domingo, 28 de abril de 2019

Parque Nacional de Cabañeros. Circular al Rocigalgo y Cascadas del Arroyo del Chorro



Esta circular, realizada en sentido de las agujas del reloj, recorre en altura la loma de la Sierra Fría hasta llegar al Cerro de Rocigalgo (punto culminante del Parque Nacional, con 1.448m de altura, de nombre con tintes cervantinos), para retornar luego por el fondo del barranco por el que baja impetuoso el Arroyo del Chorro de Navalucillos. Este arroyo, que nace al pie del Collado del Chorro, fluye entre las lomas de la Sierra Fría (al Noreste) y el monte de la Arañosa (al Suroeste).


A destacar un par de chorreras del Arroyo, la Chica, en la parte superior del barranco, y la Grande, ya más próxima al final. Entre ambas, el camino pasa por una zona de cornisas, fáciles pero espectaculares, con vistas sobre el fondo de la garganta unos doscientos metros más abajo.


El acceso al aparcamiento de la entrada al Parque Nacional está en el kilómetro 16,5 de la carretera CM-4155 que une Los Navalucillos con Robledo del Buey; en este punto se encuentra el entronque con una pista de tierra con la indicación "al Rocigalgo". A partir de aquí hay unos 5 km por una pista forestal en buen estado, hasta llegar al aparcamiento del Parque, junto al cual hay una caseta informativa donde muy amablemente te explican la ruta y proporcionan un boceto del recorrido. El itinerario está balizado e indicado perfectamente.

Preguntamos por la duración estimada de la circular así como por el entorno “Vienen siendo unas 7 horas, pero claro, ello depende de las paradas y de la marcha de cada cual. En cuanto al agua, aunque no hay fuentes, y mucha gente vuelve agobiada por la sed, la de los arroyos se puede beber ya que no hay ganado por las partes altas” ¡Respuesta muy acertada en todos los sentidos!

El Parque Nacional de Cabañeros fue declarado con la máxima figura de protección en 1995.

Entre sus valores naturales no esperemos encontrar grandes o afiladas cimas, ya que su perfil es más bien redondeado, pero sí hay que destacar sus bosques de robles (espectaculares en otoño), y su cubierta de matorral donde el brezo es predominante, junto con la jara pringosa. Estos dos últimos, el primero con su color rosa y la segunda con su perfume, acompañan constantemente la vista y el olfato de cuantos nos adentramos por estos parajes.

Son las 9 de la mañana cuando comenzamos la marcha en el parking habilitado en la zona de información tomando la indicación de la Calanchera y encaminándonos hacia el pie de la Sierra Fría llegado al cual, a la altitud de 750m y tras una gran lazada hacia el Oeste (dcha en sentido de la marcha) iniciamos lo que será una larga ascensión por muy buena pista entre robles que, tras salvar 600m de desnivel en unos 3,5km de longitud, nos hará llegar acalorados a la parte alta de la Sierra Fría. Las cuestas son más pronunciadas y tiesas de lo que el buen firme anticipa a primera vista.

Ascendiendo hacia la Sierra Fría la planicie de la Calanchera va quedando atrás.
Unos bancos de madera estratégicamente colocados cada aproximadamente 250m de desnivel ofrecen un momentáneo descanso nada desdeñable.


Al principio caminamos entre robles, hasta alcanzar la parte alta donde los brezos toman el relevo. El paraje resulta silencioso y acogedor. Pocas personas parecen optar por estas zonas solitarias, concentrándose sin embargo en el barranco del Chorro, por el que descenderemos luego.

Parte alta de la Sierra Fría
Continuamos por el lomo de la Sierra Fría hasta alcanzar el Mirador del río Pusa, a 1.387m de altitud, que ofrece unas amplias vistas. Al Sur, en la distancia todavía, la vertiente Norte del Cerro Rocigalgo. Al pie, unos 100m más abajo, el aplanado Collado Frío hacia el que nos dirigimos, donde también hay un estratégico banco.

El Rocigalgo (izq.) desde el Mirador de Pusa

Resulta acogedor el banco del Collado Frío
Tras un breve descanso encaramos lo que será el último ascenso de la jornada, a lo largo de unos sube y bajas entre brezos durante los 3km que restan para llegar al Cerro del Rocigalgo. Hasta el cual con nadie nos hemos encontrado.

