Atalaya de Torrelodones |
En el término municipal de Torrelodones quedan
las jaras, el lodón (almez) desapareció ¿O quizás nunca estuvo?, y tan sólo su
recuerdo subsiste como nombre de la torre o atalaya.
Si bien lodones no hay en los
alrededores, sí se encuentran abundantes pinos, encinas, enebros y jaras, compartiendo hábitat con cantuesos y otras plantas aromáticas.
Lodón, en botánica, equivale a
almez y ninguno de estos árboles hemos conseguido localizar a lo largo del
recorrido. Si bien seguiremos buscándolo, que sería agradable encontrar alguno,
creo que el origen del nombre de Torrelodones va más por la interpretación que
aporta midelcorro en su interesante blog sobre la flora de la Sierra, y que dice lo siguiente al
respecto:
“Comenzaba el año 1086. Reinaba en castilla Alfonso VI, cuando un
caballero de limpio linaje llamado Don Tirso de Lodón, buscando consuelo a su
viudez, vino a refugiarse en un castillo de su propiedad situado a la izquierda
del río Guadarrama, en un sitio muy quebrado, en el monte que llevó el nombre
de las Marías y hoy se denomina Montealegre. Este castillo dominaba un pequeño
caserío que con el tiempo llegó a convertirse en la villa de Torrelodones.”
Según escribe Juan Ortega Rubio, en su “Historia de Madrid y de los pueblos de su provincia” (1921, reeditado en 2011)
Una circular mañanera por
la zona natural que, y parece mentira, aún existe entre los abigarrados núcleos
urbanos que proliferan, permite visitar lo que queda del ambicioso proyecto de
Carlos III (fines del XVIII), el Canal de Guadarrama, concebido por el
ingeniero Carlos Lemaur, que pretendía construir un canal navegable desde el
río Guadarrama al Océano Atlántico, pasando por Madrid, Aranjuez, La Mancha y
Sierra Morena (detalles aquí wikipedia).
La primera fase del proyecto incluía la ejecución de una presa en el río Guadarrama (la de El Gasco) y la construcción de un tramo de 27 kilómetros de canal que conectara con el río Manzanares. Fue ésta la única fase que se inició, y que concluyó fallidamente a causa de una gran avenida de agua que destruyó la mayor parte de la presa iniciada.
La primera fase del proyecto incluía la ejecución de una presa en el río Guadarrama (la de El Gasco) y la construcción de un tramo de 27 kilómetros de canal que conectara con el río Manzanares. Fue ésta la única fase que se inició, y que concluyó fallidamente a causa de una gran avenida de agua que destruyó la mayor parte de la presa iniciada.
El día tiene pronóstico de lluvia
por la tarde, así que, sin madrugar, comenzamos la marcha a las 10h en
Torrelodones, ya que el recorrido es corto.
La atalaye árabe, emblema de la
localidad, es nuestro primer objetivo. La traza es clara hasta la parte alta
del montículo sobre el que se encuentra, en el paraje denominado las Marías (árabe
Al-mariya = “la atalaya”). El tiempo parece que se mantiene bueno, aunque
frecuentes avanzadillas de nubes van viniendo desde el Norte que, de momento,
no se consolidan.
Dejamos atrás las ruidosas
proximidades de la autovía y emprendemos la marcha hacia el Sur caminando por la
típica senda arenosa de Guadarrama, que serpentea entre el roquedo que
constituye “las Marías”. Resulta agradable que el único sonido que percibimos
ahora sea el crujir de nuestros pasos sobre la granítica arena.
Por la senda de las Marías el ruido de la urbe no se percibe |
Al poco la senda desemboca en una
amplia pista por la que continuamos hacia el Sur, en un punto determinado dejamos de lado el
entronque de un sendero que viene de la ruinosa Casa del Enebrillo (por él
retornaremos después) y apenas 600 metros más adelante encontramos, al frente,
la inconfundible Casa de Panarrás, en lo alto del Cerro del Gurugú ¡Buenas
vistas ha de tener!
