El Cerro Ventoso, en condiciones invernales, es ciertamente inhóspito. |
La cima del Cerro Ventoso es
alargada y aplanada, elevándose hasta los 1.965m de altura entre dos de los
collados más renombrados y visitados de la Sierra de Guadarrama, el de la
Fuenfría (al Oeste; 1.792m) y el Ventoso (al Este; 1.895m). En suma, un frontón
frecuentemente azotado por el viento del Norte (de algún sitio vendrá el nombre
;-).
Los “casi” dos mil metros de
altitud del Cerro Ventoso pueden tener algo que ver en su condición de cima
apenas visitada, mientras que otras de las proximidades (Montón de Trigo,
Pinareja, Siete Picos), superando esa barrera de “los dos mil”, atraen a
docenas de personas.
Se trata pues de un paraje ideal
para quienes buscan la soledad y el recogimiento que los bosques de Guadarrama
y sus picos ofrecen. Sin nieve resulta una marcha cuya exigencia técnica es
reducida y en cuanto al esfuerzo para ascenderlo, no pasa de moderado. En
cambio, con nieve y en condiciones invernales la cosa cambia.
En mi caso, el objetivo en
invierno es realizar las marchas con esquíes, casi cualquier senda o trocha es
buena para subir (si se puede ascender con raquetas o crampones, puede también
hacerse con esquíes), y si se atraviesa un hermoso bosque, como es el caso
¡Miel sobre hojuelas!
Son las 9h cuando inicio la
marcha desde el inusualmente desierto aparcamiento de las Dehesas de
Cercedilla. Hace un frío respetable (-2ºC) y la bruma cubre las alturas desde
la cota 1.800m aproximadamente. Veremos si el fuerte viento del Norte que se
percibe consigue aclarar la atmósfera.
Las Dehesas de Cercedilla |
Orientado por las marcas
amarillas sobre los troncos de los pinos me encamino hacia el Collado Ventoso.
Siguiéndolas sé que he optado por el acceso menos frecuentado y más montaraz de
todos los posibles desde las Dehesas.
Al poco el sendero se adentra en
el bosque discurriendo aguas arriba del Arroyo de la Fuenfría; estrecha senda y
buenos chupones de hielo conforman un intrincado pasaje que finalmente, alejándose
del cauce, da acceso a un entorno más amplio.
Arroyo de la Fuenfría |
El sol hace su tímida aparición,
pero dura poco. La bruma mantiene su presencia difuminando las cimas del Pico
de Majalasna y del más occidental de la serie de los Siete Picos.
Apenas un palmo de nieve cubre el
suelo, suficiente para subir pero escasa para descender.
El aspecto del bosque y de las
laderas nevadas induce a la contemplación. Sintiéndome parte del entorno continúo
ascendiendo. La capa de nieve se va engrosando.
Casi sin apercibirme del cambio compruebo
que he dejado atrás los pinos parcialmente cubiertos de nieve, y que me
encuentro entre colosales ejemplares acorazados de hielo. El frío es más
intenso y el fuerte viento, del que he estado protegido hasta ahora, comienza a
azotarme el rostro. Ya estoy próximo al Collado Ventoso.
La pendiente disminuye, el
entorno se torna azulado y el ventarrón aumenta de intensidad. He alcanzado el
Collado Ventoso. Estoy a 1.896m de altitud, la temperatura aquí es de -6ºC y
las ráfagas son incesantes. Aturdido busco algo de cobijo tras uno de los
congelados pinos.
Collado Ventoso |
Me recompongo, fijo el rumbo entre la indefinición que aporta la bruma sobre el helado entorno y emprendo la marcha hacia el Cerro Ventoso. Todo parece suspendido en un territorio helado y sin trazas.
En contraposición a lo breve del
repecho inicial, el momento de alcanzar el punto culminante parece que no llega
nunca. Deslizándome sobre la helada nieve y sacudido por la ventolera, que me
derriba un par de veces, avanzo por la prolongada cresta superior del Cerro. Un
pequeño mojón de granito que apenas diviso marca la cima, en la que no me
detengo.
Cima del Cerro Ventoso |
En su lugar busco el refugio de
la ladera boscosa por la cual me deslizo, a resguardo de la ventolera, hasta el
Puerto de la Fuenfría ¡Pero qué bien está la nieve aquí!
Al abrigo del bosque el viento se acusa menos |
En general, a los esquiadores de montaña nos gusta, para los descensos, deslizarnos por amplias laderas o
bosques con nieve abundante y bien asentada, de manera que las piedras y
arbustos estén cubiertos y así, independientemente de la inclinación (cuanto
mayor, mejor), poder concentrarnos en la esquiada, buscando la mejor trazada en
función del entorno, a la par que vamos anticipando los cambios de nieve. De
hecho, huimos siempre que podemos de los senderos estrechos, que para subir son
válidos aunque tan sólo unos pocos dedos de nieve cubran la base de piedra o
guijarros.
En el Puerto de la Fuenfría
constato que la bruma que cubre las cimas no se ha disipado en lo más mínimo,
así que me dejo atraer por la inmaculada nieve virgen que cubre la calzada
romana, que en suave pendiente descendente se enfila hacia la vertiente
segoviana, con la intención de llegar a las ruinas de la Casa Eraso, un paraje
especialmente cautivador cuando todo está nevado.
Puerto de la Fuenfría |
El fortísimo viento del Norte,
que no cesa (y que me da de cara), junto con la ausencia de huellas en la
nieve virgen, hacen que mi avance sea penoso, así que, asumido que no es el día
para seguir, doy media vuelta y dejo que el aire me “suba” de nuevo al Puerto.
De vuelta en el Puerto de la Fuenfría. Al fondo, el Collado de Marichiva |
Dado que para bajar priman tanto la
seguridad como prevenir al máximo el deterioro de los esquíes (procurando no
levantar más piedras de las imprescindibles), y considerando que la nieve
consolidada se encuentra a partir de los 1.700m de altitud, para descender
desde el Puerto de la Fuenfría opto por “remar” a lo largo de la Carretera de
la República, en donde la helada también se deja sentir.
Carretera de la República |
Hasta llegar al punto en que, ladera a través y con los esquíes al
hombro, decido acortar camino y enlazar con ella de nuevo a la altitud de
1.600m, habiendo evitado unos tres kilómetros de penosa “remada” pasando por
Los Miradores.
Descendiendo por el bosque, camino de vuelta |
Finalmente, habiendo ya "marcado" más
de una vez los esquíes, completo una circular, aparentemente enrevesada, que me
ha permitido deambular por el bosque nevado, visitando una cima muy poco frecuentada,
retomando el contacto con las duras condiciones meteorológicas que los
inviernos de Guadarrama suelen traer por éstos parajes.