Brezos de curiosas formas en el camino hacia el Rocigalgo destacan sobre el fondo de robles deshojados
En el mirador del Cerro, rodeados de amplias extensiones de brezos en flor y sin apenas viento, permanecemos ensimismados hasta que oímos las primeras voces de los que se acercan desde el Collado del Chorro (1.324m).

Mirador del Cerro Rocigalgo

Lugar donde el tiempo parece detenerse
De sencillos brezos rodeado
Es momento de continuar. Iniciamos el descenso hacia  donde se oyen las voces, en busca del barranco del Chorro. A partir de ahora todo será bajada.

Una vez en el collado el sendero se adentra en un robledal donde musgo y liquen cubren troncos y rocas a la par que el recién nacido Arroyo del Chorro va incrementando su caudal.

Robles aún deshojados a la espera de que la primavera los vuelva a reverdecer


Finalmente se dejan atrás los robles, el cauce se empieza a embarrancar y la vegetación se muestra en forma de encinas, brezos y jaras, principalmente.



El camino se sigue bien y pronto oímos, que no vemos aún, la Cascada Chica del Chorro, en un profundo estrechamiento de la garganta. Al llegar a un poste indicador dejamos el sendero principal para remontar a pie de cauce unos metros hasta encontrar el escondido enclave de la caída de agua.

Cascada Chica
De vuelta en la senda principal ésta se va alejando del cauce para encaminarse hacia unas cornisas rojizas que constituyen un paso aéreo pero fácil, sobreasegurado con una gruesa cadena, unos doscientos metros por encima del arroyo. Vale la pena contemplar el entorno desde aquí.


Seguidamente el camino continúa al pie de unos paredones de roca por los que el agua resbala abundantemente, adentrándose después en una zona de carrascas a medida que se aproxima al curso del arroyo.




Una señal de madera indica la proximidad de la Cascada Grande del Chorro, chorrera algo mayor que la Chica e igualmente atractiva.

Cascada Grande
Enseguida se llega al final del barranco. Las carrascas, recubiertas de liquen, se hacen más abundantes.



Posteriormente la senda desemboca en una amplia pista con vistas a la caseta de información de la entrada del Parque Nacional.

En suma, se culmina un recorrido bello y largo (21,5km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de unos 1.000m de D+), sin dificultades técnicas, con cuestas más exigentes de lo que se espera de la suavidad de los perfiles, y visualmente espectacular.

domingo, 21 de abril de 2019

Torrelodones, presa de El Gasco y canal de Guadarrama, un fallido de antaño.

Atalaya de Torrelodones

En el término municipal de Torrelodones quedan las jaras, el lodón (almez) desapareció ¿O quizás nunca estuvo?, y tan sólo su recuerdo subsiste como nombre de la torre o atalaya.

Si bien lodones no hay en los alrededores, sí se encuentran abundantes pinos, encinas, enebros y jaras, compartiendo hábitat con cantuesos y otras plantas aromáticas.

Lodón, en botánica, equivale a almez y ninguno de estos árboles hemos conseguido localizar a lo largo del recorrido. Si bien seguiremos buscándolo, que sería agradable encontrar alguno, creo que el origen del nombre de Torrelodones va más por la interpretación que aporta midelcorro  en su interesante blog sobre la flora de la Sierra, y que dice lo siguiente al respecto:

“Comenzaba el año 1086. Reinaba en castilla Alfonso VI, cuando un caballero de limpio linaje llamado Don Tirso de Lodón, buscando consuelo a su viudez, vino a refugiarse en un castillo de su propiedad situado a la izquierda del río Guadarrama, en un sitio muy quebrado, en el monte que llevó el nombre de las Marías y hoy se denomina Montealegre. Este castillo dominaba un pequeño caserío que con el tiempo llegó a convertirse en la villa de Torrelodones.”

Según escribe Juan Ortega Rubio, en su “Historia de Madrid y de los pueblos de su provincia” (1921, reeditado en 2011)

Una circular mañanera por la zona natural que, y parece mentira, aún existe entre los abigarrados núcleos urbanos que proliferan, permite visitar lo que queda del ambicioso proyecto de Carlos III (fines del XVIII), el Canal de Guadarrama, concebido por el ingeniero Carlos Lemaur, que pretendía construir un canal navegable desde el río Guadarrama al Océano Atlántico, pasando por Madrid, Aranjuez, La Mancha y Sierra Morena (detalles aquí wikipedia).

