domingo, 9 de octubre de 2011

Collado del Miradero (1.878m) desde Canto Cochino, por las Milaneras. Pedriza en estado puro.

Las Milaneras
Queríamos una ruta que condensara las esencias de la Pedriza, junto con un itinerario no demasiado largo que nos permitiera estar de vuelta a la hora de comer; pretendíamos una marcha a la usanza tradicional y sin agobios de gente; buscábamos una jornada de montaña placentera, sin disonancias con el entorno, y nos decidimos por este recorrido que cumple con todos los requisitos.
El itinerario elegido recorre el tramo más agreste de la Senda Termes: sale desde Canto Cochino, pasa por el Collado del Cabrón y el jardín de la Campana, para adentrarse después por la intrincada falda Sur de las Milaneras, alcanzando el paso de los Tres Cestos, por donde se accede a la vertiente Norte, llegando poco después el collado del Miradero o Carabina.  
Son las 8:45h cuando, bien abrigados porque hace un frío más que mediano, salimos de Canto Cochino: Fernando, Luís, Nati, Paolo y yo, preguntándonos por la razón de que haya ya tanta gente en el aparcamiento a tan temprana hora de esta fría mañana.
Entre charla y comentarios, algo ateridos por la baja temperatura, vamos rápido por el bosque bordeando por la izquierda la loma que desciende del Cancho de los Muertos, siguiendo las rayitas blancas y amarillas que marcan la senda Termes. La marcha nos entona y al poco, parada para aligerarnos de ropa. Enseguida alcanzamos el collado del Cabrón.
Las hojas del roble aún aguantan en los árboles en este comienzo del otoño
Ahora comenzamos a adentrarnos en la parte  agreste de la ruta. La senda se estrecha, los pinos y carrascas te “acarician” al pasar, la pendiente se acentúa. A paso sostenido vamos subiendo, algún “pasito” gimnástico hace su aparición, y así, sin percatarnos, estamos al pie del Pajarito. En su pared S, hacia media altura, un buitre se despereza sobre la única carrasca que sale de la pared.


Subimos hacia el jardín de la Campana por el corredor que bordea el risco del Pajarito por su derecha. Los bloques se superan bien, la pendiente ya hace resoplar de vez en cuando.
La subida es alegre.


La mirada hacia atrás descubre un paisaje amplio y soleado, el Cancho de los Muertos queda bastante abajo.

El jardín de la Campana es un paraje recoleto y acogedor, haciendo honor al nombre. Viene ahora un tramo de marcha sobre granito, sube y baja, en el que hay que andar atento, si bien las rayitas todavía están bien definidas y no se pierden.  
Llegamos al inicio de un tramo de pinar. Aquí comienza la zona “perdedora”, porque las marcas amarillas y blancas están tan desvaídas que no se ven. La voy a describir con la misma atención con la que hay que seguirla.
Hemos de tomar el sendero descendente, marcado con mojones, que se adentra en el bosque. Vamos por él sólo durante unos 50m, hasta encontrar una trocha que sale hacia la izquierda. Aquí dejamos de seguir el sendero descendente y tomamos la trocha. Ésta discurre horizontalmente durante otros 50m, hasta topar con una zona de rocas en la que aparecen tres opciones:
·         A la izquierda y hacia arriba, unos mojones “invitan a subir”; de hacerlo, te complicarás algo el día, pero si logras no perderte, llegarás a Tres Cestos.
·         De frente, sobre la roca, aparecen unas nuevas marcas “naranjas”; de seguirlas te enriscarás probablemente, porque el itinerario está en desuso y resulta confuso.
·          A la derecha y hacia abajo, otros mojones marcan un camino que crees que no has de tomar, puesto que tú quieres subir. Bueno, pues conviene que los sigas, porque es por ahí. Este es uno de los casos en los que, para subir bien, hay que bajar primero.
Nosotros optamos por la tercera alternativa y descendemos unos metros por el bosque, pegados a las rocas, hasta que ¡De nuevo aparecen las rayitas blancas y amarillas!

