martes, 24 de julio de 2012

Circular al Pico Pusilibro (o Puchilibro) desde el castillo de Loarre.


El pico constituye la punta más alta de la Sierra de Loarre, elevándose sobre el castillo, hermoso y característico bastión construido a sus pies por orden del rey Sancho III en el siglo XI, para servir como avanzadilla desde la que organizar los ataques contra Bolea. Desde su posición se vigilaba toda la plana de la Hoya de Huesca y en particular Bolea, principal plaza musulmana de la zona y que controlaba las ricas tierras agrícolas de la llanura.
La particularidad del castillo es que se cimenta sobre un promontorio de roca caliza. Esto suponía una gran ventaja defensiva, ya que así los muros no podían ser minados (técnica habitual en el asedio de fortalezas, que consistía en construir un túnel por debajo del muro para después hundirlo y abrir así una brecha por la que asaltar). Además está rodeado por una muralla con torreones, permitiendo este recinto acoger a los labriegos y demás lugareños cuando, acosados por las huestes enemigas, acudían en busca de refugio.
La ascensión al pico, completada con la travesía hasta las antenas repetidoras de televisión, en el cordal de la sierra que sigue hacia el Oeste, constituye un recorrido circular con vistas no sólo al castillo y Hoya de Huesca de la vertiente Sur, sino también a la fresca vertiente Norte, buen mirador sobre las cimas pirenaicas fronterizas con Francia.
Es un trazado muy bien indicado, ameno y sin dificultad técnica con buen tiempo y suelo seco, pero que puede entrañar problemas con nieve o en momentos de niebla o poca visibilidad.
Se hace corto, confirmando que “lo breve, si bueno, dos veces bueno”, muy adecuado para un paseo mañanero pensado para estirar las piernas y orearse en una naturaleza bien conservada.
Dejo el coche en el aparcamiento del castillo (1.030m), y comienzo la marcha a las 9:45h desde el lugar donde un tablón informativo muestra las alternativas. A partir de aquí las marcas amarillas y blancas del PR son claras, además varios carteles están colocados en las encrucijadas.

El itinerario hasta la cima dibuja una especie de zeta. El primer tramo comienza atravesando un campo, para enseguida adentrarse en un pinar por donde el sendero va cortando varias pistas en su ascenso diagonal en dirección NE.
Al poco se alcanza una pista amplia que sigo unos metros hacia la derecha, hasta encontrar de nuevo las marcas blanquiamarillas que me continúan guiando manteniendo la misma diagonal. Es zona de boj y erizones cuyas flores, por lo avanzado del mes de julio, ya se han secado y el amarillo chillón de las mismas ha sido sustituido por el violeta de las matas de cantueso.

De esta manera se llega al extremo inferior de una cresta que nos separa del barranco que aparece enfrente. Comienza aquí el segundo tramo de la zeta.
El sendero enfila loma arriba, ahora en dirección NO, con vistas sobre ambos lados de la misma. El horizonte se abre hacia el Sur. Los bojes colonizan y perfuman el territorio. 

La cresta es fácil, pero se va afilando poco a poco, de manera que con nieve o niebla conviene recorrerla con cuidado. Abajo quedan el castillo y el pueblo de Loarre.

Se llega a un collado desde el que se ve la vertiente N de la sierra. Aquí el cartel indicador de la cima del Pusilibro muestra la dirección del tercer y último tramo de la zeta: ahora hacia el E, hasta la cima, a la cual se accede a través de una estrecha trocha flanqueada de boj y erizones.

Desde el punto geodésico que hay en la cumbre (1.596m) la vista hacia el N alcanza hasta los montes fronterizos con Francia.
Es un momento para llenar los sentidos de horizonte.
Un trago de agua, un plátano, una mirada más atenta hacia Collarada, Pala de Ip, … acabando en la Peña Retona, y hacia abajo, de vuelta al collado, que aún he de visitar las antenas de televisión del cerro próximo.

En continuo descenso, siguiendo las marcas blancas y amarillas, la trocha a través del bosque se va estrechando, hasta desembocar en el comienzo de una loma afilada, que se recorre sin dificultad, pero con suma atención, porque a tramos su estrechez obliga a poner un pie a continuación del otro sobre la irregular piedra caliza. La caída a cada lado no es de vértigo, pero con nieve o hielo el asunto se puede complicar de veras. Hoy en cambio, con tal de adherirse como lo hacen los “sedum” que salen entre las rocas y que las zapatillas no se atasquen o enganchen en alguna laja, ya es bastante.

La cresta acaba abruptamente en un cortado de unos 10 metros que, o bien se destrepa con cuidado o se obvia abandonándola unos 15m antes de llegar a su fin, por una trocha estrecha que desciende hacia la izquierda. En suma hay que optar entre los arañazos con los erizones o el destrepe atento y entretenido por la roca.

Tras este tramo enseguida alcanzo las antenas, y una corta pista adicional me conduce a la más alta de ellas, desde donde observar la cresta / loma recién recorrida.

Para otra ocasión queda pendiente adentrarse por la vertiente N de esta sierra, la que lleva a la Fuenfría y collado de Marina, pero ahora toca descender de nuevo hacia el punto de partida. Para ello, un cartel de madera justo al pie de las primeras antenas indica el inicio de la senda hacia Loarre.
La bajada propicia unas zancadas rápidas y continuas que enseguida me permiten alcanzar un tramo plano desde donde mirar hacia atrás, entre pino y boj, para despedirme del Pusilibro (a la derecha) y de la cresta que lo separa de las antenas.

Sigo una pista plana que se encamina hacia el Sur hasta que se acaba el llano, desde donde doy vista ya al castillo, a los pies de una empinada ladera por la que me lanzo directo, atento a los guijarros sueltos, hasta el aparcamiento, que alcanzo a las 12:15h, tras haber realizado un recorrido circular de unos 9km, salvando un desnivel acumulado de unos 600m de D+ y que me ha permitido estirar las piernas por los alrededores del “Reino de los cielos” de Ridley Scott. Yo, más terrenal, me conformo con las sensaciones experimentadas, la recarga de oxígeno y la panorámica de un Pirineo que espera las zancadas de las vacaciones.  

3 comentarios:

  1. Hola Carmar: Aquí me tienes, encantado con tu blog. Veo que te encanta "perderte" por la Pedriza, ¡joyita de Guadarrama! y cerca de casa.
    Un saludo, Luis.

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    1. Gracias por la visita Luís, espero que no sea ocasional y que nos sigamos leyendo. Estoy de acuerdo contigo:la Pedriza es una joya en sí misma. Salud y montaña. Ya te diré cómo encontré el Oso.

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