Collado de la Dehesilla, desde el Hueco de San Blas |
Tres son los collados que se abren en la rocosa barrera de moles y picachos que conforman la herradura granítica que contiene en su interior a la Pedriza: el del Miradero (1.878m), el más occidental y elevado, entre las Milaneras y las Torres; y los dos orientales: el de la Ventana (1.785m), entre las Torres y la Pared de Santillana; y el más bajo de todos, el de la Dehesilla (1.451m), entre la Pared de Santillana y el Yelmo. A todos ellos se accede, comúnmente, desde dentro de la Pedriza.
Son pocos los que, una vez llegados a ellos, se aventuran a descubrir “sus vertientes exteriores”. Es como si una invisible barrera impidiese sobrepasar estos límites.
En esta ocasión planteamos un circuito “desde el exterior”, es decir, iniciaremos y terminaremos nuestro recorrido en el Hueco de San Blas, vecino “oriental” de la Pedriza:
Canto del Berrueco à Collado de la Ventana à Collado de la Dehesilla à Canto del Berrueco.
Son las 8:30h cuando: Nati, Luís, Paolo, Manuel y yo iniciamos el trote en el Canto del Berrueco del Hueco de San Blas, remontando el curso del Arroyo Mediano. Cuatro kilómetros por delante para calentar las piernas y ajustar las zapatillas, primero por una senda que discurre por zona amplia y pletórica de vegetación,
para internarnos luego, después de acceder a una pista y traspasar una barrera metálica junto a una zona de aparcamiento, en un bosque de altos pinos que cubre la ladera que, a nuestra izquierda, delimita el Hueco de San Blas con la Pedriza.
Seguimos la pista hasta la altitud de 1.250m, atentos a no pasar de largo el comienzo de la empinada traza que, a nuestra izquierda, se interna entre los árboles, ladera arriba. Por delante 250m de desnivel serio, hasta entroncar con otra pista que hay más arriba, a los 1.500m de altitud. Como digo, se trata de una traza, que no sendero, que más bien se intuye, ya que verse, no se ve.
Abajo va quedando el Hueco de San Blas |
En caso de duda, todo tieso y hacia arriba. La dura pendiente hace que cese la conversación y que ésta dé paso al sonido del crujir de ramas caídas cuando las pisamos, alternando con resoplidos y más de un estentóreo estornudo fruto de la alergia que tan exultante primavera provoca en alguno de los componentes de la partida.
Llegados a la pista superior hemos de encontrar el emboque del siguiente tramo de traza que nos ha de llevar, pasando por la lagunilla del Lomo, o de los Lobos, hasta el collado de la Ventana.
No es sencillo encontrar el camino correcto a la primera, y la pendiente continúa siendo bastante fuerte, pero con perseverancia y sentido de la orientación llegamos a la lagunilla del Lomo,
esta vez sin agua, en su lugar la alta hierba tapiza la cubeta, bonito rincón entre pinos,
al pie de los agrestes y enhiestos paredones Oeste de las Torres de los Buitres y de Santillana.
Al otro lado de la lagunilla encontramos fácilmente los mojones, que seguiremos hasta alcanzar el collado de la Ventana.
Aparte de un par de ciclistas en la parte baja del Hueco, no hemos encontrado a nadie más durante esta primera parte del recorrido.
En el collado hacemos un alto para recomponer las fuerzas del grupo. El día promete calor, aunque una agradable brisa refresca de momento el collado. Se nos van los ojos hacia los paredones del Cerro de los Hoyos.
Cara Sur del Cerro de los Hoyos o Risco del Nevazo, desde el collado de la Ventana |
Y decidimos que es un buen momento para circunvalarlo en un bucle, por la Senda Termes, que recorre su cara Este, dando vista al Hueco de San Blas, contornea su vertiente Norte y retorna de nuevo por el Oeste hasta el collado de la Ventana.
Como Nati, Luís y Paolo tienen hora fija para comer en familia, no disponen de tiempo para realizar este extra discurrido sobre la marcha, así que ellos emprenden el descenso hacia el collado de la Dehesilla, mientras Manuel y yo nos encaminamos hacia el Cerro.
Deambulamos por lugares conocidos cuyas formas no dejan de sorprender. Está bien recorrerlos en momentos diversos.
Rocas apiladas en singular composición contrapesada |
En este tramo, hasta alcanzar la vertiente Norte, hay dos pasos que exigen de cierta pericia y recursos. Granito adherente, y vacío bajo los pies, en los que cuanto más largas tengas las piernas mejor te va.
Cara Norte del Cerro de los Hoyos. Al fondo, a la izquierda, la Esfinge |
Espléndido abedul. Al fondo el entronque con la variante de la Senda Termes que rodea al Cerro por el Oeste |
Al pie del único paso algo complicado del callejón que lleva hasta el Puro encontramos un perro. No nos hace mucho caso, pero nos acompaña hasta la salida de la canal. Aquí se detiene y nos abandona. Cada cual sigue su camino por estos parajes.
A la derecha, se yergue el Puro |
Hace mucho calor, la deshidratación comienza a notarse. Vamos tomando bebida isotónica pero el balance se decanta en nuestra contra.