Ahora estamos en la zona más salvaje del recorrido. La vegetación es espesa, robles y carrascas se asientan en esta pronunciada pendiente que va sorteando las moles de granito, la conversación hace rato que ha cesado, dando paso a resoplidos ocasionales.

Los troncos y ramas constituyen buenos asideros, miramos hacia arriba sin decir nada, continuamos subiendo. Las marcas se ven bien. La vegetación comienza a clarear, las Milaneras se nos muestran en su total verticalidad de denso granito.

Un par de bloques “entretenidos” nos demuestran que la adherencia es buena ¡Alegre gimnasia pedricera que nuestros músculos recordarán durante los próximos 2 ó 3 días!
El paso de Tres Cestos, en el centro, brecha en la cresta de las Milaneras
El Patriarca
Llegamos a Tres Cestos (1.764m), al pie de la formación rocosa que tiene aspecto de “Un Patriarca”. Bebemos, recomponemos el gesto, y a por la ladera Norte, que ya “hay hambre” y en el Collado del Miradero es donde comeremos.
Todo cambia en la nueva vertiente. El esfuerzo soleado y las gotas de sudor se tornan en fresco y silencioso deambular.

Al poco rato, hacia lo alto, vemos un grupo de unas cinco cabras montesas que transitan con total despreocupación por la verticalidad de los riscos.

Una de ellas, sin embargo,  parece que está pensando cómo resolver la “peculiar” situación en la que se ha metido.  
Los "individuos" aislados, inverosímiles, son frecuentes en la Pedriza
Tramos de ladera pedregosa alternan con manchas de bosque hasta llegar poco después al collado del Miradero o Carabina (1.878m), destino de nuestra marcha de hoy y ¡Lugar donde por fin comemos! ¡Hasta bota de vino hay esta vez en la partida! Ya dijimos al principio que se trataba de una marcha “al estilo tradicional”.
 Toca ahora bajar, y lo hacemos por el sendero que se adentra en el bosque, en dirección hacia la Bota y Canto Cochino. La marcha la iniciamos Luís, Nati y yo, algo más atrás vienen Fernando y Paolo. Los tres intercambiamos una mirada, y con un gesto decidimos probar en estos primeros metros de pedrera el “trote y zanqueo”, abandonando sin más “el estilo tradicional” que veníamos manteniendo. Flexionamos ligeramente las piernas, como si nos sentáramos en el aire, los cuádriceps empiezan a funcionar, la vista va seleccionando rápidamente los puntos sobre los que apoyar los pies, los brazos acompañan el balanceo, la pedrera se acaba, entramos en el bosque, el sendero es más mullido, el trote fluye, el ánimo se vigoriza.
Nos detenemos un momento, seguimos otro tramo más de la misma guisa, los árboles pasan deprisa a nuestro lado, la pendiente de la bajada ayuda nuestra marcha, ahora sí vamos a zancadas ligeras ¡Cómo cundeeeee! Pero ¡Alto!, hemos de esperar a Fernando y Paolo.

Nos juntamos todos, el bosque otoñal y sus colores llenan los sentidos.
¿Probamos los cinco ahora? ¿Sí? Pues adelante. Sin demasiada prisa pero sin pausa. Las personas con las que nos cruzamos se hacen amablemente a un lado cuando nos ven u oyen aproximarnos. El ritmo es vivo ¿Quién dijo que sólo se suda subiendo?
Sin darnos cuenta hemos llegado al punto donde sale el sendero que sube hacia el Pájaro, cruzando el arroyo de la Ventana. Aquí hacemos un alto para tomar un trago.
Me encuentro con Manu y Chicho, con los que compartí la subida al Ocejón hace unos cuantos meses ya. Breve y alegre charla antes de proseguir nuestro camino hacia Canto Cochino.
Por la Autopista retomamos el “paso tradicional”. Nos vamos cruzando con un buen número de personas.
Son las 2PM cuando llegamos al coche, tras haber recorrido unos 10km y superado un desnivel positivo de 800m.

2 comentarios:

  1. No puede ser malo ese grupo donde abunda la sonrisa y no falta la bota de vino!!
    Abrazotes!

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  2. Gracias por todo el detalle de ésta ruta.
    Me ha encantado el relato.

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