten adelantar a un par de grupos animados, dejándome ya sólo frente al paisaje y los rincones.
Al poco alcanzo el paso en la roca que da acceso al jardincillo de piedra que antecede a la Pared de Santillana. Es umbría la zona, y con el frio has de andar con cuidado por las piedras. Llego al bosquecillo que le sigue, lo atravieso corriendo y doy vista a la característica cara S de la Pared. Una cordada de 2 está en el primer largo de la vía. Me encaramo sobre las rocas, los miro unos instantes, y sigo mi camino flanqueándola por la derecha. En pocos metros más alcanzó el collado de la Ventana.
A partir de aquí, y hasta entrar en el laberinto rocoso de las Torres y Pedriza Posterior, hay una zona ideal para recorrerla a largos trancos. Cunde una barbaridad. En eso voy cuando me percibo de que me he metido en medio de una familia de cabras que, sin inmutarse apenas, me contemplan con indolencia. Las miro con cariño, porque ya las estaba echando de menos.
Enfrento una subida empinada, entre rocas, un canalón que acaba en una roca que se pasa “por su interior”, sales al otro lado como si surgieras de un surtidor. Estoy en pleno dominio rocoso de las Torres, elegantes moles que me acompañan e invitan contínuamente a contemplarlas. Pienso en mi hermano Manuel (Manumar) con quien hago buenas salidas ocasionales por el Pirineo, y en cómo le gustaría correr por aquí.
Subidas y bajadas contínuas, en suma, subida, me llevan a través de estos parajes inertes, solitarios, agrestes y bellos. La temperatura es buena, pero en las umbrías el agua se mantiene helada sobre las rocas.
Llego al “comedor de Termes”, y paso a la cara N, camino hacia el Miradero. Aquí se aguanta la nieve, está dura, pero se va bien por la huella. Paso unos metros delicados de rocas totalmente acorazadas por agua helada. Las sorteo con cuidado y llego al collado. Son las 12:15. Momento de contemplar “la Cuerda Larga” y las “Cabezas del Hierro” por el S. Atiné con la nieve. La tienen, suficiente para esquiar en ella, pero tan alta que hubiera tenido que acarrear las tablas más de 2h. Me alegro de haber cambiado la ruta.
Converso con una par de colegas que vienen en sentido contrario; hablamos de “si sus botas o mis zapatillas de trial running” y convenimos en que cada cual ha de llevar aquello con lo que más a gusto se sienta. Tomo unas almendras, un trago, y comienzo el descenso a “zancadas ligeras” hacia Canto Cochino.
Desciendo por la zona pedregosa que da acceso al bosque. Comienza el bosque, abandono la luminosidad del sol y me adentro en la penumbra de los pinos, atento a no tropezar; sería mala cosa un tropezón, cuesta abajo y a toda marcha. Y en esas estoy cuando, de repente, me llevo por delante, con la frente, una ramita de pino, del calibre de un salchichón, que atraviesa el sendero de parte a parte. En ese mismo momento recuerdo que siempre ha estado ahí, y también doy gracias por llevar puesta la cinta en la frente y el gorro para el sol; ambos me han protegido bien. Recoloco las gafas, miro hacia la rama para fijarla en mi mente (que en la frente ya se ha marcado ella), y sigo a toda marcha.
Bonito y rápido descenso por el bosque, variado y con torrentes frecuentes. Presto atención a las marcas. Perderlas es fácil y te conduce a embarque seguro. Me confundo, retrocedo, me encuentro con un macho cabrío de gran cornamenta; nos miramos, él sigue a lo suyo, reposar tranquilo a la sombra, y yo encuentro de nuevo el camino.
Me empiezo a cruzar con grupos, alcanzo el entronque del desvío hacia el refugio Giner, ya en plena “autopista”. Mucha gente.
Llego al parking tras 4h 45m de viva marcha. Espléndido día, ambiente fresco y luminoso, y a esperar que nieve; si no, en la próxima salida recorreré las Milaneras, que también son muy llamativas y gimnásticas.
Hasta pronto, lo que no deja de ser un eufemismo, porque no creo yo que lea esto mucha gente. Salud.
En su lugar opté por una marcha animada por la Pedriza posterior. Se madruga mucho menos, y tienes el recorrido claro.