Apretamos la marcha hacia la Pared de Santillana. Un escalador se pelea, literalmente, con la fisura inicial de la cara Sur. Le observamos durante unos minutos, “leyendo” cada paso que ha de dar como primero de la cuerda y anticipando cada dificultad que va a encontrar.
Seguimos nuestra marcha abandonando la Pared de Santillana.
Descendiendo de la Pared de Santillana, a la derecha, el Mogote de los Suicidas |
Alcanzamos el jardín de Navajuelos. Paraje fresco y rocoso por el que tantas veces hemos pasado y cuya belleza siempre recompensa.
En el centro, la Bola de Navajuelos |
Al pie de la cara Norte del Risco de Mataelvicial, en un rincón a la sombra, entre robles recién brotados, hacemos un alto para tomar energía (barrita, plátano y almendras) y casi acabar con la bebida que nos queda. Tan sólo un último trago dejamos,por seguridad. El calor aprieta de veras.
En esto estamos cuando llega un mensaje de Luís: comunica que están ya en el coche, van bien de tiempo con su compromiso y anuncia que “nos han dejado una sorpresa fresca y agradable para cuando lleguemos”. Se nos hace la boca agua. Recogemos prestos para encaminarnos sin más demora hacia el próximo collado de la Dehesilla.
Tras un rápido destrepe alcanzamos el collado. Ni nos detenemos. Seguimos en carrera hacia el Hueco de San Blas. A pesar de ir corriendo encontramos tiempo para admirar la belleza por la que transitamos: justo un senderito estrecho entre la frondosa vegetación. El calor aprieta fuerte. Son las 2 de la tarde.
Un abejorro permanece impertérrito ante el tórrido entorno.
El Canto del Berrueco parece reverberar a esta hora.
Manuel y yo nos abalanzamos sobre el estupendo gazpacho que nuestros queridos y amables compañeros nos han dejado en un termo que lo mantiene fresquísimo ¿Qué más se puede pedir como colofón de una intensa jornada por los flancos de la Pedriza?
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ResponderEliminarLa entrada a La Pedriza por "la puerta de atrás", tan sugerente como recomendable, nos descubre rincones indispensables para todo "pedricero" que se precie. Los Huecos de San Blas, Coberteros, de las Higueras, del Recuenco, y del Paredón, con la Peña del Mediodía, Torre Inclinada y Cancho de la Herrada como estandartes, y los Collados de la Silla y Ventana como portachos de conexión con el corazón de La Pedriza, son todo un juego para el vagabundeo, las almas inquietas y solitarias, y todo aquel que quiera huir del bullicio del Tranco y Canto Cochino. Son territorios de "La Otra Pedriza".
EliminarEste acceso al Collado de la Ventana debería haber salido de mi lista de "pendientes", pero como dice el rockero Fito "son cosas del destino", ese destino que no controlamos, pero que elegimos los caminos para llegar a él.
Buena ruta, Carmar, y deja algo de Pedriza para los demás jajaja.
No cada año nos cabe la suerte de tener semejante primavera. La Pedriza está espléndida, ha sacado del fondo de su armario agua a montones, flores y hierba sin escatimar, con los que adornar cada rincón, por perdido y encajonado que esté. Y los luce con las ganas de quien los guardó durante mucho tiempo, y por fin encuentra el momento idóneo para mostrarlos ¿Cómo no vamos a perdernos por sus vericuetos los vagabundos contumaces? "Ja dormirem quan ens morirem"
EliminarComo bien apuntas, siempre tenemos lista de "pendientes", y parece mentira que nunca se agote.
Cuídate, y mucha salud y montaña, Rafa.
La estrecha vereda da acceso al bosque q guarda celoso los secretos de esta exhuberante primavera donde se respira calma y sosiego. Preludio d la entrada exigente hacia el reino del granito tras la laguna colmatada. ¡Cuánto q mirar y descubrir a ojos inquietos! Vuelta atlética para redescubrir terreno grabado en la memoria. El sol implacable nos lleva a evocar otras épocas y otros personajes. Y a percatarnos q las reservas escasean. Providencial aporte fresco, reparador y con fundamento. Gracias y hasta pronto. Salud y montaña
EliminarReservas escasas que compartidas dan para más de lo que cabría esperar. Ojos inquietos capaces de captar nuevas imágenes en terrenos ya conocidos, apoyo siempre ahí, donde se precisa. Pocas palabras y permanente sintonía. Gratas sorpresas. Hasta pronto. Salud y montaña.
EliminarDe poético que detalláis vuestras rutas, dan ganas de adentrarse y perderse por ellas, para luego llegar a su término y vuelta a empezar en la siguiente, en un bucle que, gustosamente, nunca queréis abandonar. Lleváis la montaña en las venas y os envidio por ello. Sed felices.
ResponderEliminarHalagador comentario que agradezco, especialmente por provenir de alguien que ama la naturaleza. Es cierto que la montaña nos da vida, y ahí está, al alcance de cualquiera. Ojalá se haga cierto aquello de que las palabras mueven pero el ejemplo arrastra, de forma que estos relatos induzcan a otros a repetirlos, y les ayuden a diseñar sus propias rutas. Salud y Montaña, Nati.
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