La primera fase del proyecto incluía la ejecución de una presa en el río Guadarrama (la de El Gasco) y la construcción de un tramo de 27 kilómetros de canal que conectara con el río Manzanares. Fue ésta la única fase que se inició, y que concluyó fallidamente a causa de una gran avenida de agua que destruyó la mayor parte de la presa iniciada.


El día tiene pronóstico de lluvia por la tarde, así que, sin madrugar, comenzamos la marcha a las 10h en Torrelodones, ya que el recorrido es corto.

La atalaye árabe, emblema de la localidad, es nuestro primer objetivo. La traza es clara hasta la parte alta del montículo sobre el que se encuentra, en el paraje denominado las Marías (árabe Al-mariya = “la atalaya”). El tiempo parece que se mantiene bueno, aunque frecuentes avanzadillas de nubes van viniendo desde el Norte que, de momento, no se consolidan.

Dejamos atrás las ruidosas proximidades de la autovía y emprendemos la marcha hacia el Sur caminando por la típica senda arenosa de Guadarrama, que serpentea entre el roquedo que constituye “las Marías”. Resulta agradable que el único sonido que percibimos ahora sea el crujir de nuestros pasos sobre la granítica arena.

Por la senda de las Marías el ruido de la urbe no se percibe


Al poco la senda desemboca en una amplia pista por la que continuamos hacia el Sur, en un punto determinado dejamos de lado el entronque de un sendero que viene de la ruinosa Casa del Enebrillo (por él retornaremos después) y apenas 600 metros más adelante encontramos, al frente, la inconfundible Casa de Panarrás, en lo alto del Cerro del Gurugú ¡Buenas vistas ha de tener!

Casa de Panarrás
Tras dejarla atrás comenzamos el descenso hacia el cauce del Guadarrama. Jaras y encinas hasta donde la vista alcanza. Doscientos metros de desnivel hasta llegar a la presa de El Gasco.

Presa de El Gasco vista desde la margen derecha del río Guadarrama
Una vez en ella cruzamos al otro lado del río por lo alto de la misma. Una roca tallada parece controlar el acceso.


El río Guadarrama se precipita impetuoso contra la base de la deteriorada estructura, saliendo mansamente por el otro lado, en su fluir hacia el Molino de la Hoz, conformando una estampa testimonial de lo que no pudo llegar a ser.

El río Guadarama a uno y otro lado de la presa (arriba, llegando; debajo, tras pasar por ella)


Dejamos atrás la presa volviendo durante unos 200 metros por el camino de acceso hasta entroncar con el inicio del canal, en un entorno de tupida vegetación donde los pinos prevalecen sobre el resto.



Iniciamos aquí el retorno hacia el punto de partida siguiendo el trazado del canal, que circunvala por la parte baja el Cerro del Gurugú durante algo más de 3.5 kilómetros.

Inicio del Canal de Guadarrama

A lo largo de todo el recorrido las encinas toman el relevo y se muestran espectaculares, creando rincones verdaderamente atractivos donde la vegetación florece en esta primavera y los abejorros contribuyen a la polinización de las jaras.

Fomitopsis pinicola (yesquero del pino)
Abejorro en la flor de una jara
Encina en flor
Finalmente, en la vertical de la Casa del Enebrillo, atravesamos una zona de encinas y líquenes antes de dejar la estrecha senda que acompaña el recorrido del canal. 


Lo vadeamos (está seco) y emprendemos el empinado remonte que, tras salvar unos 150m de desnivel, lleva hasta la Casa y a entroncar con la pista por la que hemos transitado por la mañana camino de la Casa Panarrás, a unos 600m de ésta.

Ahora ya sólo queda retornar hacia la Atalaya, visible en la distancia, constatando que el tiempo se ha empeorado de forma que las amenazadoras nubes han cobrado consistencia y que será cuestión de poco que empiece a llover.

Atalaya de Torrelodones con la nevada Sierra al fondo
Concluimos este recorrido mañanero, de unos 13km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de unos 400m de D+, que nos ha permitido deambular por unos parajes de suelos graníticos donde los pinos, las encinas y los enebros medran, a la par que la jara perfuma el ambiente, ajenos al hervidero urbano que rodea estos parajes.



domingo, 14 de abril de 2019

Cueva Valiente (pico y cueva) desde Peguerinos. Una circular agradable donde las haya.

Término de Peguerinos, al Sur de la Sierra de Malagón


El término de Peguerinos se encuentra en la vertiente Sur de la Sierra de Malagón (derivación de la sierra principal de Guadarrama), mientras que la población de San Rafael se encuentra en la falda Norte. El punto más alto de esta sierra lo constituye el Cerro de Cueva Valiente (1.903m) siendo varios los collados que comunican ambas laderas: el del Hornillo (1.637m) y el de la Gargantilla (1.648m), uno a cada lado del Cerro.