Son las 9:15 cuando salgo desde Canto Cochino, a paso vivo, con destino al collado de la Dehesilla, adonde llego justo para que me dé el sol, saliendo de la húmeda y fría sombra. Con la buena temperatura baja agua por todas las trochas.
Enfilo la entretenida y empinada subida hacia el risco de Mataelvicial, camino de la Pared de Santillana, comenzando uno de los recorridos más bonitos, completos y pintorescos de la Pedriza. Un par de pasos al comienzo, entretenidos, me permiten adelantar a un par de grupos animados, dejándome ya sólo frente al paisaje y los rincones.
Al poco alcanzo el paso en la roca que da acceso al jardincillo de piedra que antecede a la Pared de Santillana. Es umbría la zona, y con el frio has de andar con cuidado por las piedras. Llego al bosquecillo que le sigue, lo atravieso corriendo y doy vista a la característica cara S de la Pared. Una cordada de 2 está en el primer largo de la vía. Me encaramo sobre las rocas, los miro unos instantes, y sigo mi camino flanqueándola por la derecha. En pocos metros más alcanzó el collado de la Ventana.
La luna sobre el coll de la Ventana |
Momento para tomar un plátano, contemplar la Pedriza posterior (no veo nieve en el trayecto), y echar una mirada hacia mi próximo destino, el collado del Miradero.
A partir de aquí, y hasta entrar en el laberinto rocoso de las Torres y Pedriza Posterior, hay una zona ideal para recorrerla a largos trancos. Cunde una barbaridad. En eso voy cuando me percibo de que me he metido en medio de una familia de cabras que, sin inmutarse apenas, me contemplan con indolencia. Las miro con cariño, porque ya las estaba echando de menos.
Las cabras son compañía habitual en la Pedriza Posterior |
Subidas y bajadas contínuas, en suma, subida, me llevan a través de estos parajes inertes, solitarios, agrestes y bellos. La temperatura es buena, pero en las umbrías el agua se mantiene helada sobre las rocas.
Llego al “comedor de Termes”, y paso a la cara N, camino hacia el Miradero. Aquí se aguanta la nieve, está dura, pero se va bien por la huella. Paso unos metros delicados de rocas totalmente acorazadas por agua helada. Las sorteo con cuidado y llego al collado. Son las 12:15. Momento de contemplar “la Cuerda Larga” y las “Cabezas del Hierro” por el S. Atiné con la nieve. La tienen, suficiente para esquiar en ella, pero tan alta que hubiera tenido que acarrear las tablas más de 2h. Me alegro de haber cambiado la ruta.
Converso con una par de colegas que vienen en sentido contrario; hablamos de “si sus botas o mis zapatillas de trial running” y convenimos en que cada cual ha de llevar aquello con lo que más a gusto se sienta. Tomo unas almendras, un trago, y comienzo el descenso a “zancadas ligeras” hacia Canto Cochino.
Desciendo por la zona pedregosa que da acceso al bosque. Comienza el bosque, abandono la luminosidad del sol y me adentro en la penumbra de los pinos, atento a no tropezar; sería mala cosa un tropezón, cuesta abajo y a toda marcha. Y en esas estoy cuando, de repente, me llevo por delante, con la frente, una ramita de pino, del calibre de un salchichón, que atraviesa el sendero de parte a parte. En ese mismo momento recuerdo que siempre ha estado ahí, y también doy gracias por llevar puesta la cinta en la frente y el gorro para el sol; ambos me han protegido bien. Recoloco las gafas, miro hacia la rama para fijarla en mi mente (que en la frente ya se ha marcado ella), y sigo a toda marcha.
Bonito y rápido descenso por el bosque, variado y con torrentes frecuentes. Presto atención a las marcas. Perderlas es fácil y te conduce a embarque seguro. Me confundo, retrocedo, me encuentro con un macho cabrío de gran cornamenta; nos miramos, él sigue a lo suyo, reposar tranquilo a la sombra, y yo encuentro de nuevo el camino.
Me empiezo a cruzar con grupos, alcanzo el entronque del desvío hacia el refugio Giner, ya en plena “autopista”. Mucha gente.
Llego al parking tras 4h 45m de viva marcha. Espléndido día, ambiente fresco y luminoso, y a esperar que nieve; si no, en la próxima salida recorreré las Milaneras, que también son muy llamativas y gimnásticas.
Hasta pronto, lo que no deja de ser un eufemismo, porque no creo yo que lea esto mucha gente. Salud.
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