Casa de Panarrás |
Tras dejarla atrás comenzamos el
descenso hacia el cauce del Guadarrama. Jaras y encinas hasta donde la vista
alcanza. Doscientos metros de desnivel hasta llegar a la presa de El Gasco.
Presa de El Gasco vista desde la margen derecha del río Guadarrama |
Una vez en ella cruzamos al otro
lado del río por lo alto de la misma. Una roca tallada parece controlar el
acceso.
El río Guadarrama se precipita
impetuoso contra la base de la deteriorada estructura, saliendo mansamente por
el otro lado, en su fluir hacia el Molino de la Hoz, conformando una estampa
testimonial de lo que no pudo llegar a ser.
El río Guadarama a uno y otro lado de la presa (arriba, llegando; debajo, tras pasar por ella) |
Dejamos atrás la presa volviendo
durante unos 200 metros por el camino de acceso hasta entroncar con el inicio
del canal, en un entorno de tupida vegetación donde los pinos prevalecen sobre
el resto.
Iniciamos aquí el retorno hacia
el punto de partida siguiendo el trazado del canal, que circunvala por la parte
baja el Cerro del Gurugú durante algo más de 3.5 kilómetros.
Inicio del Canal de Guadarrama |
A lo largo de todo el recorrido
las encinas toman el relevo y se muestran espectaculares, creando rincones
verdaderamente atractivos donde la vegetación florece en esta primavera y los
abejorros contribuyen a la polinización de las jaras.
Fomitopsis pinicola (yesquero del pino) |
Abejorro en la flor de una jara |
Encina en flor |
Finalmente, en la vertical de la
Casa del Enebrillo, atravesamos una zona de encinas y líquenes antes de dejar la estrecha senda que acompaña el recorrido del
canal.
Lo vadeamos (está seco) y emprendemos el empinado remonte que, tras salvar unos 150m
de desnivel, lleva hasta la Casa y a entroncar con la pista por la que hemos
transitado por la mañana camino de la Casa Panarrás, a unos 600m de ésta.
Ahora ya sólo queda retornar
hacia la Atalaya, visible en la distancia, constatando que el tiempo se ha
empeorado de forma que las amenazadoras nubes han cobrado consistencia y que
será cuestión de poco que empiece a llover.
Atalaya de Torrelodones con la nevada Sierra al fondo |
Concluimos este recorrido
mañanero, de unos 13km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de
unos 400m de D+, que nos ha permitido deambular por unos parajes de suelos
graníticos donde los pinos, las encinas y los enebros medran, a la par que la
jara perfuma el ambiente, ajenos al hervidero urbano que rodea estos parajes.
Bueno Carlos, ya estoy por aquí. Ya se sabe, el cuerpo es vago y pide relax, no hacer nada que perturbe su tranquilidad.
ResponderEliminarEntiendo y comparto tu querencia por estos andurriales tan especiales donde uno encuentra un mundo de naturaleza tan envolvente por la cual, no regresaría uno nunca a la gran urbe.
A pesar de no ser la mili algo para recordar muy positivamente, pude sacar lo mejor de ella que, eran precisamente, estos parajes tan fantásticos cada vez que hacía la guardia en cualquier garita del cuartel de Hoyo de Manzanares. Recuerdo mucho aquella atalaya cada vez que salía de permiso.
Todo este paisaje me hizo la mili mas llevadera.
Un abrazo
Ay, la pereza, uno de los siete pecados capitales que se combate con la virtud de la diligencia.
EliminarPero no es pereza el desánimo, que el relax resulta necesario después de esfuerzos sostenidos.
Así que bienvenido con los ánimos renovados.
De garita a atalaya los actuales vigilantes conectan con los antiguos. Siglos de distancia conectados a tiro de piedra en unos parajes cuya naturaleza perdura y anima.
Un abrazo, Javier, y gracias por tu visita y comentario.
Una ruta recomendable para días poco calurosos. Buen rincón aunque esté "acorralado" de chalecitos. Un abrazo Carmar
ResponderEliminarZona de lodones que no se encuentran y de sendas por parajes verdes que no se esperan encontrar.
EliminarSalud y Montaña, Rafa.