En un punto perfectamente señalado de la carretera / pista que desde Peguerinos se dirige hacia el collado del Hornillo, la abandonamos y seguimos la indicación hacia el Camping del Valle de Enmedio (1.450m); desde éste hay básicamente tres accesos hacia el Cerro de Cueva Valiente: uno por el mismo Valle de Enmedio, entre dos cordales de riscos, que a los 1.750m entronca con la parte superior de las Navas del Toril, al pie del Cerro,  otro que va aguas arriba del Arroyo del Prado del Toril hasta las Navas del mismo nombre, y el más occidental, que sigue las aguas del Arroyo del Chuvieco hasta alcanzar el collado de la Gargantilla. El denominador común de todos ellos es su discurrir por el extenso bosque de pinos que cubre estos parajes.

En nuestro caso optamos por una ruta circular ascendiendo por el Arroyo del Prado del Toril, tocando cima en Cueva Valiente y visitando su cueva, para luego descender al Peñotillo y bordear la cara Norte de la Cueva hasta el collado de la Gargantilla, desde donde retornamos al punto de origen en el Camping del Valle de Enmedio. En total un recorrido tranquilo de unos 15km de longitud salvando un desnivel total en ascenso de unos 600m de D+, siguiendo sendas sombreadas por pinares de recios ejemplares donde las navas son frecuentes y las personas escasean.


Son las 9 de la mañana cuando iniciamos la marcha en el Camping, un lugar integrado en el entorno, a cuyos pies fluye mansamente el Arroyo del Valle de Enmedio.

Durante unos metros seguimos la senda junto al citado arroyo para enseguida cruzarlo yendo a buscar la que, en dirección al Norte, se encamina hacia al Embalse del Toril.

La traza es clara y el pinar resulta fresco y acogedor. 


El muérdago coloniza alguna de las altas ramas


El pequeño embalse del Prado del Toril supone un fogonazo adicional de luz y frescor.

Embalse del Prado del Toril
Seguidamente pasamos junto a los primeros de los restos bélicos que se extienden por las Navas del Toril, más arriba encontraremos otros, todos bien conservados, testimonios de otra época, cuando el silencio y la paz de estos parajes fueron alterados.

Restos bélicos


Vamos ganando altura, por encima de los pinos se distingue la franja rocosa que hace de separación con el Valle de Enmedio.


A partir de los 1.800m la vegetación se hace más escasa y de menor porte; el roquedo comienza a tomar el relevo.





Antes de alcanzar la cima del Cerro pasamos junto a los últimos vestigios bélicos.

Restos bélicos en lo alto del montículo.

Tocar la cima del Cerro de la Cueva Valiente y visitar su escondida cueva, que no es fácil de encontrar, dan al recorrido “un punto de altura”. Es aquí donde encontramos a varias personas; hasta ahora hemos ido solos.

Cima del Cerro de Cueva Valiente

Desde la cima del Cerro, el valle del Río Moros, enfrente, con Peñalara aún nevada a la dcha.
Cueva del Cerro de Cueva Valiente


Desde la entrada a la cueva, el collado del Peñotillo en la parte inferior

Descendemos luego al Collado del Peñotillo y tomamos un sendero hacia el Sur, muy pedregoso en el primer tramo, por el que, tras una corta subida final, llegamos al Collado de la Gargantilla.

Desde el Collado ya sólo nos queda seguir una senda, junto al Arroyo del Chuvieco, que serpentea de nuevo por un hermoso pinar atravesando varias navas o praderas. Seguimos sin cruzarnos con persona alguna por estos parajes.



Entre los pinos vislumbramos el extenso Embalse de Cañada Mojada.

Embalse de la Cañada Mojada
El resto del itinerario de vuelta al punto de partida discurre por un bosque bastante más ralo y por calzada asfaltada cuya dureza supone un gran contraste con las mullidas sendas anteriores.

Finalmente llegamos al silencioso Camping del Valle de Enmedio (se supone que en pleno verano el bullicio se hará notar), tras haber realizado una placentera y sombreada circular por parajes donde con nadie coincidimos, salvo en la propia cima, si bien lejanamente vimos algún ciclista que por las pistas se adentraba.

Camping del Valle de Enmedio